18 diciembre 2008

Ensayo sobre el vals criollo y la identidad peruana

El vals criollo peruano la identidad colectiva en la Diáspora Peruana por Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara
En mi último viaje a Perú mi recuentro con mi querido tío Miguel Gonzales, el bohemio de la familia el que gusta de la guitarra y el cajón. En una charla amena hizo remembranza de la música criolla y el criollismo en el Perú, cuando hizo cantar a su guitarra en la Radio Nacional. En el volcó sus penas y alegrías, las cantaba y las bailaba. Eran los tiempos en que el músico no recibía un centavo por su trabajo, el premio mayor era la sonrisa de una zamba o saborea la presa más grande de un caldo de gallina. Nuestro encuentro de familia motivo este ensayo. Los peruanos pueden decir con orgullo que el huayno representa y significa la música andina, y lo costeño, lo urbano, es la música criolla y que el folclore nativo, de modo particular de expresión es el vals peruano, y puede proclamarse así como la Argentina tiene el tango que exporto al mundo y el Brasil exporto la zamba, y Colombia exporto la cumbia, y La República Dominica exporto el merengue, y Cuba su melodioso ritmo en son caribeño. El Perú tiene el vals criollo. Trascendiendo fronteras trasnacionales, la música criolla ha sido favorecida por el público peruano, independientemente de la raza, etnia, clase social. Representando por géneros tales como el vals peruano, la marinera (limeña y norteña). La música criolla suele invocar sentimientos de seguridad a la audiencia con temas vinculados al pueblo, la tierra, el barrio, los encantos y desencantos de la vida cotidiana. Es en esta esfera musical evoca un pasado que es cambiantemente real, he imaginado enmarcando con una ansiosa nostalgia, los recuerdos de un lugar histórico que, en toda probalidad, son transfigurados e idealizados. Géneros tales como el vals, el tonderito y la música afro peruana invariablemente invitan la participación espontanea de la audiencia a través de palmadas y peticiones de los ejecutantes por las "las palmas" "las cucharas". Estos géneros proporcionan un sentido de familiaridad a la Diáspora Peruana en los Estados Unidos a través de un instante sensorio para configurar la memoria colectiva de los recuerdos que dejaron atrás.
La música criolla peruana es consecuencia de un proceso de influencias sociales, políticas, económicas y geográficas sobre los habitantes de sus tres zonas naturales clásicas: Costa, Sierra y Selva. De entre ellas, Costa y Sierra recibieron los aportes más significativos de la música y bailes de España a través de los soldados y de las
elites dominantes durante la Colonia. En la Costa, es la zona donde la riqueza de la música española acentuó su presencia durante los tiempos de la Colonia hasta establecerse definitivamente en los aires musicales populares durante la República, dando lugar al nacimiento de lo que se conoce como Música Criolla del Perú. El criollismo una identidad propia La cultura musical Criolla y Afro peruana se inicia con la llegada de los españoles y los esclavos africanos que fueron traídos con ellos. La cultura musical criolla en Lima construye de manera constante una identidad propia, transformando los géneros musicales y patrones estéticos importados. Desde la presencia de valses de origen Vianes, Mazurcas, Jotas Españolas, continuando con la influencia de la música francesa e italiana, la cultura popular limeña se fue perfilando a través de la transformación y decantación de géneros de tal manera que, aun asumiendo las modas correspondientes a cada época, se gestaron y desarrollaron algunas formas musicales que llegan hasta fines del siglo XX y que se identifican con lo limeño. El criollismo mantiene su propia identidad, la que se forjo en los barrios populares al son de la guitarra y el cajón; tocando y bailando marineras, festejos, tonderos, polcas y valses. Este criollismo a traviesa fronteras y en el proceso trasmigracional de la diáspora peruana, se reproduce constantemente como un sentimiento que evoca recuerdos, que evoca penas y alegrías de un pasado que es constantemente cambiante he imaginado, porque la música criolla es consecuencia de un proceso de influencias sociales vinculados al barrio, a la vida urbana, a la migración del mundo andino a la ciudad urbana, a la jarana del barrio y los vecinos. Hoy en el contexto de las migraciones transnacionales el criollismo constituye parte de la peruanidad colectiva y símbolo de identidad, independientemente de la raza, étnica y clase social. La canción criolla peruana y sus representantes En la historia de la canción criolla peruana, tienen importancia fundamental los intérpretes, cantantes y guitarristas, cuyo trabajo permitió la difusión y la fama de muchas piezas que son parte del patrimonio cultural del Perú. El vals peruano es un género de música popular originario del Perú, también denominado un genero de la música criolla y afro peruana.
El Canto solista o en dúo, acompañado al inicio por guitarras y luego también por el cajón, las cucharas, era parte fundamental de toda reunión o jaranas, en casas, solares y callejones, instancias en las que se desarrollo la música criolla. Los valses
más antiguos, de fine del XIX, y principios del siglo XX, se reconocen como valses de la Guardia Vieja. Entre los más importantes compositores tenemos a José Sabas Liborio-Ibarra, autor de la mazurca, "Flor de Pasión;" Julio Flórez y Juan Pena Lobaron autor
es de "El Guardián;" Oscar Molina, autor de "Idolatría;" Rosa Mercedes Ayarza de Morales, pianista, compositora y recopiladora de diversos géneros como pregones, danza habanera, marineras y tonderos. Entre sus obras esta "La Picaronera.\," "Frutero Congo," "La Jarra de Oro," "Congorito." "Moreno Pintan a Cristo." Entre otros Alejandro Ayarza, conocido como Karamanduka, autor de "La Palizada," y Pedro Augusto Bocanegra, autor de "Alondra." Los representantes históricos del criollismo son Felipe Pinglo Alva "El Bardo" (1899-1936), Jorge Pérez "El Carreta", Oscar Avilés, Arturo Cavero "El Zambo", y Isabel Granda "Chabuca" (1920-1983), Lucha Reyes, Alicia Maguiña, Eva Ayllon, Lucia de la Cruz, Bartola, Eloísa Angulo, Delia Vallejos, Jesús Vásquez, Teresa Velásquez, Esther Granados, Cecilia Barraza, Luis Abanto Morales, Cecilia Bracamanote, Edith Barr, Rafael Matallana, Pepe Vásquez, Manuel Acosta Ojeda, Lucho Barrios, Roberto Tello, Paco Maceda, Manuel Donayre, Susana Baca. Así como también dúos y tríos: La Limeñita y Ascoy, Las Criollitas, Las Limeñitas, Los Chamas, Los Romanceros Criollos, Los Embajadores Criollos, Los Trovadores del Perú, Fiesta Criolla, Los Kipus, Los Chamacos, Los Davalos, Los Morochucos, Los Virreyes de Lima, Irma & Oswaldo, Los Pallas, Perú Negro, Los Caciques, Los Cholos, Los Dos Compadres, Los Trovadores del Norte, Los Ases del Perú, Los Ardiles, Los Bohemios, Los Zanartu, Los Soles del Perú, Cuarteto Perú, Leturia & Velásquez, Alma Criolla, Montes y Manrique, Los Trigos. La importancia fundamental de los intérpretes, cantantes, dúos, tríos y guitarristas, cuyo trabajo permitió la difusión de muchas piezas que son parte del patrimonio cultural del Perú y la identidad músico-cultural colectiva, en la memoria colectiva de los peruanos que viven en la diáspora se refleja en el espacio ambivalente que ocupan los inmigrantes peruanos como minoría cultural y cuya lealtad nacional hacia la música criolla está dividida entre el Perú y el país de residencia. Esta lealtad nacional a la música se expresa como la nostalgia, el barrio y las jaranas de la Lima de antaño. La Identidad colectiva de la Diáspora Peruana: El Bardo a Chabuca
Felipe Pinglo Alva, "El Bardo," es el paradigma del criollismo de todos los tiempos, con sus letras plagadas de crónicas políticas de la crisis de la época produjo aproximadamente 300 canciones, muchas de ellas perdidas o conocidas
solamente en forma fragmentadas. Las difundidas fueron "El Plebeyo, "El Huerto de mi amada," "El espejo de mi vida," "Mendicidad," "La Oración del Labriego," "Sueños de Opio," "El Canillita," "Pobre Obrerita," "Pasión y Odio," "Rosa Luz," "Hermelinda." "El Tísico," "Bouquet," "Amor Traidor," Melodías del Corazón," "Celos," son algunas de sus más famosas composiciones. La música criolla adquiere jerarquía, dándole interpretación al proceso de transculturización. Con el advenimiento de la radio se populariza la música criolla, las emisoras radiales convocaban con fines de promoción a los más renombrados intérpretes del criollismo para que actúen en vivo. Serafina Quinteras, la primera poetisa de la canción criolla con su "Muñeca Rota," Lorenzo Humberto Sotomayor y su vals "Corazón," y Cesar Miro con "Todos vuelven" eran los más sonados del criollismo de la ép
oca. Isabel Granda Larco, "Chabuca" abre una nueva brecha en la música criolla con sus melodías y mensajes de hondo sentimiento nacional. "La Flor de la Canela" no era una creación imaginaria, un personaje de su fantasía, un hada misteriosa, sambita ella, un mito de la ciudad. Esta famosa canción fue inspirada en un personaje real, de una joven morena del Abajo del Puente a la que conoció cuando era niña, el nombre de la mujer era Victoria Angulo y que había sido con los suyos, antiguos amigos de los Granda-Larco. Su primera etapa de su creación corresponde al canto a Lima, de sus hábitos y costumbres, de su barroca geografía, de sus empolvados balcones y sus patios floridos. Su segunda etapa es el intento de hacer teatro musical, zarzuela, opera limeña; y la tercera etapa es la de poetisa que se adhiere al canto de un pueblo en proceso de angustia y búsqueda. Culminando con la aproximación al arte negro, creando una nueva manera de decir pregones y cantar landós y zamacuecas. Entre los clásicos de Chabuca esta: La Flor de la Canela," "José Antonio," "Cardo y Ceniza," "Fina Estampa," entre otras. El criollismo mantiene su propia identidad colectiva, la que se forjo en los barrios populares al son de la guitarra y el cajón; tocando y bailando marineras, festejos, tonderos, polcas y vals criollo, Felipe Pinglo Alva y Chabuca Granda son los representantes históricos en la memoria colectiva de los peruanos. Existen 241 organizaciones o enclaves socio-culturales en los Estados Unidos y en especial en la ciudad de New York y Florida, estas organizaciones preservan la peruanidad étnica y cultural en sus expresiones artísticas y en especial a música criolla. Estos enclaves socio-culturales tienen la función de evocar la identidad colectiva.
La diáspora peruana es una forma de construcción de espacio social trasnacional, que refleja el espacio ambivalente que ocupan los inmigrantes peruanos como
minoría cultural y cuyas lealtades nacionales están divididas entre el Perú y el país de residencia. La diáspora peruana surge en un mundo de las migraciones globales, entre otros tiene como principales sujetos a personas que se desplazan por el mundo; y vinculadas con el desarrollo de la música criolla están las expresiones del vals peruano formando una tradición mayormente reconstruida desde Felipe Pinglo Alva a Chabuca Granda, en esta esfera musical evoca un pasado que es imaginado enmarcando con una ansiosa nostalgia. Es a través de las expresiones músico-culturales que se elabora la identidad colectiva, y en este repertorio se enmarcan los géneros que reflejan los valores culturales. La música criolla ha sido favorecida por la inmigración peruana, independientemente de la raza o clase social, así como por otros grupos de inmigrantes. Así como la Argentina tiene el tango y el Brasil la zamba, y Colombia la cumbia, y La República Dominica el merengue. El Perú exporta la música criolla y establece una anclada en la tradición proporcionando opciones musicales conducidas por una mezcla de recuerdos y nostalgia por una patria idealizada. Porque la memoria colectiva esta constantemente recreada a través de de la música criolla y afro peruana. La música de estas dos esferas permanece firmemente anclada en la tradición y el sentimiento de peruanidad entre los inmigrantes peruanos al escuchar un vals peruano, una marinera norteña, una polca, un festejo, un tonderito o reconocer un vals de la guardia vieja o una zamacueca de Chabuca Grande, evoca un sentido de familiaridad. Es el producto de una construcción con hondo contenido emocional, y juegan un rol preponderantes las determinaciones estructurales, la percepción que se tienen de las mismas, y la atribución de una identidad por parte de los demás. La música peruana se convierte en el elemento más importante en el proceso de la memoria colectiva e identidad de la diáspora. Entre los factores que facilitan forjar una comunidad musical-cultural esta la formación de las instituciones, asociaciones, exponentes de la música criolla, y la confraternidad se afirma la percepción de peruanidad en un contexto social hibrido transcendiendo fronteras: El Perú tiene el vals criollo. New York 13, 2008.

02 diciembre 2008

El Mishquiyacu y el pescador

El río Mishquiyacu recorre la provincia de Picota, en su primer tramo, de norte a sur, hasta el segundo recodo; allí comienza su segundo y último tramo, al voltear de este a oeste, hasta su desembocadura en el gran y majestuoso río Huallaga.
Mishquiyacu significa “rica agua de sabor agradable”, sus aguas son limpias y sin contaminación, no existe ningún asiento minero cerca. En la crecida de cada año, el río riega y abona sus riberas, al depositar en la tierra el humus que arrastra en su recorrido.
Sus aguas son una bendición, hay gran variedad de peces como las lisas, los boquichicos, bujurquis o yulillas (semejantes a la lisa, pero de menor tamaño), las carachazas, uno que otro sungaro y las mojarras (peces en pequeños cardúmenes parecidos al boquichico).
En su recorrido hacia el Huallaga, después del segundo recodo, se encuentra el villorrio de Mishquiyacu, rodeado de grandes pastizales y de una próspera agricultura, que son los más apreciados de la región. Los habitantes mishquiyaquinos viven agradecidos de Dios por sus dos bendiciones, su tierra y su agua. Son celosos guardianes de ellas.
Cada mishqui sabe que sin tierra y sin agua se le va la vida. Cada año celebran la “yacufiesta”, en honor al agua del río. Siempre tratan de mantener sus aguas tranquilas, porque cuando encrespan o arriban con sus grandes crecientes y las inundaciones son despojados hasta de sus camisas.
En el paroxismo de sus desgracias, con los ojos llenos de lágrimas levantan los brazos hacia el cielo, clamando con grito a todo pulmón: “Piedad, Diosito mío”.
Cuenta la leyenda que cuando se creó el pueblo de Mishquiyacu, apareció un pescador furtivo que pescaba con dinamita y barbasco. Nunca nadie lo conoció, a muy altas horas de la noche y sobre todo en luna Llena sólo se escuchaban las explosiones de la dinamita.
Los moradores de ese entonces tenían mucho miedo al ver que sus tambos tan frágiles, confeccionados de hojas de palma y cañas muy finas se veían caer, el retumbar del sonido hacía temblar el suelo. Ayudado por la oscuridad de la noche, el pescador desconocido huía y se fundía en el matorral de la selva.
A la mañana siguiente, muy temprano todo el pueblo salía a recoger el agua y a realizar su aseo personal; sorprendidos y llenos de impotencia encontraron peces muertos, flotando sobre la dulzura y quietud del agua que aún dormía bajo el cielo azul y la mirada de manadas de golondrinas que le avisaban que sus hijuelos pececillos ya no serían abrigados más, ni harían piruetas en aquel río abrasador que los vio nacer y crecer.
La descomposición de los peces y la presencia de barbasco en el río hacían que los demás peces siguieran muriendo y el agua dulce se convirtiera en agua envenenada. La vida en el curso del río Mishquiyacu se teñía de dolor y angustia ante la pérdida de nuestros hermanos seres vivos que fueron despojados de su dulce morada.
Los moradores mishquiyaquinos, indignados por aquel acto cruel, realizaron un cabildo abierto y decidieron terminar con aquel pescador escurridizo, estaban decididos a acabar con su vida si fuese necesario. Hombres, niños y mujeres armados de machetes y palos salieron en su búsqueda, caminaron repartidos en diferentes direcciones. Al cabo de seis horas, se volvieron a encontrar tristes y cansados pues la búsqueda fue infructuosa.
Al día domingo, se prepararon y realizaron una minga, pero esta vez solicitaron la ayuda del travieso y pícaro hombrecito de muy baja estatura conocido como el famoso Chullachaqui,
quien vivía en el fondo de la espesa selva. Era muy temido por todos los pobladores, pues se aprovechaba de su pequeña estatura y de su rostro angelical para transformarse en cualquier persona conocida del incauto que caía en sus manos y, con gran habilidad para convencer, lograba distraer a su víctima, conduciéndola a su madriguera, donde desaparecían a causa del
hechizo mágico que les hacía.
Hecho el pacto con el Chullachaqui, quien sólo pedía a cambio que no le temieran porque quería ser el guardabosque de Mishquiyacu, los pobladores aceptaron la condición que ponía el pequeño hechicero, pero a cambio de que en sólo dos días encontrara al pescador desconocido. El Chullachaqui se retiró y corrió rumbo hacia el extenso bosque.
Pasaron los dos días, y finalmente el Chullachaqui encontró al pescador, quien descansaba en la quietud de enmarañada selva, y le dijo:
— ¡Ah con que aquí vives!, el pescador que dormitaba se levantó muy sorprendido y le dijo:
— ¿Y cómo supiste que estaba acá?
— No olvides que yo soy el Rey del Bosque, le dijo el Chullachaqui, ¿y qué quieres de mí?, preguntó el pescador que ya estaba sin escapatoria.
Bueno, dijo el apacible Chullachaqui, he venido porque los mishquiaquinos me lo pidieron, y como yo soy el todo poderoso de la selva, se vanaglorió el pequeño hechicero, ¡te exijo que dejes de matar a tantos peces y contamines el agua del río!
— ¡Eso es imposible!, recalcó enérgicamente el pescador.
El Chullachaqui se llenó de ira porque no le gustaba que lo contradigan, le dijo:
— Bueno, señor pescador hasta acá he venido sólo para hacer un trato contigo.
Sus ojos se enrojecieron y clavaron una mirada espantosa sobre el acorralado pescador, quien sin escapatoria bajó la mirada y se rindió a sus órdenes. Exclamó: ¿Qué debo hacer a partir de ahora?, ¿qué cosa comeré? Si yo sólo sé pescar, dijo muy acongojado el pescador.
El Chullachaqui, le dijo:
— Puedes pescar, pero con anzuelo y tarrafa, más no con dinamita ni barbasco, y cogerás solo lo necesario para sobrevivir. ¿Escuchaste?, preguntó el Chullachaqui.
El pescador que no tenía ya otra salida, aceptó y prometió que nunca más realizaría pescas que hicieran daño a los peces y contaminara el agua del río.
Después de un mes, el pescador se olvidó de la promesa que hizo y volvió a sus andanzas, al verse engañado el Chullachaqui llegó a convencerse de que el pescador era una persona indigna, infame y cruel para vivir de la generosidad de la naturaleza.
Fue prisionero y juzgado por toda la comunidad viviente. En el recorrido del río Mishquiyacu fue sentenciado y pidieron al Chullachaqui que lo convirtiera en una roca con forma de hombre. El Chullachaqui que quería congraciarse con el pueblo, gustoso y sin decir más palabras echó toda su furia sobre el pobre pescador.

Finalmente, la roca fue colocada en el río, en el frontis del pueblo de Mishquiyacu; constituyendo una severa y eterna advertencia, para que se sepa que la naturaleza es tan noble y bondadosa que sólo se debe cazar, pescar y extraer lo necesario.
GLOSARIO
1.- Barbasco: Hierba selvática utilizada como infusión para realizar la pesca.
2.- Tarrafa: Red de hilos o instrumento que sirve para la pesca.
3.- Minga: Reunión de amigos y de vecinos para hacer algún trabajo gratuito en común.
4.- Mishquiyaquino: Poblador oriundo de Mishquiyacu.
Fuente oral: Teodomiro López Arrese, Danny Greenwich Herrera; San Martín. Escolar: Xiome Pinchi Greenwich; 11 años; Tarapoto, San Martín.