08 agosto 2010

Música y danza en el antiguo Perú

El pasado del Perú y de toda el área andina hasta la destrucción del Imperio del Tawantinsuyo
no es un capítulo aparte, ya olvidado de la historia, sino la raíz más honda en donde podemos encontrar en gran medida la razón y las causas de los acontecimientos más importantes y cotidianos de nuestra realidad.
Por eso consideramos que la finalidad de un museo no debe ser sólo la exhibición de objetos preciosos de puros efectos esteticistas sino, además, enseñar que esos objetos y monumentos pertenecen a nuestra historia, porque son parte de la herencia que construyeron y dejaron las sociedades que nos antecedieron.
Es cierto que al llegar los españoles a estas tierras interrumpieron y fragmentaron
terriblemente todo lo que hasta entonces existía y que muchos criollos y mestizos de
las altas clases sociales desvirtuaron y desestimaron nuestra historia de aproximadamente
150 siglos, de tal forma que no quisieron vincular nuestros orígenes a América
sino a Europa. Pero cultura tan sólida, labrada en tantos milenios como la andina,
construida por hombres ancestralmente resistentes y laboriosos que dominaron la áspera
naturaleza de este territorio, por lo mismo, está logrando superar las adversidades
producidas por el enfrentamiento con quienes, si bien hoy no son los mismos de hace
cinco siglos, tampoco son diferentes a los que con espada, arcabuz y caballos soñaron
convertir nuestro territorio en una eterna colonia.
2. Arte y Sociedad
La historia de las artes musicales y coreográficas del Antiguo Perú, comienza hace
15 mil años aproximadamente, cuando el hombre precolombino, trajinando siglos,
fue perfeccionando las técnicas con que satisfacer sus necesidades, entre ellas las de
expresión como la música, la danza y el canto. Es así como progresivamente, desde
los primeros habitantes que vivieron en las oquedades rocosas y cobertizos naturales
de los Andes, fueron precisando generación tras generación las líneas melódicas de
los cantos y música por las que seguramente sintieron preferencia; ordenando los movimientos
corporales para ir dando paso a ciertas formas coreográficas; adiestrándose
en el canto y en la ejecución de los instrumentos musicales; inventando y perfeccionándolos,
creando originales cantos, música y danzas. Los estilos de estas artes tal
como hoy las conocemos son el corolario de un largo proceso de maduración, fijación
y mestizaje en el desarrollo técnico, estético y creativo de la cultura andina.
Sin embargo, este desarrollo de las artes no se realizó aislado del desarrollo de las
sociedades, ni se efectuó en estado idílico. Por el contrario, su proceso se viene efectuando
desde hace siglos en medio de una constante lucha entre grupos, pueblos, aldeas,
reinos e imperios, en la que la destrucción de Imperio del Tawantinsuyo (figura
1) es un importante hito en la larga historia del área andina. Pero el desarrollo tecnológico
también produce cambios en la sociedad, pues al impulso de aquél se van produciendo.
Así, por ejemplo, el cazador y recolector nómada andino que tecnificó sus
conocimientos pasó a ser agricultor, hizo que apareciesen sacerdotes guerreros (una
clase de conductores sociales y religiosos que adquirió gran poder) y que el desarrollo
y los conocimientos técnico-agrícolas impulsasen la formación de centros urbanos y
luego reinos; dándose en cada una de esas etapas formas de producción, relaciones
de trabajo y organizaciones correspondientes.
Estos estados de desarrollo fueron, a la vez, modificando sustancialmente las concepciones
artísticas y propusieron procedimientos para éstas y formas de usar sus resultados.
Tal como sucedió en cualquier latitud, el productor de arte, es decir el artista,
no siempre ocupó la misma ubicación en la sociedad, ni su obra tuvo el mismo significado
cuando la sociedad sufrió cambios.
3. La invasión o la así llamada conquista
El Perú Antiguo, por su parte, tuvo un desarrollo tecnológico propio, un desarrollo
notable que alcanzó a pesar de ser un pueblo ágrafo. Todo lo que dejaron nuestras antiguas
generaciones demuestra que en el área andina hubo excelentes arquitectos, ingenieros,
agricultores, ceramistas, tejedores, escultores, orfebres y constructores de
instrumentos musicales y sonoros. Casi no hubo material que no trabajaran. A través
de sus cuantiosas obras nos hacen conocer no sólo sus conceptos estéticos, sino sus
observaciones sobre ritos, ceremonias, danzas, escenas cotidianas, vestimentas, tocados,
adornos, rostros, deidades y otros tantos personajes y detalles que sería interminable
enumerar.
Sin embargo, la invasión o conquista del Tawantinsuyo por los hispanos es la que
descalabró el proceso de desarrollo cultural técnico del área andina. La historia peruana
de milenios quedó marginada y fragmentada; esto sucedió no sólo con la historia,
sino que esa marginación alcanzó también a los hombres que la hicieron.
Siglos de labor de varias generaciones fueron destruidos por la ambición de oro y
plata y por los procedimientos, a veces sutiles a veces agresivos, de las autoridades
eclesiásticas coloniales para imponer la religión católica.
Las tareas evangelizadoras realizadas con mucha desilusión y penuria se agregaron
a las efectuadas en la conquista. El resultado fue la destrucción de valiosos objetos de
oro y plata de nuestra historia, al convertirlos en barras. En otros casos, cuando no tuvieron
este destino, el delirio catequizador católico sistemáticamente los destruyó o
quemó. A todo esto se sumó la represión de las costumbres, la destrucción de monumentos
y la marginación en la explotación del hombre andino. La colonización y el
colonizador hispano se hicieron sentir. Al respecto, el Padre Cabello de Balboa (1920
[1586], véase también Poma de Ayala 1944 [1615]: fojas 388 a 391), comentando la
captura de Atahualpa, dice que luego de ésta,
«al día siguiente se entregaron al pillaje del palacio y se apoderaron del oro, la plata y
de todo lo que había de valor»,
y que Pizarro ordenó la incautación del oro del templo de Pachacamac y del Cusco
para hacer efectivo el rescate ofrecido por Atahualpa. El mismo Balboa escribe refiriéndose
a la sentencia de muerte de Atahualpa:
«Nosotros no haremos juicio sobre esta sentencia. Los tesoros que había dado por su
rescate fueron repartidos entre los españoles; formaban una suma de un millón veinticinco
mil quinientos castellanos de oro y cincuenta y dos mil marcos de plata. Cada jinete
recibió novecientos pesos de oro y trescientos sesenta marcos de plata. Cada infante
tuvo la mitad de esta suma. En cuanto a Francisco Pizarro y sus capitanes, ya se puede
suponer la cantidad que recibieron».
La actitud mesiánica del clero, el exceso de celo religioso colonialista en la catequización
labró disposiciones y articulados compulsivos, que minuciosamente indicaban
cómo en los pueblos los frailes habían de comenzar una visita para descubrir a
los idólatras, brujos y hechiceros, lo mismo que huacas, ídolos y objetos vinculados
al culto andino para destruirlos. Es así que el religioso Pablo Joseph de Arriaga (1910:
83 [1621, Cap. XIV]) aconseja a los visitadores o curas extirpadores de idolatrías:
«quinto: preguntar a quien sabe curar en el pueblo que a menester; y en trayéndole llamarle
aparte en achaque de cura, y examinalle a muy en secreto como está dicho; porque
es muy ordinario que los curanderos son ministros de idolatría»
Luego continúa:
«Es cierto que a pocos lances se descubre el hilo, y por él el ovillo. También se advierte
que en esta inquisición de la Idolatría no se pueden guardar los ápices del derecho, porque
no se hará nada, sino atender a sola la verdad, procurando lo más, que se pudiera
acomodarse al orden del derecho».
Por otra parte, para completar este panorama evangelizador, alguien propone en
una Relación (Blas Valera 1950 [ca. 1585]: 199-200) para catequizar
«componerles letras en su lengua a lo divino y hacer a los niños que las canten ante
ellos, para que así se olviden de los cantos antiguos, y por vía de la música se les encajone
la declaración de los Artículos y Mandamientos y Sacramentos y Obras de Misericordia »
Sin embargo, a pesar de la espesa capa con que arduamente trató de sepultar el poder colonial la cultura y las costumbres andinas, desde el comienzo mostró no ser
suficiente. Es por eso comprensible la angustia del Padre Arriaga al referirse a las danzas y fiestas que en Lima estaban amalgamándose, en forma sumamente preocupante,
con los ritos católicos. Tratando de componer esta situación Arriaga (1910: 45 [1621,
Cap. VIII]) denuncia que
«antes usaban de todas éstas públicamente y hacían sus fiestas y danzas a la vista de los españoles y curas y aquí en el Cercado de Lima las hemos visto muchas veces. Y es cosa cierta y averiguada que en muchas partes con achaque de la fiesta del Corpus, hacen la fiesta de Oncoymita»
La agresión colonial sistemática y generalizada no sólo desarticuló nuestra historia
sino, como dijimos más arriba, también la desestimó. Sin embargo, todo esto que
debió concluir con la Independencia, continuó en la etapa republicana, aunque los
pueblos andinos de hoy van encontrando su propia identidad a través de sus raíces
culturales para lograr integrarse en una gran nación. Es así como algunos arqueólogos,
historiógrafos y estudiosos están interesados y comprometidos en conocer nuestra verdadera
historia antigua y el papel que jugaron las clases y culturas dominadas y dominantes
antes y después de la conquista.
Entre los objetos y monumentos que los arqueólogos encuentran en sus excavaciones
se hallan los instrumentos musicales. Pero un instrumento dice muy poco acerca
de la música o de la ocasión y forma en que se usó. Por eso es importante estudiar las
escenas en los ceramios, tejidos, frisos y losas, así como las que hay en los trabajos
de orfebrería y las de otros innumerables objetos que nos describen algo de la historia
del Antiguo Perú. Tampoco hay que olvidar las crónicas, documentos y dibujos de
quienes participaron u observaron los primeros momentos de la conquista.
4. Arte y Arqueología
Del Perú Andino, los arqueólogos en sus excavaciones hallaron parte de la historia
de la música y de la danza del hombre andino.
En Kotosh, por ejemplo, que no está muy lejos de la ciudad de Huánuco, se encuentra
el Templo de las llamadas «Manos Cruzadas» (Brazos Cruzados). Para la historia
de la música peruana este monumento es importante, porque en él se descubrió
uno de los más antiguos instrumentos musicales: un silbato muy pequeño de hueso
que data de más de 3.000 años a.C. (figura 3), así como algunos silbatos que, al parecer,
fueron usados para cazar o hacer algún tipo de señales.
Chavín (1000 a.C.) alcanzó un alto grado de desarrollo técnico. Sólo hay que observar
la ubicación del Templo de Chavín de Huantar, recorrer sus intrincadas galerías
subterráneas y el sistema sonoro hidráulico para convencerse de que los conocimientos
de los chavinenses eran notables. Este sistema que estudió Luis G. Lumbreras (1976),
fue construido para ambientar con sonido el «Lanzón» ubicado en una galería subterránea
del Templo. Para conseguir este efecto sonoro, se aprovecharon los desniveles
del curso de los ríos Mosna y Wacheqsa entre los que se encuentra el Templo, conec-
tando los dos ríos a través de un canal por el que se desliza el agua del río que está en
el curso de nivel más alto hacia el del que lo tiene más bajo.
El canal (figura 4) está diseñado para generar turbulencia artificial del agua circulante.
El sonido que produce este artificio era conducido por otros canales, que estaban
conectados a unas cámaras en que se le reservaba y enviaba en la misma forma para
que terminase en unas bocas o ventanas ubicadas en las paredes del recinto subterráneo,
donde está ubicado el Lanzón. Esto hace suponer que el sistema ambientaba al
Lanzón de tal manera que «rugiera» como una horda de pumas, mientras el sacerdote
oficiaba alguna ceremonia.
Precisamente en este lugar, en una de las losas de la denominada Plaza Circular, al
lado del Templo, los arqueólogos encontraron también un pututo, trompeta ceremonial
hecha con un caracol marino Strombus galeatus.
En Chavín, igualmente, tuvieron silbatos de cerámica. Uno de ellos representa la
cabeza de un águila. Por su excelente factura suponemos que perteneció a una importante
personalidad que lo utilizó con una finalidad desconocida. El silbato tiene una
argolla en la que, aparentemente, aseguraban un cordón que probablemente colgaban
del cuello.
Vicús, Paracas, Moche, Nasca, Chimú, entre otras, fueron culturas y reinos que produjeron
un arte muy propio. Del material arqueológico de algunas de éstas se puede
deducir cómo eran sus ritos y ceremonias.
Los vicús (500 a.C.), por ejemplo, produjeron varios instrumentos musicales, pero
los más conocidos son las botellas silbadoras, los silbatos-caracol y los tambores de
cerámica. En metalurgia destacaron por el uso del cobre dorado y los remaches y engrapes
con que reemplazaban a la soldadura; o por las lentejuelas de 2 a 5 cm. de diámetro
con que adornaron ciertos atuendos compuestos de vestimentas, coronas,
abanicos de metal y venados recortados en láminas de metal. Se deduce de todo este
atuendo que la intención de quien lo vestía era producir ruido metálico por el entrechoque
de las superficies doradas. Probablemente esta indumentaria fue usada para
una danza ceremonial o en algún ritual o para otra finalidad que aún falta determinar.
Los moche (200 a.C. - 500 a. C.) han dejado cuantiosa información relacionada
con escenas en que es difícil distinguir si lo que uno ve corresponde a un cortejo o a
una danza o a los preparativos para un sacrificio humano. En estas escenas las bocas
abiertas sugieren el canto, mientras uno o dos ejecutantes de antaras o flautas de Pan
y algún tamborilero rodean o acompañan a la probable víctima.
Otros dibujos moche pueden considerarse definitivamente danzas (figura 5). Claramente
los artistas han dibujado en algunos de sus ceramios escenas en que uno o
dos flautistas acompañan a hombres tomados de la mano o de una larga cinta, en una
inconfundible actitud de danzar, describiendo posiblemente una coreografía de carácter
agrícola. Sin embargo, no siempre los dibujos son tan explícitos, pues en algunos
parece faltar un dato importante que define una danza: la presencia de un instrumento
musical o un instrumentista. Es por eso que, de las muchas escenas en alto relieve o
dibujadas por los moche en sus ceramios, sólo de algunas se puede afirmar con certeza
que fueron danzas lo que el artista observó.
Los nasca (200 a.C. - 500 d. C.) dejaron documentos de su vida cotidiana. Entre
ellos la tableta escultórica de un grupo evidentemente popular, que va o regresa de alguna
fiesta o ceremonia, mientras un personaje toca una antara. Otros ceramios escultóricos
o con dibujos representan a instrumentistas o a bailarines.
Los instrumentos musicales nasca son variados. La abundancia de antaras de cerámica
de diversas formas y tamaños sugiere que fue un instrumento popular. También
hay abundantes timbales (tambores) de cerámica, algunos pequeños de pocos centímetros
y otros de considerable dimensión, casi de metro y medio. Los silbatos son
antropomorfos y zoomorfos, unos de un solo sonido y otros con dos sonidos para pro-
226 Revista Española de Antropología Americana
2009, vol. 39, núm. 1, 219-230
César Bolaños Música y danza en el antiguo Perú
ducir estridencia, probablemente para usos de guerra. No todos los instrumentos musicales
nasca fueron hechos con la misma calidad en su acabado y ornamentación. Algunos
tienen un exquisito diseño que induce a pensar que les dieron algún especial uso ritual, ceremonial o festivo.
En una tumba, por ejemplo, Julio C. Tello en 1929 encontró trece antaras de cerámica
complementarias (Bolaños 1988) y otras ofrendas y adornos, que estaban al lado
de un fardo muy deteriorado, cuya momia pudo ser de un músico o de algún funcionario
notable que tuvo que ver con la actividad musical.
Lo importante del estudio de las antaras de esta tumba es que los sonidos de todas ellas estaban interrelacionados, como si todas las antaras hubieran pertenecido a un conjunto instrumental, muy parecido a como actualmente los sicuris aymaras acostumbran organizar (para hacer música) sus antaras de caña, que llaman sicus. Se reúnen en grupos de dos o más pares de ejecutantes, hasta a veces conformar grandes
conjuntos, en los que cada uno, en sus sicus, tiene parte de la gama de sonidos de su escala musical.
Todas estas culturas, además de otras que no hemos nombrado, son parte de la historia
antigua de la música, la danza y el canto andino.
5. Los incas
Con el advenimiento de los incas hacia el 1400 d.C., el Tawantinsuyo se extiende
desde el Cusco en todas las direcciones, conquistando reinos cuyas historias culturales
tuvieron dinámica propia y orígenes que se perdían en épocas remotas. Es el caso del
reino Chimú y el de Chincha, para citar algunos. Sin embargo, para estos pueblos, la
conquista inca no significó el abandono de sus costumbres musicales.
Son las crónicas y otras fuentes históricas las que nos permiten conocer algunas
costumbres vinculadas al uso de los instrumentos musicales, la voz y el movimiento
corporal en el Tawantinsuyo. Por ejemplo, sabemos que para algunos ritos se ponían
los mejores vestidos, se adornaban con tocados, chaperías y botones de plata y plumas
de guacamayos de diversos colores y alzacuellos de plumas. Con toda esta indumentaria,
denuncia Arriaga (1910: 30 [1621, Cap. V])
«invocan el nombre de la huaca, alzando la voz, diciendo un verso solo, o levantan las
manos o dan una vuelta alrededor»
Según otros cronistas había cantos que estaban relacionados con el trabajo, como
el haylli, cuyo ritmo daba orden y rendimiento a las labores de labranza de cuadrillas
de familiares que sincronizaban sus movimientos con el canto. Al final de cada verso
concluían diciendo todos haylli, es decir, triunfo.
Movimiento y danza fueron dos aspectos coreográficos llamados taki, cuando el
canto los apoyó rítmicamente. Guamán Poma de Ayala (1944 [1615]: folios 783-784),
es quien da una relación de estos cantos-danza para proponer a la corte de España que
el pueblo andino los baile y cante en las fiestas religiosas, delante del Santísimo Sacramento.
Según Garcilaso (1943 [1609], tomo II: 218), los incas tenían un bailar suave y honesto,
sin brincos ni saltos ni otras mudanzas. Sólo bailaban los varones; no consentían
en esto a las mujeres. Cuando danzaban lo hacían doscientos o trescientos tomados
de la mano, uno al lado del otro, pasando cada brazo por detrás de quienes estaban a
sus costados.
El Inca sentía gran atracción por la música y las fiestas. Cuando se reunían con sus
capitanes a comer, usualmente había alguna takiaclla, mujer virgen y joven que cantaba
al compás de una tinya o pequeño tambor. Si paseaba con su mujer, la colla, en
su quispiranpa o anda, lo hacía acompañado de músicos y bailarines. En ocasiones
de carácter bélico tampoco le faltaron músicos y bailarines. Un cronista, Pedro Pizarro
(1986 [1571]: 37), relata que cuando Atahualpa fue a entrevistarse con Pizarro, en la
Plaza de Cajamarca, además de la lujosa anda en que lo transportaban y del esplendoroso
séquito de literas que lo seguía, iba un grupo de guerreros cantando temibles
cantos de guerra, que no auguraban nada bueno para los conquistadores.
Las collas sintieron también placer por la música. Unas gustaban cantar acompañándose
con un tambor, otras ir a ciertos lugares donde escuchaban los pinkullos o
flautas. También les agradaba la música de los pueblos conquistados, por lo cual enviaban
artistas al Inca para que se regocijara escuchándolos. Hubo ceremonias y fiestas
oficiales en donde la música y la danza fueron necesarias: cuando regresaba el Inca
después de una guerra de conquista o nacía el hijo heredero del Inca y en otras ocasiones.
Para la vida, la muerte, el placer, el dolor, el amor y la guerra y para los fenómenos
naturales hubo música. Los sonidos y ruidos tuvieron un uso mágico o religioso.
Dicen, por ejemplo, que los tupus de plata o de cobre que usaban las mujeres para sujetar
sus mantas los soplaban para ahuyentar la neblina. En otros casos cuando la luna
se eclipsaba, hacían gran ruido para protegerla del ataque de un puma y una sierpe
que querían devorarla. Daban grandes voces y gritos, llegando hasta azotar a los perros
para que aullaran; los varones se vestían como para guerrear, y tañían bocinas y tambores;
y dando alaridos tiraban flechas y lanzas hacia la luna con grandes ademanes
como queriendo herir a la sierpe y al puma para que no consiguieran su propósito.
6. Proyección histórica del arte andino
Música, canto, danza, ruido, grito fueron para el hombre andino parte integrante
de la vida social; con ello manifestó sus creencias religiosas, su actividad laboral, costumbres
comunales y familiares. En las antiguas fiestas oficiales incas parecen reunirse
todas estas manifestaciones.
Sin embargo, estas fiestas y ceremonias del Antiguo Perú se diferencian de las actuales
sólo en su giro formal, sobre todo si se atiende a lo religioso. Antes fue el sol y
la luna, los huamanis y apachetas o algún ídolo a los que conferían poderes sobrenaturales.
Hoy las imágenes católicas los reemplazan. Sin embargo, los dioses tutelares
permanecen inalterables, porque pertenecen a la naturaleza misma, ancestral y viviente,
como los cerros, lagunas, cumbres, la madre tierra. Y es que lo fundamental
para el hombre actual (como la música, la danza, el canto y las fiestas, entre otras
cosas) constituye una síntesis vital de la ideología andina, síntesis que además ha contribuido
en gran medida a mantener la unidad, continuidad y futuro histórico de esta
área.
7. Referencias bibliográficas
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1910 Extirpación de la Idolatría del Pirv, edición facsimilar del libro publicado en Lima
en 1621. Buenos Aires: Enrique Peña.
BOLAÑOS, César
1988 Las antaras Nasca. Lima: Instituto de Estudios Andinos (Indea).
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1920 Historia del Perú bajo la dominación Inca [escrita entre 1576 y 1586]. Colección
de Libros y Documentos Referentes a la Historia del Perú, tomo II (2ª. Serie). Lima:
Imprenta y Librería Sanmarti Ca.
Revista Española de Antropología Americana 229
2009, vol. 39, núm. 1, 219-230
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LUMBRERAS, Luís Guillermo.
1976 Acerca de la función del sistema hidráulico de Chavín. Investigaciones de campo
n° 2. Lima: M.N.A.A.
PIZARRO, Pedro
1986 Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú. (1533-1575). Lima:
Pontificia Universidad Católica de Perú – Academia Nacional de Historia.
POMA DE AYALA, Felipe Guamán
1944 Primer Nueva Coronica y Buen Gobierno, publicada y anotada por el Prof. Ing.
Arthur Posnansky. La Paz: Instituto «Tihuanacu» de Antropología, Etnografía y
Prehistoria.
SCHINDLER, Helmut
2000 La Colección Norbert Mayrock del Perú Antiguo. Munich: Staatliches Museum
für Völkerkunde.
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1950 «De las costumbres antiguas de los naturales del Pirú», en Tres Relaciones Peruanas
[reproducción de la edición de 1879, con prólogo de Marcos Jiménez de la Espada],
pp. 135-203. Asunción del Paraguay: Editorial Guarania.
VEGA, Inca Garcilaso de la
1943 Comentarios Reales de los Incas, 2 tomos. Buenos Aires: Emecé Editores. 230
Fuente: Música y danza en el antiguo Perú autor César BOLAÑOS publicado en : Revista Española de Antropología Americana 2009, vol. 39, núm. 1