26 agosto 2007

El Colegio San Christoferus (Lima)

Este colegio, con alumnos con deficiencia mental severa, sin o con discapacidad física, esta basado en una iniciativa en el marco de la Sociedad Antroposófica de 1989. Por ser un colegio privado, no recibe apoyo estatal. El complejo esta ubicado en Chorillos, un barrio al sur-oeste de Lima, rodeado por unazona industrial. Consiste en cuatro casas, un huerto y un parque de juegos.Tiene seis aulas para las clases, una sala para reuniones y presentaciones, y unaguardería. En una de las casas vive la familia del guarda que, desde hace poco, seocupa de dos huérfanos con discapacidad.También hay una cocina y un comedor donde los alumnos y el personal reciben unalmuerzo tradicional. En una pequeña panadería se producen por pedido pan integralde varios tipos, y en un huerto se cultivan verduras por un pequeño grupo deconsumidores. Tiene un taller de madera donde se producen juegos y otros productosque se venden en los bazares de los colegios Waldorf en Lima. Una pequeña parte delterreno esta reservada para los patos y conejos que son criados para la venta yconsumo propio.El colegio atiende a unos 30 niños y jóvenes entre 2 y 19 años. Tienen clase de lunesa viernes desde las ocho hasta las 16 horas. Un servicio de transporte les lleva de lacasa al colegio y de regreso. Cada clase no tiene mas de cinco o seis alumnosatendido por un profesor y, si es necesario, un asistente pedagógico.Como los alumnos no son capaces de seguir un currículo regular, los profesores lesenseñan facultades practicas y artesanales según los recursos individuales. Tienenclase de pintura y de música, ayudan en la panadería, trabajan en el huerto o atiendena los animales. Algunos aprenden a escribir y leer en forma muy básica.Una a dos veces por semana vienen terapeutas que brindan entrenamiento oral a losque tienen dificultades en el lenguaje.El colegio se ocupa también en la supervisión medica regular, yendo en grupos a laconsulta medica o invitando a un doctor al colegio.Otro objetivo es dar a los niños una estructura diaria y conducirlos hasta lasactividades cotidianas como lavarse los dientes, poner la mesa, comer solo, etc. Elcontacto con otras personas les da la posibilidad de facilitar su potencial social.En el centro se forman las capacidades y recursos de los alumnos y no las deficienciasy discapacidades.6Las profesoras y profesores intentan con mucha paciencia, empatía y respeto, apoyara los alumnos a llevar una vida con la máxima autonomía y dignidad que sea posible.Por todo su esfuerzo y trabajo duro de más de diez horas por día, los profesores yasistentes reciben un salario muy sencillo, al cual a veces tienen que renunciar parapoder seguir con el proyecto.Un gran problema es que no existe ninguna institución adecuada para losadolescentes al terminar el colegio. Muchos de ellos se mudan a hogares estatales enmalas condiciones. Para ellos la organización planea crear otra casa para programaspost-escolares y ocupacionales. Pero por ahora faltan las finanzas y el personal pararealizar este proyecto.
Fuente: La Educación Especial en el Perú autor Lena Poetter, Instituto Cervantes. Berlín. 2002

25 agosto 2007

La comunidad nativa Sonene (Madre de Dios)

El proceso de formación de la comunidad Sonene
Junto con “Palma Real” e “Infierno”, la comunidad nativa “Sonene” alberga al grupo Ese’eja de la familia lingüística Tacana. Sonene está ubicada sobre la márgen izquierda del río Heath o Sonene, límite natural entre Perú y Bolivia, en el distrito de Tambopata, provincia del mismo nombre, en el departamento de Madre de Dios. La comunidad fue reconocida el 27 de noviembre de 1984 y cuatro años más tarde, el 19 de noviembre de 10 Nótese que los jueces de paz no están legalmente facultados para asumir este tipo de casos ni funciones.
1987, se titula el territorio con una extensión de 3,857.60 hectáreas. Está localizada a 6 horas en bote desde Puerto Maldonado.
La tierra titulada de Sonene, sin embargo, no representa todo el territorio ancestral del grupo étnico Ese’eja que se extendía hasta Bolivia donde aún se encuentran familias Ese’eja que intercambian visitas con sus parientes peruanos. La denominación Huarayo o Guarayo les fue impuesta, pero ellos se auto-denominan Ese’eja. Los Ese’eja no son muchos. Su población llega aproximadamente a 600 individuos, por lo que han sido considerados como un grupo altamente vulnerable (Brack 1997). Constantes contactos con agentes externos explican la disminución de su población a partir del siglo XX, cuando las incursiones de caucheros y otros se incrementaron en su territorio ocasionando dislocaciones territoriales y conflictos interétnicos que terminaron diezmando su población (Rummenhoeller et. al. 1991).
Finalmente, los Ese’eja tuvieron que aceptar la presencia del ‘otro’ estableciendo relaciones con misioneros dominicos, guarniciones de frontera y mestizos de Perú y Bolivia. Por la década del 50, los Ese’eja del río Sonene incursionan en el comercio de castaña, abundante en su territorio. Compañías exportadoras de castaña de Puerto Maldonado entablan relaciones comerciales con ellos, pero esta asociación no dura mucho y los Ese’eja vuelven a intercambiar sus productos con sus vecinos mestizos (Ibid.).
En 1976, personal de SINAMOS integró a los Ese’eja del río Sonene en la comunidad nativa Palma Real que agrupaba otros sub-grupos del mismo grupo étnico. Ello no fue bien recibido por los Ese’eja del río Sonene que pertenecían al grupo de los Benianos, ni por los de Palma Real que pertenecían al grupo de los Bahuaja o río Tambopata. Ambos subgrupos acostumbraban ubicar sus residencias por separado estableciendo sus propios territorios. Luego de numerosos reclamos de las familias Ese’eja del río Sonene, finalmente el Estado reconoce la comunidad nativa Sonene y posteriormente su territorio antes habitado por mestizos (Rumrrill 1984; Rummenhoeller et. al. 1991).
La comunidad nativa Sonene hoy. Entre la conservación y la subsistencia
La comunidad Sonene fue formada con 16 familias Ese’eja y una familia mestiza (Rummenhoeller et. al. 1991). Hoy la población llega a 22 familias, la mayoría de las cuales habla lengua Tacana. Tienen relación con misioneros católicos, adventistas, maronitas y pentecostales que han llegado a las comunidades Ese’eja para predicar su fé (Brack 1997). Los Ese’eja de Sonene practican la caza, pesca, recolección, horticultura y, desde el año 1977, venden madera que extraen con una motosierra adquirida mediante un préstamo del Banco Agrario (Rummenhoeller, et. al. 1991). Además, tienen convenios
firmados con ONGs y entidades del Estado para el desarrollo de pequeños proyectos productivos, turísticos y de conservación. Últimamente, la comunidad ha firmado un convenio con un operador turístico para construir un albergue en la comunidad.
Las comunidades Ese’eja Sonene y Palma Real se encuentran ubicadas dentro del perímetro de la zona reservada Tambopata Candamo. La superficie de la zona reservada Tambopata Candamo y del parque nacional Bahuaja Sonene llega a 1’585,051 hectáreas, mientras que la comunidad Sonene tiene 2,640 hectáreas. La propuesta original para la creación del parque surgió en los años 80 a iniciativa de varias organizaciones conservacionistas que veían en el Candamo un potencial biológico que debía ser conservado (Winitzky 1999). La creación del parque nacional Bahuaja-Sonene en el área del Candamo se aprueba finalmente en julio de 1996. Si bien para los conservacionistas la creación del parque significó un triunfo, la comunidad Sonene que quedó atrapada en los alrededores del parque, tuvo que adaptar muchas prácticas relacionadas con la naturaleza y su entorno a esta nueva situación. Una de ellas fue la caza de animales mayores que practicaban más allá del poblado.
Para los Ese’eja particularmente “la caza es una actividad frecuente y constituye una fuente importante para cubrir las necesidades de proteínas en la dieta alimenticia” (Rummenhoeller et. al. 1991: 28). Pero debido a la presión que ejercían los mestizos de Puerto Pardo sobre la fauna del territorio comunal, los Ese’eja se habían visto obligados a buscar animales en los alrededores del territorio titulado, incluyendo el parque Bahuaja- Sonene. Si bien la creación del parque garantizaba su territorio también limitaba su libertad para cazar; el comercio de carne de monte, huevos de Taricaya y otros productos disminuyó, lo cual redujo drásticamente sus ingresos. Algo similar sucedió con la venta de la castaña, lo que los impulsó a vender madera sin obtener tampoco el beneficio que esperaban. Esta es la principal razón por la que los Ese’eja de Sonene estuvieron en desacuerdo con la creación del ex Santuario Pampas del Heath y el Parque Bahuaja Sonene.
La conservación tuvo una consecuencia inesperada: los hizo más pobres.
Este problema no se restringe a la comunidad nativa Sonene, sino que es común a los pobladores indígenas que se encuentran dentro o alrededor de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (ANPE), quienes “experimentan de pronto, y muchas veces en forma impositiva y sin mediar explicación o compensación, una serie de restricciones en cuanto al uso de los recursos naturales” (Camino 2000: 38). Los reclamos indígenas sobre el particular tienen algo en común: la restricción de la libertad que tenían antes de la creación de las ANPE para aprovechar los recursos naturales. Las prohibiciones establecidas en la ley de Áreas Naturales Protegidas están orientadas a limitar actividades que efectivamente podrían afectar la fauna y flora de la ANPE y que están consideradas en la ley; sin embargo, muchas veces los administradores de las ANP no tienen conocimiento del contenido de las normas lo que los lleva a prohibir actividades que no lo están legalmente.
Este es el caso de un parque nacional donde:
“tradicionalmente han habitado pobladores indígenas [y] de pronto se les impide recolectar del bosque las hojas de palma que siempre han utilizado para techar sus viviendas. En otro caso, se impide a los pobladores indígenas de la zona de amortiguamiento seguir practicando caza de subsistencia al interior del ANPE vecina, de donde han obtenido su sustento por centurias, sin haber probado degradación ambiental” (Ibid.: 39).
Estas actitudes de los administradores de las ANPE no se explican solamente por el desconocimiento de la ley. Subyacen a estas prácticas políticas culturales difíciles de desarraigar, por las cuales generalmente estos funcionarios “perciben a los pobladores indígenas como ciudadanos de segunda categoría, a sus culturas tradicionales como expresiones de comportamientos sub-humanos. Ante esto asumen actitudes sea despectivas o paternalistas [lo que] ciertamente [...] daña las relaciones entre la administración de las ANPES y la población indígena” (Ibid.: 40).
Este fue uno de los temas incluídos en el acuerdo firmado en Puerto Maldonado el 20 de Julio del año 2000 entre los pueblos indígenas, su organización FENAMAD y las autoridades de Madre de Dios. Respecto a las ANP, los indígenas solicitaban que:
“el Estado reconozca el derecho al territorio indígena tradicional al interior de las áreas naturales protegidas en armonía y concordancia con el artículo
14 del Convenio 169 de la OIT... Que se respete el derecho a la forma de vida de los Pueblos Indígenas como pobladores ancestrales de las tierras en áreas naturales protegidas, el acceso libre y el uso sostenible de los recursos naturales en estas áreas, en armonía con su categoría de protección correspondiente. Que la población indígena tenga participación en la gestión de las áreas naturales protegidas donde exista población indígena, bajo la forma de cogestión. Que la vigilancia de las áreas naturales protegidas sea efectuada por la población indígena local, previa capacitación acordada entre las partes. Que las iniciativas indígenas para el desarrollo de actividades económicas de subsistencia sean incorporadas y promovidas en los planes de desarrollo de las áreas protegidas. Que el aprovechamiento de los recursos por la población indígena en las áreas naturales protegidas para su subsistencia, implique su utilización tanto para el consumo directo, como para su comercialización, la misma que permita cubrir las necesidades básicas de la población (educación, vivienda, vestido, salud y alimentación), en armonía con la zonificación del área”.
Sin embargo, hasta ahora estos reclamos no han tenido eco y los problemas continúan. La condición de los Ese’eja de Sonene es crítica. La tasa de enfermedades como la tuberculosis y la desnutrición es muy alta y la falta de ingresos los está sumiendo en la más absoluta pobreza. Ante ello, los habitantes de Sonene se encuentran abiertos a cualquier propuesta de desarrollo que se les ofrezca. Este es el caso de las empresas de turismo que veremos a continuación.
El turismo y los Ese’eja de Sonene
Entre los años 1999 y 2000, un operador turístico llegó a la comunidad Sonene para proponerles un proyecto: la construcción de un albergue en la comunidad. Las promesas de este operador de mejorar las condiciones de vida de los Ese’eja por medio del albergue turístico tenían un eco especial para los habitantes de Sonene que veían cómo se reducían sus ingresos desde la creación del parque Bahuaja Sonene.
Sin mucha demora aceptaron las condiciones del operador. Algunas personas conocedoras de la situación explicaban la actitud de la comunidad por la pobreza que agobiaba a sus habitantes “la gente es demasiado pobre y acepta cualquier cosa” (asesor de FENAMAD, com. per. 2000). Inmediatamente, el operador turístico había obtenido los planos y otros documentos de la comunidad para proceder a legalizar el convenio. Sólo tiempo después, los dirigentes de FENAMAD se habían enterado por terceras personas que las autoridades de la comunidad Sonene habían firmado un convenio con el operador turístico. A pesar de su oposición a la firma de un convenio tan desfavorable para la comunidad, FENAMAD no habría podido hacer mucho. Al contar con personería jurídica, la comunidad tenía autonomía para realizar actos como éstos haciendo innecesaria la participación de otros actores, lo cual era conocido por el operador.
En varias ocasiones los representantes de Sonene habían expresado su opinión, exigiendo que FENAMAD apoyara sus proyectos turísticos. Por su parte, los dirigentes de FENAMAD veían con recelo a estos ‘operadores turísticos’ que ofrecían el paraíso no sólo a los turistas sino también a los indígenas y que muchas veces sólo buscaban su provecho personal. También desconfiaban de este operador turístico, cuya supuesta organización era desconocida en la zona y que, amparado en ese anonimato, “ sorprende a las comunidades nativas prometiendo crear puestos de trabajo, pero los artículos del convenio no aseguran esos puestos de trabajo” (dirigente de FENAMAD, com.per., 2000).
Por su parte el INRENA había demostrado ya su disconformidad con el proyecto turístico de este operador. La Dirección del Parque Nacional Bahuaja Sonene – Zona Reservada Tambopata Candamo indicaba en un informe de Junio del 200015 que:
“a la fecha, se viene utilizando a la Comunidad Nativa a fin de gestionar los permisos correspondientes, contestando la suscrita a la Comunidad los pasos a seguir y sobre la posición de la Institución acerca de la firma del convenio. Razón por la cual la relación con el presidente de la Comunidad se ha resquebrajado, ya que piensa que nos oponemos al desarrollo y bienestar de la Comunidad”.
En efecto, la jefa del parque se había opuesto a los intereses del operador turístico, por lo que éste habría informado a la comunidad que en realidad Inrena se oponía a que la comunidad progresara. Ante ello, un miembro de la comunidad había indicado que Inrena debía pensar también en dar trabajo a los indígenas que están en zonas reservadas y no sólo en conservar la naturaleza. Arguía que no contaban con medios económicos para educar a sus hijos: “Los indígenas no viven comiendo tierra, también tenemos los mismos derechos que cualquier otro ser humano, esto lo debe pensar INRENA”.
El caso de Luis Sonihua. Autonomía, derecho transnacional y políticas de la memoria.
En medio de este conflicto, el 12 de mayo del 2000 el anciano Ese’eja Luis Sonihua murió de inanición en la comunidad de Sonene. Sonihua había querido entrar a cazar en el área de la zona reservada Tambopata Candamo, parque nacional Bahuaja Sonene, pero según sus familiares, los guardaparques le habían negado la entrada bajo el argumento de que la caza estaba legalmente prohibida. Ante ello, Sonihua se negó a probar alimento muriendo finalmente de desnutrición.
Los medios de comunicación17 difundieron la noticia de esta forma: “la presunta muerte de un indígena de la Comunidad Nativa de Sonene a raíz de una huelga de hambre que él realizó como protesta por la prohibición de INRENA (zona reservada Tambopata Candamo y parque nacional Bahuaja Sonene) en (sic) no dejarlo realizar sus actividades ancestrales (caza, pesca y recolección) en territorios del río Heath”. Inmediatamente, organismos del gobierno del ex presidente Fujimori pretendieron deslindar su responsabilidad difundiendo la noticia de que esta persona estaba muy enferma antes del incidente y que su negativa a comer empeoró su delicada salud ocasionando su muerte. Así, la Dirección del Parque Bahuaja Sonene y la zona reservada Tambopata Candamo había elaborado un informe para probar que ni los guardaparques, ni las autoridades del parque tenían responsabilidad en el asunto: “hay un mal entendido o vienen siendo manejados por alguien que desea desprestigiar la labor que viene realizando INRENA (PNBS y ZRTC), y ...si el nativo se murió fue por causas ajenas a lo propalado por las emisoras”.
Sin embargo, miembros de la comunidad insistían que Inrena tenía responsabilidad. Afirmaban que Sonihua era conocido como un buen cazador y que “días atrás había salido a mitayar [y] había preparado su arco y sus flechas...por la tarde regresó ofendido e indignado pues un guardabosques le había prohibido...cazar”. Para ellos, Sonihua había muerto “flaco por falta de alimentación que impone Inrena”20. También el sacerdote que visitaba la comunidad para realizar misa y la enfermera que lo atendió indicaron que habían recibido información de parte de la familia de Sonihua en el sentido de que él estaba acostumbrado a cazar en dicha área que consideraba su territorio ancestral, de manera que cuando los guardaparques le prohibieron la entrada Sonihua se negó a comer. En junio, el Director General de Salud de Madre de Dios elabora un informe sobre el deterioro de la salud de Sonihua en el que no se mencionan los motivos por los que se negaba a comer. El informe consigna que el tratamiento del anciano Ese’eja comenzó en enero cuando presentó dolores musculares y abdominales. Indica que a principios de abril, el enfermo se negó a comer rechazando los alimentos que se le ofrecían. Ese mes le diagnostican desnutrición grave y se le administra suero pero continúa inapetente y desea morir. Tiene deshidratación de segundo y tercer grado. No quiere ser evacuado. Finalmente, el 12 de mayo Luis Sonihua muere por deshidratación y desnutrición.
El problema se centró en determinar cuál fue la causa de su muerte. A fines de junio, la Defensoría del Pueblo sugirió a la Fiscalía de Madre de Dios que hiciera una autopsia del cuerpo de Sonihue para determinar las causas reales de su muerte. El fiscal, junto con un médico y un policía habían programado ir a la comunidad Sonene el sábado 24 para hacer la autopsia del cadáver. Los líderes de la comunidad no estaban de acuerdo pues ya estaban bastante mortificados con toda la propaganda hecha alrededor de este caso y no querían más intervenciones del Estado. Uno de los líderes nos contó que los Ese’eja pensaban que si desenterraban un muerto o se encontraban con un cadáver, podían ‘asustarse’ hasta morir. Por eso, los Ese’eja no tenían la costumbre de visitar a los muertos pues pensaban que los muertos podían “cutiparlos”. Esta creencia se sumaba a la preocupación de los líderes comunales de que el resultado de la autopsia pudiera ser tergiversado de acuerdo a los intereses del gobierno para encubrir su responsabilidad en la muerte de Luis Sonihue, responsabilidad que los miembros de Sonene querían dejar bien establecida en la medida que Inrena era el principal opositor a sus proyectos con el operador turístico.
Con la ayuda de la FENAMAD, la comunidad invocó sus derechos culturales reconocidos en el Convenio 169 de la OIT para evitar la presencia e intervención del Estado en la comunidad mediante la autopsia del cadáver. Como un ejemplo de lo que Merry (1996) denomina procesos de “vernacularización” del derecho transnacional, las autoridades comunales junto con el equipo de FENAMAD elaboraron los recursos legales pertinentes que finalmente no llegaron a presentar ante las instancias judiciales porque el fiscal había sido previamente disuadido de ordenar la realización de la autopsia.
En su momento el caso de Luis Sonihua concitó la mirada del mundo. Lamentablemente, la tergiversación de los hechos desvió la atención del problema principal, la dramática situación de las comunidades indígenas Amazónicas que genera enfrentamientos como el que hemos visto entre INRENA y la comunidad Sonene. Conflictos como éstos se agudizan por intereses de terceros como los del operador turístico que busca poner a la comunidad de su lado ante la oposición de Inrena a sus planes de construir un albergue en territorio comunal. En este contexto, la muerte de Luis Sonihua condensa esta situación y los conflictos entre las partes conviertiéndose así en un medio de expresión.
Como en el film “Rashomon” de Akira Kurosawa, las razones de la muerte de Luis Sonihua son disputadas por cada uno de los actores, quienes interpretan a su manera los hechos pasados reelaborándolos en un contexto particularmente conflictivo que expresa las necesidades de la comunidad y las relaciones entre ésta y el Estado. Este fenómeno debe entenderse como parte de las políticas de la memoria, que no pretenden definir “la verdad” sino, más bien, desentrañar los significados últimos de cada una de las versiones y entender cómo éstas son puestas en el escenario social respaldando las reinvindicaciones de cada actor.
Los casos que hemos visto demuestran que el relativo aislamiento de los indígenas amazónicos es meramente una construcción intelectual que difiere ampliamente de la realidad Amazónica. Esta realidad interpela y desafía constantemente el concepto clásico de comunidad que liga a sus habitantes a un pasado más bien prístino engendrado en las canteras de las Ciencias Sociales del siglo XX.
Fuente: COMUNIDAD NATIVA Y DERECHO DOS EXPERIENCIAS EN MADRE DE DIOS, PERU autor Patricia Urteaga Crovetto. Revista Amazonía Peruana, publicado por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP). La autora es abogada y candidata al doctorado en Antropología Sociocultural en la Universidad de California, Berkeley.

24 agosto 2007

Los inicios de la meteorología en el Perú

En 1753 se inicia en Lima una serie ininterrumpida de registros meteorológicos hechos bajo responsabilidad del Cosmógrafo Mayor, información que fue dada a conocer en El conocimiento de los tiempos, publicación anual que corría bajo responsabilidad del mencionado funcionario y que con otros nombres siguió publicándose hasta 1873. El presente trabajo rescata la información contenida en dicha fuente entre 1753 y 1856 y se compone de varias partes: En una primera mencionamos a los científicos que antecedieron a los cosmógrafos en las mediciones meteorológicas y cómo se convirtieron en un importante punto de contacto entre los cosmógrafos locales y los adelantos tècnicos europeos. Luego presentaremos los rasgos básicos de cada uno de los cinco cosmógrafos. En seguida, tras presentar las ventajas y limitaciones de la información proporcionada por cada uno de los cosmógrafos veremos las relaciones que tuvieron con otros científicos que tambièn hicieron observaciones simultáneamente. Finalmente, mostraremos la relevancia que la información meteorológica tiene para otros campos de estudio, en particular la historia del clima.
La información derivada de aquellas observaciones constituye la primera plataforma documental para reconstruir el antiguo clima de Lima a lo largo de un siglo y aún resta comparar la amplitud cronológica de la serie limeña en relación a la de otras ciudades americanas y europeas. Conocida pero escasamente utilizada por los investigadores, dicha información puede emplearse con distintos fines. En primera instancia, dichas observaciones son testimonio del grado de desarrollo de la ciencia en el Perú entre los siglos XVIII y XIX. El historiador Marcos Cueto llamaba la atención sobre la necesidad de ver el desarrollo de la ciencia en el Perú como una sucesión de esfuerzos dirigidos a alcanzar una comprensión del entorno natural; por tanto, no era indispensable hallar descubrimientos científicos originales, hechos al amparo de una tecnología sofisticada y el empleo de un lenguaje indescifrable para el común.
En segundo tèrmino se halla su valor como testimonio del propio comportamiento del clima en el pasado. Debemos partir de varios supuestos; primero, asumir que cada medición encomendada a cada observador encargado fue efectivamente realizada, habièndose empleado el instrumental requerido en cuyo uso debieron encontrarse adecuadamente entrenados. La única manera de conocer las manifestaciones del clima en el pasado se da reconociendo la capacidad de cada encargado al hacer las mediciones.
Hacemos esta presunción dadas las escasas referencias a las condiciones físicas en las cuales se operaron las mediciones en el Perú. Antes del siglo XX, son muy pocos los observadores que explicitan sus mètodos de registro. En consecuencia, cada medición configura un dato al que debemos reconocerle credibilidad.
Finalmente, y derivado de lo anterior, es importante destacar el valor de la serie como fuente histórica, capaz de echar luces y definir mejor los parámetros entre los que oscila la “normalidad” y la anomalía climática que ocurren en una localidad específica.
Fenómenos climáticos que congregan actualmente el interès de la ciencia como los fenómenos de El Niño o La Niña y cuyas manifestaciones locales se estudian exhaustivamente en la actualidad contarán así con un nuevo marco de referencia que corrobore ó rectifique las cronologías que dan cuenta de eventos de ese tipo en el pasado y se encuentran hoy vigentes. Tratándose de un ámbito directamente vinculado al desarrollo de la ciencia, no resulta impropio suponer que los mètodos de observación debieron ir afinándose paulatinamente; del mismo modo, las innovaciones estrictamente tecnológicas redundaron en la fabricación de instrumentos mas modernos, capaces de
ofrecer registros cada vez más exactos. Por ejemplo, podemos dar cuenta de la evolución mostrada en el afinamiento de los mètodos; compárese, al efecto, la única medición diaria de temperatura que solía hacerse en la dècada de 1790 con los cuatro registros que practicaban los observadores a comienzos del siglo XX. Asimismo observamos un avance significativo en cuanto al conjunto de parámetros a ser medidos simultáneamente; si a fines del siglo XVIII las observaciones se hacían con el propósito de registrar únicamente temperatura, humedad y presión, a ello se sumó luego la observación y medición de la dirección y velocidad del viento. La ampliación del número de observaciones diarias sumada al registro de varios parámetros climáticos pudo deberse a una conjunción de factores; la propia disponibilidad horaria del observador, el acceso al instrumental apropiado, contar con un equipo de trabajo, entre otros.
Los observadores pioneros
Las observaciones meteorológicas instrumentales se desarrollaron desde inicios del siglo XVIII y fueron obra de científicos extranjeros a quienes se reconoce como los portadores del avance científico europeo hacia Amèrica, influyendo poderosamente sobre los científicos locales. Entre 1709 y 1712, Louis Feuillèe fue encargado por el rey Luis XIV para emprender estudios en la costa occidental de Amèrica del Sur y el Caribe, debiendo centrarse principalmente en la observación de los vientos, mareas, eclipses y especies botánicas. Sus observaciones en Lima abarcaron varios meses, comprendidos entre abril de 1709 y enero de 1710, y aunque no tuvieron una frecuencia estrictamente diaria, son muy útiles para reconstruir el clima de aquel año.
Feuillèe registró la presión con un barómetro de mercurio anotando además la dirección del viento. No debe perderse de vista el hecho que el uso del barómetro no se circunscribía únicamente para indicar presión; tambièn se empleaba para calcular la altitud, con lo cual aplicaba los mètodos mas modernos que venían empleándose en Europa.
La posta fue tomada años por otro francès. Hacia 1735, Charles Marie de La Condamine inició un largo viaje por tierras americanas con el propósito de medir la longitud de un arco de meridiano terrestre en el Ecuador.
De esta manera, se estimaba podría conocerse más exactamente la redondez de la tierra. Autor del mas rico inventario sobre la Amèrica meridional en el siglo XVIII, La Condamine continuó la tradición del Padre Feuillèe y consolidó la convicción en Europa de que Amèrica sólo podía ser conocida a travès de una investigación científica seria.
Su expedición estuvo conformada por un selecto grupo de científicos franceses a los que se agregaron dos marinos españoles: Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
Ampliamente conocidos por sus Noticias secretas de Amèrica, Juan y Ulloa desempeñaron una importante labor científica. Sus Observaciones astronómicas y phisicas publicada en Madrid en 1748, reúne una amplia gama de observaciones baromètricas, cálculos geomètricos, estudios sobre la posición de los astros y levantamiento de planos, convirtièndolas en referente de consulta obligada para implementar acciones de gobierno como para consulta de futuros científicos. Se extienden largamente en asuntos referidos al empleo del barómetro; por ejemplo, entre el 5 y el 20 de enero de 1741 hicieron una serie de observaciones en Lima a fin de determinar la latitud de la capital, empleando un barómetro de Torricelli.
Aunque Juan fue un alto exponente de la ciencia europea en el virreinato del Perú, tambièn se interesó por otros asuntos; la organización política, las costumbres y la religión pueblan muchas páginas de su Relación historica del viage a la America meridional tambièn publicado en Madrid en 1748. En esta voluminosa obra, Juan y Ulloa no dejan de observar el clima. Refirièndose al Temperamento que goza la ciudad de Lima, tema al que dedican todo un capítulo, explican la interacción de factores que intervenían para modelar el clima templado que caracterizaba a la urbe. Por ello su sorpresa al sentir inusuales bajas de temperatura en los inviernos de 1742 y 1743.
Los tres viajes contribuyeron decisivamente al conocimiento mas exacto de la naturaleza y costumbres de Amèrica meridional. En relación a la astronomía, grande es la deuda de sus cultivadores científicos con la expedición geodèsica francesa de La Condamine; alguien ha opinado al respecto afirmando que, ìtodo el desenvolvimiento peruano y quiteño en las ciencias astronómicas tiene un antecedente obligado en la expedición geodèsica hispano-francesa que duró de 1735 a 1744.
Tal exactitud se logró en base al empleo de un instrumental idóneo; telescopios, termómetros, barómetros y otros se usaron ventajosamente para observar sistemáticamente el comportamiento de la naturaleza. Los termómetros que venían empleándose en Europa tambièn se usaron en Amèrica, primero por los viajeros y luego por los observadores locales. La evolución del instrumental termomètrico tuvo dos grandes hitos en el siglo XVIII: por una parte, la creación del termómetro de mercurio gracias a los estudios del físico y modesto constructor de instrumentos alemán, Gabriel Fahrenheit en 1714; de otro lado, Renè Rèaumur, naturalista francès, inventó el termómetro de alcohol en 1730, líquido al que solía frecuentemente denominarse ìlicor.
El aporte de los viajeros europeos en el Perú durante la primera mitad del siglo XVIII fue significativo para el desarrollo de la meteorología pues puso manos de los científicos locales el instrumental comúnmente usado en Europa. Los cosmógrafos en el Perú emplearon termómetros de escala Rèaumur, por lo menos desde 1753, cuando Juan Rehr realiza registros tèrmicos en Lima. Su empleo se mantuvo por más de cien años, a todo lo largo del período. El uso simultáneo de las escalas Rèaumur y Fahrenheit recièn se verifica para la dècada de 1790 y estuvo en manos de observadores ajenos al Cosmografiato. El siguiente acápite se extiende largamente en la identificación de la información meteorológica consignada por cada uno de los cosmógrafos que desempeñaron el cargo en 1753 y 1856.
El Cosmografiato
Desde su establecimiento en el virreinato del Perú a comienzos del siglo XVII, el cosmógrafo fue uno de los más importantes funcionarios de la administración colonial y tuvo su precedente inmediato en el cargo de piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla. Sus funciones estuvieron originalmente vinculadas a la navegación; examinar y graduar a los pilotos, censurar además las cartas e instrumentos de navegación, predecir las fases de la luna, calcular los eclipses y ordenar las tablas de cosmografía. Se mantuvo vigente y dependiente de la corona española durante casi dos siglos, hasta 1821, año desde el cual pasó a convertirse en un funcionario republicano.
A pesar que el Cosmografiato se mantuvo vigente en el Perú hasta 1873, mucho tiempo atrás había dejado de lado las observaciones climáticas; el último registro que hemos obtenido corresponde al año 1856 aunque es posible que èstas puedan extenderse hasta 1857, pues solamente al año siguiente el cosmógrafo comunicaba el cese definitivo de las observaciones. Entre las mas importantes funciones que el cosmógrafo desempeñó en el Perú estuvo la observación astronómica; con ella daba cuenta de la marcha de los astros para así determinar la influencia que èstos tendrían sobre los seres humanos. A fin de difundir tan importantes observaciones, y al parecer desde 1680, la corona depositó en el Cosmografiato la responsabilidad de preparar El conocimiento de los tiempos-- probablemente siguiendo el modelo del Connaissance des Temps, aparecido en París desde 1679--publicación que aparecía a fines de cada año con el objeto de informar sobre los eventos astronómicos más relevantes que ocurrirían a lo largo del año venidero. La futura ocurrencia de eclipses, la secuencia mensual de las fases lunares y hasta la aparición de algún furtivo cometa, eran fenómenos puntualmente señalados, dada la posibilidad de ser identificados con anticipación. A esto se agregaba la inclusión de un calendario y, con periodicidad cada vez mayor, valiosas descripciones geográficas del territorio. Se convirtió en un útil manual práctico para uso de funcionarios reales, cualquier habitante del virreinato ó forastero interesado en dichas cuestiones y que deseara conocer la influencia de los fenómenos astronómicos y meteorológicos sobre los seres humanos.
Por sus características intrínsecas, El conocimiento de los tiempos representó la mejor vía para difundir las observaciones meteorológicas practicadas por los cosmógrafos. Larga es la lista de personalidades que estuvieron al frente del Cosmografiato; varios hombres de ciencia--astrónomos, matemáticos y mèdicos-- desempeñaron el cargo. A travès de las mismas observaciones puede verificarse una paulatina y sustancial mejora cualitativa debido al avance al que la misma ciencia meteorológica iba accediendo en Europa y que los científicos en el Perú conocían bien.
En los más antiguos Conocimiento de los tiempos que hemos consultado--textos correspondientes a la dècada de 1740--no existe aún atisbo alguno de registro meteorológico. Todavía en tiempos de Josè de Mosquera y Villarroel, encargado del Cosmografiato entre 1744 y 1749, se vivía una època nebulosa en lo que a observación meteorológica se refiere. En sus textos aún no encontramos observaciones propiamente dichas sino mas bien pronósticos, tal como era costumbre hacerlos en el Cosmografiato desde fines del siglo XVII, fuertemente influido por la astrología. Con la información astronómica disponible, Mosquera configuraba un pronóstico de comportamiento climático; el que emitió para 1749 revela claramente la modalidad imperante entonces.
En su opinión, el clima de Lima durante el año de 1749 ìserá en el estío templado y en el invierno demasiadamente frío porque hallándose todos los planetas en sus apogeos o mayor distancia de la tierra, poco nos pueden aprovechar sus radiaciones.
Aunque las observaciones practicadas por Mosquera en otros ámbitos son importantes--por ejemplo confirmar la longitud de Lima en base a la observación simultánea de eclipses lunares practicada en otros lugares--no existe propiamente forma alguna de registro meteorológico.
La transición hacia nuevos modelos de comprensión se produjo a inicios de la dècada de 1750. Sólo con la difusión del pensamiento ilustrado en el Perú se asiste a la aparición de escritos que albergaban profundas y razonables dudas sobre la veracidad de los vaticinios astrológicos. Fueron los propios cosmógrafos quienes pusieron en duda dichos postulados. El conocimiento de los tiempos publicado en època de Mosquera sintetizaba conocimiento astronómico y astrológico; era común que la base fáctica propia de la astronomía se conjugase con el vaticinio astrológico; la posición de los planetas generaba múltiples vaticinios, especialmente los que se vinculan a la salud del cuerpo humano. Como era de creencia extendida en aquellos tiempos, las relaciones entre astros--alineamientos, conjunciones y demás posiciones-- configuraban condiciones climáticas particulares, causantes a su vez de la aparición de enfermedades. Sin sustraerse completamente a estas formas de asociación causal, pero introduciendo el indispensable elemento fáctico que exige una observación climática idónea, Juan Rehr-- religioso jesuita--fue el primer cosmógrafo en medir la temperatura en Lima. Tras treinta años de desempeño en las misiones guaraníes, Rehr fue convocado a Lima encomendándosele el reparo de las casas de la Orden que habían sufrido los estragos del terremoto de 1746. Sus conocimientos de arquitectura y matemáticas respaldaron su convocatoria; tanta fue su autoridad en la materia que tambièn se le encomendó el levantamiento de los planos de la nueva Catedral de Lima, derruida por el mismo sismo.
Nombrado por el virrey Conde de Superunda como catedrático de prima de matemática en San Marcos en setiembre de 1749 en reemplazo del insigne acadèmico francès Louis Godin--nombramiento idóneo si nos atenemos al parecer del Padre Vargas Ugarte quien lo consideraba ìel mas insigne matemático que poseyó la provincia peruana a los pocos meses se le encargó la responsabilidad de dirigir el Cosmografiato, desempeñándolo entre 1750 y 1756. Rehr inició sus registros tèrmicos a partir de 1753. En el análisis que consignó sobre el comportamiento de la temperatura del aire durante el verano de 1754, decía Rehr: ìse infiere haver sido mas caliente el estio que el del antecedente de 1753.
Durante su desempeño al frente del Cosmografiato, Rehr enriqueció con un amplio conjunto de datos el calendario inserto en El conocimiento de los tiempos; tambièn ajustó sus cálculos astronómicos a las Efemèrides de M. de la Caille. Su muerte, acaecida en 1756, truncó su fructífero aporte a la ciencia peruana colonial.
El conocimiento de los tiempos correspondiente a 1755 fue la primera publicación donde se dio cabida y difusión a registros meteorológicos puntuales. El registro de 1755 es un resumen de las observaciones que debió practicar Rehr en el transcurso de un año y su interès estriba más bien en la identificación de las temperaturas máxima y mínima. Es evidente que al publicarse únicamente dichos registros--lo único con lo que contamos para ese año y muchos de los siguientes--es imposible calcular promedios diarios ó mensuales de temperatura. En forma simultánea, Rehr tambièn se interesó en medir las oscilaciones observadas en la presión atmosfèrica, datos que no consignaremos en esta ocasión. Rehr implementó el modelo de registro que seguirían utilizando los cosmógrafos en las dècadas siguientes. Su particularidad radica en el señalamiento exacto de los días en que se registraron las temperaturas máxima y mínima observadas en el transcurso de un año.
Continuador de Rehr en el cargo fue Cosme Bueno, mèdico de formación y tambièn catedrático de prima de matemática en San Marcos, quien dirigió el Cosmografiato por más de cuatro dècadas, comprendidas entre 1757 y 1798. A lo largo de esos años, Bueno introdujo sensibles mejoras en el contenido de El conocimiento, en particular las valiosas descripciones de cada una de las provincias que componían el virreinato del Perú. Entre los contenidos de El conocimiento se consignaba una sección denominada ìJuicio del Año, en la que el cosmógrafo adelantaba opinión sobre el comportamiento climático de cada estación a presentarse en el año venidero, influido directamente por la posición que ocuparían los planetas. En 1757 Bueno opinaba que: ìel influjo de los cielos es tan positivo que por mas que lo nieguen los hombres, lo confiesan las flores en el campo, el tiempo en sus mudanzas y el mar en sus tormentas. Bueno formó parte del selecto grupo de individuos que poseyó bibliotecas en la Lima colonial, miembros de una ilustrada ìelite lectora alrededor de la cual giró gran parte del comercio de libros. Se la considera como una de las mejores bibliotecas limeñas de la segunda mitad del siglo XVIII. Como matemático y ìprimer proselito de Neuton [sic] en el Perú, Bueno estaba en condiciones de comprender la dinámica astronómica con suficiencia pues era de ìgrande expedicion en la astronomia. Fue el impulsor de la nueva actividad astronómica en el Perú. Ello suponía distanciarse de las frágiles predicciones de la astrología; ello se hace patente cuando afirma: ìQuè ciertos fueran los prognosticos si la astrologia, asi como es un arte de conjeturas fuera un arte de demonstracion. Si como el movimiento de los astros se sujeta al calculo, se sujetaran del mismo modo sus influxos, fuera aquel arte divertido a un tiempo y util.
Los registros de temperatura se extienden a todo el período en el que Bueno estuvo al frente de dicha institución. Siguiendo el modelo de Rehr, Bueno anotaba el resultado de las observaciones que emprendía durante el año. Las de 1766, semejantes en la forma a todas las demás, indicaban: ìLos dias en que se sintio mas calor el año pasado de 1766 fueron el 18 y 19 de febrero y el 14, 15 y 16 de marzo en que subio el licor del termometro a 21 grados y medio. Los dias en que se sintio el frio mas intenso fueron el 31 de julio; el 1, 2, 5 [ilegible] y 9 de agosto en que el licor estuvo a 13 [grados] y medio.
Las mediciones del Padre Rehr abrieron el camino del registro meteorológico en el Perú y aunque desconocemos las condiciones en las que las realizó, sí sabemos que las practicadas por Cosme Bueno fueron el producto de un esfuerzo indesmayable de su parte. La constancia para medir la temperatura pareciera no haber sido tropiezo para el metódico cosmógrafo ya que--en opinión de su discípulo Gabriel Moreno--sus tareas y obligaciones ìiban tan arregladas que la hora que tenia hoy un destino, tenía mañana y en las siguientes invariablemente el mismo. El testimonio genera un aceptable margen de credibilidad sobre la manera ordenada y sistemática con que Bueno recogió su información. Los avances científicos de Bueno en astronomía fueron los pioneros en el Perú pero no fueron los únicos en Latinoamèrica. A medida que transcurría el siglo XVIII, El conocimiento de los tiempos fue perdiendo el contenido astrológico e imaginario que poseían y se convirtieron en textos rigurosamente científicos. En Mèxico, los ataques a la astrología se remontaban a la segunda mitad del siglo XVII; Carlos de Sig¸enza y Góngora elaboró una serie de tratados astronómicos e hizo una serie de cálculos precisos sobre eventos celestes con los que desmitificó la interpretación antojadiza de los cielos que solía ver en ellos signos de calamidades. Entre 1671 y 1701- -año de su deceso--Sig¸enza elaboró 31 lunarios con los que renovó la ciencia astronómica en Mèxico, consolidando un proceso que se remontaba a 1630.
En dicha renovación jugaron un lugar preponderante los colegios de jesuitas esparcidos por todo el continente.
Los registros de Rehr y Bueno configuraron la primera modalidad de presentación de resultados de observación en el Cosmografiato; èsta se mantuvo inalterable durante varias dècadas mas. Consistía èsta en una selección del día exacto o periodo diario en los que se registró la temperatura máxima y la mínima. Las mediciones diarias practicadas durante todo el año no se publicaban; sólo interesaba al cosmógrafo identificar el día más caluroso del año y tambièn el más frío. Por fuerza, dado el escaso espacio que se reservaba a la sección ìObservaciones meteorologicas dentro de El conocimiento, los registros debían ser sintèticos. En consecuencia, dada la imposibilidad de acceder a los registros restantes--cuya existencia desconocemos tanto como la misma documentación oficial emanada del Cosmografiato--resulta imposible calcular parámetros importantes como el promedio diario ó mensual de temperatura. Esta se convierte así en la gran limitación que presenta la información meteorológica generada por los cosmógrafos entre 1753 y 1856.
A partir de 1798, Gabriel Moreno asumía el cargo de cosmógrafo. Los registros aparecieron publicadas en el Almanaque peruano y guía de forasteros para el año de 1799, el primero salido a luz bajo responsabilidad de Moreno. La llegada de Moreno significó una nueva perspectiva en el análisis y presentación de los temas climatológicos durante la dècada de vigencia en que estuvo al frente del cargo, entre 1799 y 1809.
Desde la aparición del Almanaque correspondiente a 1801, Moreno agregó, a los conocidos registros de temperatura, una reseña del comportamiento estacional del clima habido en el transcurso del año que concluía. Así, cada estación del año era descrita detalladamente, indicándose la intensidad y frecuencia de las precipitaciones, las fluctuaciones de temperatura y demás fenómenos climáticos. La puntual descripción del comportamiento climático registrado en Lima durante los últimos meses de 1803 y el verano de 1804 queda registrada en la siguiente cita: Noviembre [1803] continuó despejado, a excepción de algunas garúas por la noche. Repitieron los relámpagos y algunos temblores remisos. El barómetro se mantuvo casi siempre en 27 grados. El termómetro subió desde 15 hasta 23 y medio.
Cedió el catarro epidèmico comenzado en agosto y en lo general la estación fue sana. El estío se inició el 22 de diciembre. El calor fue mayor que el del estío antecedente aún con haber subido aquel 3 grados mas del máximo de otros años. Siempre subió de 23 grados llegando en algunos días hasta 26 grados. Su alternativa en enero fue hasta mediados desde mas de 24 hasta mas de 25 grados.
Distantes quedaban en el tiempo los registros de Cosme Bueno, sistemáticos como pocos pero referidos únicamente al señalamiento de las fluctuaciones instrumentales. Los de Moreno en cambio, abrían una nueva forma de evaluar el comportamiento del clima; la exacta presentación de los hechos completaba el vaticinio del pronóstico, característico de las dècadas anteriores. La inclusión de estas observaciones fue ganando espacio dentro de los almanaques; en los primeros años simplemente formaban parte de algunas secciones, pero a partir de 1806 logra constituirse en una sección autónoma explícitamente denominada ìMeteorología del año anterior, manteniendo sus mismos alcances aunque evidenciando la importancia que Moreno concedía a dichas observaciones. Así se mantuvo hasta la publicación del Almanaque de 1809, último de los publicados bajo su guía.
Josè Gregorio Paredes, una de las más importantes personalidades nacionales que vivió--al igual que Hipólito Unanue--el difícil tránsito entre el règimen colonial y el nuevo sistema republicano, asumió la responsabilidad de conducir el Cosmografiato desde 1809 a raíz del deceso de Moreno, ocurrido en mayo de ese mismo año. A pesar de haberse alejado por breves periodos en el desempeño del cargo como entre los años 1810 y 1813--por razones de viaje--o entre 1825 y 1828, la vigencia de Paredes se extiende entre 1809 y 1840, convirtiendo su gestión en la más prolongada al frente del Cosmografiato en el siglo XIX. Como señalábamos líneas atrás, Paredes vivió los convulsos tiempos de la emancipación; ello influyó sobre el funcionamiento mismo del Cosmografiato amen de introducirse cambios como fue la novedosa denominación con la que se conocería el almanaque. Tras largos años de vigencia, el Almanaque y guía de forasteros variaba ligeramente de denominación al convertirse, a partir de 1821, en el Calendario y guía de forasteros, año que marcaba el inicio de la nueva estructura política
del país.
Durante las tres dècadas en las que estuvo al frente del cargo, Paredes cumplió eficientemente su acopio de información meteorológica. Dada la concisión con la que fueron redactadas, los registros meteorológicos estuvieron generalmente circunscritos a hacer mención única pero constante tanto de parámetros tèrmicos y baromètricos; de ello se deriva su homogeneidad. Sólo en años excepcionales, varió Paredes la presentación de su información. Uno de aquellos fue 1829, cuando en el calendario correspondiente a dicho año informaba sobre los terribles destrozos ocasionados en el país a causa de las fuertes lluvias y desbordes de ríos que provocaron las inundaciones ocurridas en el verano de 1828. Paredes continuó publicando el calendario hasta 1840; fue el último mèdico en ocupar la dirección del Cosmografiato.
Su muerte, acaecida en diciembre de 1839, dio paso a la última gran figura que estuvo al frente del Cosmografiato: Eduardo Carrasco. La llegada de Carrasco al Cosmografiato ocurrió a comienzos de la dècada de 1840 y se prolongó hasta 1858.
Marino de profesión y brillante matemático, Carrasco continuó la brillante saga dejada por todas las destacadas personalidades que estuvieron al frente de esa institución; en los calendarios publicados bajo su responsabilidad en las dècadas de 1840 y 1850 hemos encontrado constantemente una sección reservada a consignar las temperaturas máxima y mínima registradas en Lima. A travès de todos esos años, la información se ajusta a un patrón: indicar de manera sintetizada las fluctuaciones climáticas habidas en la capital durante el año anterior a la publicación del calendario. Carrasco observó con dedicación las variaciones del clima limeño. Atinada iniciativa fue volver a ofrecer comentarios sobre la dinámica climática, retomando un estilo que no se apreciaba desde los tiempos de Gabriel Moreno. Un ejemplo de ello se aprecia en su descripción del clima limeño de 1849: ìLos días de mayor calor el año anterior fueron del 10 al 30 de marzo en que el termómetro Reaumur subió de 20.5 a 23.8. Los días de mayor frío, fueron del principio de junio al 15 de setiembre en que llegó el termómetro de 15.5 a 14.2 . . . el invierno fue de los mas rijidos y enfermizos, en que abundaron extraordinariamente las afecciones de orina y demas de carácter inflamatorio.
Se observa que la información continuaba aún registrándose con la escala Rèaumur de temperatura, tal como se realizaba en tiempos de Rehr, un siglo atrás, a mediados del siglo XVIII.
Desde 1858, Pedro Mariano Cabello reemplazó a Eduardo Carrasco en la confección de las guías. Ello significó, lamentablemente, la desaparición de la sección destinada a consignar las observaciones meteorológicas hechas en Lima, como había sido costumbre en las guías de Carrasco y en toda la tradición anterior. El mismo Cabello lo especificaba: ìtengo el sentimiento de anunciar al público que no he insertado en la Guía las observaciones meteorológicas que he hecho en el año 1858 porque no me ha parecido desde el momento que, el cumplimiento de las obligaciones anexas al cargo de subdirector de la fábrica de pólvora que ejerzo, algunas veces no me han permitido hacerlas en las horas convenientes.
A fines de la dècada de 1850, el Cosmografiato distaba de cumplir con suficiencia las funciones de antaño; en tal sentido no pareciera ser exagerado el juicio ofrecido por Manuel Atanasio Fuentes al referirse al Cosmografiato como un ìcuerpo sin vida. Tras un siglo de registro constante de temperatura, el Cosmografiato dejaba de lado una de sus labores más esenciales y encomiables. No obstante, a pesar de la súbita y definitiva conclusión de las observaciones, lo acopiado durante todo ese tiempo constituye un material documental relevante.
Comentarios
Aunque desde un punto de vista estrictamente meteorológico podrían formularse explicables atingencias a la información consignada, debemos aclarar que si bien las mediciones carecen de las especificaciones requeridas tales como número de observaciones efectuadas durante el día ó emplazamiento exacto del instrumental--que sí son efectivamente conocidas en otros casos--la información es valiosa en tanto permite trazar una curva de fluctuaciones tèrmicas. El gráfico que insertamos a continuación corrobora lo dicho (figura 1). Si hemos extendido la serie de observaciones hasta 1856 es porque la información a la que hemos tenido acceso sólo llega hasta dicho año. A pesar de los vacíos observados en determinados años--fuese por la no disponibilidad del texto correspondiente ó por la no inclusión de la información meteorológica--lo mostrado en el gráfico constituye una nueva perspectiva para entender la fluctuación de la temperatura del aire en Lima, aportando, de esta manera, información para confirmar ó rechazar cronologías de eventos climáticos. Vèase por ejemplo el pico que registra la línea de temperatura máxima en el bienio 1803-1804, el mayor registrado en todo el período.
Trabajos anteriores ya destacaban la presencia de un evento ìEl Niño de gran magnitud, generador de anomalías en todo el virreinato y otras partes del orbe. Puede entenderse entonces, que en este caso, la información proveniente de un registro instrumental corrobora lo indicado por la documentación contemporánea.
Hipólito Unanue fue testigo privilegiado de aquellas anomalías y dio cuenta de ellas al anotar ìel estío de 1804 fue muy caluroso. El termómetro subió a los 24 grados [Rèaumur],--situación inèdita, totalmente anormal, toda vez que se consideraba que la temperatura máxima que solía registrarse en Lima apenas llegaba a los 22 grados.
La información se presentó de diversas maneras. Algunos cosmógrafos consignaran las temperaturas extremas--máxima y mínima--habidas en una o varias fechas específicas. En otros casos se hace referencia a lapsos--de duración diversa--a lo largo de los cuales la temperatura fluctuaba entre extremos. Veamos ejemplos específicos: Según Moreno, el 17 de febrero de 1799 se registró en Lima la temperatura más alta del año cuando los termómetros de escala Rèaumur marcaron 21 grados. Años despuès en 1816, Romero indicaba que los días 28 de febrero y 17 de marzo se había alcanzado la temperatura más alta, la cual llegó a los 22 grados. Desde 1799 hasta 1840 y con la única excepción de 1832, los almanaques consignan la temperatura máxima y mínima registrada durante el año. A partir de 1841, en cambio, los almanaques pasan a presentar la temperatura en base a intervalos máximos ó mínimos. Vèase un registro típico: entre el 10 y el 30 de marzo de 1849, la temperatura fluctuó dentro de los intervalos más altos, oscilando entre los 20.5 y los 23.8 grados de temperatura.
Utilidad de la información
Las temperaturas registradas en Lima entre enero y marzo de 1849--que debieran haber sido altas--no permiten postular la ocurrencia de una situación climática anómala pues las temperaturas se encuentran dentro de los rangos normales entre los que oscila el verano limeño. En base al cuadro, marzo aparece como el mes en el cual se registró la más alta temperatura absoluta, 27.9 grados centígrados. Tal registro llama la atención pues si tenemos en cuenta que 1791 es considerado un año anómalo debido a las grandes inundaciones acaecidas en la costa norte y central del virreinato y que ha sido
interpretado como año de ocurrencia de El Niño, las temperaturas debieron haber sido excepcionalmente altas, mayores de 30 grados, tal como se observó en el fenómeno ocurrido en 1983.
En consecuencia, las dudas obligan a plantear diversas interrogantes:
•Deficiencias instrumentales de los termómetros empleados por Francisco Romero?
•Inexistencia de un fenómeno tipo El Niño en 1791, contrariamente a lo que se afirma con frecuencia ó simplemente un rasgo climático propio del evento de 1791? De igual modo, la serie nos permite identificar tambièn los años fríos, aquellos en los cuales podría haberse experimentado los efectos del Fenómeno de La Niña. Vèase al efecto el período 1813-1816, en cuyos años extremos se registraron las temperaturas mas bajas de la serie.
Romero anotaba que ìel año 1815 será memorable en Lima por su extraordinario invierno. La afirmación de Romero debe matizarse a la luz de algunas opiniones. Una indicaba ìno se conoce realmente el frío sino solamente el fresco. . . no bien el termómetro registra unos grados menos de 20∫ la gente comienza a sentir frío y cuando sube a 26∫ todo el mundo se queja de gran calor.
Indudablemente, la elaboración de esta serie representa un primer paso en pos de alcanzar un conocimiento más exacto sobre el comportamiento del clima limeño. Se extrañan análisis sobre años concretos; conocer más observaciones y descubrir nuevos registros serán informaciones útiles para establecer mejor las fluctuaciones estacionales de la temperatura del aire, presión y humedad. Otras fuentes abrirán nuevos frentes de búsqueda. Información especialmente valiosa nos parece la que proporcionan los mèdicos de la època, afanados por conocer los vaivenes del clima para así administrar mejor la terapia que permita a sus pacientes soportar mejor los embates de las enfermedades que solían caracterizar cada estación. Nótese la riqueza de información contenida en las observaciones del doctor Josè Manuel Dávalos: ìel invierno de 1813 ha sido muy suave. En los meses de julio y agosto ha habido lluvias y nieblas; las heladas han sido bastante calientes [sic] de modo que los arboles frutales adelantados; con todo, la yerba ha padecido con los hielos. Aún faltan y análisis debe extenderse a más años y sólo así podremos establecer una curva aceptable que muestre las fluctuaciones de temperatura en Lima en el tiempo largo.
En resumen, durante el siglo comprendido entre 1753 y 1856 se desarrolló un profundo interès por la observación de la naturaleza y en particular, por registrar las fluctuaciones visibles en el comportamiento del clima en Lima. El análisis de la serie configurada en base al registro de la oscilación de la temperatura máxima y mínima del aire en la capital conduce a corroborar, o delinear mejor--gracias al uso de información instrumental--episodios ya conocidos de alteración climática como son los eventos tipo El Niño. La labor permanente de los cosmógrafos y de otros científicos deseosos de registrar la temperatura en el tiempo largo, empleándola como información de base para consideraciones en el campo de la salud, revela los avances de la ciencia en el Perú.
Ellos configuran el período fundacional de la meteorología en el Perú. Dicho período se caracterizó tambièn, en lo que a la evolución de los registros meteorológicos en Lima se refiere, por la existencia de dos esfuerzos simultáneos dirigidos a comprender de modo más exacto el comportamiento de la naturaleza en su dimensión atmosfèrica. Por un lado, un esfuerzo institucional representado por el Cosmografiato, y por otro, el empuje
de numerosos científicos que en forma paralela al primero, registraron de manera sistemática las manifestaciones del clima, según se ha consignado sintèticamente en la columna ìobservador simultáneo del cuadro adjunto y que no hemos desarrollado en esta ocasión. No obstante, aún cuando pueda hablarse del Cosmografiato como una entidad que formaba parte misma del Estado, no podría soslayarse el hecho que su funcionamiento recaía en un solo individuo, el cosmógrafo. En consecuencia, sólo el impulso individual garantizó la implementación de registros meteorológicos durante el período. En suma, el registro meteorológico en Lima tiene larga data y constituye una excelente puerta de entrada para el conocimiento de diversos aspectos relacionados con la evolución de la ciencia en el Perú, el rol del Estado en la implementación de servicios tanto en època colonial como republicana, así como la valiosa participación de científicos que a título personal o formando parte de instituciones, emprendieron meritorios trabajos de investigación y sistematización de la información.
Fuente: Los inicios de la meteorologìa en el Perú y la labor del Cosmografiato, 1753-1856 autor Lizardo Seiner Lizárraga, Universidad de Lima, Perú. Publicado en Proceedings of the International Commission on History of Meteorology 1.1 (2004).

23 agosto 2007

Sitios Arqueológicos Paracas

RESEÑA HISTÓRICA
En 1925 Julio C.Tello, acompañado por S. Lothop y Mejía Xesspe, descubrieron los restos de la cultura Paracas en la bahía del mismo nombre. El estudio se centro en costumbres funerarias. Es muy probable que los hombres de Paracas no hayan vivido en el mismo lugar donde enterraron a sus muertos (península de paracas), sino en los valles aledaños de Pisco, Ica, Chincha y desde allí peregrinaron para los entierros.
Los restos humanos mas antiguos que se conocen para Paracas consisten en entierros que Frederic Engel encontró en la pampa de Santo Domingo, ubicada a la sur este de la bahía; estos primigenios visitantes habrían arribado al lugar hace aproximadamente 7000 años a.C.; esta fecha corresponde a una etapa de cazadores-recolectores preagrícolas del período precerámico.
En Otuma a unos 12 Km. al sur de la península de Paracas se observa el lecho de una antigua laguna salada; rodeando este lecho se asientan 31 montículos que son densas acumulaciones de conchas de abanico, restos de ballenas, delfines y peces que constituyeron la dieta básica de los pobladores que explotaron la laguna cuando estuvo activa hace 1650 años a.C., los conchales son la muestra más antigua de la explotación racional de la concha de abanico, entre ellos tenemos los conchales de Carhua, que están ubicados a lo largo de la costa entre la península de Paracas y la desembocadura del río Ica, son siete terraplenes largos paralelos construidos a base de conchas y cantos rodados que estaban dispuestos en hileras para atajar los vientos marinos, en sus bases hay habitaciones sub terráneas pequeñas y rectangulares; otro conchal vecino es el de Chuccho, que se asemejan a los de Carhua, pero mucho más pequeños.
Otro sitio es Disco verde, ubicado sobre la terraza natural que limita la playa Atenas en el litoral oeste de la bahía de Paracas, estos pobladores poseían una cerámica muy particular con vinculaciones de otros sitios alfareros del período del formativo inferior del valle de Ica y Acarí y de las regiones de Huancavelica y Andahuaylas.
El formativo medio se inicia en Paracas, con la fase Puerto Nuevo (800-600 a.C.); esta localizado a 500 m. al norte del actual complejo pesquero La Puntilla, aquí se establecen contactos con culturas norteñas como Cupisnique y Chavín; estos contactos se hacen más estrechos en la fase Karwas ( 600-500 a.C.), ubicado en la bahía de la Independencia, sería en esta fase que esta bahía comienza a ser poblada por colonos procedentes de los valles de Ica.
La presencia norteña opaco las manifestaciones estilísticas y religiosas de Puerto Nuevo, pero estas son retomadas con fuerza durante la época Cavernas (500-200 a.C.);esta fase fue establecida por Julio C. Tello en base a sus excavaciones en el sitio arqueológico de Cerro Colorado,llamado así por su estructura en pórfido rojo, allí en sus tres terrazas naturales se hallaron las tumbas colectivas llamadas Cavernas.
A fines del Formativo Superior y a comienzos de los desarrollos regionales (200 a.C. –100d.C), se desarrollo la sociedad necrópolis que es la versión local de la fase Chongos de Pisco y Chincha.Paracas Necrópolis fue definida por Julio C. Tello, después de sus excavaciones en 1925 en el istmo que bautizo como “Cabezas Largas”, aquí descubrió tumbas sin profanar, se encontraron hileras de habitaciones cada una de ellas provistas de un vestíbulo construido en un piso superior por el cual se penetraba al interior mediante una escalera,aquí también se hallaron cementerios necrópolis. En las inmediaciones de este sitio Engel en 1991, descubrió un cementerio y un osario de la época precerámica de 3070 años a. C.; en el cementerio se encontraron los restos de seis individuos y en el osorio se registraron 66 cadáveres incompletos y desarticulados en un área de diez metros cuadrados.
A comienzos del siglo XI d.C., se desarrollaron en gran parte de la costa del Perú la cultura Ica- Chincha; en esta época el asentamiento más importante de Pisco fue talvez el de Sangallán, ubicado en la parte media del valle. En Paracas la presencia Ica-Chincha se concentro en el lado sur –este de la bahía de Paracas; a esta época también pertenecen los grandes centros poblados con arquitectura masiva de adobes que están en el fundo El Almein y la ciudadela El Milagro a unos 15 Km. al este de la bahía de Paracas.
En el ámbito territorial de Paracas se han registrados alrededor de 104 sitios arqueológicos, la mayor parte de los cuales están ubicados dentro de la Reserva Nacional de Paracas y corresponden a todas las etapas de evolución de las sociedades prehispánicas andinas. Noventa de los sitios se asientan a lo largo de la costa desde el sector de Puerto Nuevo, al norte del balneario de Paracas, hasta la playa Barlovento, en el extremo sur de la reserva.
Estos asentamientos son por lo general, modestos en razón de que sus habitantes tuvieron como actividades económicas base la pesca y la recolección de mariscos; es decir que en Paracas no vamos a encontrar grandes construcciones monumentales, pero si algunos sitios extensos como Cerro Colorado y Cabezas Largas en la Bahía de Paracas; Chuccho y Karwas en la Bahía de la Independencia y las huacas del fundo El Almein y la ciudadela de El Milagro en las vecindades de Pozo Santo.
INVENTARIO Y DESCRIPCIÓN DE SITIOS ARQUEOLÓGICOS (CERCANOS A LOBERIA)
Hacia a la zona de Lobería a la altura de Humay se realizó una evaluación que localizo 8 sitios arqueológicos que se encuentran en una franja alrededor del desvío que se inicia en el distrito de Humay y termina en Pampa Loberia. Estos sitios identificados son:
- Playa Loberia:
Coordenada UTM 366 355 m E 847 7152 m N
Este sitio se compone de un conchal donde hay gran cantidad de moluscos asociados a algunos instrumentos de trabajo tales como chancadoras. No se observo cerámica en superficie. Posiblemente corresponda a un sitio temprano vinculado al arcaico (5000 a 1500a.C.)
- VIRUELA
Coordenadas UTM 40 42 06 m E 8483 284 m N
Este sitio se compone de terrazas dispersas construidas con muros de contención y cementerios. Se observan tumbas en cistas poco profundas de piedras cuyas cubiertas eran lajas de gran tamaño.
El sitio fue saqueado.Se observo fragmentos de cerámica utilitaria en gran cantidad, dos instrumentos líticos asociada al período de los estados regionales (1100 a 1470 d.C)
- Viruela 2
Coordenadas UTM 403471 m E 8483240 m N
Es un asentamiento circundado por un muro perimetrico en su interior se identifican un sistema de terrazas sobre los cuales se observan recintos y estructuras a modo de cistas: Gran cantidad de cerámica utilitaria e instrumentos líticos como batanes y manos de batan. Se asocia a l período de los Estados Regionales (1100 a 1470 d.C).
- Cerro La Huaca
Coordenadas 392827m E 8480904 m N
Montículo edificado con tapiales, con orientación norte sur, contiene recintos cuadrangulares que se asientan sobre una plataforma; uno de los recintos contiene adobes de filiación inca (30x20x12 cm y 40x20x12 cm). En el lado norte se localizan cuatro plataformas escalonadas, hay presencia de basurales en diferentes sectores del sitio. Este sitio se asocia al período de los Estados Regionales (1100 a 1470 d.C) y al imperio Inca (1470 a 1532 d.C)
- Pampa Negra 1
Coordenadas UTM 402352 m E 8480987m N
Es un montículo de planta rectangular con tres terrazas con dos pequeños montículos laterales. Uno de ellos esta huaqueado, aquí se observan muros de adobes odontiformes pequeños y de cantos rodados y barro de mayor altura.
Al parecer este sitio fue usado de cantera por los grandes cantos rodados existentes que se extraen de la zona. Hay restos de huaqueo antiguos.
- Pampa Negra 2
Coordenadas UTM 403641 m E 8481543 m N
Es un registro de tapial con acceso a una quebrada cultivada. En una sección inferior al lado Este, hay una serie de alineamientos de piedra a manera de geoglifos. En la superficie se localiza cerámica asociada al período de los Estados Regionales (1100 a 1479 d.C) e Inca (1470-1535 d.C), el sitio ha sido reutilizado por criadores de cabras de la zona.
- Pampa Negra 3
Coordenadas UTM 403080 403005 403079 m E 8481060 8481161 8481169 m N
Departamento de Ica, provincia de Pisco, Departamento de Humay. Este sitio esta ubicado sobre una terraza aluvial en la margen izquierda del río Pisco. El acceso es a través de un camino carrozable hasta el mismo sitio. Se encuentra a un a altura de 451 m.s.n.m.
Es un sitio habitacional asociado a una estructura rectangular y a un extenso cementerio, esta compuesta de una extensa área asociada a restos de actividad doméstica, hay evidencias de gran cantidad de batanes y cerámica fragmentada en superficie. En esta zona se observan irregularidades en el terreno lo que indica la existencia de posibles estructuras sepultadas.
- Pampa Negra 4
Coordenadas UTM : A 401962 B.401952 C. 401713m E 8480347 8480081 8479927m N
D. 4002257 E. 402410 F. 402424 m E 8479960 8479961 8479591m N
Es una extensa explanada donde se localizan un conjunto de montículos y posibles “geoglifos”, algunos de ellos asociados a cerámica tardía. En la pampa se encuentran dispersas pequeñas elevaciones en el terreno.
Se localizo un montículo natural “C”, estructuras de piedra en su parte superior asociado a un posible geoglifo compuesto por tres o mas alineamientos de amontonamientos de piedra, que reconocen la pampa en forma paralela D,E y F en dirección al Este.
En el sector de la variante del río Pisco se presenta una secuencia cultural larga en donde existen evidencias arqueológicas que corresponden a los períodos inicial, intermedio temprano e intermedio tardío y a los horizontes temprano,medio y tardío. Estos sitios registrados están localizados en el tramo original del gasoducto en el área de influencia de la variante del río Pisco.Son los siguientes:
- Sitio Arqueológico 1:
Este sitio esta ubicado en la margen derecha de la quebrada Characas, sector del Encanto. Esta compuesto por estructuras rectangulares orientadas de S.E a N.O.
La primera tiene una extensión de 4 x 5 m y la segunda de 7 m x 5 m. En estas estructuras se aprecia un alineamiento de piedras que las delimitan que anteriormente fueron sus bases.
También hay estructuras de piedra de tamaño variado de formas rectangulares y circulares que varían de 2.5 m a 3.5 m de diámetro. No se observaron fragmentos de cerámica asociada.
- Sitio Arqueológico 2
Se ubica al lado izquierdo del punto de intersección de la quebrada Huáncano con la vía Los Libertadores. Se compone de un cementerio con pequeñas estructuras de piedra en las que se observan abundantes fragmentos de cerámica. Esta área esta ocupada por aproximadamente diez familias que han desmontado las estructuras arqueológicas para construir corrales para sus animales.
- Sitio Arqueológico 3
Esta ubicado en la margen izquierda del río Pisco, en la parte media de la quebrada La Esquina, sector coca manzana grande. Se compone de un complejo de estructuras administrativas domésticas y temporales; las estructuras administrativas son las que tienen mejor acabado con muros de doble paramento unidos con mortero de barro, conservan una altura entre 0.50 m y 1 m. Las estructuras domésticas son de menor tamaño y tienen un diámetro que varía de 2.5 m a 3,5 m
En la actualidad parte de este sitio esta siendo cultivado con alfalfa. Asociado alas estructuras se pueden observar abundantes fragmentos de cerámica dispersos por toda el área.
- Sitio Arqueológico 4
Esta ubicado sobre una planicie aluvial del cerro Oroya, en la margen derecha del río Pisco. Compuesto por un complejo de estructuras administrativas, domésticas y funerarias construidas con piedras de diversos tamaños unidas con mortero de barro. Estas estructuras tienen una altura de 1 a 1.50 m, están asociados a abundantes restos óseos y fragmentaria de cerámica dispersa sobre el área producto del saqueo. En la actualidad esta habitada por dos familias que han reutilizado algunas estructuras usándolas como corrales.
- Sitio Arqueológico 5
Esta ubicado sobre una planicie aluvial del cerro Granadayoc, en la margen derecha del río Pisco. Se compone de pequeñas estructuras de forma cuadrangular y circular construidas con piedra del lugar de diversos tamaños asociados a gran cantidad de fragmentos de cerámica dispersos por toda el área. En la actualidad este sitio esta siendo habitado por tres familias que han reutilizado las estructuras arqueológicas como corrales y bases para sus viviendas.
- Sitio Arqueológico 6
Ubicado en la margen izquierda del río Pisco, sobre el cerro Santa Rosa, al costado de la quebrada el polvorín. Compuesto por un complejo de estructuras administrativas y domésticas de formas rectangulares y circulares, así como de innumerables estructuras pequeñas semi circulares en forma de L, que van ascendiendo hacia el cerro. Estas estructuras han sido construidas con piedras del lugar unidas con mortero de barro. Se observa gran cantidad de fragmentos de cerámica dispersa por toda el área.
- Sitio Arqueológico 7
Esta ubicado en la margen derecha del río Pisco, en la ladera del cerro Veladero. El sitio se compone por un complejo de estructuras arquitectónicas con funciones administrativas, domésticas y funerarias. Los muros son de doble y simple paramento unidos con mortero de barro. Se observan abundantes restos óseos y fragmentos de cerámica dispersa por todo el lugar, producto del saqueo y de la nivelación del terreno con maquinaria pesada.
- Sitio Arqueológico 8
Ubicado en la margen izquierda del río Pisco en la falda del cerro Esperanza. Esta compuesto por veinte estructuras funerarias, siete son de forma cuadrangular y 13 circulares; las primeras tienen mejor acabado con muros de doble paramento unidos con mortero de barro.
En los interiores de las tumbas se observan gran cantidad de restos óseos y fragmentos de metal.
- Sitio Arqueológico 9
Se ubica en la margen derecha del río Pisco, en el sector de Huaya Grande. Es un sitio compuesto por un complejo de estructuras arquitectónicas administrativas, domésticas y funerarias construidas con piedra del lugar como muros de doble paramento y tapiales sobre base de piedras. Se observan gran cantidad de restos óseos y fragmentaria dispersas por todo el sitio.
- Sitio Arqueológico 10
Compuesto por una estructura de 12 mt. De diámetro hecha con piedras irregulares unidas con mortero de barro. En su interior hay algunos muros que delimitan ambientes.
- Sitio Arqueológico 11
Conformado por una estructura cuadrangular de 2m x 2m y 1 m de altura. Alrededor hay muros en forma de terrazas.
- Sitio Arqueológico 12
Conformado por una estructura circular de 2 mt de diámetro por 80 cm de profundidad, al costado de esta estructura hay dos muros que delimitan algunos ambientes. Estas tres estructuras tienen un largo de 18 mt por 8 mt. De ancho. Se evidencian fragmentos de cerámica.
- Sitio Arqueológico 13
Este sitio se extiende en una loma con muros de contención hechos con piedras irregulares y unidos con morteros de barro. Estos muros se construyeron para contener los deslizamientos de material del cerro y para crear terrazas a amanera de andenes entre las coordenadas 444021 E- 8492594 N , a una altitud de 3138 m y las coordenadas443677 E – 8492 930 N a una altitud de 2957 m .Ocupa un ancho de 50 m aproximadamente.
- Sitio Arqueológico 14
Se encuentra sobre el cerro Ancayapampa, esta conformado por innumerables estructuras de tipo doméstico con muros de contención. Fue construido con piedras del lugar unidas con mortero de barro.
- Sitio Arqueológico 15
Conformado por dos muros de contención, uno debajo del otro y por piedras de forma irregular.
- Sitio Arqueológico 16
Conformado por diez viviendas, la mayoría en mal estado de conservación de planta rectangular y cuadrangular, hay gran cantidad de fragmentos de cerámica con algunos bordes.
- Sitio Arqueológico 17
Se ubica en la loma del cerro Ancayapampa. Esta conformado por una vivienda circular de 2 mt. De diámetro unida con piedras irregulares con argamasa de barro.
- Sitio Arqueológico 18
Se ubica en la loma del cero Ancayapampa, tiene características similares al sitio arqueológico 17.
- Sitio Arqueológico 19
Esta ubicado en la loma del cerro Quelicay, presenta características similares al sitio arqueológico 17
- Sitio Arqueológico 20
Presenta indicios de algunas estructuras, pero no se puede determinar su forma.
- Sitio Arqueológico 21
Presenta estructuras de forma circular
- Sitio Arqueológico 22
Se ubica en la zona del cerro Quelicay. Es una construcción de forma circular de 3 mt de diámetro.
- Sitio Arqueológico 23
Esta ubicado en una pampa que pertenece al cerro Quelicay. Se observan gran cantidad de fragmentos de cerámica y algunos instrumentos líticos en la superficie,los pobladores de la zona han edificado construcciones modernas valiéndose de las piedras del sitio arqueológico.
- Sitio Arqueológico 24
Se ubica en la parte plana del cerro Quelicay, esta conformado por cinco viviendas de diferente tamaño. Su estructura es de piedra de forma irregular unidas con mortero de barro.
- Sitio Arqueológico 25
Se ubica en la quebrada de Characas, esta conformado por dos muros de piedra, hay presencia de fragmentos de cerámica.
- Sitio Arqueológico 26
Se encuentra en la quebrada de Characas, esta conformado por tres muros en diferentes niveles a manera de terrazas.
- Sitio Arqueológico 27
Se ubica en la quebrada de Characas. Esta conformado por un muro que bordea la topografía del cerro, tiene una longitud de 20 mt por 50 cm. De alto y 50 cm de ancho; este muro tiene cavidades en varias partes.
- Sitio Arqueológico 28
Esta conformado por tres muros en diferentes niveles, construidos con piedras irregulares y unidas con mortero de barro.
- Sitio Arqueológico 29
Se ubica en la saliente del cerro Repartición. Esta conformado por diez viviendas circulares (paravientos), con un diámetro promedio de 3 mt, hechos con piedras irregulares unidas con mortero de barro.
- Sitio Arqueológico 30
Se ubica en un nivel más bajo que el sitio arqueológico 29. Presenta dos viviendas circulares (paravientos).
EVALUACIÓN DE LAS CONDICIONES ACTUALES DE LOS SITIOS ARQUEOLÓGICOS.
Se ha podido establecer un mapa con numerosos sitios antes habitados que no han dejado otros rasgos más que amontonamientos de conchas. Los antiguos pueblos costeros se encuentran agrupados al pie de lugares donde hasta hoy sobreviven algunas lomas.
En el desierto de Paracas se encuentran rasgos de lomas como por ejemplo en Isla San Gallán, en los acantilados de la misma península de Paracas, en punta Pejerrey y en Cerro Lechuza.
En la bahía de la Independencia tenemos las Lomas de cerro carreta, cerro Chucho y Morro quemado. Se denominan lomas a la vegetación de oasis de neblina donde crecen diferentes vegetales que pueden llegar a formar hasta un bosque. Las lomas tienen relación con un lugar que fue habitado; estas le proporcionaban al hombre de esta época: frutos, raíces, tubérculos, paja y madera necesarios para edificar sus chozas.
Si hay vestigios de lomas fosilizadas o en proceso de desaparición; esta evidencia quiere decir que no muy lejos de allí hubo una zona habitada. En la actualidad la mayor parte de los sitios arqueológicos ubicados en la zona de amortiguamiento se encuentran destruidos en su contexto original ya sea por el huaqueo, o por la reocupación.
La reocupación de los espacios arqueológicos se puede apreciar con claridad en los sitios que se encuentran ubicados en la vertiente del río Pisco; en los sectores de El Encanto,Huáncano,Coco Manzana, La Oroya, Granadayoc, Cerro Veladero, en donde los pobladores han desmontado las estructuras originales para construir corrales para criar sus animales o como bases para sus viviendas alterando así el contexto arqueológico en su originalidad lo que ocasiona una gran pérdida de información científica y la degradación del patrimonio cultural de la nación.
El factor ambiental también influye en la conservación de los sitios arqueológicos. Al soplar los vientos paracas transportan gran cantidad de arena y caliche que al depositarse han cubierto estructuras como es el caso de Carhua; en este lugar el pueblo ha desaparecido solo existen algunas filas paralelas de ondulaciones; esto permite observar la presencia de algunas estructuras enterradas.
Otro caso es el del cerro Chucho donde hay terrazas de arena paralelas y escalonadas de 20 a 30 m, pero la presencia del caliche no permite una excavación fácil para obtener información.
Los sitios arqueológicos existentes en la Reserva Nacional de Paracas más importantes y de los que se tiene información son los siguientes:
- Disco Verde
Fechado entre 2800 y 2700. Las viviendas habían sido totalmente removidas por ocupaciones sucesivas de Chavín, Paracas y Nazca, las filtraciones han humedecido el lugar y se han conservado pocas materias orgánicas.
Se caracteriza por la gran cantidad de cerámica de color chocolate a veces decorada con motivos realizados con la técnica de negativo con pigmentos rojos o negros aplicados después de la cocción.
- Puerto Nuevo
Tiene la misma antigüedad de fechado que Disco Verde. Este lugar esta próximo a las zonas pantanosas revelando el fuerte flujo de aguas subterráneas, hay evidencias de montículos en los cuales se encuentran fragmentos de cerámica tipo disco verde.
- Cerro Adrián
Es un cerrito alargado y espeso constituido por amontonamientos de conchas mezcladas con fragmentos de cerámica del tipo Disco Verde; está cerámica tiene la característica de estar moldeada al más puro estilo Chavín.
- Carhua
Esta ubicado cerca al litoral. Aquí se notan los vestigios de una reocupación datada de los últimos siglos precolombinos, se ven las bases de las casas circulares. La cerámica encontrada no pertenece ni a Paracas ni a Nazca; en el suelo hay puntas de obsidiana por lo que se puede concluir que el lugar fue ocupado en tiempos de peleas. Este sitio fue saqueado.
Carhua III, también esta ubicado cerca del litoral sobre el tablazo cubierto por la arena, aquí hay mates pirograbados, incisos y pintados; se encontraron ceramios de la mas alta calidad.
Posteriormente el sitio fue saqueado.
- Faldas
Este sitio es un asentamiento típico del Paracas I, en donde los desperdicios cubrían una estructura de muros bajos de piedra dividida en compartimentos. Esta ubicado al sur de la bahía de Lagunillas, hay vestigios de estructuras de piedras que habían servido sin duda de viviendas, se encontraron varios objetos de la vida cotidiana que demostraron que se trataba de un asentamiento Paracas I.
- Aldea
Esta ubicado a casi 1 Km del litoral de la bahía de Paracas; es un pueblo compuesto por casas circulares con paredes de vegetales sostenidas por postes acondicionados con pilares del que solo han quedado restos a manera de pequeños pozos.
- Cabezas Largas
En este lugar los vestigios están cubiertos por una capa de hasta 2 m de desperdicios que corresponden a diferentes ocupaciones y otros 2 m adicionales de arena acarreada por los fuertes vientos Paracas.
En las unidades de piedra es fácil notar rasgos de cuartos añadidos y/o reconstruidos; estas construcciones indican la llegada de otro grupo posterior ya que las partes añadidas no son de la misma calidad de las originales.
- Morro Quemado
Son restos de conchales en donde se encontraron vestigios de cerámica incaica. En Morro Quemado III, se encontró cerámica del tipo Paracas II y Nazca.
- Barlovento
Es un asentamiento pre- cerámico representado por un pequeño montículo de almejas.
En Barlovento II, ubicado algo mas al norte del sitio I, se encontró cerámica tipo Paracas II.
En Barlovento III, al igual que Barlovento I, es un amplio montículo con restos de almejas asentados sobre una terraza.
Debido a los movimientos demográficos que se realizan actualmente están desapareciendo los asentamientos arqueológicos; en la mayoría de ellos hay solo montículos que están cubiertos por desperdicios, restos de conchales o basurales; constituyendo este el único elemento que se tiene a disposición para reconstruir la vida de los primeros ocupantes que no han dejado ni textos, ni tradición oral.
Otros sitios que fueron registrados están ubicados en la zona cercana a playa Lobería. Estos sitios son:
- Los carrizos
Coordenadas UTM 536.584 E 8’477.944 N
Se ubica en la base de una palmera al borde del cerco perimétrico de una construcción abandonada, se encontraron en superficie 20 fragmentos de cerámica no diagnóstica de color naranja. La zona esta totalmente disturbada por los trabajos de construcción efectuados por la carretera cercana por el intenso tránsito de personas y vehículos y por la acumulación de restos malacológicos, desmonte y basura modernos.
Se considero que el sitio solo merecía ser registrado, pero no delimitado pués en realidad es solo una franja de 0.6 m2, al borde de la vía asfaltada Pisco - Paracas.
- Cementerio Santa Victoria
Pertenece al período intermedio Tardío / Horizonte Tardío.
Coordenadas UTM - 367.440 E 8’ 478.301 N. Este sitio no fue
registrado anteriormente. Se ubica hacia el Sur – Este de la zona reservada para la base y aeropuerto militar de la FAP. Se encuentra sumamente disturbado por excavaciones ilegales (huaqueo), se observan restos óseos asociados a restos textiles y a cerámica rojiza, fragmentos de cántaros grandes y vasijas pequeñas, restos de algodón, redes y ofrendas.
El acceso se da a la altura del km. 231 de la carretera panamericana sur por el desvío a la ciudad de Pisco, de aquí se toma la carretera a Paracas hasta el km. 12 de esta vía aproximadamente al finalizar el aeropuerto militar y la base aérea de la FAP se desvía por una trocha en dirección oeste y avanzando a unos 1200 mt se llega al cementerio.
Fuente: SERVICIOS DE CONSULTORIA EN ANALISIS DE LOS ASPECTOS ARQUEOLOGICOS PARA LA ZONIFICACION DE LA ZONA DE AMORTIGUAMIENTO DE LA RESERVA NACIONAL DE PARACAS - INFORME FINAL autor ELBA MONTOYA TIRADO publicado por el INSTITUTO NACIONAL DE RECURSOS NATURALES.
OFICINA DE GESTION AMBIENTAL, TRANSECTORIAL, EVALUACION E INFORMACION DE RECURSOS NATURALES. LIMA - 2004

22 agosto 2007

Santa Rosa de Lima

Estrictamente hablando, las hagiografías o vidas de los santos no son biografías históricas. Su finalidad, aparte de fomentar o resumir los procesos jurídicos de beatificación y canonización, era deleitar e instruir —delectare et docere— a los fieles de la Iglesia con las virtudes admirables de quienes, con la ayuda del Espíritu Santo, practicaron el camino de perfección predicado por Cristo y sus apóstoles. Pese a ello, para el investigador contemporáneo una hagiografía es también una fuente inagotable de información histórica, sociológica y antropológica que puede ser evaluada críticamente incluso sin la necesidad de ingresar al espinoso tema relativo al origen natural o sobrenatural de las experiencias visionarias y poderes taumatúrgicos de los santos. No es la evidencia científica de lo milagroso lo que el historiador investiga sino los modelos de santidad, los modos de percepción y/o las categorías de análisis empleadas por los hagiógrafos del pasado.
La corta vida de santa Rosa de Lima (1586-1617) es un caso particularmente ilustrativo de cómo la búsqueda de perfección espiritual tiene una dimensión social, religiosa y política que difícilmente puede ser aislada del contexto cultural urbano en el que transcurrió la vida terrenal de la santa. Según el cronista franciscano Buenaventura Salinas y Córdoba a menos de un siglo de que el conquistador Francisco Pizarro fundara en 1535 la Ciudad de los Reyes, capital de los reinos del Perú, ya contaba con cuarenta iglesias que anualmente ofrecían al cielo más de 300.000 misas y entre los dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios y jesuitas, sin mencionar a las decenas de monjas enclaustradas, más del 10% de su población vestía el hábito religioso (Brading, 1991, p. 351). Por sus ricos templos los cronistas conventuales describían a Lima como una nueva Roma americana —como una ciudad monasterio—, y por su célebre y precursora Universidad de San Marcos, como una nueva Salamanca. Entre 1614 —tres años antes de la muerte de santa Rosa— y 1630, la población de Lima creció de 25.454 habitantes a 40.000 y eran tantos los procesos de beatificación abiertos en Roma para evaluar las vidas de los siervos y siervas de Dios muertos en la Ciudad de los Reyes o en el Perú que, en 1683, Francisco Antonio Montalvo aseguraba que con los nombres de tantos bienaventurados podía escribirse una larga loa o «letania limana» (Montalvo, 1683, p. 67).
La propia santa Rosa recibió el sacramento de la confirmación del prelado español santo Toribio Alfonso de Mogrovejo (1538-1606) —quien fuera nombrado arzobispo de Lima en 1579—, sería amiga del lego mulato dominico limeño san Martín de Porras (1579-1639) y seguiría de cerca la labor misionera desempeñada en el Perú por el franciscano español san Francisco Solano (1549-1610), célebre por los sermones que predicó, crucifijo en mano, en la Plaza Mayor de Lima desde donde denunció los pecados públicos de la ciudad por los que sería castigada con terremotos y lluvias de fuego. La pintura virreinal americana suele representar a santa Rosa como a una monja perteneciente a la orden de santo Domingo de Guzmán, pero en realidad ella jamás abandonó su situación de beata laica. Esto explica que siempre residiera en casa de sus padres o con la familia Maza-Uzátegui (hoy el convento de Santa Rosa de las Monjas, en Lima) donde murió y vivió los últimos tres años de su vida. Al igual que las begardas en la tardía Edad Media, la profesión beateril intentaba retornar a la vita apostólica de la primera comunidad cristiana a través de un extremo ascetismo devocional que se encontraba a medio camino entre la vida conventual y el estado seglar (Huerga, 1978, p. 377).
Las beatas practicaban la pobreza voluntaria, la castidad perpetua y vivían de limosnas o de sus trabajos manuales. Consciente de los peligros y tentaciones propios de este camino espiritual, en varias visiones sobrenaturales santa Rosa comprendió la necesidad de darles a las beatas limeñas una regla fija y fundar un convento dominico dedicado a santa Catalina de Siena (1347-1380), en el que ella tan sólo aceptaría el velo blanco para servir en la enfermería. Por su corta edad, empero, a santa Rosa incluso se le denegó el permiso de profesar oficialmente como terciaria dominica y en 1606 recibió únicamente el hábito en una ceremonia privada e informal de manos de fray Alonso Velásquez, uno de sus confesores limeños dominicos. Años antes había vestido el hábito franciscano y según el testimonio del jesuita Diego Martines, confesor de Rosa, continuó usándolo debajo del hábito blanco catalino hasta el día de su muerte (MSRSM, Proceso Ordinario 1617-1618, fol. 65).
Las admirables mortificaciones, ayunos maratónicos, técnicas de contemplación y devociones religiosas de la santa limeña permiten rastrear las fuentes intelectuales que nutrieron su pensamiento místico y sustentaron su modelo de vida penitencial. Su visión del mundo natural como el santuario viviente de Dios, repleto de signos que conducen la mente al Creador, proviene del naturalismo sacramental o del misticismo contemplativo franciscano tardío medieval que había rebrotado en la España del siglo XVI con las obras del franciscano Francisco de Osuna y del dominico fray Luis de Granada (1504-1588), entre otros. Los libros de este último sirvieron de guía espiritual permanente para santa Rosa, y en el Perú su uso para seglares fue tan generalizado que en 1607 se tradujo un compendio de ellos al quechua o lengua general de los incas (Meléndez, 1681, t. 2, p. 494). Fue por su deseo ardiente de imitar la vida de santa Catalina de Siena que, a los cinco años de edad, Rosa tomó su voto de virginidad perpetua y a los doce se cortó los cabellos. Años después padecería en casa de sus padres los mismos maltratos sufridos por la santa italiana al rechazar a los pretendientes que sus progenitores le presentaban para casarla.
A modo de penitencia, ambas santas imitaron a Cristo coronándose de espinas y buscaron vivir en aislamiento del mundo como los Padres del Desierto. Del místico dominico san Enrique Susón (1295-1366), Rosa adquirió la costumbre de llevar una gruesa cadena atada al cinto, ajustada por un candado. De san Francisco de Asís tomó el modelo de cama donde Rosa dormía tan sólo dos horas diarias: un lecho de troncos nudosos amarrado con correas que simbolizaba «la cama que Christo Nuestro Señor tuvo en el Árbol de la Cruz». Sus rigurosos ayunos seguían los recomendados por Gregorio López (1542-1596), el primer anacoreta de Indias que murió en Nueva España, célebre por sus comentarios al Apocalipsis (Hansen, 1929, pp. 80-81). La semejanza entre el misticismo nupcial de santa Teresa de Jesús (1515-1582) y el de santa Rosa no fue fortuito. En 1614, cuando el doctor Juan del Castillo († 1636), toledano de Salarrubias y médico seglar de la Inquisición de Lima, sometió a la santa a un «examen de conciencia» para evaluar la veracidad de su «noche oscura» del alma y sus visiones sobrenaturales, descubrió que desde muy temprana edad había logrado un estado contemplativo superior al de muchos hombres letrados y doctores eclesiásticos: la unión del alma con Dios. Sus informes fueron tan decisivos para el proceso ordinario (1617-1618) y apostólico (1630- 1632) de beatificación y canonización de la virgen peruana, que abren ambos documentos. Lo que no suele conocerse es que por aquellos años el doctor del Castillo se encontraba escribiendo dos tratados de mística que en 1624 serían censurados y prohibidos por el Santo Oficio de la Inquisición: un comentario sobre Las Moradas teresianas (la teología mística que le serviría a del Castillo para pormenorizarle a Rosa todas las etapas de la perfección interior) y otro libro manuscrito de revelaciones propias.
Fray Luis de Bilbao, uno de los calificadores, que había sido confesor de santa Rosa, alegando razones de salud, ayudó a exculpar al doctor pese a que sus escritos —redactados años atrás cuando santa Rosa aún vivía— repetían, según los censores del Santo Oficio, muchos de los errores doctrinales de los alumbrados españoles, una herejía emparentada a los adeptos medievales del Libre Espíritu (Mujica Pinilla, 2001, cap. 3). La situación se complicó al comprobarse que, tras la muerte de santa Rosa, se desató en Lima una verdadera epidemia de mujeres clarividentes, muchas de ellas beatas, amigas íntimas de santa Rosa y del doctor del Castillo, a las cuales también se les acusó de «alumbradismo» en sendos procesos inquisitoriales (Millar Corvacho, 2000, pp. 277-305). La duda terminó por recaer sobre la santa limeña, y, hacia 1624, el inquisidor de Lima de origen vasco, Andrés Juan Gaitán (activo entre 1611-1651), ordenó que se recogieran del convento de Santo Domingo y de la casa de los padres de la santa, todas sus reliquias: papeles (¿cuadernos o diarios manuscritos?), cartas y partículas de sus hábitos. Incluso, para demostrar su poder frente al clero local, Gaitán retiró de la iglesia de Santo Domingo el cuerpo incorrupto de la virgen limeña que unos años antes, en 1619, el propio arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero, había colocado en un nicho al lado derecho del altar donde se veneraba el retrato de santa Rosa muerta, esbozado por el pintor manierista romano Angelino Medoro y del que se derivarían todos sus retratos póstumos.
A decir verdad, ni Juan del Castillo ni las beatas ilusas, seguidoras de Rosa, fueron alumbradas. Ninguna de ellas jamás cayó en un sobrenaturalismo sectario ni negó la eficacia mediadora y real de los sacramentos, motivo por el cual fueron conciliadas a la Iglesia en un auto de fe celebrado el 21 de diciembre de 1625 en la Plaza Mayor de Lima. Lo que estaba realmente en pugna era el florecimiento de una nueva corriente de espiritualidad femenina y laica, gustosa de revelaciones y visiones sobrenaturales privadas que se valían de un discurso legitimador profético para destacar el papel providencial de ciertas órdenes religiosas y de los criollos, mestizos e indios en el drama cristiano de salvación. Las propias visiones sobrenaturales de santa Rosa tenían un poderoso mensaje político. No fue accidental, por ejemplo, que un Domingo de Ramos de 1617, Rosa celebrara sus «desposorios místicos» con el Niño en brazos de la Virgen del Rosario, patrona de las armas del rey Felipe II, que se había aparecido en el Cusco para lograr la victoria militar del ejército español sobre el de los incas.
Este matrimonio espiritual contraído con una talla de madera que cobra vida milagrosamente, cifraba la incondicional alianza del criollo con la misión apostólica de la monarquía hispana en Indias e ilustraba el triunfo en el Perú de la teología contrarreformista de las imágenes religiosas como soportes de contemplación y apoyo visual para entender los sermones (Mujica, 2002, pp. 219-313). Cuando en 1615 llegan los piratas calvinistas holandeses a las costas de El Callao, amenazando con saquear los ricos templos de Lima, Rosa corre a la iglesia de Santo Domingo, trepa al altar y se propone luchar y morir por el Divino Sacramento.
Esta defensa incondicional a la Sagrada Forma —símbolo mesiánico de la Casa de Austria española—, permitió que el arte virreinal representara a Rosa —custodia en mano— junto al monarca hispano quien, con la espada en alto, defendía el culto a la Eucaristía atacado por los moros infieles. Se trataba de una alegoría política que exaltaba la unión estratégica de España con sus reinos de ultramar para combatir el protestantismo y el islam. Impedida de predicar por su condición de mujer, un año antes de morir, la virgen limeña adoptó a un niño huérfano para que fuera misionero en los Andes. No por ello, empero, dejó de reconocer los abusos cometidos contra los indios. Sus curiosas visiones del demonio en la forma de un mastín o perro devorador con el que lucha a brazo partido, recuerdan a los canes empleados por los españoles durante la conquista del Perú como arma de guerra para cazar indios o arrancarles confesiones, una vez prisioneros (Busto Duthurburu, 1978, pp. 479-481).
Con esta visión, Rosa transformaba su propio cuerpo en una metáfora del indio sufriente; en un ex voto humano. Otra celebre visión contenía proyecciones sociales y políticas más complejas o sutiles. En una ocasión, Cristo se le aparece a Rosa como un maestro de cantería y la conduce a un obraje que él dirige. Este rudo oficio, asociado a las labores mineras de indios sujetos al régimen tributario obligatorio de la mita, estaba en manos de hermosas doncellas laicas vestidas de gala ocupadas en cortar mármoles y ablandarlos con sus repetidas lluvias de lágrimas. Es probable que el origen de esta visión se basara en el obraje minero de indios que su padre, don Gaspar Flores, administraba en Quives, un pueblo en la serranía de Lima a donde la virgen limeña se trasladó con su familia por los años de 1597. Una sola visita a este lugar habría bastado para convertirlo en una metáfora triunfalista criolla: los duros mármoles indianos tallados por las esposas seglares del Cristo cantero —por Rosa y sus discípulas—, representaban a los feligreses indígenas, que una vez pulidos servirían para construir la Iglesia renovada y profética americana. Algunos cronistas criollos, como el agustino Ramos Gavilán, emplearían símiles análogos al comparar la Iglesia americana a una cantera repleta de plata y piedras preciosas que maduraban al interior de la tierra bajo los rayos benéficos del Sol de Justicia (Ramos Gavilán, 1988, p. 291).
Y en el siglo XVIII, el manuscrito anónimo conocido como el Llanto de los Indios cristianos en la América Peruana (Planctus indorum christianorum in America peruntina, ca. 1750), dirigido al papa Benedicto XIV, incluso describe al sacerdocio indígena y mestizo como parte de un pueblo sufriente, maltratado y alienado de la vida sacramental de la Iglesia que amenazaba con sublevarse y romper su compromiso de vasallaje con la monarquía hispana, si ésta no reconocía que de las piedras [Dios] puede hacer hijos de Abraham, de los indios, piedras pulidas con el martillo de ingentes trabajos durante dos siglos, instituirá hijos de la Iglesia fuertes y vigorosos que sean Príncipes de sus hermanos sobre toda esta tierra americana (Navarro, 2001, p. 92) No eran los tesoros auríferos del Perú sino sus santos predestinados los que desde el Nuevo Mundo restaurarían a la vieja Europa con una nueva Iglesia apostólica americana. La proyección universalista del culto a la primera santa americana explica las interpretaciones que se hicieron del milagro acontecido en su cuna, a los tres meses de nacida, cuando el rostro de la párvula se transfiguró—literalmente— en una rosa con ojos, nariz y boca.
El incidente no pasó desapercibido. Fue pintado en repetidas ocasiones tanto en el Perú como en Nueva España y sus panegiristas se basaron en esta bizarra transfiguración para argumentar que la Virgen de Guadalupe se había aparecido en Nueva España para enseñarle al indio Juan Diego las rosas de Castilla que prefiguraban el nacimiento de la primera rosa americana con la que se inauguraría una nueva edad de oro espiritual hispanoamericana. Que su culto articuló la primera etapa del pensamiento criollista lo demuestra el hecho de que tras ser beatificada en 1668, santa Rosa fue declarada —cosa excepcional y con dispensa papal— patrona universal de toda la América y de los dominios de España antes de su canonización, en 1671. Aún queda por documentarse los orígenes étnicos de santa Rosa. En el título mismo de su proceso ordinario de beatificación se hace hincapié que la «bendicta soror Rosa de Santa María» era una «criolla desta Ciudad de los Reyes»; ella era —por usar el testimonio de Antonio de la Vega Loayza, confesor jesuita de Rosa— la «sancta Criolla» de «toda esta insignia República» (MSRSM, Proceso Ordinario 1617-1618, fol. 208).
Pero otros indicios apuntan a que la santa era de origen mestizo. En su sermón panegírico predicado en Madrid en 1668 durante sus fiestas de beatificación, el franciscano criollo fray Gonzalo Tenorio revela haber conocido personalmente a la familia y el entorno de la santa y asegura que sus abuelos maternos —don Francisco de Oliva e Isabel Herrera—, eran «puros Indios, de los nuevamente convertidos» (Parra, 1670, p. 634) ¿Sería este el motivo de fondo por el que María de Oliva, la madre de la santa, no dejaba que nadie osara llamar a su hija por su nombre de pila, «Isabel» Flores de Oliva, similar al de su supuesta abuela indígena? ¿Estaba aquí la clave de su cambio de nombre, de Isabel a Rosa, cuando el santo arzobispo Mogrovejo le administró el sacramento de la confirmación? Es difícil demostrarlo aunque existía una causal importante para ocultar sus orígenes raciales. A inicios del siglo XVII, los dominicos tenían prohibido —salvo raras excepciones— el ingreso de indios y mestizos en su orden religiosa; sólo admitían a españoles y a criollos (Tibestar, 1955, p. 230-231). Es más, en el siglo XVIII el Planctus Indorum —citado anteriormente— se ampara en el origen racial mixto o mestizo de santa Rosa para asegurar que los americanos estaban capacitados no sólo para el sacerdocio sino para la santidad.
Recordemos que ya en tiempos de Carlos II, un cacique indígena de Jauja (Perú), llamado Jerónimo Lorenzo Limaylla, infructuosamente intentó que se autorizara en España la creación de una orden de caballería para «los descendientes de ingas y moctezumas», bajo el patrocinio de santa Rosa (Lohmann Villena, 1947, XXVIII). Un indio visionario, el célebre sastre chiclayano Nicolás Ayllón (1632-1677) —fundador de un beaterio en Lima y a quien se le abre un proceso de beatificación—, vio a santa Rosa ingresar en el Cielo antes de que subiese a los altares. Portaba —según él y así la mando pintar— sus emblemas criollistas en cada mano: sostenía al Niño Jesús (con el anillo nupcial) dentro de una guirnalda de rosas, flores y olivas, que aludían secretamente a los nombres criollos de sus padres: a don Gaspar Flores y doña Isabel Oliva y, en otra mano, a la Ciudad de Lima —la nueva Ciudad de Dios— sobre el Ancla, símbolo de la esperanza (véase Cuadriello, 2003). En plena época borbónica, la nobleza indígena también le atribuyó a santa Rosa una profecía política apócrifa, con contenidos políticos reivindicatorios, que terminó por movilizar muchas de las conspiraciones y rebeliones indígenas del Perú preindependentista, desde 1750 hasta 1783. Según la profecía después de dominar los reyes de España tanto tiempo como los incas, el cetro caería de manos de los monarcas hispanos y el antiguo Tawantinsuyo sería restaurado por un inca (Stevenson 1825, pp. 290-291; Mujica Pinilla, 2001, pp. 340-347).
No se trataba, curiosamente, del retorno al tiempo gentílico de los incas y de sus antiguas idolatrías. Más bien, la profecía auguraba la restauración de aquel orden monárquico virreinal, anterior a las reformas borbónicas ilustradas asociado con el gobierno espiritual y temporal de los jesuitas. Estos, como estrategia evangelizadora, fomentaron procesos simbólicos de hibridez cultural que deliberadamente cristianizaban prácticas religiosas nativas para enfatizar y privilegiar la alteridad o identidad étnica de las elites indígenas aculturadas. No es accidental que tras su destierro del imperio español en 1767 —bajo el reinado de Carlos III— algunos jesuitas americanos radicados en Italia colaboraron con el proceso político de la Independencia (Vargas Ugarte, 1934). Curiosamente la llegada de Rosa a los altares confirmó la cuestionada paridad de ingenios entre europeos y americanos y la virgen peruana fue declarada patrona de la Universidad de San Marcos. Ya lo aseguraba José María de Córdova y Urrutia en sus noticias históricas y estadísticas sobre Lima publicadas en el año de 1839: Santa Rosa de Santa María, cuyas virtudes hizo acallar todas las universidades de Europa que promovían acaloradas cuestiones sobre si los americanos debían considerarse como entes racionales (Córdova y Urrutia, 1877, p. 132) En 1816 el Congreso emancipador de Tucumán declararó a santa Rosa —máximo emblema criollo de religiosidad virreinal peruana— patrona de la independencia americana.
BIBLIOGRAFÍA
Brading, 1991; Busto Duthurburu, 1978; Córdova y Urrutia [1839], 1877; Cuadriello, 2003; Hanssen [1664], 1929; Huerga, 1978; Lohmann Villena, 1947; Meléndez, 1681; Millar Carvacho, 2000; Monasterio de Santa Rosa de Santa Maria (MSRSM), 1617-1618; Montalvo, 1683; Mujica Pinilla, 2001; Mujica Pinilla, 2002; Mujica Pinilla, 2003; Navarro, 2001; Parra, 1670; Ramos Gavilán, [1621], 1988; Stevenson, 1825; Tibestar, 1955; Vargas Ugarte, 1934.
Fuente: Santa Rosa de Lima y la política de la santidad americana autor Ramón Mujica Pinilla