26 agosto 2008

Francisco González Gamarra

Voy a referirme a la obra artística y al pensamiento de un hombre de cultura peruano, formado en los claustros de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, en el lustro que va de 1910 a 1915, nacido en la ciudad imperial del Cuzco en 1890 y fallecido en la ciudad de los Reyes el 15 de julio de 1972. Su nombre es Francisco González Gamarra.
Intentaré su exposición, ciñéndome a fuentes escritas e iconográficas del Archivo de Francisco González Gamarra, propiedad de la Sucesión de Francisco González Gamarra, el cual consta de documentos manuscritos, archivos fotográficos, partituras, bocetos, correspondencia varia, artículos periodísticos, así como bibliografía publicada sobre nuestro autor. He acudido, por cierto, a la obra pictórica del artista, meditando en ella y en diálogo con expertos peruanos y extranjeros, cuyo consejo unánime es estudiarla y divulgarla del mejor modo, pues tiene un calado profundo para la cultura peruana contemporánea. Por todo ello expondré una síntesis del legado intelectual de Francisco González Gamarra,
en apartados que desarrollo sucesivamente.
I) Datos biográficos:
Nace un 4 de junio en la familia constituida por don Tomás González y Martínez y doña Eufemia Gamarra y Saldívar. Ambos son amantes del arte, el padre de la pintura y la madre de la música. Ella es hija de don Mariano Lino Gamarra, sobrino del Mariscal Agustín Gamarra. El es hijo de don Francisco de Paula González, promotor de las artes plásticas en la ciudad del Cuzco.
Desde muy pequeño encuentra en la biblioteca paterna su lugar preferido, y se deleita con las colecciones de revistas europeas de arte que reciben sus padres. A los 5 años de edad empieza a copiar pinturas famosas allí reproducidas.
Efectúa sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Americano, y durante la secundaria, por disposición del Director, el Dr. Sivirichi, es profesor de dibujo de sus condiscípulos. Luis Valcárcel era uno de ellos, muy amigo suyo y entre ambos promueven una Revista juvenil, Pinceladas, cuyas carátulas reproducen caricaturas de personajes cuzqueños, hechas por el joven artista autodidacta.
En 1910 la Revista Limeña Variedades -bien conocida en el Cuzco por la familia González-Gamarra- promueve un concurso nacional para cubrir la plaza de caricaturista. Francisco González Gamarra se presenta y obtiene el primer puesto, con 20 años de edad. Había iniciado sus estudios universitarios en la Universidad San Antonio Abad, y ahora se dispone a abandonar su ciudad natal.
Llega así a Lima y vive en la casa de los tíos Gamarra-Hernández, en el distrito de la Magdalena y empieza a trabajar en la Revista dirigida por Clemente Palma, hijo de Don Ricardo, y a la vez continuará sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Las caricaturas de González Gamarra se publican semanalmente durante un lustro. El tema lo elegía el Director de la Revista y de común acuerdo, el artista o Palma, redactaban los textos a pie de pagina. La vasta colección de caricaturas a color y en blanco y negro, constituye una sugerente fuente iconográfica que permite estudiar con buen humor, la vida política peruana, entre los años 1910 y 1915. En opinión de Juan Manuel Ugarte Elespuru esa colección “tiene la impronta de un artista maduro, de un maestro consumado de dibujo y acuarela, con tan sólo 20 y pocos años de edad”.
En la redacción de Variedades conoce y hace amistad con Teófilo Castillo quien prologa un primoroso Album de Dibujos a Pluma sobre Lima, fechado en 1915, elogiando las dotes del joven artista. También le dedicará diversas críticas de arte aparecidas en sucesivos números de Variedades. José Gálvez, por su parte, condiscípulo suyo en las aulas de la Facultad de Letras y amigo de la familia Gamarra-Hernández escribirá unas páginas muy elogiosas sobre el artista y sus Dibujos a Pluma de Lima en la Revista Variedades.
En 1915, también Variedades da cuenta de una renombrada tesis presentada por Francisco González Gamarra, en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, titulada “De Arte Peruano”. La había acompañado con más de 500 acuarelas y dibujos sobre motivos decorativos precolombinos. Es el primer estudio de su género en el siglo XX, y el Jurado presidido por Javier Prado, lo premia con las más altos calificaciones. Variedades informa, igualmente, de
la decisión de González Gamarra de viajar al extranjero con el fin de dar a conocer los tesoros de arte del Perú.
Este realiza exposiciones en New York, en la Universidad de Columbia y en la Hispanic Society. En Washington expone en el Smithsonian. La Revista Art´s and Decoration de New York por su parte, publica varias de sus obras y una reseña de su tesis de Arte Peruano.
González Gamarra viaja a Europa en 1925, a Italia, Florencia y Roma y en París organiza la exposición “Arte Peruano” en la Galería Trotti de la Place Vendôme. Recibe la Medalla de Oro en el Salón de Artistas Franceses de 1927 en el cual participa. En 1928 regresa al Perú y se le otorga la Orden del Sol como reconocimiento por su importante labor de difusión de los valores peruanos del arte y la cultura, tanto en Europa como en América del Norte.
Radica en Lima e instala su taller en la calle de General La Fuente, en el centro histórico de la ciudad. Contrae matrimonio con Sofía Umeres Rodríguez. de familias cuzqueñas, y tiene tres hijos, Francisco, David y Luz. Es Presidente de la Sociedad Peruana de Bellas Artes durante la década de los 40, realizando desde allí una intensa labor de promoción del arte en Lima. En la siguiente década es nombrado Director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima. Recibe en ambas décadas importantes premios: en 1945 el Premio Nacional de Pintura Ignacio Merino y en 1950 el de Música, Luis Dunker Lavalle. El gobierno español lo condecora con la Orden del Mérito Civil por sus lienzos sobre Garcilazo Inca de la Vega pintados para la Mezquita de Córdoba, España. En los años 60 la Ciudad del Cuzco lo reconoció con un hijo ilustre y la Universidad del Cuzco le otorgó la medalla de honor por su prestigiosa labor artística, especialmente la musical. Fallece al inicio de la década de los 70.
A continuación expondré aspectos del pensamiento de González Gamarra, empezando por su visión del hombre, la naturaleza, la cultura y concluiré con la propuesta de una teoría del arte peruano presentada por el artista en 1937.
II) La condición humana.
González Gamarra fue un humanista en el sentido cabal del término, es decir, alguien que tiene en alta estima la condición del hombre. Opino que esta alta valoración de la naturaleza humana la adquirió en la aulas universitarias, las del Cuzco y las de Lima. Allí adquiere todo el saber superior que quiere, como lo ha dejado escrito José Gálvez, quien lo considera uno de los más distinguidos alumnos de la Facultad de Letras.
Pero no sólo tuvo la fortuna de frecuentarlas con hambre de saber, con deseo de penetrar en el conocimiento del hombre y su dignidad, plasmada en la grandiosidad de las culturas precolombinas que tanto aprecia desde niño. No, también se le había otorgado el privilegio de nacer en el Cuzco. La ciudad imperial es una pieza de museo toda ella –como lo es Florencia en Italia- y lleva cifrada la raigambre profunda de la cultura hispanoamericana en sus muros, en sus casas, en sus calles, en sus plazas. Hace poco ha escrito al respecto un investigador valenciano: “el eje en torno al cual giró su producción y su vida misma,-la de González Gamarra, fue el hecho de ser consciente de su vigorosa identidad. El ser peruano se constituye en su punto de referencia constante, entendiendo dicha realidad como compendio de lo incaico y lo español. Indudablemente ese sentirse peruano se enraíza en su Cuzco natal, ciudad que le dotó de personalidad y carácter permanentes”.
Pero su alta estima y respeto por el hombre no sólo provienen de su formación humanística en las aulas universitarias o del privilegio de haber nacido en la ciudad imperial. Pienso que proviene de su familia. Recibió de ésta fuertes influencias a través de una educación asimilada casi sin darse cuenta, en la cual sobresalía el aprecio por las bellas artes. En efecto la valoración de la belleza artística se respiraba como el aire en la casa de la familia González-Gamarra. La madre era una excelente pianista y tocaba diariamente el piano. El padre estaba dotado de talento para la pintura, y dibujaba y pintaba muy bien. Además, junto al amor a las bellas artes, se respiraba en esa casa el sentido del honor, el respeto y la ayuda fraterna entre los hermanos, el buen gusto y los buenos modales. Una huella de esa influencia familiar la encontramos en la dedicatoria que el joven pintor deja impresa en el Album de sus Dibujos a Pluma: dice: “A mis padres, que me infundieron, con el Arte, el amor al pasado y la constancia para conquistar el futuro...”
A través de estos ricos veneros: -la Universidad, la ciudad del Cuzco, el hogar paterno- González Gamarra aprendió a respetar al hombre, sin prejuicios de raza, sin distinción de lenguas. Aprendió a valorar las facultades propiamente humanas –la inteligencia, la voluntad, la memoria, la imaginación- pues todas ellas intervienen en el proceso de creación artística, vocación a la cual se siente fuertemente llamado. González Gamarra tiene fe en el hombre, en sus altas potencialidades y apoyado en esa creencia desarrolla el andamiaje de su formación artística-profesional.
No frecuenta ninguna escuela de arte, pero se dedica a investigar por sí solo en museos del Cuzco, en los de América del Norte, en los de Europa. Fue perfeccionando cada vez más sus medios de expresión artística, incluidos el lenguaje de la música y la propia lengua materna. Es un lector empedernido de los clásicos y frecuenta las bibliotecas públicas de todas las ciudades que visita. Atiende con cuidado el mejorar su dominio del quechua, que habla con soltura desde niño, y lo va manejando con perfección literaria y poética hasta componer versos que le servirán de letra para varias de sus composiciones musicales.
III) La naturaleza
¿Qué pensaba este humanista sobre el paisaje natural que le rodeaba? ¿qué es para él la naturaleza física? Voy a citar a continuación un documento inédito del Archivo González-Gamarra: Recoge una intervención del artista durante un homenaje al Cuzco organizado por Radio Nacional, bajo la Dirección de César Miró. Entonces pronunció las siguientes palabras: “Quiero recordar aquellas mañanas radiantes y frescas, aquellas tardes doradas y tranquilas en la que recorría la campiña de los alrededores de las imponentes y majestuosas ruinas incaicas. Aquellos días inolvidables de mis primeros viajes por las provincias cercanas, mis excursiones por Chincheros, Ollantaytambo, Pisac, pintando lleno de entusiasmo y fe, todo lo que impresionaba a mis ojos, recogiendo en rápidas acuarelas paisajes típicos, escenas costumbristas, tipos pintorescos, estudios raciales indígenas, rincones evocadores, bellos....”
Estos textos llevan cifradas actitudes fundamentales en la vida de González Gamarra en relación a la naturaleza. Como pintor que es, sus impresiones de los Andes peruanos, del Salcantay y sus vecinos, la nieve en las cumbres de esos picachos espléndidos, o la arcilla rojiza de la tierra cuzqueña, el esplendoroso azul de su cielo límpido, o los dorados atardeceres en la pampa de Anta, donde veranea su familia, o en el valle Sagrado de los Incas del Urubamba, todos esos espectaculares paisajes los llevará guardados para siempre en su alma.
Precisamente durante su estancia en los Estados Unidos, en su estudio de la calle Broadway, empezará a vislumbrar a un personaje, el Willac Umu, en medio de un extraordinario paisaje cósmico: un cielo límpido y estrellado, en una noche de luna en Macchu Picchu. Otro de los óleos famosos se inspira en un amanecer extraordinario en la selva de la Convención, en el Cuzco, en un lugar denominado Tres cruces adonde el sol amanece en todo su esplendor y lo titula El Himno al Sol.
Tales obras y otras muchas más dejan constancia de la admiración de nuestro artista por la naturaleza, por la belleza que ostenta y que su actitud de contemplativo la descubre en sus mil facetas. El paisaje natural estará, pues, presente en sus creaciones como fruto de su admiración ante la grandiosidad del mundo natural. También en sus composiciones musicales la inspiración nacerá de las impresiones de la naturaleza física en su alma, tal es el caso de una obra para piano titulada: Noche de Luna en el Cuzco.
Como afirma el pintor -en las líneas citadas anteriormente-, su habitual contemplación de esos bellísimos paisajes va seguida de una reacción espontánea, al alcance de sus habilidades de expresión: pinta esos paisajes, “lleno de entusiasmo y fe” –dice- , ya sea en rápidas acuarelas que le servirán de modelo para estudios posteriores, lienzos al óleo, etc., o los recoge en trazos a lápiz o al carbón que utilizará de ayuda memoria para futuras creaciones.
En los Dibujos a Pluma de Lima, además de bellos ambientes urbanos de la ciudad, hay espléndidos dibujos sobre elementos naturales, como es el caso de un centenario árbol en la Magdalena, cercano a su casa, que todo él refleja -además de un extraordinario dominio del dibujo- la sosegada y amorosa mirada del artista que va evocando con la imaginación diversas escenas del vivir cotidiano de generaciones de vecinos; o también esos dos rincones del puerto del Callao, la dársena y el muelle, en torno a los cuales las serenas aguas del Pacífico son ligeramente agitadas por el viento, que les imprime dinamismo y abre finos surcos sobre la superficie del mar.
IV La cultura.
Veamos ahora el pensamiento de González Gamarra en torno a la cultura. El ha nacido en una de las ciudades más antiguas de América, en la cual la síntesis de lo mejor de la tradición cultural precolombina se encuentra con lo mejor de la tradición artística y cultural hispano-occidental. Ese alto nivel cultural está a ojos vistas en los monumentos, en las calles, en las casas, en los lienzos de la escuela cuzqueña, en las plazas, en toda la ciudad. Posiblemente por eso manifiesta una gran fe en América y en su futuro. Ama la tradición, desde su duplicidad de las raíces precolombinas y occidentales y la concibe como un punto de partida para el progreso humano.
Dice en una entrevista periodística en 1949:
“Nací en el palacio imperial de Mayta Capac en el Cuzco. En mi niñez medité largas horas entre los lienzos y retablos coloniales que adornan las iglesias de la augusta ciudad de los Incas. Este ambiente hizo que me sintiera casi obligado a ser pintor. No podía hacer otra cosa.” Y en otra ocasión, también ante un medio de comunicación, declara:
“Creo haber exteriorizado en muchas oportunidades y diversas formas de expresión mi profundo amor por el Cuzco. No sólo porque es una ciudad bella, una comarca de natural y poderoso encanto, una región privilegiada del suelo patrio, sino porque estoy convencido de que el Cuzco es la esencia, la síntesis, el símbolo máximo de nuestro ser americanos....En Lima o en el extranjero, donde quiera que me he hallado, siempre me he sentido orgulloso de ser cuzqueño, porque sintiéndome tal, me siento más limeño, más peruano, más americano”.
La cultura para González Gamarra será pues obra del hombre, será el modo como éste se sitúa en una región natural y la civiliza, dejando en esa obra su impronta y su genio. La cultura es obra de sucesivas generaciones, por eso avanza, debe avanzar siempre, con el aporte de unas y otras generaciones. Hay razones sobradas en la tradición cultural peruana para creer y esperar en ese avance hacia delante. La tradición cultural humaniza al hombre, lo ratifica en la identidad suya, le transmite los valores de los antepasados, su sabiduría, sus conocimientos, sus valores, en otras palabras, su ethos configurador del alma de cada hombre. Por eso todos tienen derecho de acceder a los bienes de la cultura, y ese acceso se realiza primariamente en la familia. El valor de la educación arranca desde estas raíces primarias del hombre. Es en la familia donde encuentra su propio origen, no sólo el biológico, sino en todo el despliegue de sus posibilidades humanas. En la familia y la educación en ella recibida, la persona se reconocerá toda la vida. A esos orígenes volverá siempre en las sucesivas etapas de su desenvolvimiento. Por eso la educación familiar será insustituible para el hombre, también porque en ella se aprenden los hábitos y las buenas costumbres.
Se aprende a trabajar, se aprende la honradez, el valor de la veracidad, la amistad, la justicia.
Después de la familia son decisivas las escuelas y la educación superior.
En ambos niveles se transmite la cultura al hombre. Tanto en la escuela como en la Universidad o Escuelas Superiores -él habla de esto mientras es Director de la Escuela Superior de Bellas Artes de Lima- se debe introducir a los jóvenes, con cuidado y seriedad, en los diversos niveles y áreas del saber, las ciencias y las artes.
Cultura –para González Gamarra- va pues de la mano con desarrollo humano, con vida y educación familiar, con enseñanza escolar y universitaria.
V) Una propuesta de Teoría del Arte
Voy a referirme ahora a una declaración de principios que efectuó en 1937 y que llamó “Teoría del arte peruano en forma de decálogo”. Pese a la referencia primaria a lo peruano, implica una visión muy amplia del papel del arte en la cultura, que podría también aplicarse en ámbitos universales.
En efecto, al afirmar, por ejemplo, que el arte debe estar desvinculado de otras actividades humanas, como es el caso de la política, no sólo piensa en el Perú, sino el ámbito universal. En otras palabras, el arte para González Gamarra no está subordinado a intereses pragmáticos o ideológicos, sino que es un quehacer humano creativo de índole propiamente espiritual, con un valor propio y específico.
“1. Arte peruano es el lema de un movimiento estético que se propone forjar un arte que exprese el espíritu del Perú.
2. Este movimiento comprende todas las artes: arquitectura, escultura, pintura, música, literatura y artes aplicadas.
3. No es político.
4. No es extremista.
5. No es iconoclasta.
6. No es esclavo de los ismos.
7. Es intuitivo-creador.
8. Es del Perú y para el Perú.
9. Predica la buena voluntad y la comprensión.
10. Proclama lo esencialmente peruano antes que nada”.
En esta declaración de principios se encuentran cifrados numerosos aspectos del pensamiento estético y antropológico de González Gamarra.
Lo primero que salta a la vista es que concibe el arte como una tarea específica del espíritu humano y aunque la creación artística deba servirse de elementos materiales -puesto que el hombre es un ser corpóreo y sus facultades sensibles están imbricadas en la creación artística-, sin embargo hay una prioritaria actividad del espíritu en el fenómeno creativo.
Hay que resaltar también otro rasgo de su pensamiento estéticoantropológico: González Gamarra propone un ideal humanizador para el arte en una comunidad: puede ayudar a la configuración de la conciencia de nación entre los ciudadanos. De lo esencialmente peruano dice, aludiendo así precisamente a ese ámbito de “lo común” entre los peruanos. Si bien dirá con claridad que el arte no se confunde con la actividad política, no por ello dejará de tener una función social-educadora de primer orden.
También hay que subrayar la amplitud del horizonte de nuestro autor: para González Gamarra el arte no sólo es pintura o música, disciplinas artísticas que él domina. Entiende bien que todas las bellas artes, -entre las cuales incluye la arquitectura y las artes aplicadas-, pueden y deben tener esa función configuradora del alma nacional en los ciudadanos. El artista tiene, por decirlo así, esa responsabilidad social: por la capacidad de penetrar con hondura en el alma humana -quizás más que el hombre de la calle-, y por ello, puede y debe efectuar con el ejercicio del arte este servicio de índole espiritual a sus conciudadanos.
Nuestro autor sostiene que el movimiento que denomina De Arte Peruano no es político. Veamos qué quiere decir con ello. Para González Gamarra se distinguen y diferencian claramente por un lado la labor creadora de los artistas -de índole espiritual-, y de otro, la militancia en movimientos políticos. Esta última conlleva una actividad intensa que busca acceder al poder político, participar o influir en él. Con una clarividente visión, en unos momentos históricos en los cuales el arte se puso al servicio de las ideologías políticas, también de corte totalitario, y abandonó el silencio creador de los talleres artísticos para salir a las calles vociferando consignas de turno, González Gamarra toma la conveniente distancia y adopta una postura independiente. Esa independencia, por otro lado será una expresión de su fuerte personalidad.
Hay otro rasgo del pensamiento de González Gamarra que también aparece claramente expresado en su decálogo y conecta con su personalidad equilibrada: se distancia de los extremismos, de la esclavitud de los ismos, dice. Conoce bien lo que los griegos llamaron la hybris, esto es la desmesura, esa falta de sensatez que exagera, se sale del justo medio, y reduce la vida a esquemas rígidos, a posturas simples y antagónicas. Para nuestro autor la estrechez de visión y, más aún, la estrechez de espíritu, deben estar lejos de los verdaderos artistas, amantes de la belleza y de la libertad. Estos desean captar lo esencial y admiten las diferencias de perspectivas al expresarse: cada quien tiene “su mundo” y su propio talento creador. Esto es así porque todo hombre es distinto a otro.
Los extremismos, por otra parte, traen de la mano conflictos y con ellos divisiones entre los hombres. Y al revés, los valores artísticos y su raigambre espiritual, también alimentados en la historia, el paisaje y la tradición, son un claro venero del cual los artistas pueden beber.
Otro principio para nuestro artista, está formulado en los siguientes términos: no quiere que el movimiento de arte peruano sea iconoclasta.
Utilizando la nomenclatura usada en su día en Europa para designar a los
destructores de las imágenes sagradas en el histórico debate de europeos
orientales y occidentales sobre la posibilidad de representar plásticamente lo sacro, González Gamarra parece estar aludiendo a quienes en el Perú de sus días, en nombre de la revolución en el arte, desechaban o menospreciaban la pintura de los clásicos o del Renacimiento. Algo así como una revuelta que rompe con la tradición clásica de los cánones artísticos, arrasando en esa destrucción valorativa a la Escuela Cuzqueña que él ha amado desde pequeño.
Tampoco el arte peruano es esclavo de ismos: esto es, la moda no puede ser el criterio para hacer arte. La moda es un modo, un estilo que se propone como modelo. Pero copiarlo como paradigma para el trabajo artístico, sin margen para la libertad creadora, eso es una forma de esclavitud. O dicho de otro modo, es una renuncia al vigoroso impulso creador de la propia libertad personal. Es sabido que a partir del Salón de los Impresionistas de 1888, los ismos en el arte se fueron sucediendo vertiginosamente en Francia, y el mundo occidental fue adoptando como moda ese modo de rebelarse frente al arte anterior. Arte academicista, se decía en ambientes peruanos. Alude González Gamarra a la esclavitud de los ismos. Hay que haber vivido esos años para darse cuenta la fiebre que significó el lanzamiento de los modos de descomponer las figuras, el famoso cubismo de Picasso, después del impresionismo, del simbolismo, etc. Y el apasionamiento para desvirtuar y desvalorar el trabajo creador fuera de esas modas.
Por eso otro principio del Decálogo sostendrá que el arte peruano es intuitivo y creador. La creatividad es un proceso complejo del espíritu, que requiere de mucho trabajo previo: se concibe a grandes rasgos una idea, y luego hay que bocetarla, darle forma, irla puliendo, hasta que finalmente
sale la imagen intuida en la imaginación y luego pensada y proyectada. Lo mismo vale el proceso creador en la pintura o en la música, la escultura, etc.
Los restantes principios tienen que ver con su modo patriótico de entender el arte: debe inspirarse en el pasado peruano, en la cultura precolombina tan rica en todo tipo de manifestaciones, en los valores peruanos, también desde el siglo XVI y posteriores, en las gestas de tipo histórico, en la geografía espléndida de nuestro país, en todo aquello que los peruanos tenemos en común, y por ello nos vincula. 26 De allí que el patrimonio común –compartido- nos tiene que hacer fraternos, nos une y nos facilita el comprender nuestra diferencias. Por eso predica González Gamarra la buena voluntad y la comprensión. La colaboración, no el enfrentamiento. Son consideraciones de un espíritu noble que ama el Perú y desea para su patria lo mejor. Quizás por eso dirá que este Ideario es del Perú y para el Perú. Habría que añadir en primera instancia, porque la convivencia con las demás naciones, las relaciones internacionales, enriquecen a todos, y precisamente estamos llamados los peruanos a aportar a la comunidad internacional lo que nos es común y propio. Hablará de ello en otros contextos.
Fuente: FRANCISCO GONZÁLES GAMARRA:UNA TEORIA DEL ARTE PERUANO autor Luz González Umeres. Universidad de Piura.

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