31 agosto 2008

Distrito de Sanagoran - Testimonio de una mision pastoral

El día 13 de enero del presente año arribamos a la prelatura de Huamachuco, sierra norte de Perú, Wiesiek Dziadosz (polaco) y un servidor, Fernando Cortés (mexicano), con el objetivo de apoyar la pastoral en la parroquia de Sanagorán que preside el hermano Mario Vidori. A dos meses de permanencia en dicha parroquia, durante los cuales pudimos visitar algunos pueblitos (caseríos dicen acá) para ejercer nuestra labor pastoral, quiero compartirles nuestras impresiones de la experiencia de misión.
Contacto con la gente
Hemos visitado los caseríos de Sanagorán, Ventanas, El Marco, La Yerbabuena, Cazaña, Hurán, Challuate, Chuyugual, Corral Grande, Cushuru, Pampa Verde y Peña Colorada. Percibimos gran hospitalidad de parte de los habitantes de la sierra, generosidad en el trato y esa sencillez característica de la gente campesina que invita a olvidarse de todo protocolo y a proceder sin tanta complicación; además, notamos con agrado los esfuerzos que se hacen en algunos caseríos por demostrar sentido de comunidad, por ejemplo, en la construcción de capillas, en realización de faenas para el provecho de toda la comunidad y en la organización comunal para estar comunicados mediante los catequistas y agentes tenientes, éstos también cubren la labor de seguridad. No obstante, constatamos con pena las disputas entre vecinos debido a los linderos territoriales de los cultivos, problemas de alcoholismo y machismo. A las celebraciones litúrgicas asistían más mujeres que hombres.
Cuando llegábamos a un caserío lo primero que hacíamos era localizar al catequista, de quien obteníamos información acerca de la comunidad y de la situación pastoral de la gente, él se encargaba de comunicar nuestra visita y de reunir a la gente en la capilla. En ocasiones era imposible localizar a algunos catequistas porque por motivos económicos emigraban a otro lugar a trabajar, o porque vivían muy lejos de la comunidad o simplemente andaban de visita en algún caserío. Llegamos a notar con gran pena que algunos catequistas no cumplen debidamente con su función o tienen problemas con la gente; mientras que, otros por más ganas que le quieran poner a su ministerio no reciben el debido respaldo de su gente.
Nuestra labor primordial fue la impartición del sacramento del bautismo, lo cual nos dio pie para hablar en las reuniones pre-bautismales acerca del don de Dios manifestado por este sacramento, pero haciendo hincapié en el deber o el compromiso que se adquiere al recibir el agua de regeneración: el testimonio del amor al prójimo y la solidaridad por el Reino. Insistimos que este compromiso lo adquieren primeramente los padres y los padrinos, ya que son los responsables de la educación cristiana de sus hijos para que éstos el día de mañana sean los buenos cristianos y ciudadanos que tanto necesita nuestra Iglesia y nuestro País.
Experiencia de exclusión
Mientras estaba en Sanagorán, una señora me contó el drama de haber vivido en carne propia la crueldad del grupo terrorista Sendero Luminoso que mucho daño hizo a la gente de la sierra: “Ellos llegaron aquí al pueblo, mataron a las autoridades, al alcalde, al tesorero y al teniente. Cierto día tocaron mi la puerta de mi casa, al abrir la puerta ellos me aventaron al suelo, eran tres personas encapuchadas, me insultaban, mi marido ni tiempo tuvo para reaccionar. Nos preguntaban por mi cuñado que trabajaba en la alcaldía pero no le decíamos nada, ellos nos amenazaban. Al poco rato dieron con él y junto con otra persona se los llevaron a una casa no lejos de aquí. Ellos gritaban e insultaban. Se oyeron unos disparos y enseguida ellos, los del Sendero salieron corriendo hacia el cerro. Los habían matado.” Todo esto me contaba la señora con lágrimas en los ojos, mientras que yo hacía un esfuerzo por tratar de empatizar con el sentimiento de esta señora. Lo que sólo pretendía ser una visita de rutina, se convirtió en la escucha de un testimonio que la gente vive como un trauma. Del Sendero he oído y estudiado del mucho daño que hizo a la sociedad peruana, en especial a los pueblos indígenas quienes también sufrieron la crueldad de los militares. Tan sólo para darnos una mayor idea, entre 1980 y 2000, tiempo en que duró la violencia terrorista, se calcula que murieron casi 70 000 personas, en su mayoría gente de la sierra, pobre y marginada.
Mucho nos ha indignado la pobreza, la ignorancia y la exclusión en que vive la gente de los caseríos de la sierra, las nulas posibilidades que tienen para lograr un digno nivel de vida por falta de educación de calidad, de alimentación balanceada, de incentivos para sus cultivos, de infraestructura sanitaria, de caminos en buen estado, de programas de vivienda digna; y si a todo ello le aunamos el problem
a político de la destitución del alcalde de Sanagorán la situación de estos caseríos se torna todavía más desesperanzadora, y basta con citar un ejemplo:
Mientras estábamos en Ventanas ocurrió un caso que difícilmente lo olvidaremos. Un niño de diez años tuvo un accidente mientras pastoreaba sus ovejas, una gran piedra le cayó en la pierna dañándole gravemente el hueso (tibia) Los papás, ignorantemente, tan solo aplicaron a la pierna del niño un pedazo de tela caliente, lo cual contribuyó a perjudicarla aun más. No fue sino hasta el siguiente día cuando los papás decidieron llevarlo a la posta médica donde el personal de salud con gran empeño, pero también con grandes limitaciones materiales, dieron lo mejor de sí por sanar al niño. El niño unas veces lloraba, otras veces valientemente soportaba su dolor ante la impotencia de sus padres, del personal de salud y de nosotros. Había una gran desesperación en todos ya que, era urgente una ambulancia para trasladar al niño hasta Huamachuco, pero era de noche, hacía mucho frío, estaba lloviendo y el camino era intransitable. Afortunadamente, por radio la enfermera de Ventanas logró comunicarse con su colega de la posta de Sanagorán -donde sí cuentan con una ambulancia- quien de inmediato junto con otras personas que le acompañaron emprendió la odisea de trasladarse hasta Ventanas. A como estaban las circunstancias climáticas y geográficas se calculaba su arribo entre cinco y seis horas, a media noche. En vano fue la espera porque no llegaron a la hora contemplada, sino hasta las 8:00 de la mañana del día siguiente, empapados, con frío, con hambre y cansados. Sucedió que por lo intransitable del camino debido a la lluvia no pudieron avanzar más. Al poco tiempo, gracias a Dios, la ambulancia partía para Huamachuco con el niño y sus papás.
Durante todo este episodio vivimos mucha tensión y en carne propia sentimos la exclusión y la falta de medios que se requieren para emergencias como éstas donde un niño por poco más pierde su pierna. Nosotros nos preguntábamos desesperadamente dónde están los servidores públicos, los encargados de ver por la salud y la seguridad de esta gente, incluso los que deben ver por la educación para eliminar toda forma de ignorancia y superstición. No obstante, y en torno a esta tensión, es de alabar el trabajo de muchas personas que trabajan sirviendo a esta gente que vive en la total pobreza, aun con escasez de medios, sorteando toda clase de dificultades. Para ellos nuestro reconocimiento, nos fue muy edificante estar al lado de estas personas. Sin duda que servicios como éstos no sólo deben ser motivados por la obtención de un sueldo, sino, sobretodo por un gran amor al servicio de los más pobres.
Bellezas naturales
Es menester hacer mención de las bellezas naturales que encontramos en todo el distrito de Sanagorán, empezando por su capital distrital del mismo nombre, que brinda un clima benigno y da una tentación escalar sus cerros o pasear por la ribera de su río hasta encontrar una magnífica cascada río arriba. Las impresionantes punas de Ventanas que al ser bañadas por los rayos del sol reproducen distintas tonalidades del verde pasto y a cualquiera hacen sentir pequeño ante la mejestuosidad de la naturaleza. El vigoroso río de Chuyugual con algunos remansos que invitan a la quietud del alma y a reposar sobre su ribera. La cadena de bellas montañas que van desde Pampa Verde a Peña Colorada pasando por Corral Grande y Cushuru son un reto para cualquier expedicionario y ocasión de encuentro con uno mismo, para quien gusta de la contemplación y el silencio.
Conclusión
Para nosotros misioneros esta experiencia ha sido muy significativa ya que, hemos aprendido mucho de la gente que, a pesar de su pobreza no dejan de trabajar, de subir y bajar montañas, de forjar una comunidad organizada porque su esperanza tal vez sea lo último que muera. En ellos verdaderamente se refleja el rostro de Cristo que sufre y que a todos debe interpelarnos para que nos hagamos solidarios con los más pobres, con ellos que están fuera de todo proyecto y que no gozan de las comodidades del mundo moderno y que son víctimas de un sistema excluyente. Todo ello hace que una vez más refrendemos nuestro compromiso de trabajar por la extensión del Reino anunciando el Evangelio entre esta gente.
Para finalizar queremos agradecer al hermano Mario Vidori por la invitación que nos hizo para venir a compartir la fe con la gente más sencilla. Agradecemos también todas sus atenciones y por estar al pendiente de que en todo momento nuestra labor misionera marchara sobre ruedas. También agradecemos a personas que nos brindaron su apoyo y amistad, en Huamachuco: Naya y Flor. En Ventanas al personal de la posta médica: Ana, José Luis, Jorge y Alicia. En Cushuru: Janeth y doña María. Son tantas personas a quienes tenemos que agradecer, a todas ellas que Dios las colme de bendiciones.
Fuente: Misión en Sanagorán autor Fernando Cortés Barbosa. Escolástico. Lima, Perú.

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