28 marzo 2007

Las Estructuras Mortuorias de Marayniyoq (Ayacucho)

Marayniyoq es un sitio Wari ubicado en la sección media del valle de Ayacucho (Valdez 2002, 2006; Valdez et al. 2000, 2002a, 2002b, 2005; Valdez et al. 2001), (distrito de Huamanguilla, provincia de Huanta) . Las excavaciones realizadas entre 1999 y 2002 permitieron exponer dos estructuras funerarias de formas novedosas para el caso Wari, que se describen a continuación:
La cámara
Es una estructura rectangular subterránea, con techo y un acceso, nuevamente con orientación hacia las montañas de Rasuwillka. El techo, que estaba a escasos centímetros de la superficie, consistía de dos bloques de piedras megalíticas, sobre las cuales se había colocado a modo de un sello una cubierta de arcilla bastante compacta. Una cubierta similar fue previamente observada para las cámaras subterráneas descubiertas en Seqllas y Posoqoypata (Valdez et al. 2002a:394). Las paredes de la estructura son de pirca y carecen de un enlucido. Las dimensiones de la cámara son: 2,08 m de largo, 0,80 m de ancho y una profundidad de 1,08 m. Cerca a la esquina sureste se ubicó un pequeño nicho, similar al observado en Seqllas (Valdez et al. 2000, 2002a), donde tal vez se depositaron las ofrendas. Por su lado norte pasa un largo muro en dirección este-oeste; el acceso de la cámara está conectado al referido muro. Es posible que, en su forma original, los muertos fueran orientados hacia las montañas de Rasuwillka.
La cámara había sido intervenida, resultando no sólo en el retiro casi total del ajuar funerario, sino también en la dispersión de las muestras óseas fuera de la estructura. El techo, en su lado sur, no tenía la cubierta de laja, simplemente estaba tapado con piedras de campo. Esto quiere decir que originalmente la estructura debió estar cubierta por tres piedras megalíticas. Entre las ofrendas halladas al interior de la cámara e inmediatamente fuera de la estructura, pero siempre asociadas a los huesos humanos, hay 10 miniaturas de cerámica de diferentes formas, pero de mal acabado y sin decoración (Valdez et al. 2005:181). Hallazgos similares han sido recuperados de otras estructuras funerarias Wari del valle de Ayacucho (Valdez et al. 2002b:39). Esta evidencia indica que las miniaturas formaron un aspecto sobresaliente de las ofrendas mortuorias Wari. Una pieza de Spondylus trabajada y cinco pequeños aros de oro, también son parte del ajuar funerario. Junto a los huesos, tanto al interior y fuera de la cámara, se hallaron huesos de cuy (Cavia porcellus), lo que sugiere que este roedor también sirvió como ofrenda. Indudablemente, esta relación no parece representar el total del ajuar funerario; por el contrario, es probable que cámaras funerarias, como la de Marayniyoq, contenían valiosas piezas, como indica el hallazgo de los aros de oro.
Muchas de las muestras óseas fueron halladas fuera de la cámara (nmi = 48), en total desorden y desarticuladas. Otro grupo de huesos humanos habían sido dejados al interior de la cámara, pero siempre mezclados. Como resultado, queda incierto si originalmente los restos humanos estaban articulados y en orden. Es preciso anotar que algunos huesos de las extremidades inferiores fueron hallados aún articulados, flexionados, sugiriendo que originalmente los cuerpos fueron depositados en una posición sentada y con las rodillas flexionadas hacia el pecho.
La fosa
Esta estructura que contiene restos de varios individuos consiste de una fosa de forma rectangular y excavada en el suelo natural. De largo (N – S) mide 2,14 m, de ancho 0,74 m, con una profundidad que varía entre 0,50 y 0,32 m. En comparación a la cámara, esta estructura es bastante modesta. Carece de un techo, aunque sí estaba dotada de un piso pavimentado con lajas.
En su interior se hallaron los restos desarticulados de varios individuos, todos acumulados sin orden alguno, lo que dificultó la separación de esqueletos completos. Sin embargo, en comparación a los huesos recuperados de la cámara previamente referida, los huesos de la fosa estaban mejor conservados.
Aunque existe la posibilidad de que la fosa nunca fue saqueada, el ajuar funerario era bastante limitado, reflejando tal vez a los individuos allí depositados. Este consistía apenas de dos miniaturas de cerámica bastante parecidas a las encontradas en la cámara.
Mientras que para el caso de la cámara se tiene alguna indicación que sugiere que los cuerpos parecen haber sido colocados en una posición sentada, los cuerpos depositados en la fosa definitivamente recibieron un tratamiento distinto. Todo parece indicar que los huesos fueron trasladados de algún lugar, resultando en la mezcla total de los huesos, aunque cabe indicar que algunas vértebras aún estaban articuladas. Importante es añadir además que entre los huesos de la costilla se halló un instrumento de hueso, bastante punteado, que parece haber penetrado a la altura del pecho y logró salir por la espalda.
Metodología
La colección de huesos humanos encontrados fue limpiada y posteriormente analizada por separado con el principal objetivo de determinar el número mínimo de individuos (nmi) y reconstruir el perfil demográfico de los restos depositados en cada una de las estructuras, de acuerdo a los parámetros de Bass (1987), Ubelaker (1978) y Buikstra y Ubelaker (1994).
En primer lugar se procedió con la identificación y separación de los huesos en grupos distintos
(p. ej. grupos de mandíbulas, grupos de tibia, grupos de fémur, etc.). Durante este procedimiento se realizaron observaciones relacionadas a patología, traumas, salud y modificaciones culturales (deformación craneana y trepanación). En seguida se procedió con la identificación de la edad, separando las muestras en dos grupos: subadultos (menores de 19 años) y adultos (mayores de 20 años). La estimación de la edad de este grupo se basó en el desarrollo dental (Ubelaker 1978:63), complementado con observaciones concernientes al tamaño de los huesos largos, la fusión de las epífisis, deterioro dentario, cierre de las suturas del cráneo y la morfología de la pelvis (Krogman e Iscan 1986). Cuando fue posible, los individuos subadultos fueron separados en neonatos/recién nacidos (0-3 años), niños (4-14 años) y adolescentes (15-19 años).
El siguiente paso fue el estudio de cada categoría (adulto, subadulto), evaluándose el lado derecho o izquierdo y, cuando fue posible, la edad y el sexo (Buikstra y Ubelaker 1994: anexo 2). Fichas adicionales se usaron para evaluar las mandíbulas y maxilares, siguiendo los criterios de Buikstra y Ubelaker (1994). Mediante este procedimiento se estableció en número mínimo de individuos (nmi). El sexo se determinó mediante la evaluación
de la pelvis (Bass 1987:81; Buikstra y Ubelaker 1994).
Resultados
Cámara de Marayniyoq
El análisis óseo de los restos provenientes de la cámara demuestra la presencia de una variada población, de todas las edades y ambos sexos. No obstante que la muestra es pequeña (nmi = 48), la distribución de la edad al tiempo de la muerte revela una baja mortalidad durante la infancia y una alta mortalidad durante la niñez. En el grupo de adolescentes, se observa un ligero declive de la mortalidad. Si comparamos este resultado con datos de Conchopata (Tung 2003:123), existen algunas diferencias, especialmente con respecto a la mortalidad durante la infancia y la niñez, que son bastante altas para el caso de Conchopata. Por su lado, la mortalidad entre los adolescentes de Conchopata es baja, pero relativamente alta entre aquellos cuyas edades oscilan entre los 20 y 34 años. En Marayniyoq, la mortalidad entre los adolescentes es segunda al grupo de niños y mayor que los del grupo cuyas edades oscilan entre los 20 y 34 años. En general, la distribución de la edad al tiempo de la muerte de los individuos provenientes de la cámara de Marayniyoq es distinta comparada a los datos provenientes de Conchopata.
Además, un mayor número de subadultos fue depositado al interior de la cámara, ya que constituyen el 58%, comparado a un 42% de adultos. Para el caso de Conchopata, Tung (2003:122) no provee los datos en términos de adultos y subadultos, haciendo difícil hacer una comparación.
En cuanto al sexo, había un mínimo de nueve individuos de sexo masculino (19%), frente a siete de sexo femenino (15%). Como ya se anotó, un 66% están compuestos por subadultos cuyo sexo no fue posible determinar. Este resultado es diferente al de Conchopata, donde los de sexo femenino representan casi el doble de la población de sexo masculina (Tung 2003:124).
Fosa de Marayniyoq
El análisis de la colección ósea proveniente de la fosa de Marayniyoq también demuestra la presencia de varios individuos y de ambos sexos. En primer lugar, la distribución de la edad al tiempo de la muerte ilustra nuevamente una alta mortalidad durante la niñez, la misma que es comparable a los restos de la cámara.
Este resultado también es comparable a la información proveniente de Conchopata (Tung 2003:123). Al igual que para este último, donde hay menor ocurrencia de muertes entre los adolescentes, la información recuperada del análisis de los restos de la fosa también revela un caso parecido, pero distinto en comparación a los de la cámara.
Nuevamente, existe un paralelismo entre los datos obtenidos para Conchopata y los de la fosa con respecto a la mortalidad entre los individuos cuyas edades oscilan entre los 20 y 34 años, pero distinto en comparación a la información obtenida para los restos de la cámara. Hay un grupo de adultos (mayores de 20 años) que probablemente pertenecen al grupo cuyas edades oscilan entre los 35 y 49 años, pero que la misma no fue posible confirmar durante los análisis. Si esta observación es correcta, es decir si el grupo de adultos pertenece al grupo arriba indicado, el declive en cuanto a mortalidad se refiere es ligero, habiendo pocas muertes entre los adultos mayores de 50 años. Esto, al igual que para la cámara, obviamente se debe a que pocos individuos sobrevivieron hasta dicha edad.
En contraste a los resultados presentados se observa la presencia de un mayor número de infantes, los resultados obtenidos para los restos de la fosa indican una distribución muy parecida entre adultos (50%) y subadultos (50%). Por su parte, en cuanto a sexo se refiere, existen algunas dificultades, por cuanto no fue posible determinar el sexo de todos los individuos adultos con cierta precisión. Hay un grupo de población adulta, que representa un 19%, cuyo sexo no fue posible determinar.
Al tener juntos los restos, o los huesos, de varios individuos en estructuras funerarias construidas para tal propósito. Para facilitar aquella práctica, fue indispensable –en muchos casos– construir estructuras mortuorias accesibles que fueron utilizadas por varias generaciones (Isbell y Cook 2002:285; Valdez et al. 2002:404). La presencia de un mínimo de 48 individuos al interior de una estructura relativamente pequeña precisamente apunta en dicha dirección. Los cuerpos parecen haber sido depositados por varias generaciones, por lo que aquellos individuos introducidos con anterioridad (y como tales descompuestos y desarticulados) posiblemente fueron fácilmente arrimados para dar cabida a nuevos cuerpos. El perfil de edad al tiempo de la muerte de la población depositada en la cámara indicaría esta posibilidad.
Por su lado, la fosa era más modesta en comparación a la cámara y carecía de acceso; su construcción obviamente también requirió poco esfuerzo.
A diferencia de la cámara, los restos depositados en la fosa parecen constituir resultado de un evento único. Discusión y Conclusiones
La información extraída del estudio de los huesos humanos de Marayniyoq muestra una práctica relativamente común de la población Wari del valle de Ayacucho, la misma que consistió en mantener juntos los restos, o los huesos, de varios individuosen estructuras funerarias construidas para tal propósito. Para facilitar aquella práctica, fue indispensable –en muchos casos– construir estructuras mortuorias accesibles que fueron utilizadas por
varias generaciones (Isbell y Cook 2002:285; Valdez et al. 2002:404). La presencia de un mínimo de 48 individuos al interior de una estructura relativamente pequeña precisamente apunta en dicha dirección. Los cuerpos parecen haber sido depositados por varias generaciones, por lo que aquellos individuos introducidos con anterioridad (y como tales descompuestos y desarticulados) posiblemente fueron fácilmente arrimados para dar cabida a nuevos cuerpos. El perfil de edad al tiempo de la muerte de la población depositada en la cámara indicaría esta posibilidad.
Por su lado, la fosa era más modesta en comparación a la cámara y carecía de acceso; su construcción obviamente también requirió poco esfuerzo.
A diferencia de la cámara, los restos depositados en la fosa parecen constituir resultado de un evento único. Efectivamente, la presencia de un instrumento punzante junto a los restos de uno de los individuos hallados en la fosa, da la posibilidad de sugerir, como ocurre con la séptima forma de enterramiento discutido por Isbell (2001:31), que esta fosa fue producto de un sacrificio masivo. Apoya esta idea el hecho de que varios de los esqueletos aún estaban articulados. El perfil de edad al tiempo de la muerte de la población depositada en la fosa sugiere un comportamiento distinto al observado para la cámara.
De los datos aquí presentados y la breve referencia dada a las diversas formas de estructuras funerarias Wari descubiertas últimamente en el valle de Ayacucho, también queda evidente que durante el tiempo de auge de la cultura Wari existieron diversas formas de enterramiento en este valle (Isbell 2004; Isbell y Cook 2002; Ochatoma y Cabrera 2001; Valdez et al. 2001, 2002a, 2005).
Un buen número de estos contenían los restos de múltiples individuos. Por ejemplo, una estructura excavada en Conchopata, un centro especializado en la producción de la cerámica (Pozzi-Escot 1985, 1991), contenía los restos de un adulto de sexo masculino, junto a los restos de siete individuos de sexo femenino y varios subadultos (Isbell y Cook 2002:284).
Con base a la evidencia proveniente de Conchopata, Isbell (2004; Isbell y Cook 2002:287) postula que los patrones de enterramiento Wari reflejan la existencia de una “diferenciación social.”
Los nobles y hombres de alta jerarquía social habrían recibido mejor trato y a menudo enterrados en compañía de sus varias mujeres (poligamia) e hijos. En contraste con las interpretaciones de Isbell (2001, 2004), Tung (2003:286) sostiene que la menor ocurrencia de los restos de individuos de sexo masculino en sitios como Conchopata podría ser resultado de otras actividades, como es el caso del mayor envolvimiento de la población masculina en proyectos estatales llevados a efecto en lugares lejanos.
Es oportuno anotar que existen notables diferencias entre los datos provenientes de Conchopata (Tung 2003) y Marayniyoq. En la cámara de Marayniyoq la mayoría de los restos pertenecen a subadultos, mientras la distribución entre la población femenina y masculina es bastante parecida. Es decir, no hay mayor presencia de individuos de sexo femenino tal como ocurre en Conchopata (Tung 2003).
El caso de la fosa es distinto en relación a la cámara, pero bastante parecido a los casos reportados de Conchopata. Por lo tanto, la limitada información de que disponemos viene demostrando la existencia de diferencias significativas con respecto a la forma de enterrar a los muertos, cuyo significado (o significados) sigue siendo difícil comprender. Además las diferencias entre los resultados provenientes de Marayniyoq y Conchopata no permiten, por el momento, hacer generalizaciones sobre toda la población Wari.
Por lo tanto, es evidente que las prácticas mortuorias Wari en el valle de Ayacucho son más complejas que la clasificación “jerárquica” basada exclusivamente en la forma de las estructuras mortuorias. Lo único definido hasta ahora es la considerable variación en la forma de estas estructuras mortuorias, pero cuyas implicancias aún son desconocidas. Al mismo tiempo, su contenido también es heterogéneo. Si bien el concepto general fue construir estructuras a modo de viviendas subterráneas, unas eran más amplias que otras, y algunas mejor acabadas en relación a otras. Algunas contenían los restos varios individuos, mientras que otras estaban casi vacías, indicando tal vez que tales estructuras fueron abandonadas siguiendo una probable reubicación de la población que las edificó.
Algunas comunidades parecen no sólo haber abierto las estructuras funerarias, estableciendo de este modo un contacto periódico con los muertos, sino también parecen haber cohabitado con los muertos en las mismas estructuras. Efectivamente, una estructura excavada en Posoqoypata reveló la presencia de un ambiente donde dos estructuras rectangulares y conectadas entre sí habían sido ocupadas simultáneamente. En la parte central de la estructura ubicada al lado Este se descubrió una laja colocada a nivel del piso. Una vez retirada la laja se determinó que cubría el acceso de una cámara construida por debajo del piso del cuarto ubicado al lado oeste. La estructura era larga y el techo consistía de un total de siete grandes lajas de piedra; sobre éstas se había colocado un sello de arcilla que no sólo permitió cubrir la estructura, sino también formó el piso del cuarto. En la cámara, bastante amplia, estaban los restos de dos individuos, pero en muy pobre estado de conservación (Valdez et al. 2005:184-185). Entre el ajuar funerario se encontró una vasija cara gollete representando a un individuo de sexo masculino llevando un poncho. Este ejemplo ilustra que muchas de las estructuras mortuorias Wari no sólo eran accesibles, sino que los vivos parecen haber buscado las mejores formas de poder coexistir con los muertos.
En general, los resultados provenientes de Marayniyoq demuestran la presencia de una alta mortalidad entre la población subadulta, especialmente en el grupo cuyas edades varían entre los 4 y 14 años de edad. Luego, el declive es uniforme, lo cual indica que por lo menos los restos depositados al interior de la cámara representan muertes naturales. El menor número de muertos entre la población adulta obedece a que pocos individuos llegaron hasta dicha edad. Este no es el caso con los restos provenientes de la fosa, lo cual deja abierta la posibilidad que los restos allí depositados no parecen representar muertes naturales. Tung (2003:123) presenta los resultados de Conchopata y también observa la ocurrencia de una alta mortalidad entre la población cuyas edades oscilaron entre los 4 y 14 años. Luego, al igual que para la cámara de Marayniyoq, Tung (2003) observa una menor ocurrencia de muertes entre la población cuyas edades oscilan entre los 15 y 19 años. Estos son datos nuevos, pero para sacar conclusiones generales se hace necesario obtener datos similares de otros sitios Wari de la región. La recurrencia de comportamientos similares desde luego permitirá elaborar planteamientos más conclusivos, pero que a la fecha estamos lejos de contar con resultados comparativos.
(Fuente: PRÁCTICAS MORTUORIAS WARI EN MARAYNIYOQ, VALLE DE AYACUCHO, PERÚ autores Lidio M. Valdez1, Jocelyn S. Williams2 y Katrina J. Bettcher3 publicado en Chungara, Revista de Antropología Chilena Volumen 38, Nº 1, 2006. Páginas 113-127)

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