06 abril 2007

La Pastoral Social de Ilave (Puno)

Pastoral Social: “construyendo espacios de concertación y diálogo”
La génesis de la Pastoral Social en Ilave se remonta a la irrupción de una Semana Santa diferente para la provincia de El Collao, la Pascua del 2004. No se podía vivir el ritual de la pasión del Señor dentro del templo cuando el “pueblo crucificado”, presencia de Jesucristo, estaba en la plaza, en las calles, frente al municipio. El malestar de la población reunida para reclamar la renuncia de su alcalde no nos permitía una vivencia solo ritual del Misterio Pascual sino que nos exigía como Iglesia local seguir el camino solidario que Jesús con su vida, pasión, muerte y resurrección al servicio de la humanidad nos había enseñado.
El asesinato del alcalde Cirilo Fernando Robles Callomamani agudizó el dolor del pueblo: la confusión, la violencia, las detenciones, la lista de los requisitoriados, los comentarios estigmatizantes de los medios de comunicación poblaron la vida cotidiana de Ilave y desafiaban nuestra presencia eclesial. Habíamos aprendido de las primeras comunidades cristianas y de la misma Iglesia del Sur Andino que ante el sufrimiento y la confusión una propuesta sabia es sumar esfuerzos, discernir juntos, buscar salidas poniendo en común lo que cada uno tiene. Acogimos la propuesta y la pusimos en práctica: formar un colectivo que denominamos “Pastoral Social en Ilave”.
En setiembre del 2004 cuando se reúne por primera vez la Pastoral Social se retoma el aporte que hizo la Comisión de la Verdad y Reconciliación acerca del papel de la Iglesia del Sur Andino en los últimos veinte años en el Perú. Este testimonio fortalece nuestra mística y compromiso:
Fue en medio de las luchas campesinas por recuperar tierras de las SAIS por vía pacífica y por mejorar la producción a través de las empresas comunales, que se hizo abiertamente presente la violencia de Sendero Luminoso, que venía rondando la zona silenciosamente, sobre todo a través de algunos estudiantes y de algunos profesores en el campo. En los años 80 era común escuchar que Puno iba a ser un segundo Ayacucho, por su pobreza y su gran población indígena, pero Puno se distinguía de Ayacucho en dos aspectos importantes. No sólo porque desde los años 70 distintos grupos de izquierda habían organizado a los campesinos, creando en ellos un nivel de conciencia política, sino también por el trabajo evangelizador de esta Iglesia solidaria, dinámica y progresista de la región, que había logrado crear un nuevo sentido de pertenecer a la Iglesia entre miles de pobladores.
Los campesinos del sur, que ya se habían organizado, supieron reaccionar ante la propuesta senderista que se dedicaba a destruir, no a apoyar sus organizaciones. A esta actitud contribuyó con su presencia una Iglesia renovada que supo estar a la altura del momento social.
La realidad actual es diferente pero la propuesta evangélica de defensa de la vida, de búsqueda de mayor justicia y paz sigue vigente. Nuestro primer objetivo como Pastoral Social fue “Promover la Participación ciudadana para la búsqueda de la Paz, el Bien Común, el Estado de Derecho y la Consolidación de la Democracia promoviendo la gobernabilidad local (Provincia El Collao). (Cf. Orientaciones pastorales 2001-2005. Prelatura de Juli. Pag 18)”. Por eso ante las elecciones complementarias del 17 de octubre del 2004 no dudamos en facilitar espacios de participación ciudadana y concietización acerca del valor de la democracia. Estos espacios, entre otros, han sido los talleres de sensibilización por los valores democráticos en las diferentes zonas de la provincia de El Collao, el Foro “Ilave por la democracia, la vida y la paz” con la participación de los candidatos y organizado por la Pastoral Social junto a otras ONGs y organizaciones gubernamentales, la Jornada Juvenil por la Paz, la Feria “Por la no violencia”, los programas de radio de “Sintonía Ciudadana” que hasta el día de hoy seguimos animando.
Una vez asumido el nuevo gobierno provincial apostamos por apoyar la reconstitución de la mesa provincial de concertación para la lucha contra la pobreza (MCLCP), pues siendo coherentes con nuestra mística cristiana creemos que es valioso unir esfuerzo entre sociedad civil y estado para la búsqueda de un mayor desarrollo humano en nuestra región. Hoy la Mesa provincial está animando el proceso de elaboración del Plan Concertado de Desarrollo. En continuidad con el deseo de unir esfuerzos con otros como Pastoral Social formamos parte del equipo multisectorial que acompañó el proceso de presupuesto participativo 2005 y 2006. En los talleres en los que se realiza este proceso de presupuesto participativo sufrimos algunos conflictos fomentado por personas y grupos que desconfían de la presencia de la Iglesia. Sin embargo, el compromiso valiente de varios cristianos que aman a su pueblo y su país y el deseo de la mayoría de las personas de crecer en participación hizo posible la realización de dichos talleres. Nos alegra ver este compromiso ciudadano en cada zona de la Provincia de El Collao.
Como segundo objetivo de nuestro accionar como Pastoral Social tenemos el “Fortalecer y promover nuevas experiencias de liderazgo y organización, en espacios de concertación, en búsqueda del desarrollo sostenible con incidencia en los espacios de decisión de la vida socio-política local (Provincia El Collao) y nacional”. (Cf. Orientaciones pastorales 2001-2005. Prelatura de Juli. Pag 15). La Escuela de Líderes de la Parroquia San Miguel constituye uno de los espacios a través del cuál intentamos poner en práctica este objetivo. Se prepara a los líderes para acompañar desde las comunidades y organizaciones los procesos de concertación, de participación ciudadana en búsqueda del desarrollo del pueblo de la provincia de El Collao.
Desde el comienzo de nuestro compromiso hemos privilegiado el acompañamiento psíquico-espiritual así como el asesoramiento jurídico de algunas familias afectadas por los conflictos del año pasado en Ilave. Otra opción importante de la Pastoral Social fue reabrir la oficina de la Vicaría de Solidaridad en Ilave junto a la atención que está brindando el equipo de Emaús.
La experiencia de comunión entre los miembros de las distintas instancias eclesiales que conformamos la Pastoral Social así como la concertación con los otros miembros de la sociedad civil y del estado es una realidad que queremos seguir fortaleciendo pues creemos que tender puentes y crear redes es una tarea humanizadora. Sin embargo, esta tiene como misión la tarea de pacificación de nuestra región para generar un desarrollo humano creciente y sostenible. Creemos que “la paz en América Latina no es, por lo tanto, la simple ausencia de violencia y derramamiento de sangre. Eso es importante pero sería una falsa paz si se pretende edificarla sobre los escombros de los derechos humanos más elementales.
Donde existen injustas desigualdades sociales hay un rechazo al don de la paz, más aún, un rechazo del Señor mismo” (Medellín, Paz, 14).
El Perú de ayer y de hoy
Los conflictos vividos en Ilave y que llevaron al asesinato del alcalde Cirilo Fernando Robles Callomamani han tenido como causal una larga historia de desigualdades sociales donde el desprecio y la estigmatización de los pueblos originarios producen “trincheras de resistencia y de supervivencia basándose en principios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad”. Los hechos acaecidos en la provincia de El Collao expresan fracturas sociales históricas, que fueron descritas desde la literatura por Manuel Scorza, José Maria Arguedas entre otros, y que fueron acrecentadas durante los años de violencia política de las últimas dos décadas.
El presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, Salomón Lerner Febres, al presentar al Presidente de la Nación, al Consejo de Ministros, al Congreso Nacional y a toda la población en general el informe final después de dos años de investigación acerca de los veinte años de violencia que vivió el Perú dijo:

“La historia del Perú registra más de un trance difícil, penoso, de auténtica postración nacional. Pero, con seguridad, ninguno de ellos merece estar marcado tan rotundamente con el sello de la vergüenza y el deshonor como el fragmento de historia que estamos obligados a contar en las páginas del informe que hoy entregamos a la Nación. Las dos décadas finales del siglo XX son — es forzoso decirlo sin rodeos — una marca de horror y de deshonra para el Estado y la sociedad peruana”.
Al constituirse la Comisión de la Verdad y Reconciliación se les encomendó la tarea de investigar y hacer pública la verdad sobre las dos décadas de origen político que se iniciaron en el Perú en 1980. Ese mismo año salía a la luz el PCP-Sendero Luminoso; organización responsable de la aniquilación de colectividades o el arrasamiento de aldeas así como el cautiverio de poblaciones indefensas, el maltrato sistemático, el asesinato como forma de impartir ejemplos e infundir temor. La Comisión ha encontrado que la cifra más probable de víctimas fatales en esos veinte años supera los 69 mil peruanos y peruanas muertos o desaparecidos a manos de las organizaciones subversivas o por obra de agentes del Estado. Al cabo de las investigaciones se ha encontrado que de cada cuatro víctimas, tres fueron campesinos o campesinas cuya lengua materna era el quechua. Se trata de un sector de la población históricamente ignorado por el Estado y por la sociedad urbana.
Estas dos décadas de destrucción y muerte no habrían sido posibles sin el profundo desprecio a la población más desposeída del país.
El 54,8% de la población peruana vive en condiciones de pobreza (14 millones 609 mil habitantes); es decir, ellos viven en hogares cuyo gasto total está por debajo del costo de una canasta básica de consumo. El 24,4% de la población nacional vive en situaciones de pobreza extrema (6 millones 513 mil habitantes); es decir, ellos residen en hogares cuyo gasto total está por debajo del valor de una canasta básica de alimentos. La sierra que ha sido la zona más afectada por la violencia en los últimos veinte años tiene el 72% de la población en pobreza y el 45,6% de la población en pobreza extrema. En el área rural la pobreza afecta al 78,4% de su población, en tanto que en el área urbana al 42%. En el caso de la pobreza extrema, los porcentajes son 51,3% y 9,9% respectivamente. Las mayores niveles de pobreza se encuentran en la Sierra rural donde la pobreza total afecta al 83,4% y la extrema al 60,8%.6
Es en la Sierra rural donde la violencia se inició y más precisamente en Ayacucho. Aquí se concentra el 40% de los muertos y desaparecidos reportados. Al sumar las víctimas consignadas por la Comisión de la verdad y reconciliación en los departamentos de Junín, Huánuco, Huancavelica, Apurímac y San Martín se llega al 85% así como la mayor cantidad de atentados, de destrucción de viviendas y pérdida de capital social. Sin embargo en el sur andino, integrado por Puno y Cusco y las provincias de Abancay, Grau y Cotabambas de la Región Apurímac, donde predomina la población indígena quechua aymara hablante, Sendero Luminoso fue derrotado por una alianza efectiva de diversos actores regionales, que incluía organizaciones campesinas, Iglesia, partidos políticos y fuerzas del orden. Precisamente en el Sur Andino la Iglesia está organizada entre varias prelaturas y diócesis en un proyecto pastoral con una clara opción por los pobres. Este es un dato de la realidad que retomaré más adelante pues es esencial en el momento del discernimiento de las opciones pastorales.
Evidentemente la discriminación cultural, social y económica persistente en la sociedad peruana es un estigma cuya sanación es el principal desafío a enfrentar. Por esta razón el gobierno de transición del presidente Valentín Paniagua crea dos comisiones a nivel nacional, que desde el espíritu de la concertación y la verdad tienen como misión enfretar la problemática de la pobreza. Una de ella es la “Comisión de la verdad y reconciliación” que presentó su informe final el 28 de agosto del 2003 y la otra comisión es la “Mesa de concertación para la lucha contra la pobreza”. Desde la Pastoral Social de Ilave se está animando esta Mesa de concertación para la lucha contra la pobreza (MCLCP) a nivel del distrito de Ilave y a nivel de la provincia de El Collao.
La participación de la Iglesia en el proceso de concertación
Al iniciar este punto quisiera aclarar dos cuestiones. La primera es que si bien haré referencia en general a la Iglesia en el Perú me detendré más específicamente en la Iglesia del Sur Andino Peruano pues es mi lugar de inserción pastoral y donde comparto la vida junto a los pueblos quechua y aymara. Lo segundo es que para tratar la participación de la Iglesia en el proceso de concertación lo haré desde el aporte de las dos Mesas que ya mencioné al comienzo del artículo: La “Mesa de la Verdad y Reconciliación” y la “Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza” pues combinando ambas muestra mejor el rol de la Iglesia en la lucha contra la pobreza.
Uno de los primeros y más recientes aportes de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que quiero rescatar es acerca del papel de la Iglesia en los últimos veinte años en el Perú. Refiriéndose a la respuesta de la Iglesia en diversas regiones del país la Comisión hace la siguiente afirmación:
En general, donde la Iglesia se había renovado según las líneas del Concilio Vaticano II y las asambleas episcopales de Medellín y Puebla, había mucho más resistencia a la prédica de los grupos subversivos, pues desarrollaba una pastoral social que la relacionaba con la población y respondía a sus inquietudes con un discurso de cambio y de exigencia de justicia, pero rechazando la violencia. Así fue el caso de ciertas diócesis del interior- Cajamarca, Puno, Chimbote, Huaraz, Piura, etc. En cambio, donde la Iglesia no había tomado tanto en cuenta el cambio impulsado por el Concilio, la subversión encontró un terreno mucho más fértil para enraizarse. Así fue el caso de Ayacucho y otras diócesis como Abancay y Huancavelica.
La Iglesia del Sur Andino, con su compromiso al lado del pueblo y con su palabra oportuna y pertinente, fue sin duda uno de los factores más importantes para que en la región no solamente no se expandiera Sendero Luminoso, sino para que no se produjeran masacres y violaciones sistemáticas de derechos humanos por parte de los subversivos y de las fuerzas del orden, como sucedió en otros lugares donde no hubo este tipo de presencia eclesial. Por esta misma razón me parece interesante detenerse a conocer un poco más de cerca la historia y las opciones pastorales de esta Iglesia.
La Iglesia del Sur Andino y sus opciones pastorales
El concilio Vaticano II tuvo una gran trascendencia para el presente y futuro de la Iglesia; éste influyo fuertemente en las preocupaciones pastorales de los obispos de Latinoamérica y del Perú. Muestra de ello será la Asamblea Episcopal de Medellín y, entre otras muchas nuevas realidades que surgieron durante esos años, el Instituto de Pastoral Andina.
En 1966, moseñor Ricardo Durand, arzobispo de Cusco en ese tiempo, comenzó a pensar en la posibilidad y conveniencia de un instituto pastoral para el mundo de la sierra, para lo cual inició una serie de consultas a otros obispos del Sur Andino y de otros lugares de la sierra del Perú. El entusiasmo despertado por esta idea y la gran acogida que tuvo la posible creación de una institución que investigara el mundo andino y ofreciera pautas para el trabajo pastoral decidió ya prácticamente la creación del Instituto de Pastoral Andina (IPA). El IPA nace con dos objetivos diferentes, pero que se coordinan para conseguir un solo fin: la investigación seria y científica de la religiosidad andina y la elaboración de líneas de acción pastoral. El 5 de julio de 1969, fecha considerada como la del nacimiento oficial del IPA, el P. Luis Dalle asume, por encargo de los obispos miembros del directorio, la organización y dirección de este instituto, en la misma asamblea en que fueron estudiados y aprobados los estatutos.
Uno de los primeros frutos del Departamento de Investigación del IPA fue El mundo religioso de Urcos, donde el autor, el P. Manuel Marzal, plantea la urgencia y necesidad de un diálogo entre el mundo religioso occidental, del que es portador el misionero, y el mundo religioso andino, que durante siglos, han coexistido juntos en una especie de “pacto de no agresión”. En el año 1970 surgen algunas novedades en la orientación del curso para agentes pastorales que anualmente había organizado el Departamento de Formación del IPA. A los temas tradicionales de antropología religiosa, historia del poblador andino, pastoral indígena, se añaden otros ligados a la situación sociopolítica que vivía el país, gobernado en ese momento por una junta militar, presidida por Velasco Alvarado, que intentaba una reforma radical de las estructuras del país. Entre los temas que aparecen por primera vez se encuentran reforma agraria, cooperativismo, educación, etc. Se intenta que estos cursos sean el lugar de reflexión y revisión del conjunto de los agentes pastorales del Sur Andino, del papel y la misión de la Iglesia y del trabajo pastoral. Se trata de pensar el trabajo de la Iglesia a la luz de las exigencias de la fe en el Señor Jesús y como respuesta a las necesidades del pueblo pobre.
La acentuación de la crisis económica y su mayor incidencia en los sectores populares impulsó a los obispos de la región a diferentes pronunciamientos: Carta pastoral de los obispos del Sur Andino sobre la situación social de la región, en la Navidad de 1973, Escuchando las aspiraciones del pueblo surandino(1975), Recogiendo el clamor (1977), Acompañando a nuestro pueblo(1978). Este último documento fue reflexionado, antes de su publicación por las comunidades cristianas como por los agentes de pastoral. La voz de la Iglesia fue pronunciada de forma clara y en su momento oportuno. Quisiera recordar algunas líneas de uno de estos documentos como expresión de las opciones que esta Iglesia del Sur Andino ha asumido:
Afirmamos que sin una organización autónoma del pueblo no se logra la liberación de este pueblo según el plan de Dios. Esta afirmación nos compromete a respaldar las organizaciones que, naciendo del pueblo porque son suyas o las asume como tales –no las que se le imponen-, favorecen el acceso de las personas a una mayor dignidad, permitiéndoles pasar de condiciones menos humanas a más humanas, en las que el hombre sea reconocido y se reconozca como hijos de Dios.
Hacia mediados de la década de los años ochenta comienza a aparecer una nueva realidad en el Sur Andino que cambiará drásticamente mucho del estilo y del trabajo pastoral que se venía haciendo: la violencia de Sendero Luminoso y la contrainsurgente de las fuerzas del orden. Lenta y progresivamente se va haciendo más difícil el trabajo, especialmente en el campo, aunque prácticamente todos los agentes pastorales optan por permanecer en sus lugares, acompañando momentos difíciles y continuando con su labor evangelizadora. Ya desde 1985 el IPA comenzó a animar un trabajo pastoral sobre la importancia de la paz y sobre las condiciones en que ella debía ser construida. El objetivo era que todos sintieran la importancia del rechazo a la violencia y se sintieran sujetos activos en ello. Esta etapa se alarga hasta después de 1992 y merecería un tratamiento mejor pero es imposible hacerlo en este artículo.
Otro espacio muy importante para la animación de la pastoral de la Iglesia del Sur Andino han sido las Semanas Sociales. En 1989 se organizó en Puno la primera Semana Social y en 1999 se organizó la II Semana Social con la perspectiva de reconocer y resaltar la dignidad de la persona humana, así como también dar respuestas posibles a los desafíos que plantea el nuevo milenio: “Esta Semana Social se inserta en la tradición de la Iglesia surandina de decir una palabra profética frente al acontecer regional”.
El compromiso eclesial en los proceso de concertación y participación ciudadana.
Así como en otros tiempos la Iglesia del Sur Andino acompañó a los campesinos en la reforma agraria o en la lucha por la pacificación del país, desde el año 2001 esta Iglesia acompaña el proceso de concertación para la lucha contra la pobreza y la formación de líderes para la participación ciudadana. Y la razón es que “la experiencia latinoamericana nos hizo comprender hace un tiempo que, en última instancia, la pobreza significa muerte. Muerte temprana e injusta“.
Lo que está en juego en el asunto de la pobreza es la vida y la muerte de las personas. Se ha dicho que el siglo venidero será un “siglo fascinante y cruel”, pero desde la realidad latinoamericana se sabe que el futuro inmediato no será, en verdad, fascinante y cruel para las mismas personas. Será fascinante para las personas que poseen un cierto nivel social y participan en los niveles de punta del conocimiento tecnológico. El siglo próximo será cruel, para los “insignificantes” de la historia. Su pobreza y marginación – si no se hace un inmenso esfuerzo de solidaridad- aumentará, habrá una mayor miseria y serán más numerosos los que sean amenazados en su vida.
La opción por los pobres hunde sus raíces en la gratuidad del amor de Dios y es requerida por ella. Es una opción teocéntrica y profética. El pobre debe ser preferido no porque sea necesariamente mejor que otros desde el punto de vista moral o religioso, sino porque Dios es Dios.
Desde estos fundamentos y convicciones teológicas la Iglesia del Sur Andino se ha comprometido apoyar la Mesa de Concertación para la lucha contra la pobreza, no sólo con una persona como el P. Gastón Garatea Yori, sscc, como presidente, sino que pone a su servicio las estructuras eclesiales como la Vicaría de Acción Social, Vicaría de Solidaridad, Cáritas, Asambleas Prelaturales, equipos de pastoral, coordinaciones pastorales.
Constantemente se están organizando espacios de formación donde se intenta mejorar las capacidades de intervención de los líderes locales, el conocimiento de los mecanismos de control y vigilancia ciudadana, se promueve el desarrollo de las capacidades locales para la participación en el proceso de concertación. En las parroquias, los planes estratégicos pastorales tienen en sus objetivos y actividades el apoyar el proceso de concertación. Por eso cuando en Ilave surgen los conflictos anteriormente descriptos no fue difícil formar un colectivo que denominamos Pastoral Social y donde sumamos esfuerzos todas las instancias eclesiales que intervenían en la jurisdicción de El Collao para favorecer la gobernabilidad y la pacificación.
Esto supone un cambio en la forma de mirar a los pobres, y de los pobres de mirarse a sí mismos. Las personas que sufren pobreza no por ello son menos personas, ni les falta capacidad para opinar y decidir sobre lo que podría ser más conveniente para ellas. Las Mesas de Concertación y la Iglesia en muchas regiones de Perú apuestan a continuar su lucha contra la pobreza desde esa capacidad que hay en los mismos pobres y desde la voluntad concertadora que hay en cada uno de los sectores que conforman el país: las instituciones públicas, los gremios empresariales, las organizaciones de base, los organismos no gubernamentales, las autoridades locales y regionales, y la Iglesia en medio de ellos como un sujeto más en la construcción de la nueva sociedad.
(Fuente: La Pastoral Social de Ilave- Perú: una experiencia de comunión para la pacificación autora Gabriela Zengarini O.P. “La paz es ante todo obra de la justicia. Si no hay justicia social no hay paz” (Medellín, Paz, 14).
Ilave, 23 de octubre del 2006)

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