07 mayo 2008

No una sino varias pequeñas agriculturas en el Perú

El valle del Mantaro, en la sierra central del Perú, y los valles de Piura (alto, medio y bajo) y de Chira, en la costa norte, son zonas relativamente dinámicas y articuladas a los principales mercados de productos y factores. En términos de producción, ambas se caracterizan por el predominio de las pequeñas unidades y por dedicarse principalmente a dos cultivos alimenticios que se destinan al mercado interno: la papa blanca en el Mantaro (cultivada por 69% de los hogares encuestados) y el arroz en Piura-Chira (a cuyo cultivo se dedica el 51% de los hogares de la muestra). Otros cultivos importantes son el maíz amiláceo, el choclo y la cebada grano en el Mantaro, y el maíz amarillo duro, el frijol chileno y el algodón en los valles de Piura.
Las diferencias geográficas entre ambas zonas no solo determinan los cultivos a los que se dedican sus productores; determinan, además, las diferencias en las dinámicas de producción de cada zona, puesto que a las evidentes diferencias en temperatura y niveles de precipitaciones, hay que agregar el carácter heterogéneo del clima en el Mantaro frente a la homogeneidad que caracteriza al clima piurano. En el valle del Mantaro encontramos distintos microclimas que hacen que productores relativamente cercanos puedan enfrentar condiciones climáticas distintas (diferente temperatura, fenómenos particulares como las heladas o los veranillos, etcétera.) y estaciones marcadas a lo largo del año, mientras que en todo Piura el clima es bastante uniforme y regular a lo largo del año. Esto, a su vez, trae como consecuencia una diferencia en el impacto de las anomalías climáticas, pues estas se presentan de manera generalizada en los valles de Piura, mientras que en el Mantaro tienen un impacto diferenciado. Si en Piura se puede hablar de años normales y de anomalías, en la sierra central cada año presenta un conjunto de pequeñas anomalías localizadas y con altos niveles de variabilidad.
Estas zonas se diferencian también en infraestructura. En Piura-Chira la producción depende totalmente del agua de riego regulado, mientras que en el valle del Mantaro la infraestructura de riego está menos desarrollada porque se la usa más bien como un complemento de las lluvias estacionales que rigen el ciclo agrícola. Sin embargo, la infraestructura vial es sustancialmente mejor en el valle del Mantaro: el 93% de los poblados de la muestra tomada en esa zona están conectados con una carretera pavimentada o afirmada, mientras que en Piura-Chira solo un 55% lo está. Del mismo modo, el 86% de los hogares encuestados en el Mantaro cuenta con servicio de agua potable y el 96% con electricidad, frente a un 71% y un 66%, respectivamente, en los valles de Piura. Del mismo modo, los hogares encuestados en el Mantaro poseen activos más valiosos (tierra, vivienda, bienes semidurables) y un mayor nivel de educación (los jefes de hogar cuentan con ocho años de educación formal en promedio, frente a cinco años en el caso de los jefes de hogar de Piura), pero los agricultores piuranos tienen en promedio más tierra y un mayor acceso a la maquinaria para el desarrollo de sus actividades.
Estas condiciones iniciales, sin embargo, no son las únicas determinantes en la actividad agrícola de los pequeños productores. Hay otras consideraciones que atañen más bien a las opciones de los productores en lo que respecta a su actividad económica. Entre ellas es necesario mencionar la historia y las relaciones de cada uno de estos grupos de productores con el Estado, sus niveles de organización, su apertura a actividades productivas no agropecuarias, y su acceso a mercados clave (bienes, crédito y asistencia técnica).
Por ejemplo, en la muestra que analizamos encontramos que en un año "normal" menos del 3% de los entrevistados en Piura señaló haber tenido algún problema con el clima, mientras que 1 de cada 5 encuestados en el valle del Mantaro indicó haber sufrido ese tipo de problema. Complementariamente, en un año "anormal" (con sequía), más del 70% de los encuestados en Piura señaló haber tenido problemas con el clima, mientras que en el valle del Mantaro el 32% dijo lo mismo.
Si bien ambas regiones se caracterizan por el predominio de las pequeñas unidades de producción, esta coincidencia es reciente, pues hace tan solo veinte años que en Piura se parcelaron las cooperativas que se crearon con la reforma agraria sobre la base de las haciendas algodoneras que dominaron el agro en la región hasta la década de 1970.
El origen de la actividad agropecuaria en ambas regiones es muy diferente. En Piura, los actuales jefes de hogar iniciaron su actividad como productores independientes trabajando 3 hectáreas de tierra en promedio. Dicha tierra fue conseguida en su mayoría a través del proceso de parcelación de las cooperativas (37%) o por adjudicación (22%). Solo el 14% afirma haber iniciado su actividad en tierras heredadas. En el valle del Mantaro, en cambio, los productores iniciaron su actividad independiente trabajando 1.6 hectáreas. El 33% consiguió dichas tierras por herencia, el 26% las obtuvo prestadas de sus padres, y un importante 24% afirmó que la primera vez que trabajó tierras lo hizo por alquiler o a medias con otra persona. Todo esto puede ser la base de la diferente relación con la tierra que tienen los productores de Piura y del valle del Mantaro.
Los pequeños productores de papa del Mantaro, en cambio, jamás han estado sometidos al régimen de hacienda, ni durante la época colonial ni después. En ese valle, el desarrollo de las comunidades campesinas no se debió a una tradición andina sino, paradójicamente, a la temprana individualización del uso y de la propiedad de la tierra. Estos desarrollos, sumados a las relaciones entre la producción de cada zona y el mercado, han configurado procesos de modernización distintos.
Esta diferencia, y las características geográficas de los valles de Piura y el valle del Mantaro, hacen que en cada una de estas regiones la perspectiva de que la tierra se concentre en grandes unidades agrarias sea diferente. La historia, la infraestructura de riego y el carácter relativamente plano del terreno en Piura permitirían una consolidación de la gran propiedad, mientras que la larga historia de atomización de la propiedad en el Mantaro, sumada a su gran variedad climática y ecológica, la impedirían.
En el valle del Mantaro ha sido fundamental la articulación vial y comercial con el mercado mayorista de Lima y, a la vez, la presencia minera en la región. Por un lado, la cercanía con la capital ha permitido a los productores del Mantaro diversificar sus cultivos. Por otro, la minería ha sido un elemento dinamizador que ha transformado, en muchos aspectos, la producción agrícola, no solo porque demanda productos sino también porque requiere de mano de obra temporal, lo que permite a los pequeños productores obtener ingresos adicionales para invertir en sus tierras y en actividades artesanales y comerciales en los pueblos del área.
En los valles de Piura y de Chira el elemento determinante ha sido la especialización en un algodón de alta calidad que se exporta, sobre la base del desarrollo continuo de la capacidad productiva de las cuencas mediante la implementación progresiva de potentes infraestructuras de riego. La construcción de sistemas de canales permitió cuadruplicar en el último siglo el área cultivada en estos valles y fue la base para la concentración de tierras en las haciendas algodoneras que desplazaron e integraron a los productores nativos. En torno a este nuevo sistema agrario se reordenaron los centros poblados y las vías de comunicación, se levantaron cadenas agroindustriales y se adoptaron tecnologías de riego, un control fitosanitario y un calendario agrícola común. A pesar de la transformación del entorno económico, del declive del cultivo de algodón y de la emergencia de nuevos cultivos, este sistema condiciona buena parte del desempeño de la pequeña agricultura comercial de hoy en Piura.
La historia, entonces, permite explicar algunas características fundamentales de la pequeña agricultura tanto en el valle del Mantaro como en los valles de Piura. Como consecuencia de la cercanía con la capital y de la articulación con el sector minero, los pequeños productores de la sierra central son "menos" agricultores que los de la costa norte.
En el valle del Mantaro encontramos más diversificación y un conjunto importante de casos en los que la producción agrícola es un extra, y la agricultura, una ocupación para determinados miembros del hogar, una fuente de ingreso estacional. Asimismo, el mercado laboral es más dinámico en el Mantaro que en Piura. Por otra parte, el desarrollo histórico explica el alto grado de organización y la capacidad de articulación con el sector público de los productores piuranos, algo que no sucede con los del valle del Mantaro. En los valles de Piura, las organizaciones de regantes y las de productores de algodón y arroz, entre otras, son capaces de un alto grado de movilización para protestar por los diversos problemas ligados a la comercialización de sus productos. Esto se remonta a los años de la reforma agraria, cuando los pequeños productores y las cooperativas agrarias tenían que luchar para defender el precio de su algodón, pagado muy por debajo de las cotizaciones internacionales, contra las empresas estatales que tenían el monopolio de la comercialización. Hoy, aunque de manera más esporádica, son los comités de productores de algodón y de arroz, entre otros, los que manifiestan cierta capacidad de movilización para presionar en asuntos ligados a la comercialización de sus productos, y su adhesión a las consignas de la Junta Nacional de Regantes, cuando esta organización realiza paros agrarios, es masiva.
El tipo de cultivo, su correspondiente mercado y la organización también están relacionados con las condiciones de acceso a los mercados de bienes y factores (como el crédito o la asistencia técnica). En los valles de Piura, cerca del 70% se dedica a la agroexportación o a los insumos agroindustriales, una cifra que no supera el 15% en el valle del Mantaro. Esta articulación con el mercado hace que los productores piuranos estén más organizados: el 31% pertenece a alguna organización que lo ayuda a integrarse a un mercado de productos o insumos, mientras que en el valle del Mantaro solo el 17% hace lo mismo.
Respecto al crédito, el 57% de los hogares de los valles de Piura tiene algún tipo de crédito, comparado con un 35% en el Mantaro. Además de estas diferencias en el nivel de uso, las fuentes y los montos de crédito varían también de una zona a otra. Las cifras de uso de crédito resultan interesantes si se considera que más del 70% de los productores señala que podría obtener incluso un crédito de fuente formal si lo deseara. Es decir, se usa menos crédito del disponible en el mercado. Las razones para que ello ocurra son distintas en cada zona: en los valles de Piura un porcentaje importante declara abstenerse de ir al mercado formal para evitar riesgos o por los elevados costos de transacción, mientras que en el valle del Mantaro se habla de una menor necesidad de recursos.
Si bien se contrata poca asistencia técnica (27% en los valles de Piura y 19% en el valle del Mantaro), los niveles de contratación son altos en comparación a los promedios nacionales.
Pero las diferencias entre regiones no son las únicas relevantes: al interior de cada región encontramos también grupos e incluso zonas muy disímiles. Así, el valle del Chira es muy diferente al bajo y medio Piura, al igual que Jauja lo es de Chupaca. También hay diferencias importantes entre los más pobres y los acomodados, como veremos más adelante.
Siendo esta la situación, es evidente que no hay una sola pequeña agricultura sino varias. Y si bien esto es una constatación obvia, resulta importante someterla a análisis, pues tanto las características geográficas como la infraestructura, el tejido social e institucional y la historia reciente definen las opciones de la pequeña agricultura comercial en cada uno de los espacios estudiados. Comprender esas opciones, a su vez, permite hacer un conjunto de observaciones que la política agraria debe tomar en cuenta para llegar a ser efectiva.
La pobreza y vulnerabilidad de los pequeños productores
El grueso de los hogares rurales del Perú es pobre. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), siete de cada diez hogares rurales en el Perú son pobres, aunque la pobreza no está distribuida por igual en todas las regiones. Así, en la costa rural seis de cada diez hogares son pobres, mientras que en la sierra rural, ocho de cada diez lo son. Los pequeños productores comerciales que nos ocupan no escapan a esta situación, aunque la enfrentan de manera distinta en cada región.
Para describir mejor la situación, hemos definido tres grupos de pequeños productores a partir de las líneas de pobreza y de pobreza.
Fuente: IEP-UC Davis. Perú Rural 2003-2004. Elaboración Red de Desarrollo Rural

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