Historia del Distrito de Independencia (Lima) 1960-1980
Los inicios de lo que hoy forma el distrito de Independencia datan de los primeros años de la década de los años 60, y no son ajenos a los procesos de migración de las zonas rurales hacia la capital, y de la popularización de Lima. Más precisamente, en el mismo momento que el país sufría un ciclo recesivo (1958-1959), con medidas de austeridad implantadas por el gobierno de Prado y su ministro de economía Pedro Beltrán - y los consecuentes disturbios sociales- (ver Sulmont 1978) un grupo de inquilinos del Callao formó la Asociación Pro Vivienda Pampa de Cueva y planificó una invasión de los terrenos del mismo nombre. La Pampa de Cueva, a unos siete kilómetros al norte del centro de Lima, colindantes con la antigua carretera a Canta, formaba parte de la hacienda Aliaga, que en esa época pertenecía a la familia Nicolini. Los terrenos se encontraban en su mayoría en desuso, aunque existían todavía algunos campos sembrados de maíz, camote y algodón. La zona aún guardaba un aspecto rural; sin embargo, no se requería de mucha imaginación en el último año de la década de 1950 para comprender que se iría convirtiendo muy pronto en una extensión urbana de la gran Lima: en 1955 se construyó la Universidad Nacional de Ingeniería; partes del hoy San Martín de Porras ya ocupaban el lado este de la carretera a Canta; y más al norte el pueblo de Comas también adquiría un rostro semiurbano. La Pampa de Cueva contaba con otro atractivo adicional: su relativa cercanía tanto al centro de Lima, como al eje industrial de las avenidas Argentina y Colonial (donde muchos de los originales invasores trabajaban), comparado por ejemplo con la entonces recientemente formada Ciudad de Dios, situada a 20 kilómetros en dirección sur.
Con esos estímulos, unas 400 familias aprovecharon del Día de la Bandera, 7 de junio de 1960, para invadir la Pampa de Cueva. La Asociación Pro Vivienda, organización de los invasores, contaba con cierto apoyo del Partido Comunista en forma de asesoría legal, especialmente ejercida por unos jóvenes abogados comunistas. La invasión provocó los usuales intentos violentos de desalojo, pero la decisión del gobierno de proteger la propiedad de los Nicolini no fue igual que la persistencia de los invasores: después de varios meses de agresiones policiales y negociaciones, el Ministerio de Justicia otorgó a los nuevos pobladores el usufructo de los terrenos que de allí en adelante pasarían a ser de propiedad estatal.
Invasiones subsiguientes tuvieron semejantes trayectorias. El 18 de julio de 1962, faltando tres días para las elecciones presidenciales de ese año, miembros de la Asociación Pro Vivienda Pampa El Ermitaño invadieron los terrenos del mismo nombre; en este caso, se trataba de tierras pertenecientes en parte a la hacienda Aliaga y en parte al Estado. Otra vez los invasores tuvieron que sufrir varias oleadas de violencia policial antes de que se produjera una solución a su favor; contando nuevamente con la asesoría legal de jóvenes abogados con lazos con el Partido Comunista del Perú. Dos años después, un grupo de personas procedentes mayormente de Lince, esta vez con cierta simpatía -si no apoyo- aprista, invadieron los terrenos colindantes a la Universidad Nacional de Ingeniería; el apoyo estudiantil ayudó a los invasores a superar la represión estatal, aunque sin llegar a evitar que los policías mataran a un desdichado invasor. Los pueblos Villa El Angel y El Milagro serían los productos de esta invasión.
No toda la expansión geográfica de Independencia se debe a las invasiones. En 1963 el gobierno de Belaúnde designó un trazo al norte de la urbanización Independencia (i.e. Pampa de Cueva) como una "urbanización popular": lasfamilias que recibieran lotes en esta urbanización, después nombrada "Tahuantinsuyo", colaborarían con la Junta Nacional de Vivienda para desarrollarla zona. Con su mezcla de invasiones espontáneas y "urbanizaciones populares" más planificadas, Independencia es un típico distrito popular urbano.
La historia del poblamiento de Independencia quedaría incompleta si no semencionara una invasión importante que ocurrió posteriormente. En la NocheBuena de 1978, unas doscientas familias, provenientes de Villa El Angel y de otras partes de Lima, invadieron una cantera mineral colindante con la carretera aCanta (ahora la Avenida Túpac Amaru), que pertenecía a la compañía GuillermoPayet, S.A. En los meses anteriores había corrido el rumor de que la cantera iba a ser remodelada y vendida en lotes para viviendas. Los invasores decidieron adelantarse a los dueños de la empresa Payet. El caso es notable no solamente por su curiosa topografía - aún mantiene el aspecto de una cantera -sino también por la presencia aprista en la acción inicial. De hecho la zona lleva el nombre de Víctor Raúl Haya de la Torre.
Al terminar el proceso de negociaciones con el Estado y conseguir unarelativa seguridad en la tenencia, se comenzaba en todos los casos mencionados aquí un lento y difícil proceso de urbanización, es decir de remodelar cerros pedregosos y campos de cultivo en lotes, calles y espacios comunales. Esta tareaimplicaba convertir las asociaciones de invasores, que inicialmente tenían comoúnico objetivo el de dirigir las invasiones, en organizaciones estables que producirían dirigencias capaces de extraer los beneficios posibles del Estado, y dedefender a los nuevos poblados de entidades y personas hostiles. No faltaron conflictos internos sobre linderos que separaban un lote de otro, o simplemente entre dirigencias rivales, en por lo menos un caso en Independencia talesconflictos provocaron una escisión y la separación de un pueblo en dos.
Las asociaciones pro vivienda (para adoptar un nombre genérico para estetipo de organizaciones) eran entidades instrumentalistas, con fines específicos; sus dirigentes tendían a ser hombres (y se usaba palabra a propósito) que no contaban con mucho apoyo externo, ni de partidos políticos, ni del Estado, ni de la iglesia católica. Su modus operandi consistía en cultivar relaciones amigables y directas con burócratas estatales, los arquitectos ingenieros que les facilitaban el apoyo ténico para, por ejemplo, dibujar mapas o nivelar calles. En su mayoría estos dirigentes no querían ni necesitaban de una participación continua por parte de sus vecinos, más allá de las cuotas y, quizás, las consultas de vez en cuando.
Este estilo de dirigencia popular implicaba un ideal de liderazgo, una visión del dirigente como una suerte de "notable" local, algo por encima de sus vecinos (en términos de formación, de acceso a la burocracia estatal y de posición social), y quien tenía la responsabilidad de, literalmente, dirigir y guiar a su pueblo. Como decía un dirigente de las partes altas de Tahuantinsuyo: "El dirigente tiene la consigna de hacer los trámites hasta las últimas consecuencias. Tenemos [los dirigentes] que conducirlos [a sus vecinos] en todo lo que se refiere al trámite y dejárselo listo".
Con esos estímulos, unas 400 familias aprovecharon del Día de la Bandera, 7 de junio de 1960, para invadir la Pampa de Cueva. La Asociación Pro Vivienda, organización de los invasores, contaba con cierto apoyo del Partido Comunista en forma de asesoría legal, especialmente ejercida por unos jóvenes abogados comunistas. La invasión provocó los usuales intentos violentos de desalojo, pero la decisión del gobierno de proteger la propiedad de los Nicolini no fue igual que la persistencia de los invasores: después de varios meses de agresiones policiales y negociaciones, el Ministerio de Justicia otorgó a los nuevos pobladores el usufructo de los terrenos que de allí en adelante pasarían a ser de propiedad estatal.
Invasiones subsiguientes tuvieron semejantes trayectorias. El 18 de julio de 1962, faltando tres días para las elecciones presidenciales de ese año, miembros de la Asociación Pro Vivienda Pampa El Ermitaño invadieron los terrenos del mismo nombre; en este caso, se trataba de tierras pertenecientes en parte a la hacienda Aliaga y en parte al Estado. Otra vez los invasores tuvieron que sufrir varias oleadas de violencia policial antes de que se produjera una solución a su favor; contando nuevamente con la asesoría legal de jóvenes abogados con lazos con el Partido Comunista del Perú. Dos años después, un grupo de personas procedentes mayormente de Lince, esta vez con cierta simpatía -si no apoyo- aprista, invadieron los terrenos colindantes a la Universidad Nacional de Ingeniería; el apoyo estudiantil ayudó a los invasores a superar la represión estatal, aunque sin llegar a evitar que los policías mataran a un desdichado invasor. Los pueblos Villa El Angel y El Milagro serían los productos de esta invasión.
No toda la expansión geográfica de Independencia se debe a las invasiones. En 1963 el gobierno de Belaúnde designó un trazo al norte de la urbanización Independencia (i.e. Pampa de Cueva) como una "urbanización popular": lasfamilias que recibieran lotes en esta urbanización, después nombrada "Tahuantinsuyo", colaborarían con la Junta Nacional de Vivienda para desarrollarla zona. Con su mezcla de invasiones espontáneas y "urbanizaciones populares" más planificadas, Independencia es un típico distrito popular urbano.
La historia del poblamiento de Independencia quedaría incompleta si no semencionara una invasión importante que ocurrió posteriormente. En la NocheBuena de 1978, unas doscientas familias, provenientes de Villa El Angel y de otras partes de Lima, invadieron una cantera mineral colindante con la carretera aCanta (ahora la Avenida Túpac Amaru), que pertenecía a la compañía GuillermoPayet, S.A. En los meses anteriores había corrido el rumor de que la cantera iba a ser remodelada y vendida en lotes para viviendas. Los invasores decidieron adelantarse a los dueños de la empresa Payet. El caso es notable no solamente por su curiosa topografía - aún mantiene el aspecto de una cantera -sino también por la presencia aprista en la acción inicial. De hecho la zona lleva el nombre de Víctor Raúl Haya de la Torre.
Al terminar el proceso de negociaciones con el Estado y conseguir unarelativa seguridad en la tenencia, se comenzaba en todos los casos mencionados aquí un lento y difícil proceso de urbanización, es decir de remodelar cerros pedregosos y campos de cultivo en lotes, calles y espacios comunales. Esta tareaimplicaba convertir las asociaciones de invasores, que inicialmente tenían comoúnico objetivo el de dirigir las invasiones, en organizaciones estables que producirían dirigencias capaces de extraer los beneficios posibles del Estado, y dedefender a los nuevos poblados de entidades y personas hostiles. No faltaron conflictos internos sobre linderos que separaban un lote de otro, o simplemente entre dirigencias rivales, en por lo menos un caso en Independencia talesconflictos provocaron una escisión y la separación de un pueblo en dos.
Las asociaciones pro vivienda (para adoptar un nombre genérico para estetipo de organizaciones) eran entidades instrumentalistas, con fines específicos; sus dirigentes tendían a ser hombres (y se usaba palabra a propósito) que no contaban con mucho apoyo externo, ni de partidos políticos, ni del Estado, ni de la iglesia católica. Su modus operandi consistía en cultivar relaciones amigables y directas con burócratas estatales, los arquitectos ingenieros que les facilitaban el apoyo ténico para, por ejemplo, dibujar mapas o nivelar calles. En su mayoría estos dirigentes no querían ni necesitaban de una participación continua por parte de sus vecinos, más allá de las cuotas y, quizás, las consultas de vez en cuando.
Este estilo de dirigencia popular implicaba un ideal de liderazgo, una visión del dirigente como una suerte de "notable" local, algo por encima de sus vecinos (en términos de formación, de acceso a la burocracia estatal y de posición social), y quien tenía la responsabilidad de, literalmente, dirigir y guiar a su pueblo. Como decía un dirigente de las partes altas de Tahuantinsuyo: "El dirigente tiene la consigna de hacer los trámites hasta las últimas consecuencias. Tenemos [los dirigentes] que conducirlos [a sus vecinos] en todo lo que se refiere al trámite y dejárselo listo".
Crecimiento y radicalización bajo el régimen militar (1968-1980)
Si hacia el final de la década de 1960 Independencia era un distrito popular con una vida organizativa relativamente sencilla, al final de los años 70 el escenario político local era mucho más complejo yextenso. Esta nueva complejidad se debía en parte al crecimiento del distrito, producto sobre todo de las continuas invasiones que iban poblando los cerros al este de la Pampa de Cueva, El Emitaño y Tahuantinsuyo. Para 1972 el distrito de Independencia ya tenía 100,000 habitantes. Es el mismo proceso que experimentó Lima, en un nivel de microcosmo: los que llegaban eran sobre todo migrantes provincianos que habían pasado una estadía en las zonas populares más antiguas de Lima (Rímac, La Vicioria, Callao) antes de lanzarse a los arenales del cono norte.
Pero los cambios que sufrió la vida política local no se derivaron del sencillo aumento demográfico, sino que sonsintomáticos de la misma transformación sociopolítica del país, especialmente: 1) de los esfuerzos del gobierno de Velasco por incorporar a los sectores urbano populares dentro de un sistema corporativo y participacionista; y 2) del nuevo tipo de alianza policlasista que se iba forjando entre sectores medios radicalizados y sectores populares. Concretamente este segundo elemento significó, para distritos como Independencia, la llegada de actores principalmente de la iglesia y de los partidos políticos de izquierda.
En Independencia como en otros distritos, el impacto de la "revolución" velasquista se sintió sobre todo en la transformación de las antiguas asociaciones pro vivienda en COPRODES, comités centrales y comités vecinales. Se trataba de algo más que un simple cambio de nombre. Mientras las asociaciones pro vivienda eran difusas y carecían de instancias de coordinación más allá del pueblo o del barrio, el sistema de comités vecinales era en teoría, y en cierta medida también en la práctica, a la misma vez extenso y centralizado. Mientras las asociaciones habíansido pequeñas y tendían a limitar la participación de los pobladores, los comités vecinales en teoría incorporaban a todas las familias de Cada pueblo joven. Por medio de los comités vecinales, el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS) ponía énfasis en la ideología de "participación plena" en distritos como Independencia; nuevo elemento en el ideario barrial que tendría una vida más larga que la del propio SINAMOS.
En muchas zonas de Independencia los pobladores y dirigentes aceptaron con entusiasmo el nuevo activismo estatal y el interés que manifestaba el gobierno por elevar las condiciones de vida de los pueblos jóvenes - sin molestarse por el paternalismo ni por el afán de controlar a la población que el gobierno militar también mostraba. La explicación que ofreció un dirigente de largo aliento de El Emitaño, que los militares eran "más estrictos y correctos", es ilustrativo de esta aceptación del paternalismo militar:
"Ser civil es una cosa, y ser militar es otra cosa. Por ejemplo si uno vive en una choza de paja, con piso de tierra su cama no es sino techero, cuando barre sube el polvo - eso es vida civil. En cambio la vida militar es si uno vive en una casa con pisos de cemento, murallas fuertes, todo está limpio. La vida militar es más recta, más estricta... El gobierno militar quería hacer un cambio, quería que todo fuera más presentable.
Si hacia el final de la década de 1960 Independencia era un distrito popular con una vida organizativa relativamente sencilla, al final de los años 70 el escenario político local era mucho más complejo yextenso. Esta nueva complejidad se debía en parte al crecimiento del distrito, producto sobre todo de las continuas invasiones que iban poblando los cerros al este de la Pampa de Cueva, El Emitaño y Tahuantinsuyo. Para 1972 el distrito de Independencia ya tenía 100,000 habitantes. Es el mismo proceso que experimentó Lima, en un nivel de microcosmo: los que llegaban eran sobre todo migrantes provincianos que habían pasado una estadía en las zonas populares más antiguas de Lima (Rímac, La Vicioria, Callao) antes de lanzarse a los arenales del cono norte.
Pero los cambios que sufrió la vida política local no se derivaron del sencillo aumento demográfico, sino que sonsintomáticos de la misma transformación sociopolítica del país, especialmente: 1) de los esfuerzos del gobierno de Velasco por incorporar a los sectores urbano populares dentro de un sistema corporativo y participacionista; y 2) del nuevo tipo de alianza policlasista que se iba forjando entre sectores medios radicalizados y sectores populares. Concretamente este segundo elemento significó, para distritos como Independencia, la llegada de actores principalmente de la iglesia y de los partidos políticos de izquierda.
En Independencia como en otros distritos, el impacto de la "revolución" velasquista se sintió sobre todo en la transformación de las antiguas asociaciones pro vivienda en COPRODES, comités centrales y comités vecinales. Se trataba de algo más que un simple cambio de nombre. Mientras las asociaciones pro vivienda eran difusas y carecían de instancias de coordinación más allá del pueblo o del barrio, el sistema de comités vecinales era en teoría, y en cierta medida también en la práctica, a la misma vez extenso y centralizado. Mientras las asociaciones habíansido pequeñas y tendían a limitar la participación de los pobladores, los comités vecinales en teoría incorporaban a todas las familias de Cada pueblo joven. Por medio de los comités vecinales, el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS) ponía énfasis en la ideología de "participación plena" en distritos como Independencia; nuevo elemento en el ideario barrial que tendría una vida más larga que la del propio SINAMOS.
En muchas zonas de Independencia los pobladores y dirigentes aceptaron con entusiasmo el nuevo activismo estatal y el interés que manifestaba el gobierno por elevar las condiciones de vida de los pueblos jóvenes - sin molestarse por el paternalismo ni por el afán de controlar a la población que el gobierno militar también mostraba. La explicación que ofreció un dirigente de largo aliento de El Emitaño, que los militares eran "más estrictos y correctos", es ilustrativo de esta aceptación del paternalismo militar:
"Ser civil es una cosa, y ser militar es otra cosa. Por ejemplo si uno vive en una choza de paja, con piso de tierra su cama no es sino techero, cuando barre sube el polvo - eso es vida civil. En cambio la vida militar es si uno vive en una casa con pisos de cemento, murallas fuertes, todo está limpio. La vida militar es más recta, más estricta... El gobierno militar quería hacer un cambio, quería que todo fuera más presentable.
-¿Qué tal el trato de los promotores de SINAMOS a la gente de aquí?
Bien, no les molestaba que venían. Les daban charlas, como a niños en el colegio".
Aunque por lo general SINAMOS no encontró resistencia al desplazamiento de las asociaciones pro vivienda por los comités vecinales, se dieron algunos casos de rechazo a SINAMOS por los pobladores. Estos, si bien son excepcionales, fueron importantes de tomar en cuenta porque muestran el conflicto potencial en zonas ya más autónomamente organizadas, y también en zonas donde el nuevo régimen tenía que competir con otros actores externos, sobre todo la iglesia - en los primeros años de la década de 1970 -. Tahuantinsuyo desde su comienzo mostró una mayor capacidad de organización autónoma que otras zonas de Independencia. Un factor clave en esta diferenciación es el hecho de que los moradores de esta urbanización popular ejercían un control relativamente alto sobre el crecimiento zonal, y sobre la compra y venta de lotes. En los últimos años de la década de 1960 y los primeros de la de 1970, esta población sostendría una cooperativa de transportes, una academia pre universitaria dirigida por jóvenes locales y, un poco después, un Comité de Defensa de los Intereses de Tahuantinsuyo. El gobierno militar nunca llegó a echar raíces en esta zona, ya muy activa y recelosa de su derecho al autogobierno.
En algunos otros pueblos de Independencia el gobierno militar logró implantar el nuevo sistema de representación local no creandoun consenso entre pobladores, sino aliándose con una facción local y, por lo tanto, estando en contra de la otra. Tal fue el caso del pueblo que aquí llamaremos Las Flores, donde se había formado en 1968 un club de madres con el apoyo de una monja muy activa. Las dirigentes del club, virtualmente excluidas (por ser mujeres) de posiciones de liderazgo en la Asociación Pro Vivienda, pudieron ejercer con mucho entusiasmo sus ambiciones y talentos organizativos en el contexto del club, El apoyo que la iglesia proporcionó al club -que llegó a incluir aportes materiales para la construcción de un local-, así como el simple afán de las señoras de participar en la dirigencia del pueblo, muy pronto desató a conflictos entre el club y la dirigencia comunal masculina. Tras el triunfo del Club de Madres, éste pudo sentar bases en la comunidad. Veremos más adelante que, mientras la facción Club de Madres experimentaría un proceso de cambio ideológico, la facción Comité Vecinal seguiría participando en el estilo e ideal tradicional de liderazgo. Así, un conflicto local institucional se convertiría en conflicto también ideológico.
Efectivamente, el contacto entre actoreslocales y nuevos elementos progresistas eclesiales que se encontraban con mayor frecuencia en éste y otros
distritos en los años 70, produjo cambios en las ideas de muchos pobladores sobre las relaciones de autoridad en la iglesia. Cambios que después afectarían las actitudes de los pobladores hacia la autoridad en la vida secular también. Hay que acordarse de que ésta es la época en que las nuevas preocupaciones sociales de la iglesia -preocupaciones que serían expresadas por ejemplo por los sacerdotes miembros de la Oficina Nacional de Investigación Social (ONIS), comenzaban a tener repercusiones prácticas en el estilo y las actividades de actores eclesiales en los distritos populares. Una dirigente del Club de Madres de Las Flores explicó el efecto de este cambio para ella:
"En mi pueblo [en la sierra de Ancash] yo iba a misa y me gustaba respetar a los sacerdotes. Para nosotros en mi pueblo el sacerdote es una autoridad máxima. Entonces cuando vi a Esteban [un cura irlandés que llegó a Independencia] a mí me extrañó mucho. En primer lugar decía '¿será padre o no será? ¿Por qué no estará su uniforme? ¿Me estaré equivocando? Yo estaba preocupada y le preguntaba pues y decía '¿usted su ropa no tiene padre?'... y se reía él y me daba más confianza pues. '¿No te gusta mi ropa?' Ya me conversó que ellos estaban haciendo un cambio que necesitaban los sacerdotes trabajar con el pueblo".
En la medida en que curas como el padre Esteban trataban de contravenir una tradicional pasividad en la población barrial, su nuevo mensaje reforzaba el discurso participacionista del gobierno militar. Según la misma dirigente:
"Antes de llegar a Lima yo iba a la misa y me gustaba respetar a los curas y todo eso, pero antes no había participación. En el Rímac, cuando vivía allí iba todos los domingos a la misa. Allá estaba pensando que todo estaba bien, pero a fondo no fue así".
La "participación" sigue siendo un concepto clave en el ideario popular radicalizado.
Nuevos actores de la todavía joven nueva izquierda, junto con el gobierno militar y la iglesia católica, participaron en la transformación de la conciencia de un amplio grupo de los sectores populares en los años 70. El impacto de la izquierda en distritos como Independencia fue tanto directo, a través de los nuevos cuadros que llegaron en esos años, como indirecto, fruto de trabajadores influídos por el sindicalismo clasista. Trabajadores que también vivían en el distrito y, en muchos casos, eran activos en organizaciones barriales.
Como consecuencia de los cambios mencionados aquí, mientras en los años 60 la energía organizativa de las dirigencias locales se orientaba a extraer servicios específicos del Estado, en los años 70 se desarrollaban cada vez más movimientos locales que agrupaban a un número mucho mayor de pobladores, y que, si bien se orientaban a extraer bienes y servicios del Estado; los mismos actores interpretaban sus esfuerzos comunales como reivindicaciones sociales, reivindicaciones que ganaban de urgencia hacia finales de los años 70, con la creciente crisis económica y el régimen represivo de Morales Bermúdez. Así, en los movimientos y en la organización local ingresaban ya ideas de justicia social y de derechos populares, y no tan sólo el mejoramiento físico de localidades específicas.
Bien, no les molestaba que venían. Les daban charlas, como a niños en el colegio".
Aunque por lo general SINAMOS no encontró resistencia al desplazamiento de las asociaciones pro vivienda por los comités vecinales, se dieron algunos casos de rechazo a SINAMOS por los pobladores. Estos, si bien son excepcionales, fueron importantes de tomar en cuenta porque muestran el conflicto potencial en zonas ya más autónomamente organizadas, y también en zonas donde el nuevo régimen tenía que competir con otros actores externos, sobre todo la iglesia - en los primeros años de la década de 1970 -. Tahuantinsuyo desde su comienzo mostró una mayor capacidad de organización autónoma que otras zonas de Independencia. Un factor clave en esta diferenciación es el hecho de que los moradores de esta urbanización popular ejercían un control relativamente alto sobre el crecimiento zonal, y sobre la compra y venta de lotes. En los últimos años de la década de 1960 y los primeros de la de 1970, esta población sostendría una cooperativa de transportes, una academia pre universitaria dirigida por jóvenes locales y, un poco después, un Comité de Defensa de los Intereses de Tahuantinsuyo. El gobierno militar nunca llegó a echar raíces en esta zona, ya muy activa y recelosa de su derecho al autogobierno.
En algunos otros pueblos de Independencia el gobierno militar logró implantar el nuevo sistema de representación local no creandoun consenso entre pobladores, sino aliándose con una facción local y, por lo tanto, estando en contra de la otra. Tal fue el caso del pueblo que aquí llamaremos Las Flores, donde se había formado en 1968 un club de madres con el apoyo de una monja muy activa. Las dirigentes del club, virtualmente excluidas (por ser mujeres) de posiciones de liderazgo en la Asociación Pro Vivienda, pudieron ejercer con mucho entusiasmo sus ambiciones y talentos organizativos en el contexto del club, El apoyo que la iglesia proporcionó al club -que llegó a incluir aportes materiales para la construcción de un local-, así como el simple afán de las señoras de participar en la dirigencia del pueblo, muy pronto desató a conflictos entre el club y la dirigencia comunal masculina. Tras el triunfo del Club de Madres, éste pudo sentar bases en la comunidad. Veremos más adelante que, mientras la facción Club de Madres experimentaría un proceso de cambio ideológico, la facción Comité Vecinal seguiría participando en el estilo e ideal tradicional de liderazgo. Así, un conflicto local institucional se convertiría en conflicto también ideológico.
Efectivamente, el contacto entre actoreslocales y nuevos elementos progresistas eclesiales que se encontraban con mayor frecuencia en éste y otros
distritos en los años 70, produjo cambios en las ideas de muchos pobladores sobre las relaciones de autoridad en la iglesia. Cambios que después afectarían las actitudes de los pobladores hacia la autoridad en la vida secular también. Hay que acordarse de que ésta es la época en que las nuevas preocupaciones sociales de la iglesia -preocupaciones que serían expresadas por ejemplo por los sacerdotes miembros de la Oficina Nacional de Investigación Social (ONIS), comenzaban a tener repercusiones prácticas en el estilo y las actividades de actores eclesiales en los distritos populares. Una dirigente del Club de Madres de Las Flores explicó el efecto de este cambio para ella:
"En mi pueblo [en la sierra de Ancash] yo iba a misa y me gustaba respetar a los sacerdotes. Para nosotros en mi pueblo el sacerdote es una autoridad máxima. Entonces cuando vi a Esteban [un cura irlandés que llegó a Independencia] a mí me extrañó mucho. En primer lugar decía '¿será padre o no será? ¿Por qué no estará su uniforme? ¿Me estaré equivocando? Yo estaba preocupada y le preguntaba pues y decía '¿usted su ropa no tiene padre?'... y se reía él y me daba más confianza pues. '¿No te gusta mi ropa?' Ya me conversó que ellos estaban haciendo un cambio que necesitaban los sacerdotes trabajar con el pueblo".
En la medida en que curas como el padre Esteban trataban de contravenir una tradicional pasividad en la población barrial, su nuevo mensaje reforzaba el discurso participacionista del gobierno militar. Según la misma dirigente:
"Antes de llegar a Lima yo iba a la misa y me gustaba respetar a los curas y todo eso, pero antes no había participación. En el Rímac, cuando vivía allí iba todos los domingos a la misa. Allá estaba pensando que todo estaba bien, pero a fondo no fue así".
La "participación" sigue siendo un concepto clave en el ideario popular radicalizado.
Nuevos actores de la todavía joven nueva izquierda, junto con el gobierno militar y la iglesia católica, participaron en la transformación de la conciencia de un amplio grupo de los sectores populares en los años 70. El impacto de la izquierda en distritos como Independencia fue tanto directo, a través de los nuevos cuadros que llegaron en esos años, como indirecto, fruto de trabajadores influídos por el sindicalismo clasista. Trabajadores que también vivían en el distrito y, en muchos casos, eran activos en organizaciones barriales.
Como consecuencia de los cambios mencionados aquí, mientras en los años 60 la energía organizativa de las dirigencias locales se orientaba a extraer servicios específicos del Estado, en los años 70 se desarrollaban cada vez más movimientos locales que agrupaban a un número mucho mayor de pobladores, y que, si bien se orientaban a extraer bienes y servicios del Estado; los mismos actores interpretaban sus esfuerzos comunales como reivindicaciones sociales, reivindicaciones que ganaban de urgencia hacia finales de los años 70, con la creciente crisis económica y el régimen represivo de Morales Bermúdez. Así, en los movimientos y en la organización local ingresaban ya ideas de justicia social y de derechos populares, y no tan sólo el mejoramiento físico de localidades específicas.
Fuente: POLITICA Y CONCIENCIA POPULAR EN LIMA : El caso de Independencia autor Susan Stokes. DOCUMENTO DE TRABAJO Nº 31. IEP Instituto de Estudios Peruanos. Serie Sociología/Política Nº 5
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