24 setiembre 2008

Los distritos de Pazos y Huaribamba (Huancavelica)

Las áreas ubicadas entre los 2.500 y los 3.500 metros sobre el nivel del mar de los distritos de Pazos y Huaribamba, en la provincia de Tayacaja, departamento de Huancavelica, donde se ubican alrededor de 1.400 productores agrarios con vocación por la producción de papa, que venden sus productos en los mercados de Pichus, Huaribamba, Pazos, Huancayo y, eventualmente, Lima. Para la mayor parte de estos productores, el pueblo de Pazos es el eje central de su articulación mercantil.
Pazos es un pueblo interandino de la sierra central del Perú, de origen español, ubicado a 70 kilómetros al sur de la ciudad de Huancayo, capital del departamento de Junín. Hasta hace menos de tres décadas, era un pequeño centro poblado, con rango de caserío, que albergaba a pequeños productores que practicaban una agricultura de subsistencia.
Como en todo pueblo interandino, los pobladores de Pazos se dedicaban principalmente a la producción agropecuaria; destacaba la producción de una variedad de semillas de papa, por las condiciones favorables (fundamentalmente, altitud y clima) de que dispone la zona. En Pazos predominan dos zonas agroecológicas, cada una con distintas características climáticas, de suelos y, sobre todo, de disponibilidad de agua, lo que les permite a sus productores obtener varias cosechas de papa al año. Los pobladores complementan la producción de papa con la de otros tubérculos, granos y cereales.
Según los pobladores, gracias a la construcción de la carretera Pazos–Pucará a fines de los años sesenta pudieron acceder a la Carretera Central, que une el valle del Mantaro "principal valle de producción de la sierra peruana" con la ciudad de Lima "principal centro urbano del Perú". De acuerdo con ellos, fue a partir de entonces que
se dieron cambios importantes en la localidad. Junto con la carretera llegó el servicio de luz eléctrica y, posteriormente, el agua potable. Arribó también “gente forastera”, interesada en comercializar la papa y los demás productos. También se crearon escuelas y centros de salud. Se abrieron tiendas de abarrotes y de insumos agropecuarios, y se instalaron comerciantes y transportistas, lo cual incrementó la población rural-urbana de Pazos.
Desde mediados de los años setenta, Pazos se convirtió en un distrito con 18 caseríos y pequeños centros poblados. Por su ubicación espacial estratégica, se transformó en un centro hacia el cual converge la producción de los caseríos aledaños, incluso la de aquellos ubicados en el distrito vecino de Huaribamba, a 22 kilómetros. Su crecimiento y dinamismo generó un fenómeno de arrastre en los centros poblados más próximos, sobre todo cuando algunos de ellos pasaron a estar vinculados con Pazos a través de carreteras carrozables, aquellas por las que puede transitar un vehículo motorizado.
Ejemplos de lo señalado son los caseríos de Chuquitambo, Vista Alegre, Mullaca y Nahuin. La construcción de la carretera que los une con Pazos parece haber provocado cambios profundos en la intensidad y en el uso de la tierra. Tres pueden haber sido las modificaciones más importantes: a) la difusión de variedades mejoradas de semilla de papa permitió sustituir las nativas; la producción de las nuevas variedades se destinó al mercado de Lima; b) el aumento en la superficie sembrada de papa y c) la eliminación de las áreas de pastoreo comunal; la tierra pasó a ser completamente privatizada.

Pero el distrito de Pazos también está conformado por caseríos y pequeños centros poblados cuya vinculación con la capital del distrito se da en la actualidad a través de caminos de herradura (“caminos comunales”). Son representativos de estos pueblos los siguientes: Pariac, Potacca, Chicchicancha, Yanama y Ñuñunga. Se trata de localidades cuya vinculación con Pazos se da a través del caserío de Pichus, ligado al distrito a través de una carretera afirmada de reciente construcción en la que convergen los principales caminos de herradura.
Se podría afirmar que los productores del distrito de Pazos y sus caseríos disponen de condiciones naturales homogéneas. La altitud, el clima, el suelo, la presencia de heladas y sequías, la disponibilidad de agua de riego son semejantes para todos. La diferencia importante parece ser la modalidad de acceso a la capital del distrito (vía carrozable o camino de herradura).
Como se ha mencionado, la población bajo estudio son los productores de papa asentados entre los 2.500 y los 3.500 metros sobre el nivel del mar en los distritos de Pazos y Huaribamba, provincia de Tayacaja, departamento de Huancavelica. Tomando como base el Censo Agropecuario de 1994, fue posible identificar 1.396 productores
ubicados en esa zona.
Ya que nuestro interés era evaluar las decisiones de articulación al mercado y los costos de transacción que afrontan estos productores, se decidió utilizar la pregunta del censo que identifica el destino de la mayor parte de la producción de cada parcela como variable clave para realizar el muestreo aleatorio. Cabe anotar que en la provincia de Tayacaja el destino de la producción de 69 % de las hectáreas en las que se cultiva papa es la venta en el mercado. Este indicador se reduce levemente en la zona de estudio, donde los propietarios de 49,3 % de las tierras en las que se cultiva papa reconocen la venta al mercado como el principal destino de su cosecha.
Teniendo en cuenta que en el área de estudio existe una importante variabilidad tanto en el tamaño de las explotaciones agropecuarias como en las características de la principal vía de acceso al mercado, se optó por estratificar la población de acuerdo con la magnitud de la parcela y el tipo de acceso vial. Se definió como “pequeño productor” al que tiene extensiones de papa menores a 1 hectárea, como “mediano” al que cuenta con 1-3 hectáreas y como “grande” a aquel con más de 3 hectáreas.
Considerando una estratificación en dos dominios (acceso por camino de herradura y acceso por vía carrozable) y los tres tama
ños mencionados, así como una búsqueda de precisión equivalente a 21 % de la media poblacional por estrato, el tamaño óptimo de la muestra es de 188 observaciones, para un nivel de significancia de 95 %. Finalmente, la muestra fue “redondeada” a 190 productores y distribuida en los diferentes estratos según su grado de heterogeneidad.
Fuente: Documento de Trabajo 30 - COSTOS DE TRANSACCIÓN EN LA AGRICULTURA PERUANA. Una primera aproximación a su medición e impacto. Elaborado por Javier Escobal D’Angelo. Grupo de Análisis para el Desarrollo. Lima, Perú

23 setiembre 2008

Testimonio de una MYPE: Los chifles de Noé Jiménez (Piura)

Nací en un pueblito que se llama Ollería, un pequeño caserío de la provincia de Ayabaca.
Siempre he considerado que el haber nacido ahí, es el patrimonio más grande que tengo.
Sin embargo, a los 13 años y sólo con segundo año de primaria, tuve que partir de mi Ayabaca querida. Mi primer destino fue Piura, pero no me quedé mucho tiempo y continué mi viaje hacia la ciudad de San Ignacio, en Cajamarca. Una vez ahí, con la ayuda de unos parientes y amigos piuranos, llegué a ser comerciante de arroz y café.
Trabajador, comerciante, empresario…
Paralelamente, en mi tiempo libre trabajé como peón agrícola. Ningún trabajo es malo para mí, soy una persona humilde, pero no me amilano ante nada. Mi meta era formar un capital y, poco a poco, ir ampliando la compra de café y arroz en cáscara, para lo que debía ahorrar todo el dinero posible.
En 1990, para enfrentar la gran crisis económica, el nuevo gobierno puso en marcha una serie de medidas de ajuste, conocidas como paquetazo económico. Eso implicó un duro golpe para muchos comerciantes. Yo me quedé sin capital. Sólo me quedaron dos sacos de café y dos de arroz. Requerí toda mi fortaleza moral para salir adelante y así, de comerciante pasé a ser empresario productor.
De regreso a Piura
En 1993 regresé a Piura. Inicialmente me dediqué a la venta de refresco de forma ambulatoria. Al principio utilizaba baldes para almacenar el producto, pero con la idea de ampliar el negocio, implementé un triciclo con todo lo necesario para la preparación
de todo tipo de jugos. Me fue tan bien que tenía cinco trabajadores que me ayudaban con la venta.
Era un trabajo difícil. Implicaba recorrer todo el Mercado Municipal vendiendo mi refresco y los policías municipales y empleados del mercado me sacaban del local por ser un vendedor informal. Entonces pensé que era necesario tener un puesto dentro del mercado para la venta de jugos y comidas. Había ahorrado, por lo que tenía el dinero suficiente para hacer realidad mi idea.
Luego, gracias a los sobrantes de la cocina y juguería, me fue factible hacer una pequeña granja de patos. De esta forma estaba aprovechando al máximo mis recursos y poco a poco los ingresos fueron creciendo.
La especialización en los chifles
Con las ganas de avanzar un poco más, en el año 1999 compré un perol
y empecé la producción de chifles en el puesto de comidas. Al principio no conocía bien el mercado, pero como nunca descuidé la calidad del producto, mis chifles tenían mucha acogida. La gente empezó a comprar chifles para venderlos en las bodegas, incluso, las madres los compraban para la lonchera que sus hijos llevaban al colegio.
Como tenía tantos clientes, amplié los mostradores de venta y me dediqué exclusivamente al comercio de chifles. Hoy la producción se ha duplicado, de los 500 o 1 000 plátanos que procesaba diariamente, he pasado a procesar 2 000.
Al principio los chifles se vendían a S/. 12 el kilo, pero para hacerle frente a la competencia, bajé el precio a S/. 8. El tener un precio menor en el mercado es una de las estrategias de mi negocio junto con dar una yapa por cada compra. Estas estrategias me han hecho conocido y mis ventas se han incrementado regularmente.
Un hecho importante fue cuando tuve que formalizar mi negocio. Lo hice principalmente por que los intermediarios de compra me exigían boleta de venta. Además era necesario para obtener un préstamo bancario. Fue en ese momento en que tuve que escoger un nombre para mi empresa. Pensando en mis paisanos que acostumbraban a comprar mis chifles, opté por “Chifle el Ayabaquino”.
El esfuerzo de crecer
Enfrenté muchos problemas en el camino, pero aprendí que la perseverancia siempre trae buenos resultados. Los peruanos tenemos muchos obstáculos. El más difícil fue el obtener la licencia municipal, ya que exigen demasiados requisitos.
Como muchos empresarios, me he caído varias veces, pero he logrado salir adelante. Siempre he creído que hay que estar preparados para vencer cualquier obstáculo que se presente.
Recuerdo que una de las épocas más difíciles que enfrenté, fue en el año 2003, cuando la municipalidad nos sacó del mercado y nos reubicó en la zona industrial. Adaptarme al nuevo local fue difícil, pero gracias al Ministerio de Trabajo y su programa Perú Emprendedor, recibí capacitación que me sirvió para mejorar el negocio.
Fue la primera vez que recibía apoyo del Estado. Dentro de estos programas de apoyo a los pequeños empresarios, se logró la instalación de dos cocinas industriales a carbón de piedra. Esto ha hecho que ahorre en combustible y me ha permitido continuar en el mercado, pues es difícil competir con las altas tasas de informalidad existente. La competencia informal vende a S/. 6 el kilo, pero carecen de registro sanitario e industrial, así como del sello Cómprale al Perú que tienen mis productos.
Y una nueva diversificación
El chifle es un anzuelo que permite vender otros productos. Por eso he diversificado mi producción y ahora vendo chifle de camote, papa en hojuela, papa al hilo; además de algarrobina, polimiel, alpomiel, natillas, manjar blanco, etc.
Como empresario, mi sueño es exportar chifles. Actualmente lo hago, pero en cantidades mínimas. Si bien tengo una capacidad de producción como llenar un container, quisiera
modernizar la empresa con maquinaria de punta y así aumentar sostenidamente la producción.
Creo que la clave del éxito es confiar en nosotros mismos y ser optimistas. Para hacer empresa, no es necesario tener un montón de capital, la riqueza de los países no es el oro ni el petróleo, es el hombre. Entre los seres humanos no debe existir la palabra no puedo, porque creo que es el virus de la mediocridad. Ahora tengo nuevamente un restaurante y quiero hacer un hotel. Mientras lo logro, he abierto dos nuevas sucursales en el centro de Piura.
Premios y distinciones

• En el 2003 la Chiflería “El Ayabaquino” fue galardonada con el “Premio Doral”, otorgado por Radio Doral de Tumbes.
• En mayo del 2004 ganó el “Premio a la Calidad” en la ciudad de Zurich - Suiza.
• En el 2004 recibió la mención de “Empresa Peruana del Año”, otorgada por la Asociación Civil Empresa Peruana del Año.
Fuente: Piura. Chiflería “El Ayabaquino” ENTRE LA ESPECIALIZACIÓN Y LA DIVERSIFICACIÓN. ANÁLISIS ESTRATÉGICO DE 10 CASOS MYPE. ProInversion.

22 setiembre 2008

La cestería en Huacho (Lima)

El trabajo artesanal en los distritos de Végueta y Medio Mundo en la Provincia de Huacho, al norte de Lima, es por lo general el tejido en cestería, mujeres de la zona se dedican a tejer principalmente canastas y sombreros en diversos y coloridos modelos, también elaboran paneras, individuales, asientos para carro, esteras, etc.
Las artesanas desarrollan esta actividad por tradición familiar. Los diseños
son simples, el tejido es siempre manual, utilizando los dedos, se manejan dos técnicas el plegado o tramado y el espiralado o enrrollado, usando moldes para las canastas.
Los talleres son parte de la vivienda, no requieren de un ambiente especial. La materia prima es la totora, un tipo de planta que, luego de ser cortada, es puesta a secar para ser después teñida con tintes artificiales.
No existe una institución que sustente al grupo de artesanas, ellas venden sus productos cuando es temporada de turistas, y cuando no, los mandan a Lima a través de un intermediario pero su ganancia es mínima.
Finalmente el tejido en cestería es una actividad únicamente de mujeres, que de ser una labor del hogar pasó a ser un medio de sustento económico.
El presente trabajo de investigación pretende describir y analizar el proceso de producción de la actividad artesanal en cestería, específicamente en dos zonas, para lo cual tuvimos que viajar hasta la ciudad de Huacho al norte de Lima, luego trasladarnos a Végueta y a Medio Mundo, los lugares que nos interesan para nuestro estudio. Durante nuestra visita obtuvimos cuatro entrevistas y de acuerdo a ellas elaboramos el siguiente esquema: en primer lugar trataremos como marco teórico los antecedentes de la cestería, luego nos ubicaremos en los lugares que nos interesan, en seguida describiremos a las artesanas que entrevistamos para finalmente centrarnos en el proceso de producción.
Esperamos contribuir a los estudios realizados sobre este tema, motivando futuras investigaciones.
MARCO TEÓRICO
El tejido en cestería se desarrolló desde tiempos antiguos. Aún en el Período Pre-cerámico se tienen noticias de lugares como Cabezas Largas en Paracas, Áspero y Yacht Club en Ancón, Supe Temprano, Playa Culebras y Paraíso, entre otros; en los que se evidencia el tejido de cestos y canastas, elaborados con caña brava, totora y junco. Al parecer no hubo una continuidad hasta la época colonial, durante la cual, la cestería tuvo gran desarrollo. Se sabe que los negros cimarrones huían de las haciendas por los maltratos y abusos a que eran sometidos por sus amos, formando pandillas dedicadas a robar y hasta matar. Se internaban en los montes y en los cañaverales, robaban leña y cañas para venderlas y poder subsistir. Al parecer estos cimarrones, tejían canastas en la clandestinidad fugitivos de la justicia y furtivamente las vendían a los transeúntes.
También había personas que se dedicaban al oficio de la cestería, por cuya comercialización debían pagar un tributo a la Real Aduana de Lima o a las aduanas de su jurisdicción, en su afán de buscar un mejor mercado para sus productos, debían transportarlos de un lugar a otro.
En la actualidad las personas que tejen en cestería están absueltas de tributos, ellas venden su producto directamente al cliente o a través de un intermediario. El comercio es libre, pero poco lucrativo para el productor, no así para el vendedor.
LOCALIZACIÓN
El distrito de Végueta a 12 m.s.n.m. se ubica a 10 Km. al norte de Huacho, capital de la provincia de Huaura. Tiene una superficie de 276.53 Km2 y una población de 18.000 habitantes según el censo de 1993, sus habitantes se dedican a la pesca como primera actividad, seguido por la agricultura y las artesanías en junco.
La creación del distrito en 1920 conmemoró el centenario de la presencia de las tropas libertadoras conducidas por el general José de San Martín. Situado preventivamente frente a la costa, desembarcó en la isla de Végueta, que por eso empezó a llamarse De San Martín (conocida después como Isla de Don Martín); y, habiendo reconocido las defensas del lugar, procedió a desembarcar en Végueta (X-1820) antes de proseguir a Huaura. En atención al probado patriotismo que luego desplegó el pueblo durante la gesta libertadora, se lo ha declarado (Ley 23942, del 12-X- 1984) distrito histórico de la Independencia Nacional.
ARTESANAS
Para nuestro trabajo de investigación entrevistamos a cuatro artesanas que se dedican al tejido en cestería, tanto en Végueta como en Medio Mundo, ellas son:
- Rosany Esteban (28) Dirección: Bolognesi 198 – Végueta
- Nelly García Meneses (37) Dirección: José Olaya Lt.15 Mz.L. – Végueta.
- Soledad La Rosa (57) Dirección: Av. Andrés Llares 820 – Medio Mundo
- Graciela Jara (70)
Dirección: Panamericana Norte km. 171.5 – Medio Mundo.
Las artesanas se dedican a la cestería siguiendo la tradición familiar, muchas de ellas tejen desde que eran niñas, colaborando con sus padres.

En la actualidad trabajan en sus hogares, ayudadas por sus hijos o por sus esposos en algunos casos. Para estas personas que cuentan con un grado de instrucción básico, la cestería es una forma de sustento económico.
En Végueta las artesanas no están organizadas y no forman parte de ninguna asociación, ellas trabajan según pedidos que comercializan a través de un intermediario que vende sus productos en Lima, triplicando el precio de costo.
Por el contrario en Medio Mundo las tejedoras forman parte de la Cooperativa Albúferas Artesanas, que en un principio firmó un convenio con la ONG OXFAM de Inglaterra, entre 1980 y 1989. Durante este tiempo OXFAM financió la construcción de un centro comunal, brindó capacitación para una producción de tipo de exportación, con mejoras en la calidad y el acabado. Actualmente la Cooperativa Albuferas Artesanas es dirigida por los pobladores de Medio Mundo y no recibe ayuda de entidades particulares o del Estado.
PROCESO DE PRODUCCIÓN
TALLERES:
Los talleres para el tejido en cestería forman parte de las viviendas en las que habitan las artesanas, es decir vivienda y taller en un solo lugar. Miasta se refiere a ello como área de producción y espacio de reproducción de la fuerza de trabajo (comer, dormir, reposar, etc.). En sí los talleres son ambientes simples, que no cuentan con maquinarias o telares, ya que el tejido en cestería es realizado manualmente, en ellos ubicamos la materia prima (junco) y otros materiales.
MATERIALES:
La materia prima es el junco. Scirpus Americanus. FAMILIA CYPERACEAE, fibra de color verde en su hábitat y amarillenta cuando es cortada y secada para efectos de tejido. Es un recurso natural que abunda en Medio Mundo y que es vendido en racimos a S/ 1.50 a las tejedoras de Végueta.
También es necesario el uso de anilinas para el teñido del junco, si se quiere. Las anilinas vienen en cuatro colores: verde, morado, amarillo y rosado; de las combinaciones de estos patrones se obtienen otros.
Para la confección de bolsitas de base cuadrada, las tejedoras utilizan moldes de madera, que mandan hacer o que obtienen de la persona que les hace el pedido.
TÉCNICAS:
Existen dos maneras de laborar la cestería, una de ellas es el plegado o tramado y la otra es el espiralado o enrollado. El plegado o tramado consiste en cruzar dos o más series de elementos llamados urdimbre y trama.
El espiralado o enrollado tiene una base continua, constituida por una banda continua o haz único de fibras o tiras o incluso por dos o tres bandas o haces unidos. Esta base (urdimbre) se la realiza enrollando espiralmente el elemento, empezando en el centro del fondo del recipiente y cada vuelta se cose a la siguiente por medio de un elemento o trama continua.
Para las asas de las canastas se aplica el trenzado esta forma de tejido también se realiza con los dedos. Las fibras de junco están fijas por un extremo y libres por el otro. Cada una de ellas, empezando por el exterior, se entreteje con las demás. Cuando han sido tejidas todas, se empieza por el lado opuesto, zigzagueando de este modo se forma una trenza.
CESTERÍA
Entre los productos que confeccionan las artesan
as de Végueta y Medio Mundo generalmente encontramos cestas, canastas, paneras, asientos para carros, individuales, polleras para guardar huevos, sombreros, esteras y bolsitas que pueden ser de base cuadrada o base circular.
Las canastas suelen ser tejidas con diferentes puntos como el petate, normal y calado. Para el caso de las esteras sólo se colocan tramas que serán trenzadas con urdimbres en el centro y en los extremos.
Los diseños de los productos son simples, resultan de la combinación de colores formando elementos geométricos que no suelen representar algo en especial.
COMERCIO:
En Végueta las artesanas no están organizadas y no forman parte de alguna asociación, ellas trabajan según pedidos que, comercializan a través de un intermediario que vende sus productos en Lima, triplicando el precio de costo.
Las tejedoras de Medio Mundo venden en el lugar, entre los meses de Noviembre y Marzo, cuando hay turistas que se dirigen a la Laguna Albufera (7 km. largo por medio km. ancho) y durante los otros meses del año mandan sus productos a Lima.
CONCLUSIONES
Este aspecto de las artesanías urbanas debería ser estudiado con mayor profundidad, pues no existe mayor bibliografía acerca del trabajo en cestería.
A través del tiempo la cestería ha pasado de ser de una labor del hogar a una forma de sustento económico.
La tradición familiar permanece a través de las nuevas generaciones, aún se conserva el objeto utilitario pero los modelos han cambiado para incorporarse en el mercado.
Se debe tener en cuenta que la cestería en general es desarrollada por mujeres, pues parece que no es labor de varones.
Finalmente a pesar que no es una labor lucrativa, la cestería está tomando un lugar dentro del mercado artesanal.
BIBILOGRAFIA
MIASTA, Jaime; SOTO, Esperanza; HUAMAN, Enrique.
La cestería en Lima. Seminario de Historia Rural Andina. UNMSM, Lima, 1987.
TAURO DEL PINO,
Enciclopedia Ilustrada del Perú. t. 17. Lima, 2001. l

Fuente: CESTERÍA EN VÉGUETA Y EN MEDIO MUNDO autor MELINA LA TORRE
Fotos: www.tejesol.org y www.huacho.info

21 setiembre 2008

De la eficiencia al control en los procesos de Adquisiciones y contrataciones estatales

En tiempo a esta parte se ha venido discutiendo públicamente sobre la pertinencia, necesidad y oportunidad de modificar el sistema de contratación, en vista que el actual no garantizaría un adecuado control sobre las contrataciones y adquisiciones, y en buena cuenta la eficiencia del sistema logístico no es el adecuado para un Estado que pretende una reforma aun en ciernes.
Parafraseando una máxima del derecho, el tratamiento igualitario de situaciones distintas atenta contra la igualdad. Bajo mi punto de vista esto sustenta el enfoque errado en materia de las contrataciones y adquisiciones estatales. ¿Qué distingue a los distintos procesos de selección?: básicamente la forma de obtención del valor referencial (en la etapa de elaboración del expediente) y los plazos y etapas del proceso de selección en sí. En cuanto al valor referencial, las Licitaciones y Concursos Públicos requieren de un estudio de mercado previo, mientras que en procesos de selección con menores formalidades solo se necesita de meras indagaciones en el mercado.
En el caso de los plazos y etapas de las Licitaciones y Concursos Públicos, a diferencia de los otros procesos de selección, se otorga a los postores (que en su inmensa mayoría no entran en el rubro de ser pequeñas o micro empresas) más tiempo y oportunidades de presentar consultas y observaciones a las Bases de ambos tipos de procedimientos. En ambos casos se asume que los procedimientos administrativos que son los procesos de selección deben confiar en lo que los agentes del mercado puedan informar, observar y proponer, aunque como dijera Douglass North –Premio Novel de Economía de 1993, no toda cooperación humana concluye indubitablemente en la obtención del éxito económico (en este caso la ganancia de la Entidad de los bienes o servicios a un costo razonable y la ganancia de las empresas en tanto la venta sea rentable).
Por esto debe entenderse que no es lo mismo una Licitación Pública por medio millón de nuevos soles a una Licitación Pública de veinte millones, y no se puede ser ingenuo en asumir que las empresas que constituyen el mercado actuarán indistintamente en ambos casos, o ¿acaso no podemos imaginar
que en algunos casos existan actuaciones tácitas en el mercado cuando el Estado sale a comprar sumas considerables?, bastará que en el 1% las Licitaciones se den situaciones irregulares para generar desconfianza pública y temor en la actuación de los empleados públicos, al tiempo de mostrarse las ineficiencias del mercado.
Lo que hemos visto en las noticias en las últimas semanas es una vorágine de problemas en las Licitaciones de los Ministerios, pero jurídicamente los problemas que observamos no son otra cosa que el resultado del conflicto (o falta de coordinación adecuada) entre la eficiencia y el control estatal, mientras que otro factor de análisis es la regulación que asume en algunos aspectos que el mercado solucionará el problema.
Creemos que la reforma del Estado debe saber combinar la eficiencia y el control estatal en particular en materia de compras estatales puesto que hablamos de fondos públicos. La ministra Mazzetti dijo algo muy cierto, la Licitación Pública de adquisición de patrulleros cumplió con todas formalidades y ninguno de los postores observó las Bases. Si una empresa competidora hubiera querido ganar en la Licitación de patrulleros hubiera observado las especificaciones técnicas y el valor referencial, ¿por qué no lo hicieron?, quizá se deba una falla en el mercado o alguna situación que podría explicar mejor North. En razón a las deficiencias de la actuación estatal con certeza en adelante los funcionarios públicos tendrán mucho mas cuidado en aprobar expedientes de contratación sin antes revisar exhaustivamente el valor referencial y las especificaciones técnicas, pero no bastará la buena fe de los funcionarios cuando imperfecciones como la falta de competencia o los acuerdos tácitos nos impidan ver las deficiencias del mercado.
De otro lado, por ejemplo carece de sentido que el mismo procedimiento largo y complejo deba ser cumplido para adquirir bienes de relevancia sobre d
erechos fundamentales como la vida o la salud; nadie dice que no se efectúe un proceso de selección, pero sería razonable que las compras de medicamentos no programables, que no alcanzan cuantías elevadas y que significan la diferencia entre la vida y la muerte de un paciente deben obtenerse mediante acciones inmediatas. Los pacientes no deben ser víctimas del letargo administrativo ni de las controversias entre proveedores.
Nadie dice que la Reforma del Estado sea tarea fácil, pero lo que hay que comenzar a concretar son criterios y metas. Así, la reforma en la contratación estatal debe velar por un control más exhaustivo y preventivo en Licitaciones de alto calibre económico al mismo tiempo agilizar procedimientos en otras adquisiciones de naturaleza fundamental, de forma que se pueda agilizar las compras de medicinas (que hacen en muchos casos la diferencia entre la vida y la muerte) y no se les dé el mismo tratamiento que a las compras de computadoras o papel.
Fuente: Adquisiciones y contrataciones estatales: entre la eficiencia y el control autor Dr Hildebrando Castro Pozo. Poder Ciudadano 95. Semana del 1 de Setiembre al 7 de Setiembre 2008. Coordinador MANUEL DAMMERT EGO AGUIRRE.

20 setiembre 2008

El tallado en piedra como tradición de Cajamarca

Una de las tradicionales divisiones de la historia de la humanidad es la de la edad de piedra y de los metales, de allí que es un hecho general que las primeras huellas de la presencia del ser humano sean de piedra, como ocurre con las culturas pre incásicas , una de cuyas manifestaciones son los petroglifos. Los Incas continuaron usando la piedra para varios propósitos como construcciones; queda el cuarto del rescate de Cajamarca.
Durante la colonia los españoles, aunque en menor escala usaban este material como es el caso de blasones que colocaban en casas importantes.
El oficio de picapedreros se difundió con la elaboración de piezas con contenidos escultóricos y otras utilitarias - estéticas tipo piletas. Con materiales pétreos de diferentes condiciones se desarrollaron artesanías de piezas pequeñas, algunas admirables por su precisión, como la marmolina, la traquita, la andesita y la piedra azul. Para fines funerarios, con una visión estética diferente, se desarrolló el trabajo de lápidas colocadas en los cementerios, como el de San Francisco de Huambacocha en el que hay un centenar de lápidas que representan las actitudes de sus habitantes en este aspecto.
Las primeras huellas de la presencia humana en Cajamarca han sido talladas, esculpidas, grabadas y pintadas sobre piedra desde épocas muy tempranas, como testimonio de su cosmovisión.
El arqueólogo Rogger Ravines realizó el primer inventario de sitios arqueológicos de Cajamarca, encontrando más de 300 de ellos (Ravines 1985). Debe destacarse también la labor del arqueólogo Augusto Cardich, quien encontró en algunas cuevas y abrigos rocosos del denominado Complejo de Cumbemayo (10.505 a.C.) una serie de evidencias del uso de instrumentos de piedra, que se corresponderían con las primeras tradiciones líticas de los Andes Centrales.
Siglos más tarde, los antiguos pobladores o «gentiles», demostraron su elevado desarrollo al labrar, cuidadosamente en roca vol
cánica, un acueducto que presenta varias secciones grabadas con símbolos vinculados a la agricultura y a la astronomía. Este canal, de 9 km de recorrido y a 3555 msnm, cumplió el objetivo de conducir aguas de la cuenca del océano Pacífico hasta el valle de Cajamarca. Asociados al canal hay diversos elementos importantes: estructuras a manera de escalinatas labradas en grandes rocas planas con bordes salientes en ángulo, una plataforma redonda en forma de cono truncado, conocido como la "piedra de los sacrificios", y una especie de adoratorio o templete labrado en un abrigo de traquita, el mismo material de las formaciones naturales de "Los Frailones", (geológi-camente corresponde a la formación Cumbemayo), un hermoso bosque de piedras que corona el Cumbe.
A otro lado del valle, en el apu Callajpuma o Pumaorco, a 3 km de Baños del Inca, en el camino al pintoresco distrito de Llacanora, abundan las más variadas pinturas rupestres sobre las superficies planas de la roca y conforman uno de los yacimientos pictográficos más extensos y antiguos del Perú.
Sin embargo, el sitio arqueológico de Kunturwasi (Casa del Cóndor), en la provincia de San Pablo, es el más famoso porque allí se han hallado, además de sus notables piezas de oro, cerámicas y líticas, una serie de monolitos, estelas, columnas y dinteles de granito con bajorrelieves labrados con figuras zoomorfas y antropomorfas. Las tres plataformas superpuestas, con una altura de 12 m conforman una estructura piramidal que se levanta en el cerro La Copa. La Misión Arqueológica de la Universidad de Tokio, dirigida por Yoshio Onuki, trabaja en este lugar desde 1988.
Ventanillas de Combayo. Cajamarca
Son característicos los nichos cavados en la roca, denominados "ventanillas", que eran empleados ritualmente como segundos enterramientos. Su disposición algunas veces en hileras y otras en galerías, concitan la atención permanente de los visitantes. Se encuentran en mayor
número en Otuzco y Combayo (Cajamarca) y en Bambamarca. A partir de la conquista Inca del reino de Cuismanco, uno de los señoríos más importantes de la región entre 1456 y 1460 se construyó en lo que es hoy el Centro Histórico de Cajamarca, una ciudadela con piedra de cantería labrada, con una plaza grande cercada de tapias y de casas y con un templo al sol, según cuenta el cronista Francisco de Jerez.

Cajamarca
Pizarro y sus huestes llegaron a Cajamarca el 15 de noviembre de 1532.
Al asentarse en la villa prácticamente barrieron con las edificaciones que hallaron. Los únicos vestigios incas que quedaron en Cajamarca son el famoso Cuarto del Rescate, con sus hiladas de piedras labradas al estilo imperial, algunos tramos de la calzada a Pultumarca o Baños del Inca y los restos arquitectónicos que se encuentran en ese lugar.
Pero los españoles no fueron los únicos en demoler la ciudad inca y su plaza triangular. Concluidos los dramáticos sucesos de la toma de Cajamarca, la captura y muerte de Atahualpa, la ciudad fue destruida por las fuerzas de Rumiñahui y el cadáver de Ata-hualpa transportado a Quito, como afirman los cronistas. Sólo después de estos acontecimientos, es que los españoles se asentaron en la villa. En 1549 arribaron los Franciscanos al lugar y lo bautizaron con el nombre de "San Antonio de Cajamarca".
Durante todo ese siglo el asentamiento se fue organizando alrededor de la plaza de armas, la casa del Corregidor y, como era costumbre en las ciudades coloniales, el abolengo de sus moradores se expresaba en sus mansiones con hermosas portadas –actualmente se conservan alrededor de un centenar–, muchas de las cuales mostraban símbolos heráldicos en sus frontis. En 1615, época en que se consolida la ciudad gracias a la bonanza económica sustentada en el desarrollo de la ganadería, la agricultura y el trabajo indígena en los obrajes, el cronista Antonio Vásquez de Espi-noza se refiere a esta villa como "Cajamarca la grande", denominación que aún es empleada para referirse a todas sus potencialidades.
Estas hermosas casonas de adobe y piedra tenían sus peculiaridades arquitectónicas. Fernando Silva Santisteban (2001) describe que "el ingreso a las casas se hacía a través del zaguán de arcos y con poyos laterales según el tamaño y el rango del propietario. El zaguán desembocaba en un patio, por lo general de tipo andaluz, con una pila central y jardín. Alrededor del patio se organizaba una primera forma de distribución de las habitaciones, al frente el salón de recibo y a los lados los dormitorios y las ‘cuadras’ o habitaciones para varios usos. Después del salón se hallaba el comedor, con vista a la huerta o al traspatio, donde estaba la cocina, la despensa y otras habitaciones para el servicio. Por lo general, gran parte del solar estaba ocupado por la huerta y por el corral para uno o dos caballos, así como para los animales que se criaban con fines alimentarios (...) los pisos, tanto del zaguán como del patio estaban empedrados, generalmente con piedras azules (lajas de caliza dura) intercalados en cuadros con cantos rodados".
Durante los siglos XVII y XVIII, Cajamarca vivió su mayor apogeo colonial debido a la explotación del asiento minero de Hualgayoc. La construcción de los templos de San Francisco, la Catedral, la iglesia y el Hospital de Belén, son manifestaciones de este esplendor, que es calificado por el estudioso Antonio San Cristóbal como propios de una Escuela Arquitectónica Regional: "La decoración alcanzó en Cajamarca una gama de intensidad creciente que progresa desde la portada de San Antonio, pasando por la de la Catedral hasta alcanzar su máxima culminación en la portada-retablo de Belén (...) la calidad, la abundancia y la diversidad de las figuras escultóricas en las portadas cajamarquinas elevan la escuela regional de Cajamarca a primer rango entre las escuelas arquitectónicas virreinales en lo que se refiere a la escultura decorativa. El aporte más original de Caja-marca consiste en haber difundido por todo el espacio de las portadas la unidad ornamental entre las esculturas y los componentes estructurales, de un modo como no se ha practicado en ninguna obra de las escuelas arquitectónicas regionales del Perú" (San Cristóbal 1987)
El oficio de los picapedreros se convirtió en la época colonial, en uno de los más preciados en el campo de la construcción. Pero con el transcurso de los años, la debacle minera y los gastos en las guerras emancipatorias y en la del Pacífico, afectaron la calidad de las construcciones y de sus elementos arquitectónicos, y fueron confinando la labor de los alarifes a producir simples elementos decorativos. Sin embargo, en Huambocancha y en los alrededores de la hacienda Porcón, se mantuvo el espíritu que condujo a los escultores y talladores a crear grandes muestras arquitectónicas.
En la provincia de San Pablo la producción de trabajos en piedra se efectúa en talleres familiares. Allí elaboran estatuas, pirámides, figuras de animales, escenas de la vida cotidiana de la comunidad y reproducciones de los monolitos del sitio arqueológico de Kunturwasi. La materia prima es extraída de tres canteras o minas cercanas a la ciudad, denominadas Chalaques, Caparrosa y Cristo de Sangal, mediante barretas, combas y picos. Los artesanos emplean, para la confección de sus piezas, diferentes tipos de cinceles, esmeriles, lijas, sierras y lacas. Los principales centros de ventas donde ofrecen sus productos son Chiclayo y Trujillo; un pequeño porcentaje también es comercializado en las ferias de San Pablo y en Cajamarca.
Los talleres de Porcón
En los alrededores de Porcón, y en un sector de cinco kilómetros de la carretera que une Cajamarca con Bambamarca, se emplazan varios talleres artesanales de picapedreros, escultores y talladores que mantienen la vitalidad del trabajo en piedra. En el caserío de Huambocancha, a 5 km aproximadamente al norte de la ciudad de Cajamarca, se ubican una serie de locales en los que familias enteras, como las de los maestros Terán, Chilón y Huatay, se dedican a trabajar las piedras de cantería, granito y marmolina. Allí mismo, al margen de la carretera, exhiben y venden sus productos continuando la tradición que iniciaron sus antepasados y que les fue legada de generación en generación.
Estos maestros iniciaron su aprendizaje a la edad de 10 o 12 años, combinando esta actividad con sus estudios escolares. Los niños que se deciden por continuar con este oficio, van adquiriendo, con el correr del tiempo, sus propios estilos hasta definirlos en obras propias. Algunos incluso se perfeccionan en el uso de alguno de los materiales específicos.
La producción actual de estos talleres es bastante difundida en Cajamarca y también a nivel nacional, particularmente por variadas piezas ornamentales y decorativas, así como por la restauración de secciones de iglesias, portones, piletas y bancas, entre otras piezas de consumo externo. Sin embargo, también producen otros artefactos para el uso interno, como los "pilancones" o bebederos para los animales, así como batanes, molinos, etc.
Francisco Terán Tafur, natural de Huambocancha Alta, es uno de los más destacados talladores en marmolina. Su trabajo ha sido reconocido con el premio nacional «Gran Maestro de la Artesanía Peruana» el año 2001, otorgado por el Instituto de Desarrollo del Sector Informal, el Instituto Nacional de Cultura y la Confederación Nacional de Artesanos del Perú.
El sabio Antonio Raimondi en sus viajes por Cajamarca, observó, estudió y documentó las formaciones geológicas y el potencial minero del departamento. En su obra Minerales del Perú y en sus libretas de campo, describe la configuración geofísica., la explotación de las minas de Hualgayoc y el uso de algunos materiales utilizados para las construcciones.

En nuestros días los principales materiales utilizados por los artesanos picapedreros son los siguientes:
La marmolina o piedra jabón (esquistos de carbonato de calcio).
Este material es seleccionado en bloques de 80 a 100 kg. en las canteras ubicadas en la provincia de San Pablo, desde donde se transportan a sus talleres en camiones alquilados por el propio artesano, en un viaje de cuatro horas aproximadamente. Los artesanos, que viajan 3 o 4 veces al año para proveerse de este material, adquieren un tipo de piedra que se caracteriza por ser "piedra aparentada". Las hay de varios colores: blanco, azul, ocre, verde, negro y rojo con blanco.
Para tallar objetos de menor tamaño, cortan la piedra en pequeños trozos con la ayuda de una sierra o serrucho y escogen un fragmento, según el tamaño y color de la obra deseada. A continuación usan los punzones y el martillo para moldear la pieza, después utilizan el esmeril para conseguir las características preliminares del objeto. Con otros punzones más finos proceden a elaborar los detalles más delicados. Luego viene el lijado o pulido y, en varios casos, el barnizado o laqueado final.
Los principales productos que confeccionan son joyeros, bom-boneras, ceniceros, porta-lapiceros, tableros de a
jedrez, nacimientos y una serie de animales y personajes, como incas, chasquis, campesinos, pájaros, búhos, elefantes. También elaboran lápidas y escenas cos-tumbristas y religiosas.
Una de las miniaturas más recientes es la del minero con su maquinaria, en Lápida en el Cementerio de San Francisco de Huambocancha.
La traquita o cantería.

La traquita es una roca volcánica que abunda en los alrededores de Cajamarca, en las canteras de Arispampa, Llushcapampa, Chilimpampa y Porconcillo. Este material es empleado en construcción para hacer las lajas de los pisos y bloques y enchapados para los muros. Con una variedad más dura se elaboran las llamadas «piedras de filtro», que son piezas circulares cóncavas de aproximadamente 60 cm de alto empleadas tradicionalmente, en el campo y la ciudad, para filtrar el agua, gota a gota, y librarla de impurezas.
- El granito (Andesita). La piedra granito procede de unas canteras ubicadas en Chumbil, km. 30 de la carretera a San Pablo, y de Negritos, en las alturas de Cajamarca, desde allí se transporta a los talleres de Huambocancha y Porcón. Con granito se elaboran estatuas, bancas, Lápida en el Cementerio de San Francisco de Huambocancha.
Fuentes, piletas, se esculpen estatuas para plazas y jardines. El tallado de una pileta demora aproximadamente un mes. Algunos maestros se han especializado en cortar los «cuadrados» de granito, ellos utilizan herramientas, como picos, lampas, barretas, cuñas, puntas, estacas de madera, combas de 2 y 12 libras, compases, metros, escuadras y reglas. El procedimiento tiene dos fases. La primera consiste en rayar la piedra con una regla y una punta para luego abrir unos hoyos cada 10 cm con la punta y la comba chica. En el hoyo central golpean con la comba y van abriendo la piedra apoyados de una cuña hasta para obtener los bloques. En la segunda fase se pulen los bordes, con la ayuda de escuadras y combas.
El bloque queda listo entonces para ser trabajado: en el tablón de granito pulido se diseña con una tiza la figura a obtener, que se irá tallando con cinceles y una comba pequeña. Los residuos y el polvo se retiran con una esponja húmeda.
La piedra azul (caliza)

La piedra azul o caliza es otro de los elementos arquitectónicos constitutivos que contribuyen a dar una personalidad singular a las casas cajamarquinas tradicionales. Se usa como losetas, en los pisos de los patios, gradas y zaguanes. La principal cantera se encuentra en el distrito de Magdalena.
Arte funerario en Huambocancha
Una de las más preciadas muestras de arte funerario popular, se encuentra en las lápidas talladas en los cementerios de San Francisco de Huambocancha, Porcón y Los Manzanos, entre otros. En estos camposantos, como bien anotan Villiger y Ravines (1983), se mantiene el "arte de los alarifes del siglo XVII, presente en las fachadas de los templos de Cajamarca (...) y, a no dudar, es el testimonio más bello de la cultura porconera actual: tradicional y creativo".
El camposanto de San Francisco tiene aproximadamente unas 100 lápidas y cruces de piedras pintadas de colores, la más antigua data de 1953. El recinto está cercado por un muro de piedra y por algunas pencas.
Parece ser que anteriormente, las cruces y lápidas talladas en granito sólo llevaban cincelados el nombre del difunto y el año de su fallecimiento, pero con el correr de los años los familiares comenzaron a aplicarles colores llamativos, como forma de ubicarlos más rápidamente y mantener un recuerdo menos lúgubre del finado. Las lápidas o cruces son encargadas como reemplazo de la cruz de madera colocada originalmente en el lugar del entierro y según la costumbre un año después.
Para decorar las lápidas, el artesano elabora en una plantilla un diseño decorativo: «para la almita la piedra más bonita». La estructura tiene 70 cm de alto como promedio, y es tallada a manera de retablo, con dos torres, campanas y relojes, portales con imágenes que corresponden a un prototipo de arquitectura religiosa colonial, semejante a las portadas de la Catedral, San Francisco y Belén.
En estos cementerios, desde muy tempranas horas del 2 de noviembre, Día de los Difuntos en el calendario católico, «se realiza un incesante desfile de gentes de Porcón y caseríos aledaños, portando ramos de flores naturales o coronas de flores artificiales, rosas de crepé adheridas a un aro de alambre, personas que van a visitar a sus muertos en su contacto con el ayer y con el cariño. (...) Allí comienzan, al mismo tiempo que en cientos de sepulcros terrenos, una ceremonia íntima, consistente en la limpieza de la cruz, el rezo de alguna oración y, luego la entrega de ofrendas al alma del difunto de acuerdo a los gustos que tuvo en su vida: rosquitas, paltas, bollos, dulces típicos, aguardiente, habas choclos, frutas, pan, chicha, hojas de coca. El alma entonces acude y comparte con los presentes las conversaciones y el almuerzo al aire libre: ‘Hemos venido a visitarte, Taitito, te dejamos este pancito’, ‘Te saludamos todos tus hijos, madrecita que bajas del cielo’, ‘Hermanito, aquí te dejamos estas ofrendas, tu pancito para tu alma bendita’, y otras expresiones más que pueden escucharse entre la multitud de polleras coloridas, sombreros en las manos, alforjas generosas, tragos de aguardiente y lágrimas furtivas." (Villiger y Ravines, 1983)
El rito exige la presencia de rezadores, con velas, agua bendita y de algunos objetos pertenecientes al fallecido que, según la creencia, estará disfrutando la visita que lo alejará del Purgatorio y le permitirá ganar favores para entrar al Cielo. Este conjunto de creencias es lo que mantiene arraigada entre la población la costumbre y exigencia de tener un espacio final esperanzador, alegre, armonioso y vital que sólo los artesanos picapedreros pueden ofrecer.
Bibliografía
-Ibáñez Rosaza, Manuel : “Poesía reunida”, Antares, artes y letras, Lima 2001
-Olivas Weston, Marcela :“Arte Popular de Cajamarca”, Antares artes y letras, Lima, 2003
-Ravines; Rogger : “Cajamarca Prehispánica. Inventario de monumentos arqueológicos” INC-Cajamarca y CORDECAJ, Lima 1985
- Silva Santisteban, Fernando : “Cajamarca, Historia y Paisaje”, Antares, artes y letras, Lima 2003.
-San Cristóbal, Antonio : “Las portadas retablo de Cajamarca” en Historia de Cajamarca, Tomo III
Fernando Silva Santisteban, Waldemar Espinoza y Rogger Ravices editores. INC-Cajamarca, Lima 1987
-Vásquez de Espinoza, Antonio : “Compendio y descripción de las Indias Occidentales”. Smithsonian Miscellaneous Collection (1626), 1948
-Villiger, Fernando y Rogger Ravines : “Tradiciones Porconeras” Boletín de Lima 27 (5) pags. 9-12, Lima 1983 n

Fuente: LA TALLA EN PIEDRA EN CAJAMARCA, PERÚ autora MARCELA OLIVAS WESTON

19 setiembre 2008

Comunidad Nativa Asháninca

El pueblo Asháninca, de habla arawak, se ubica en la selva alta central, en los valles de los ríos Perené, Píchis, Apurímac, Tambo, Ene, Pangoa, Alto Ucayali y en la meseta del Gran Pajonal. Actualmente se estima su número de 47,100, Y son la etnía más grande y más extendida de la amazonía peruana. Por su proximidad a Lima, la selva central y el pueblo Asháninca fueron objeto de numerosas expediciones de conquista a lo largo de la época colonial. La mayor parte de ellas fueron rechazadas; sin embargo, a comienzos del s. XVIII los misioneros franciscanos lograron vencer la resistencia Asháninca fundando numerosos pueblos de misión en Chanchamayo, Perené, Pangoa y el Gran Pajonal. Durante un periodo de 33 años los Asháninca fueron evangelizados e incorporados a la economía regional como mano de obra de las tierras misionales y haciendas vecinas en la producción de coca y caña de azúcar para la fabricación de aguardiente (Santos 1980). El interés por las herramientas traídas por los misioneros y la identificación de estos últimos con la divinidad tecnológica Asháninca posibilitó que en un principio la presencia española fuera aceptada (Benavides 1986: 33); pero la imposición de patrones culturales y formas de trabajo ajenas, además dela mortandad causada por las sucesivas epidemias que llegaron con los españoles, provocaron una serie de revueltas que culminaron en 1742 con la sublevación anticolonial y mesiánica de Juan Santos Atahuallpa (Santos 1988a).
Durante poco más de cien años la selva central quedó libre de la presencia europea, y la sociedad Asháninca pudo continuar su desarrollo de forma autónoma, llevando adelante el proyecto utópico de Juan Santos, que incluía la adopción y adaptación de aquellos elementos de la cultura occidental considerados más positivos. Entre éstos la crianza de ganado, el cultivo de algunas especies europeas y la manufactura de herramientas en herrerías nativas. Estas últimas, más desarrolladas entre los Amuesha que entre los Asháninca, revolucionaron las técnicas productivas y les confirieron a estas dos etnías una posición preeminente en la selva central (Santos 1988b).
A partir de 1847 los sucesivos gobiernos republicanos se esforzaron por reocupar la zona a instancias de los grupos dominantes de Tarma y Huánuco. La acción combinada de militares y misioneros acabó con la resistencia Asháninca en 40 años. En 1890 el Estado hizo entrega a la Peruvian Corporation de una concesión de 500,000 hás., en ambas márgenes del río Perené, como parte de pago a los tenedores ingleses de bonos de la deuda externa. Un año más tarde se inauguraba la Vía Central del Pichis que conectaba Lima con un punto navegable de este río. Estos dos eventos habrían de tener enorme impacto en la población Asháninca y en la economía de la región. Junto con la expropiación y ocupación de sus territorios, los Asháninca fueron objeto de correrías emprendidas por los caucheros para la captura, de esclavos. El tráfico de niños Asháninca perduró hasta los años 30 de este siglo (Bodley 1981: 11).
Los últimos levantamientos armados para expulsar a los invasores se dieron hacia 1913 (ibidem: 10). Sin embargo, a pesar del aplastamiento de la resistencia armada, y a diferencia de los Cocama-Cocamilla, los Asháninca han podido mantener su cohesió
n e identidad como grupo diferenciado. Un elemento de unidad de suma importancia es la lengua, la cual con ligeras variantes dialectales o regionales es mutuamente inteligible. En 1976 todos los Asháninca mantenían su lengua y aun en las zonas más incorporadas a la sociedad nacional, como los valles del Alto Perené y el Pichis, el monolingüismo en lengua vernácula era de 39% y 34% respectivamente (Chirif y Mora 1976: 86-90). La titulación de las tierras nativas a partir de 1975 bajo la Ley de comunidades nativas, aun cuando insuficiente en cuanto al tamaño de las áreas amparadas, también ha contribuido a sentar las condiciones para el mantenimiento de la identidad Asháninca.
En estos primeros decenios del s. xx los Asháninca del Perené fueron paulatinamente integrados a la economía regional como mano de obra en los cafetales de la Peruvian. En 1939 el 10% del personal empleado en la colonia del Perené era Asháninca; en el periodo 1940-1945 este porcentaje aumentó a 35% (Barclay 1983). El creciente interés por la madera hizo que el frente extractivo forestal se expandiese cada vez más, incluyendo las zonas Asháninca más apartadas. En el río Tambo la actividad maderera se inició en los años 50, profundizándose en los 60. En los 70 cerca del 90% de los hombres adultos de la comunidad Asháninca de Betania trabajaban varios meses al año en la zafra de madera. Los abusos intrínsecos al sistema de habilitación y enganche utilizado por los patrones madereros para captar la mano de obra indígena, hicieron que este porcentaje se redujese a 40% en los años 80 (Villasante 1985).
Sin embargo, en 1982 el 45% de la mano de obra empleada en la saca de madera en el río Tambo continuaba siendo Asháninca, mientras que en el Urubamba dicho porcentaje ascendía al 50% (ibidem).
La integración económica de los Asháninca a través de la venta de su fuerza de trabajo también se ha dado en el área de la producción agrícola y pecuaria. En 1985 el 95% de los colonos del valle del Pichis empleaban peones Asháninca para el desarrollo de sus actividades agropecuarias. Para esa misma fecha se ha determinado que el 90% de los hombres adultos de las comunidades Asháninca trabajaban para patronesun promedio de dos meses al año (Swenson y Narby 1985: 23). Estas y las anteriores cifras demuestran que gran parte de las actividades productivas y extractivas en la selva central se han sustentado en el trabajo indígena.
En zonas como el Pichis la estrategia Asháninca de trabajar para patrones como modo de obtener dinero en efectivo responde, no a una falta de interés en la producción agropecuaria como se ha afirmado, sino a las dificultades de transporte, el monopolio de la comercialización por parte de unos pocos comerciantes, y los bajos precios locales de los productos agropecuarios, que hace que los costos de producción estén por encima de los ingresos percibidos (Narby 1986: 16). Que existe interés en la producción directa lo prueba el hecho que los Asháninca del Pichis han recurrido masivamente al sistema de créditos de promoción ofrecidos por el Banco Agrario bajo el presente gobierno. Representando el 70% de la población del valle, los Asháninca constituían en 1986 el 90% de los prestatarios, siendo la mayor parte de estos créditos para el cultivo de arroz (ibidem: 20). Aun cuando se ha probado que bajo las condiciones fijadas por el Banco Agrario y las del mercado local la devolución de los préstamos no es posible en base a este tipo de producción (ibidem; 19), el gran número de solicitudes de préstamo por parte de los Asháninca demuestra claramente que éstos no tienen la intención de mantenerse al margen de la economía nacional.
Esto se ve confirmado por el hecho de que en aquellas zonas mejor conectadas con el sistema vial nacional y con un mercado local más desarrollado, los Asháninca han optado por una estrategia de producción agrícola directa. En el valle del Perené la agricultura comercial se ha ido convirtiendo en una estrategia de supervivencia frente a la creciente presión sobre las tierras, y la creciente escasez de recursos animales y forestales que no permiten el desarrollo de las actividades productivas tradicionales. En el Cuadro No. 3 se evidencia esta tendencia hacia una participación cada vez mayor en el mercado a través de la agricultura comercial. En el estudio de 1975 fueron encuestadas 14 comunidades Asháninca del Perené; en el de 1986 fueron encuestadas 18. En ambos se determinó el porcentaje de comunidades que sembraban determinados productos ya sea exclusivamente para la venta, ya para el autoconsumo y venta.
Como resultado de esta tendencia en 1986 el 66% de la chacra promedio Asháninca estaba destinado a cultivos netamente comerciales, cifra similar a la de 75% que se ha determinado para las chacras promedio de los colonos de la zona (Swenson 1986: 4
-7). Más aun, de los cultivos de subsistencia, el 42% del maíz, 42% de los plátanos, y e16% de la yuca eran igualmente comercializados (ibidem: 4). Constituyendo el 10% de la población del valle, los Asháninca contribuyen el 1:7% de la producción total de cítricos, 2.2% de la de café, 3.4% de la de yuca, 4.7% de la de palta, 8.7% de la de maíz, y 9.6% de la de plátanos (ibidem). Si bien esta contribución está en muchos casos pordebajo del porcentaje de población que representan, esta situa-ción bien puede cambiar en el corto plazo ya que el 25% del café, 67% del cacao y 82% de los cítricos existentes
en las comunidades Asháninca en 1986 había sido recientemente sembrado y aún no estaba en etapa de producción (ibidem).
El café, principal producto comercial del Perené, constituye el 40.5% de la chacra promedio Asháninca (ibidem). Su cultivo, como fuente principal de ingresos, asociado a una diversificación de los cultivos comerciales, constituye la estrategia de los Asháninca de esta zona para asegurarse una fuente de ingresos permanentes a la par que evitar los riesgos que representan tanto las oscilaciones de precios como las plagas que afectan a los monocultivos. Como respuesta a los problemas de comercialización (monopolio y bajos precios) los productores Asháninca del Perené junto con los del Pichis se han asociado en los años 70 en la Central de Comunidades Nativas de la Selva Central (CECONSEC). Dicha organización, que se originó com
o una cooperativa para la comercialización de café y achiote producido en las comunidades, pronto asumió otros aspectos de la lucha Asháninca por mejores condiciones de vida: titulación de tierras, defensa de los derechos, y educación bilingüe. Actualmente la CECONSEC ha trascendido sus objetivos originales para asumir la representación de los intereses Asháninca ante el Estado y las agencias de desarrollo que operan en la zona. Con la presentación de candidatos propios en las elecciones municipales de 1985
* Este porcentaje habría sido más alto si no fuera por una plaga que en los años precedentes destruyó los papayales de la zona la CECONSEC ha asegurado además la activa participación de las comunidades Asháninca en la política regional.
Fuente: INTEGRACION ECONOMICA, IDENTIDAD Y ESTRATEGIAS INDIGENAS EN LA AMAZONIA autor FERNANDO SANTOS GRANERO

18 setiembre 2008

Los petroglifos de Jamalca

Prácticamente nada se conoce de los recursos culturales del distrito de Jamalca, pero al explorar su territorio uno se enfrenta con sorpresas interesantes, porque tras la enmarañada floresta que lo cubre aparecen vestigios arqueológicos que evidencian, a todas luces, los restos del quehacer humano de tiempos preincaicos1. Jamalca, palabra cuyo origen y significado hunde sus raíces en lejanos períodos de la prehistoria nativa, alude quizás al proceso migratorio, en determinado momento, de algunos grupos que atravesaron el caudaloso río Marañón hace miles de años. Actualmente, sus territorios conforman uno de los siete distritos de la provincia de Utcubamba en el departamento de Amazonas, Perú. Antes, en tiempos coloniales, se hallaba incluida en la gran provincia de Luya y Chillao, a la cual estuvo vinculada desde épocas anteriores a la llegada de los Incas a estos territorios.
Una reciente e inicial visita a la zona nos ha servido para identificar algunos testimonios arqueológicos, los cuales por las características que presentan vienen a conformar genuinas expresiones del arte rupestre local. Los viejos artistas jamalquinos, en dos sitios no extensos, grabaron en la roca escenas relacionadas a sus preocupaciones ideológicas. Los temas representados son todavía un enigma para los ojos modernos, pero como un intento de aproximarnos a su comprensión publicamos un resumen del hallazgo.
Antecedentes
Como ya lo enunciamos, no hemos encontrado datos arqueológicos que específicamente nos den alguna información sobre el pasado prehispánico del distrito de Jamalca. No obstante, para el caso de la provincia que incluye a éste, tenemos los estudios realizados hace algunos años por la arqueóloga Ruth Shady, quien hizo investigaciones sobre las ocupaciones humanas de Utcubamba, especialmente en la parte baja del valle del mismo nombre, donde justamente se ubica Jamalca. Ella identificó varios sitios arqueológicos próximos a la margen izquierda de la cuenca del río Utcubamba, y los resultados de sus investigaciones revelaron una secuencia de desarrollo cultural desde el período Formativo (1300 a 200 antes de Cristo) hasta el período Intermedio Tardío, con evidencias incluso de la presencia de testimonios del estilo alfarero Kuelap (Shady 1973). Este estilo es aquél que definimos para la parta alta del valle de Utcubamba, mediante excavaciones arqueológicas en el mismo complejo de Kuelap y exploraciones de varios sitios emplazados en la parte alta del valle (Ruiz 1972). A pesar de esta información, como no pudimos obtener asociaciones alfareras al entorno de los petroglifos de nuestro estudio, no ha sido posible aproximarnos con exactitud a la época en que éstos fueron grabados
Por otra parte, existen estudios y referencias sobre el arte rupestre en áreas próximas al distrito de Jamalca y a la provincia de Utcubamba, como en las de Jaén, Luya, Chachapoyas y las riberas del Marañón (Langlois 1939: 75; Reichlen 1950: 233; Horkheimer 1959: 87-88; Oblitas 1978: 49-51; Miasta 1979; Gamonal 1981, 1986; Bueno y Lozano 1982; Zubiate 1984; Ravines 1986; Shady y Ruiz 1987; Muscutt 1987; Ruiz 1988, 2001; Olivera 1994; Kauffmann 2003: 448-460; Ruiz Paredes 2003: 107-108). No obstante, estas evidencias artísticas "amazonenses" no sólo se presentan aisladas como en los casos citados, sino también pueden presentarse relacionadas a cementerios, especialmente en aquellos situados en altos cobertizos rocosos, asociados a los denominados sarcófagos y mausoleos o chullpas, tal como se observa claramente en las tumbas de La Laguna de los Cóndores o en los mausoleos de Revash (Von Hagen y Guillén 1998; Von Hagen 2000, 2002; Kauffmann 1989, 2003, entre otros). Resulta interesante agregar que los contextos funerarios están referidos, en su mayor parte, a las pinturas rupestres y no a los petroglifos. De estos últimos, existen pocos trabajos, pero se han hecho publicaciones que contienen referencias sobre su presencia en Amazonas (Reichlen 1950: 233; Horkheimer 1959: 88; Schjellerup 1997: 133; Kauffmann 2003: 452; Hostnig 2003: 5,6,7). Sin embargo, se carece aún de estudios sistemáticos que contribuyan a la investigación de otros sitios con similares expresiones para su contrastación adecuada y mejor comprensión estética y arqueológica. Para otras áreas del Perú ya se han realizado aportes significativos en este aspecto (Cardich 1964; Guffroy 1999; Núñez Jiménez 1986; Hostnig 2003; Linares Málaga 1999; Rick 2000).
Por todo lo expresado debemos señalar, de modo general, que el estudio de los petroglifos de la región es un tema sobre el cual es necesario poner la adecuada atención, ya que acumular información sobre sus características servirá para comprender su significado en el contexto de las sociedades que poblaron el valle del Utcubamba. Esas expresiones culturales constituyen una faceta más del registro arqueológico vinculado al quehacer humano en tiempos remotos.
Jamalca
El distrito de Jamalca con sus 357.9837 km2 ocupa el tercer lugar en extensión en la provincia de Utcubamba. El primer lugar corresponde al distrito de Cajaruro con 1,763.2211 km2, mientras el distrito de menor extensión vendría a conformarlo el de Yamón con 57.6166 km2 (Ruiz Paredes 2003: 13). Los demás distritos se denominan Bagua Grande (746.6630 km2), Cumba (292.6583 km2), El Milagro (313.8893 km2) y por último, Lonya Grande (327.9200 km2).
La capital del distrito de Jamalca, que viene a ser el pueblo del mismo nombre, se halla a 1201 metros sobre el nivel del mar, teniendo como coordenadas geográficas 05°53’ 45’’ de Latitud Sur y 78° 13’ 31’’ de Longitud Oeste. Por la altitud que muestran los diversos sectores de su territorio, entre 440 a 1200 metros sobre el nivel del mar, podemos considerar que el territorio de Jamalca se encuentra en la región denominada Yunga (500 a 2500 metros sobre el nivel mar), de acuerdo a la clasificación ecológica establecida hace algunos años para el territorio peruano (Pulgar Vidal 1996). El río Utcubamba por el lado este, la Quebrada Honda por el lado norte y el río de Magunchal por el sur delimitan sus propiedades. En realidad el territorio de Jamalca comprende sectores de zona Quechua hasta la de Temple que se extiende hacia las playas del fondo del valle que marginan el río Utcubamba.
Nuestras exploraciones en la zona de Jamalca nos permiten expresar que su topografía configura laderas montuosas, quebradas profundas y terrenos inclinados como notas saltantes que distinguen la geografía local. Esas laderas miran al Oriente y descienden vertiginosamente para caer hacia la margen izquierda del río Utcubamba, que avanza en dirección norte y desemboca en el Marañón. Por tales ambientes abundan los cultivos de café; sin embargo, este producto no es el preferido de los campesinos, sino las plantaciones de yuca, plátanos, guayabas, bituca (una raíz comestible suave y agradable al paladar), naranjas, limas y pasto abundante donde invernan los hatos de ganado y las bestias de carga.
De la carretera marginal de la Selva, a media hora de la ciudad de Bagua Grande, capital de la provincia de Utcubamba, parte un camino carretero que asciende hasta el pueblo de Jamalca. Aquí se halla la mayor concentración poblacional del distrito a 1200 metros sobre el nivel del mar. El clima es cálido pero algo más suave que en los feraces y agobiantes ambientes de la selva seca de los llanos de Bagua Grande. Varias fuentes de agua irrigan el territorio y no sufre de los problemas que afronta la ciudad capital en este aspecto. Bagua Grande, en todo caso, espera hace varias décadas que el agua de Jamalca, es decir del río Magunchal, calme la sed de sus campos.
En las vertientes jamalquinas predominan los terrenos siempre verdes, las quebradas de aguas constantes y las sánoras de corrientes temporales. No abundan las rocas pero sí las tierras productivas que a veces se tornan fangosas y obstaculizan el tránsito, especialmente en la temporada de invierno. El ambiente es propicio para la vida humana y así lo fue en tiempos antiguos, de modo que las comunidades humanas la eligieron como sede de sus actividades agrícolas y de caza. Además es allí donde, sus antiguos ocupantes, escogieron justamente los pocos promontorios rocosos para dejarnos las huellas de su mensaje todavía indescifrado.
Los petroglifos
Hemos explorado sólo dos lugares con este tipo de restos. Uno, muy próximo al pueblo de Jamalca y otro, más alejado, en el caserío de El Laurel. En ambos casos se aprovechó los pocos elementos rocosos destacados en el ambiente. La naturaleza pétrea de estos bloques es de arenisca rojiza, y en ellos labraron las figuras de nuestro comentario. De acuerdo a los diseños y el tipo de técnica de trabajo empleado, nos permitimos afirmar que corresponden a lo que en la arqueología se conoce como arte rupestre en la variedad de petroglifos. Nos estamos refiriendo al sitio de Pajpachupa y El Laurel, de los cuales ofrecemos los siguientes detalles:
Pajpachupa
El sitio de Pajpachupa se encuentra ubicado en el distrito de Jamalca, a poca distancia de este pueblo de modo que el acceso no presenta dificultades, pues para llegar al sitio se utiliza la carretera que se dirige al pago de Morochal, del cual se toma el camino de herradura hacia los terrenos de Magunchal. En el trayecto se observan sólo terrenos de cultivo de los pobladores en los que predominan las plantaciones de café, algunos frutales y plantas nativas de la región. El bloque con los petroglifos se encuentra al pie de terrenos de ladera, adyacente a una sánora que discurre hacia el río Utcubamba. En este lugar se observa una mole rocosa de aspecto cúbico, cuyo peso es aproximadamente de unas cinco toneladas. Presenta facetas laterales más o menos planas.
Una de las facetas más planas de la roca, la que mira al lado este, muestra el diseño de las figuras esculpidas. Algunas de las figuras son ya irreconocibles por el estado de deterioro en que se encuentran, causado a través del tiempo, pero lo que aún se observa claramente, son los diseños de personajes antropomorfos de unos 0.48 metros de altura como promedio, los cuales se singularizan por encontrarse en posición invertida. Ellos están distribuidos en la mitad inferior del panel rocoso y no hay vestigios de otras figuras en las otras caras del bloque. El estilo de los trazos es simple, ajeno a detalles que delaten mayores características de los personajes representados. La posición invertida de los personajes nos hace pensar que quizá la mole rocosa pudo haber rodado algún trecho por el declive de la ladera donde se encuentra. En la zona son frecuentes los desplazamientos de terrenos, debido a las fuertes lluvias que se producen en la temporada de invierno.
La técnica utilizada para grabar las figuras fue sencilla. Para lograr los diseños habrían utilizado una piedra tosca de mayor dureza que el soporte, con la cual dieron golpes a percusión para formar el contorno de las representaciones rupestres. Para el caso de las figuras lineales, se muestran trazos más profundos que para las figuras antropomorfas, de modo que aquellas aparecen como si hubiesen insistido más en desgastar al tallar la roca.
En el entorno de la roca grabada no hemos podido observar a nivel de superficie otros restos arqueológicos. La maleza que cubre los campos aledaños nos ha impedido realizar búsquedas minuciosas para encontrar algunos objetos arqueológicos asociados que puedan dar algún indicio de la antigüedad de los petroglifos.
El Laurel
Denominamos a esta muestra con el nombre del mismo caserío donde se encuentra la roca con los petroglifos. Este caserío pertenece a las alturas del distrito de Jamalca en la provincia de Utcubamba. Para llegar al sitio, desde el pueblo de Jamalca, se utiliza un camino de herradura que atraviesa los pueblos de Pururco y Vista Alegre. El lugar no dista mucho del pueblo El Laurel pues se ubica prácticamente junto a él, por lo que no existe dificultad alguna para el acceso.
La afloración rocosa se halla en medio de chacras de cafetales y no es de grandes dimensiones. Luce en una de sus paredes varias figuras talladas toscamente, para lo cual habrían utilizado una piedra como herramienta y con ésta lograron desgastar la roca. Sobresalen aquí los diseños de personajes, igualmente antropomorfos, en completo movimiento. Poseen el cuerpo y la cabeza definidos, con los brazos y las piernas abiertas, como si estuvieran danzando o quizás en una acción de cacería (Fig. 1). Los trazos son únicamente delineados, sencillos y sin mayores pormenores anatómicos. Como en el caso de Pajpachupa, la técnica utilizada sería la misma que se empleó para las figuras antropomorfas. Es decir, se hizo uso de una piedra dura con la cual se martilló la pared para contornear la figura, notándose que los bordes de las líneas no son regulares sino más bien toscos.
El tamaño de las figuras no excede los 30 centímetros y no están asociadas a otro tipo de diseños. Tampoco hemos podido observar en el terreno de su entorno algunos restos, sea de alfarería u otros de diferente naturaleza como desechos líticos, po
r ejemplo, como para inferir o intentar una aproximación a la cronología que le corresponde.
Importancia cultural

Indudablemente, tanto Pajpachupa como El Laurel adquieren importancia por exhibir muestras del arte rupestre amazonense referido a los petroglifos, campo de la plástica aborigen que con las pinturas en los abrigos rocosos, abundantes también en la zona, rivalizan con las expresiones estéticas realizadas en piedra de otras regiones de los Andes peruanos. El arte que se observa, sencillo, esquemático, poco detallista, centrado en perpetuar la imagen humana, expresa la preocupación de las comunidades prehispánicas del lugar por plasmar su misma figura, probablemente en lugares que pudieron funcionar como hitos que marcaban territorios. Pajpachupa linda con tierras de la parte baja, donde se inicia el temple caluroso del valle del Utcubamba, mientras El Laurel se sitúa en laderas montuosas de altura, como punto de arranque de los ambientes de quechua, por encima de los 1500 metros de altura sobre el nivel del mar. Los pueblos remotos de Jamalca y Bagua Grande, con este tipo de expresiones estéticas, y otros que deben existir en los territorios montuosos de la zona, querían comunicar algunas preocupaciones de su mundo a la sociedad en la cual estaban involucrados. Por ello, algún artista de ese tiempo graficó un mensaje para comunicar aspectos de la realidad que enfrentaban y es posible que los grupos humanos que desenvolvían su existencia en estos parajes entendían el mensaje grabado en la piedra. Ahora sólo intentamos aproximarnos a su lectura y su registro como patrimonio cultural de Jamalca.
Cabe anotar también la importancia que le dieron a los pocos bloques rocosos que aparecen en medio de la floresta. Es decir, aprovecharon esa circunstancia para dejar allí, las huellas de lo que deseaban comunicar al resto de la población de tiempos lejanos.
Si queremos comparar los petroglifos de El Laurel y Pajpachupa con otras expresiones de la misma naturaleza del departamento de Amazonas, encontramos alguna relación con los petroglifos de Kaclic y los de la cuenca de Gache del distrito de Lamud. Los petroglifos de Kaclic están ubicados en la misma cuenca del río Utcubamba pero en la parte alta, a poca distancia de la ciudad de Chachapoyas. En este caso las figuras representadas aparecen en una pared rocosa que forma parte de las estribaciones montañosas que descienden de Chachapoyas a la margen derecha del río Utcubamba, pero no es una roca aislada como sí lo es en los ejemplos de El Laurel y Pajpachupa. Por otra parte, el arte rupestre de Kaclic es mas complejo que los del presente estudio, porque se observa en él varias figuras humanas de diseño diferente, representaciones de animales cuadrúpedos diseñados en forma definida, volutas, líneas onduladas, espirales, figuras geométricas como el rombo y hasta verdaderas escenas como un personaje humano rodeado de animales o, al parecer, recuas de animales (Ver foto en Ruiz 1970: 32). Por eso ya Hans Horkheimer, quien no sólo publicó una foto como se ha afirmado (Kauffmann y Ligabue 2003: 452), sino que hizo una breve descripción de Kaclic, afirmó también la existencia de la figura humana con su tocado, felinos, serpientes, llamas, caracol, araña, pez (que puede ser un siluro), hacha de doble filo, flechas, volutas, un romboide y escenas que él interpreta como la "de un cazador que con su flecha o con su puñal mató a tres pumas" (Horkheimer 1959: 88). Igualmente, se encuentra una referencia a la cual se añade una foto hecha por César García Rosell (García Rosell 1968: 32). También Zubiate ofrece un relato sucinto del sitio de Kaclic y declara, entre otros datos sobre el lugar, la existencia de escenas propias de una cultura primitiva (Zubiate 1984: 32). Además, existe una descripción concisa y acompañada de una foto de Kaclic el año de 1986 (Ravines 1986: 10). Sobre la base de estas referencias, Kaclic viene a constituir, hasta el presente, el petroglifo más mencionado del departamento de Amazonas, después que lo citara Henry Reichlen (Reichlen 1950). Sólo el petroglifo de Pajpachupa es el que, en cierta manera, asemeja al de Kaclic, porque contiene figuras humanas con algún detalle como se observa en la representación de los ojos en el rostro humano y porque está acompañado de otros diseños geométricos, pero ciertamente no se asemeja en la diversidad que muestra el caso de Kaclic. Además, como ya lo anotamos, el ejemplo de El Laurel difiere totalmente por representar únicamente figuras humanas poco detallistas.
Para el caso de los petroglifos de Gache, debemos expresar que se trata de un sitio ubicado en el área del valle del Utcubamba, pero en la parte alta, en el río denominado Gache que es un afluente del Utcubamba por su margen izquierda. Se trata de una pared rocosa y no de bloques aislados como los de Jamalca. Las representaciones de Gache combinan figuras humanas con otras de aspecto geométrico. Además, los diseños antropomorfos cuentan con detalles como ojos, boca, cabellera y presencia de dedos en las manos, si bien no completos pero insinuados. En todo caso las figuras conservan un mayor número de detalles en comparación con las de Jamalca.
Estamos pues frente a dos expresiones de petroglifos, de diferente carácter, lo cual puede significar al mismo tiempo diferencias cronológicas o distintas escuelas de arte prehistórico en la región del valle del Utcubamba. Hay que tener en cuenta que incluso en tiempos tan tardíos como en los inicios del coloniaje hispano dicha región fue identificada como la etnia de los Luya y Chillao. Los Luya, del área donde se encuentran los petroglifos de Kaclic y Gache, eran los habitantes de la parte altoandina en tanto los Chillao eran los pobladores de la parte baja, de las junglas calurosas de Utcubamba y Bagua, zona de los petroglifos de Jamalca.
No obstante, poco es lo que podemos decir sobre la antigüedad de las figuras y sus creadores, debido a que no hemos encontrado indicios u objetos asociados a esos petroglifos, tanto los de Jamalca como los de Kaclic. La carencia de estudios similares de la misma región impide también la realización de un mayor análisis para contrastar los petroglifos de nuestro estudio con otros del mismo departamento de Amazonas,. Tal vez los petroglifos de Jamalca estuvieron vinculados a las culturas más tardías de la cuenca inferior del valle del Utcubamba, cuando se encontraban vigentes los Complejos de Rentema o Paguilla, estudiados por Ruth Shady (1973). Si fuese así, los petroglifos habrían sido diseñados por algún artista del grupo social que habitó esa región y cuya antigüedad remontaría a los 800 años antes del presente. Es precisamente en ese tiempo cuando en la parte alta del valle del Utcubamba se encontraba en pleno apogeo la cultura de los Chachapoyas y los Luya y Chillao. Lo que caracterizó a estos grupos humanos, en cuanto a su producción alfarera, es fundamentalmente el empleo de la decoración geométrica aplicada a los objetos. Este hecho apoya la hipótesis de que la estética en esos tiempos no rebasó los cánones a los que se redujeron. Podría ser, por eso, que las representaciones en las rocas tuviesen una tendencia hacia la geometrización. Sólo nuevas investigaciones sobre el tema ampliarán nuestra visión acerca de este tipo de vestigios en el nororiente peruano.
Agradecimientos
Al Sr. Roberto Ruiz, Alcalde del distrito de Jamalca, por las facilidades que nos supo brindar durante nuestra permanencia en la zona de estudio. Igualmente a los señores Salomón Carranza Carrasco y Luis Gamonal Rojas, quienes colaboraron en los trabajos de exploración arqueológica. Revista Electrónica de Arqueología PUCP Vol. 3 - Nro. 9 - Julio 2008
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Fuente: Revista Electrónica de Arqueología PUCP Vol. 3 - Nro. 9 - Julio 2008. Los petroglifos de Jamalca, Amazonas (Perú) autor Arturo Ruiz Estrada (Profesor Principal de la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos)