Testimonio de una MYPE: Los chifles de Noé Jiménez (Piura)
Nací en un pueblito que se llama Ollería, un pequeño caserío de la provincia de Ayabaca.
Siempre he considerado que el haber nacido ahí, es el patrimonio más grande que tengo.
Sin embargo, a los 13 años y sólo con segundo año de primaria, tuve que partir de mi Ayabaca querida. Mi primer destino fue Piura, pero no me quedé mucho tiempo y continué mi viaje hacia la ciudad de San Ignacio, en Cajamarca. Una vez ahí, con la ayuda de unos parientes y amigos piuranos, llegué a ser comerciante de arroz y café.
Trabajador, comerciante, empresario…
Paralelamente, en mi tiempo libre trabajé como peón agrícola. Ningún trabajo es malo para mí, soy una persona humilde, pero no me amilano ante nada. Mi meta era formar un capital y, poco a poco, ir ampliando la compra de café y arroz en cáscara, para lo que debía ahorrar todo el dinero posible.
En 1990, para enfrentar la gran crisis económica, el nuevo gobierno puso en marcha una serie de medidas de ajuste, conocidas como paquetazo económico. Eso implicó un duro golpe para muchos comerciantes. Yo me quedé sin capital. Sólo me quedaron dos sacos de café y dos de arroz. Requerí toda mi fortaleza moral para salir adelante y así, de comerciante pasé a ser empresario productor.
De regreso a Piura
En 1993 regresé a Piura. Inicialmente me dediqué a la venta de refresco de forma ambulatoria. Al principio utilizaba baldes para almacenar el producto, pero con la idea de ampliar el negocio, implementé un triciclo con todo lo necesario para la preparación de todo tipo de jugos. Me fue tan bien que tenía cinco trabajadores que me ayudaban con la venta.
Era un trabajo difícil. Implicaba recorrer todo el Mercado Municipal vendiendo mi refresco y los policías municipales y empleados del mercado me sacaban del local por ser un vendedor informal. Entonces pensé que era necesario tener un puesto dentro del mercado para la venta de jugos y comidas. Había ahorrado, por lo que tenía el dinero suficiente para hacer realidad mi idea.
Luego, gracias a los sobrantes de la cocina y juguería, me fue factible hacer una pequeña granja de patos. De esta forma estaba aprovechando al máximo mis recursos y poco a poco los ingresos fueron creciendo.
La especialización en los chifles
Con las ganas de avanzar un poco más, en el año 1999 compré un perol y empecé la producción de chifles en el puesto de comidas. Al principio no conocía bien el mercado, pero como nunca descuidé la calidad del producto, mis chifles tenían mucha acogida. La gente empezó a comprar chifles para venderlos en las bodegas, incluso, las madres los compraban para la lonchera que sus hijos llevaban al colegio.
Como tenía tantos clientes, amplié los mostradores de venta y me dediqué exclusivamente al comercio de chifles. Hoy la producción se ha duplicado, de los 500 o 1 000 plátanos que procesaba diariamente, he pasado a procesar 2 000.
Al principio los chifles se vendían a S/. 12 el kilo, pero para hacerle frente a la competencia, bajé el precio a S/. 8. El tener un precio menor en el mercado es una de las estrategias de mi negocio junto con dar una yapa por cada compra. Estas estrategias me han hecho conocido y mis ventas se han incrementado regularmente.
Un hecho importante fue cuando tuve que formalizar mi negocio. Lo hice principalmente por que los intermediarios de compra me exigían boleta de venta. Además era necesario para obtener un préstamo bancario. Fue en ese momento en que tuve que escoger un nombre para mi empresa. Pensando en mis paisanos que acostumbraban a comprar mis chifles, opté por “Chifle el Ayabaquino”.
Siempre he considerado que el haber nacido ahí, es el patrimonio más grande que tengo.
Sin embargo, a los 13 años y sólo con segundo año de primaria, tuve que partir de mi Ayabaca querida. Mi primer destino fue Piura, pero no me quedé mucho tiempo y continué mi viaje hacia la ciudad de San Ignacio, en Cajamarca. Una vez ahí, con la ayuda de unos parientes y amigos piuranos, llegué a ser comerciante de arroz y café.
Trabajador, comerciante, empresario…
Paralelamente, en mi tiempo libre trabajé como peón agrícola. Ningún trabajo es malo para mí, soy una persona humilde, pero no me amilano ante nada. Mi meta era formar un capital y, poco a poco, ir ampliando la compra de café y arroz en cáscara, para lo que debía ahorrar todo el dinero posible.
En 1990, para enfrentar la gran crisis económica, el nuevo gobierno puso en marcha una serie de medidas de ajuste, conocidas como paquetazo económico. Eso implicó un duro golpe para muchos comerciantes. Yo me quedé sin capital. Sólo me quedaron dos sacos de café y dos de arroz. Requerí toda mi fortaleza moral para salir adelante y así, de comerciante pasé a ser empresario productor.
De regreso a Piura
En 1993 regresé a Piura. Inicialmente me dediqué a la venta de refresco de forma ambulatoria. Al principio utilizaba baldes para almacenar el producto, pero con la idea de ampliar el negocio, implementé un triciclo con todo lo necesario para la preparación de todo tipo de jugos. Me fue tan bien que tenía cinco trabajadores que me ayudaban con la venta.
Era un trabajo difícil. Implicaba recorrer todo el Mercado Municipal vendiendo mi refresco y los policías municipales y empleados del mercado me sacaban del local por ser un vendedor informal. Entonces pensé que era necesario tener un puesto dentro del mercado para la venta de jugos y comidas. Había ahorrado, por lo que tenía el dinero suficiente para hacer realidad mi idea.
Luego, gracias a los sobrantes de la cocina y juguería, me fue factible hacer una pequeña granja de patos. De esta forma estaba aprovechando al máximo mis recursos y poco a poco los ingresos fueron creciendo.
La especialización en los chifles
Con las ganas de avanzar un poco más, en el año 1999 compré un perol y empecé la producción de chifles en el puesto de comidas. Al principio no conocía bien el mercado, pero como nunca descuidé la calidad del producto, mis chifles tenían mucha acogida. La gente empezó a comprar chifles para venderlos en las bodegas, incluso, las madres los compraban para la lonchera que sus hijos llevaban al colegio.
Como tenía tantos clientes, amplié los mostradores de venta y me dediqué exclusivamente al comercio de chifles. Hoy la producción se ha duplicado, de los 500 o 1 000 plátanos que procesaba diariamente, he pasado a procesar 2 000.
Al principio los chifles se vendían a S/. 12 el kilo, pero para hacerle frente a la competencia, bajé el precio a S/. 8. El tener un precio menor en el mercado es una de las estrategias de mi negocio junto con dar una yapa por cada compra. Estas estrategias me han hecho conocido y mis ventas se han incrementado regularmente.
Un hecho importante fue cuando tuve que formalizar mi negocio. Lo hice principalmente por que los intermediarios de compra me exigían boleta de venta. Además era necesario para obtener un préstamo bancario. Fue en ese momento en que tuve que escoger un nombre para mi empresa. Pensando en mis paisanos que acostumbraban a comprar mis chifles, opté por “Chifle el Ayabaquino”.
El esfuerzo de crecer
Enfrenté muchos problemas en el camino, pero aprendí que la perseverancia siempre trae buenos resultados. Los peruanos tenemos muchos obstáculos. El más difícil fue el obtener la licencia municipal, ya que exigen demasiados requisitos.
Como muchos empresarios, me he caído varias veces, pero he logrado salir adelante. Siempre he creído que hay que estar preparados para vencer cualquier obstáculo que se presente.
Recuerdo que una de las épocas más difíciles que enfrenté, fue en el año 2003, cuando la municipalidad nos sacó del mercado y nos reubicó en la zona industrial. Adaptarme al nuevo local fue difícil, pero gracias al Ministerio de Trabajo y su programa Perú Emprendedor, recibí capacitación que me sirvió para mejorar el negocio.
Fue la primera vez que recibía apoyo del Estado. Dentro de estos programas de apoyo a los pequeños empresarios, se logró la instalación de dos cocinas industriales a carbón de piedra. Esto ha hecho que ahorre en combustible y me ha permitido continuar en el mercado, pues es difícil competir con las altas tasas de informalidad existente. La competencia informal vende a S/. 6 el kilo, pero carecen de registro sanitario e industrial, así como del sello Cómprale al Perú que tienen mis productos.
Y una nueva diversificación
El chifle es un anzuelo que permite vender otros productos. Por eso he diversificado mi producción y ahora vendo chifle de camote, papa en hojuela, papa al hilo; además de algarrobina, polimiel, alpomiel, natillas, manjar blanco, etc.
Como empresario, mi sueño es exportar chifles. Actualmente lo hago, pero en cantidades mínimas. Si bien tengo una capacidad de producción como llenar un container, quisiera modernizar la empresa con maquinaria de punta y así aumentar sostenidamente la producción.
Creo que la clave del éxito es confiar en nosotros mismos y ser optimistas. Para hacer empresa, no es necesario tener un montón de capital, la riqueza de los países no es el oro ni el petróleo, es el hombre. Entre los seres humanos no debe existir la palabra no puedo, porque creo que es el virus de la mediocridad. Ahora tengo nuevamente un restaurante y quiero hacer un hotel. Mientras lo logro, he abierto dos nuevas sucursales en el centro de Piura.
Premios y distinciones
• En el 2003 la Chiflería “El Ayabaquino” fue galardonada con el “Premio Doral”, otorgado por Radio Doral de Tumbes.
• En mayo del 2004 ganó el “Premio a la Calidad” en la ciudad de Zurich - Suiza.
• En el 2004 recibió la mención de “Empresa Peruana del Año”, otorgada por la Asociación Civil Empresa Peruana del Año.
Enfrenté muchos problemas en el camino, pero aprendí que la perseverancia siempre trae buenos resultados. Los peruanos tenemos muchos obstáculos. El más difícil fue el obtener la licencia municipal, ya que exigen demasiados requisitos.
Como muchos empresarios, me he caído varias veces, pero he logrado salir adelante. Siempre he creído que hay que estar preparados para vencer cualquier obstáculo que se presente.
Recuerdo que una de las épocas más difíciles que enfrenté, fue en el año 2003, cuando la municipalidad nos sacó del mercado y nos reubicó en la zona industrial. Adaptarme al nuevo local fue difícil, pero gracias al Ministerio de Trabajo y su programa Perú Emprendedor, recibí capacitación que me sirvió para mejorar el negocio.
Fue la primera vez que recibía apoyo del Estado. Dentro de estos programas de apoyo a los pequeños empresarios, se logró la instalación de dos cocinas industriales a carbón de piedra. Esto ha hecho que ahorre en combustible y me ha permitido continuar en el mercado, pues es difícil competir con las altas tasas de informalidad existente. La competencia informal vende a S/. 6 el kilo, pero carecen de registro sanitario e industrial, así como del sello Cómprale al Perú que tienen mis productos.
Y una nueva diversificación
El chifle es un anzuelo que permite vender otros productos. Por eso he diversificado mi producción y ahora vendo chifle de camote, papa en hojuela, papa al hilo; además de algarrobina, polimiel, alpomiel, natillas, manjar blanco, etc.
Como empresario, mi sueño es exportar chifles. Actualmente lo hago, pero en cantidades mínimas. Si bien tengo una capacidad de producción como llenar un container, quisiera modernizar la empresa con maquinaria de punta y así aumentar sostenidamente la producción.
Creo que la clave del éxito es confiar en nosotros mismos y ser optimistas. Para hacer empresa, no es necesario tener un montón de capital, la riqueza de los países no es el oro ni el petróleo, es el hombre. Entre los seres humanos no debe existir la palabra no puedo, porque creo que es el virus de la mediocridad. Ahora tengo nuevamente un restaurante y quiero hacer un hotel. Mientras lo logro, he abierto dos nuevas sucursales en el centro de Piura.
Premios y distinciones
• En el 2003 la Chiflería “El Ayabaquino” fue galardonada con el “Premio Doral”, otorgado por Radio Doral de Tumbes.
• En mayo del 2004 ganó el “Premio a la Calidad” en la ciudad de Zurich - Suiza.
• En el 2004 recibió la mención de “Empresa Peruana del Año”, otorgada por la Asociación Civil Empresa Peruana del Año.
Fuente: Piura. Chiflería “El Ayabaquino” ENTRE LA ESPECIALIZACIÓN Y LA DIVERSIFICACIÓN. ANÁLISIS ESTRATÉGICO DE 10 CASOS MYPE. ProInversion.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario