20 marzo 2008

Diagnóstico sobre los problemas agrarios de la Sierra

La actividad agraria ocupa un lugar central en la economía y sociedad de la Sierra peruana. Según datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), actualmente el 46% de la población de la Sierra (4.7 millones de personas) vive en hogares que tienen más del 40% de su ingreso proveniente de la agricultura. Este porcentaje es 13% en la Costa y 31% en la Selva, con 23% a nivel nacional. La Sierra sigue siendo la mayor región agraria del país. No existe desarrollo económico y social posible para la Sierra que no contenga como un eje central –mas no exclusivo ni excluyente– al desarrollo de su agricultura.
La población agraria de la Sierra, o la que está ligada más directamente a la agricultura, sufre los índices de pobreza extrema más altos del país, con 55%.
Dentro de la propia Sierra, las familias no agrarias (que tienen menos del 40% de su ingreso de fuente agropecuaria) tienen una incidencia de pobreza extrema mucho menor que las familias agrarias. La agricultura andina y los bajos ingresos asociados a ella son la base del problema más grave de la pobreza rural que enfrenta nuestro país.
Los activos agrarios
En la Sierra se ubica el 62% de las tierras agropecuarias del país, el 49% de las tierras agrícolas, el 77% del ganado vacuno y el 96% del ganado ovino del país. Además, en esta región se cría el 100% de los camélidos del Perú. Allí existe una enorme diversidad de especies criadas en diversos pisos ecológicos, muchas de ellas herederas de largos procesos de domesticación iniciados por los antiguos peruanos. Esta gran fuente de diversidad genética y variabilidad biológica que es nuestra Sierra, es escasamente valorada por los mercados y los avances tecnológicos modernos, cuya matriz principal de desarrollo sigue pasando por una creciente especialización de cultivos y crianzas, buscando satisfacer un consumo urbano e industrial cada vez más homogenizantes.
Fragmentación de la tierra
Aunque muy significativos, los recursos agrarios de la Sierra son explotados en condiciones de fuerte fragmentación y escaso desarrollo tecnológico. El 68% de los agricultores de la Sierra tiene menos de 2 Has. de tierra agrícola para producir, y el 46% tiene menos de 1 Ha. De hecho, la producción agraria en la Sierra se encuentra mucho más fragmentada que la Costa y Selva.
La extrema fragmentación en la agricultura viene acompañada de crecientes dificultades para proveer de tierras a los agricultores más jóvenes. Se puede observar el ciclo de acumulación de tierras por edades en la Sierra y el resto del país usando datos del III CENAGRO.
Mientras en el resto del país, la acumulación de tierras (además de tener una escala mayor que en la Sierra) aumenta hasta una edad promedio de 45- 55 años y, luego empieza un proceso de transferencia a la nueva generación de agricultores; en la Sierra, este proceso se extiende hasta los 55-65 años. Esta situación hace más difícil el acceso a tierras y ganado por parte de las nuevas generaciones que decidan dedicarse a la agricultura. Cabe señalar que la nueva generación de agricultores tiene mayores niveles educativos y está en mejores condiciones para adoptar nuevas tecnologías o incursionar en nuevas opciones productivas.
Agro y Estado
Pero, los desafíos para la agricultura de la Sierra no sólo se relacionan con la extrema fragmentación de la tierra y activos agrarios, tiene también mucho que ver con un ausencia de prioridad en políticas públicas para la región, lo que deriva en una escasa presencia del Estado y de sus instituciones, que no ha puesto en marcha hasta el momento políticas eficaces para su desarrollo agrario. Por ejemplo, el acceso a insumos y servicios agropecuarios básicos como la asistencia técnica, los fertilizantes y el crédito son mucho más limitados en la Sierra que en la Costa, aunque en este caso la provisión de estos servicios es también bastante limitada en la Selva.
Otros servicios cruciales para la agricultura andina como un seguro agrario son inexistentes, en un contexto donde nuestros agricultores enfrentan serios riesgos climáticos en forma permanente. En febrero de 2007, regiones de la Sierra central como Pasco, Huánuco, Junín y Huancavelica, así como, de la zona sur, como; Ayacucho, Apurimac, Cusco y Puno, sufrieron una helada inusual afectando aproximadamente 80,000 hás. Otro ejemplo de los efectos climáticos en Sierra fue cuando en el 2004, el 32% de los agricultores de la Sierra sufrieron heladas.
Los retos para genera
r desarrollo agrario en la Sierra son enormes, dadas sus limitaciones de recursos, infraestructura y capital humano luego de décadas de abandono sistemático por parte de la inversión pública y privada. El grueso de la inversión privada en la Sierra, por ejemplo, ha estado orientada a la actividad minera; actualmente la Sierra produce el 88% del producto minero del país, la mayor parte del cual se orienta a la exportación.
La creciente inversión en minería en la Sierra, sin embargo, no ha sido generadora de muchos puestos de trabajo y se ha caracterizado por bajos niveles de articulación con otras actividades productivas a nivel local y regional. En muchos casos, la actividad minera ha generado perjuicios a las comunidades locales, por la competencia en el uso de recursos como la mano de obra.
En el caso de productos pecuarios es evolución de precios, no rentabilidad tierras y el agua. La actividad agraria y el medio ambiente han sido sectores afectados por una actividad minera que, siendo privilegiada por la política de inversiones del Estado, no se ha desarrollado en un contexto armónico y respetuoso de las comunidades locales y del medio ambiente.
Rentabilidad agraria
Durante la última década, la agricultura de la Sierra no sólo ha debido enfrentar estos problemas con escaso apoyo estatal, sino que además ha sufrido una caída sistemática en la rentabilidad de sus principales productos. En un contexto de caída sistemática de la rentabilidad de los principales productos agropecuarios (en promedio -3.1% durante 1996-2004), en el caso de los dos productos agrícolas principales de la Sierra (papa y maíz amiláceo) la caída promedio ha sido mucho más pronunciada (-12%). Asimismo, en los productos pecuarios, la producción de carne de ovino y vacuno, que son centrales en la economía de la Sierra, han tenido un deterioro de -7% en promedio durante el período analizado.
Esta evolución negativa de la rentabilidad de los productos agropecuarios andinos está relacionada a un mercado interno que viene consumiendo cada vez menos productos nacionales frente a productos importados como maíz, oleaginosas, trigo y lácteos, crecientemente baratos debido a los subsidios en los países desarrollados. Asimismo, aún en la dieta alimenticia en los propios habitantes de la Sierra han ido adquiriendo mayor importancia productos que no son producidos localmente como el arroz, aceite y los fideos.
Agro y mercado externo
Respecto al agro y al mercado externo, las posibilidades de exportación agropecuaria desde la Sierra aparecen limitadas debido a sus condiciones estructurales de extrema fragmentación y precaria infraestructura para el almacenamiento y transporte de sus productos. Por ejemplo, como se observa, apenas el 3.6% del total de productos agrarios exportados a USA entre el 2000 y el 2003 provinieron de la Sierra peruana.
En este contexto, la firma del TLC con Estados Unidos y otros procesos de apertura comercial pueden representar costos importantes para los productores de la Sierra peruana si esta región no accede a mejores condiciones para la exportación y para ofertar en el propio mercado interno. En general, sin políticas internas adecuadas, el TLC y la apertura comercial indiscriminada pueden aumentar la dependencia alimentaria de importaciones muy subsidiadas, debilitando aún más la ya precaria articulación de la oferta productiva serrana con los mercados nacionales e internacionales.
La comunidad campesina
En la Sierra peruana, una característica fundamental de la actividad agraria es su desenvolvimiento bajo formas de organización comunal en importantes extensiones. Las formas comunales provienen de largos procesos históricos iniciados en la época colonial (muchas veces sobre la base de herencias prehispánicas) y, en muchos casos, sirvieron como forma efectiva de defensa de la población indígena frente a la voracidad de los hacendados por tierras y agua en el espacio andino. La institución comunal ha evolucionado para responder a cambios demográficos, económicos y sociales, pero rara vez ha sido materia de un apoyo sistemático por parte del Estado peruano. Por el contrario, en diversas oportunidades, la actividad estatal y la de intereses privados han buscado mermar la institucionalidad comunal.
Un ejemplo claro de esto es lo ocurrido durante la década de los 90´, donde se aprobó una nueva legislación de tierras que inicialmente buscaba debilitar a las comunidades campesinas al abrir la posibilidad de la disolución voluntaria en un contexto de presiones para favorecer intereses externos a los comuneros.
Asimismo, la actividad de organismos públicos como Pronamachcs, Foncodes o de las Juntas de Usuarios de Riego creadas por la Ley de Aguas de 1969, generaron competencias de roles y tendieron a debilitar más que a fortalecer a las comunidades campesinas al generar superposiciones. Pese a estas tendencias negativas, las comunidades campesinas han sobrevivido y siguen siendo una parte esencial del mapa social y económico de la Sierra, espacio de retos y oportunidades que deben ser aprovechadas por las políticas en lugar de buscar erosionarlas.
Esto es crucialmente importante en un contexto de creciente deterioro de los recursos naturales y de la biodiversidad en nuestra región andina. La institucionalidad comunal tiene un espacio privilegiado para enfrentar de manera sostenible la explotación de los cada vez más amenazados recursos naturales de nuestra Sierra. El manejo del agua por cuencas y de los procesos de forestación a escala masiva tiene una clara dimensión colectiva en la cual las comunidades campesinas tienen ventajas sobre otras formas de organización privatistas. Igualmente, el manejo del alto riesgo y la necesidad de una regulación efectiva en el acceso a los pastos para el ganado aparecen como funciones ideales para la organización comunal. Es por esto, que lo comunal (y sus variantes organizativas en diversas zonas, como las rondas campesinas en la Sierra norte o diversas formas de autodefensa), debe ser rescatado como fortaleza para el desarrollo agrario sostenible de toda la región andina.
Hay el convencimiento que se requieren políticas específicas que enfrenten, al mismo tiempo, complejos problemas estructurales como la extrema fragmentación de la tierra y el envejecimiento de productores agropecuarios, así como problemas relacionados con la falta de una plataforma de servicios agropecuarios para atender eficientemente a pequeños productores operando en condiciones de gran biodiversidad, baja capitalización, alto riesgo productivo
y diversas limitaciones para acceder a los mercados regionales, nacionales e internacionales.
Estas políticas deberán tomar en cuenta que fortalecer la organización comunal o de diversas formas de organización colectiva pre-existentes, es una necesidad para el éxito de la producción agropecuaria y la reproducción social y económica en un contexto de recursos naturales como el agua, los bosques y los suelos crecientemente erosionados por la actividad humana.
Fuente: Una Agenda Agraria para el Desarrollo de la Sierra Peruana editado por la Coordinadora Rural

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