El Arte del Tejido en los Andes Precolombinos
Las tradiciones textiles de los Andes son fruto de un proceso acumulativo de varios milenios. Sus primeros testimonios arqueológicos aparecen cerca de 8.000 años a.C., estableciéndose como un hito la aparición del telar de lizos hacia 2.000 años a.C. Estos datos confirman la presencia de una manufactura textil previa al dominio de la cerámica, que se constituye como el principal soporte de textos visuales de los Andes, condición que aún conservan los textiles etnográficos actuales.
Así, los textiles han sido factores indispensables para la gestación del acervo cultural andino, exigiendo una complejización paulatina de las estructuras para posibilitar una pluralidad de repertorios en técnicas de representación y terminaciones, logrando así transmitir apropiadamente una gran diversidad de mensajes. La verdadera eclosión de imágenes que se despliegan en los tejidos prehispánicos, se aprecia hasta hoy entre los tejedores de los pueblos originarios de los Andes.
Investigadores de la talla de John Murra han rescatado la relevancia de este arte en la sociedad andina precolombina y la manera cómo impregnaba íntimamente todas sus instituciones sociales, su importancia en el culto a los dioses y a los antepasados, su eficacia en ritos propiciatorios y en procesos identitarios y sociales, en la guerra, en el sistema de tributos y en la economía. Por ello es que se ha dicho que el tejido en los Andes era un Arte Mayor, que formaba parte esencial de su cultura y sistema comunicacional.
El sentido del tejido
En los Andes, la industria textil fue una experiencia continua, cuyo desarrollo se puede percibir a través del tiempo, desde sus inicios hace diez milenios, hasta la época Inka. Se puede observar claramente cómo cada sociedad aprovecha la experiencia de sus antecesoras, reinterpretándola y aportando nuevas expresiones y tecnologías. Así, el tejido se convierte en un texto histórico, en una memoria colectiva transmitida por aprendizaje que, si bien los hace reconocibles en su conjunto como tejidos andinos, a la vez identifica y distingue a cada una de las sociedades que participaron de esta larga tradición textil.
Aunque el arte de tejer cumplió en sus inicios funciones utilitarias como, entre otras, la protección contra las inclemencias del tiempo, ya en épocas muy tempranas tenemos evidencias de que en los Andes los tejidos sirvieron como vehículos o soportes para representar imágenes. Tejidos de algodón encontrados en Huaca Prieta y Asia, fechados en el tercer milenio antes de nuestra era, tenían figuras de falcónidas, peces o serpientes, que deben haber transmitido mensajes cuyos códigos eran descifrables para las sociedades que los producían.
Como ocurre con el arte en las sociedades que han desarrollado sofisticados sistemas de comunicación visual, el textil es el soporte complementario de una memoria oral, de sistemas de identidad étnica, parentesco, linaje, valores y creencias que comprometen al tejedor, cuya memoria táctil-visual lo involucra corporal y socialmente.
Se ha destacado que la riqueza de estructuras y técnicas en el tejido andino responde a la necesidad de producción y propagación de imágenes mediante símbolos que superan las barreras lingüísticas, multiplicando el contexto comunicativo y escénico, enriqueciendo y precisando los significados de este singular lenguaje.
¿Cómo se tejía?
El arte del tejido es una cadena de pasos y decisiones técnicas cargadas de intenciones culturales específicas que transforman una materia inerte en un artefacto textil, desde la obtención de la fibra, pasando por el hilado, urdido en el telar, el tejido y, finalmente, las terminaciones.
Un tejido es una estructura compuesta de uno o más sistemas de hilados entrelazados entre sí. Cada sistema de entrelazamiento determina una estructura, la que puede resolverse mediante una o más técnicas.
Las primeras estructuras utilizadas para hacer vestimentas fueron hechas sobre la base de fibras vegetales, las que continuaron en uso en algunos lugares de los Andes hasta la conquista hispana. La gran industria textil andina empleó fundamentalmente el algodón y las fibras de camélido andino como materias primas.
Hace cinco mil años, el algodón fue la materia prima que caracterizó a los tejidos de la costa andina, mientras que la fibra de camélido, proveniente de las tierras altas, probablemente comenzó a utilizarse más tardíamente. Hay evidencias de un uso muy restringido del pelo de camélido en los textiles costeños de épocas tempranas, lo que demuestra que se trató de una fibra muy escasa y apreciada, ya que los hilos de fibra de camélido son inmejorables para absorber el color en los procesos de teñido, pues agregan a los textiles un especial brillo y tonalidad.
El proceso de producción textil se inicia con la recolección, limpieza, la selección y ordenamiento de las fibras para formar una mecha, que posteriormente será torcida para otorgarle resistencia y finura al hilado resultante, dependiendo del uso y el tipo de prenda que se confeccionará. La dirección de la torsión se va cargando de significado, según sea hecha hacia la derecha o a la izquierda. Para los actuales tejedores aymaras, el hilado a la izquierda, denominado "lloque", tiene un sentido mágico y ritual, y lo reservan para tejer objetos de uso ceremonial o funerario.
Los instrumentos para hilar son elementales y eficientes: una horquilla de madera que sostiene la fibra ordenada y un huso compuesto de una varilla rígida y un peso, que se diferencia en tamaño según el largo de la fibra o grosor y cantidad de hilo a torcer. En los cestos que acompañan los ofertorios funerarios de las tejedoras se encuentran husos, pequeños trameros cargados de hilados para tejer, ovillos de diferentes colores, cajitas con agujas y otros instrumentos para el tejido.
La calidad de los logros de la tradición tintorera andina es producto de una larga experimentación y observación que llevó a los artífices a conseguir una variedad asombrosa de matices, a partir de tres colorantes básicos - rojos, amarillos y azules - obtenidos del mundo vegetal, animal y mineral. El algodón andino, aunque naturalmente se da en variados matices sepia, ocre, rosa, gris-azul y gris-morado, fue igualmente teñido en rama, previo a su hilado. En cambio, la fibra de camélido se coloreaba preferentemente como hilado. También se teñían telas, pero con el fin de lograr imágenes empleando técnicas de reserva por amarras.
Obtenidos los hilos del color que se desean, hay diferentes formas de lograr un tejido: Se pueden elaborar estructuras con sólo un sistema de elementos, torciéndolos, trenzándolos, anudándolos y/o enlazándolos. Otros tipos de estructuras se realizan con más de un sistema de elementos –ya sea de urdimbres o de tramas-, como sucede en el torzal y fundamentalmente en las técnicas de tejido a telar.
En los Andes, se utilizaron tres tipos de telares. El telar horizontal, que consta de dos varas paralelas sujetas con cuatro estacas clavadas en la tierra, permite hacer estructuras más cerradas que resultan en tejidos finos y densos de faz de urdimbre. El telar vertical, compuesto de cuatro varas amarradas entre sí, es práctico para realizar prendas de mayor envergadura, como las camisas-unkus Wari o Inka, elaboradas en técnicas de tapicería enlazada, en las que pueden participar varios tejedores a la vez. Por último, el telar de cintura o de faja, como también se le denomina, consta de dos varas paralelas, una de las cuales se fija a un tronco o estaca, y la otra se amarra con una banda a la cintura del tejedor. Es un telar liviano y portátil, con el que se pueden hacer una multiplicidad de estructuras. Sin embargo, este instrumento sólo permite tejer piezas angostas y largas, como fajas, bandas o telas de pequeño o mediano formato.
El mensaje y el soporte
Hay diferentes formas de representar los mensajes en los textiles. En unas, el mensaje está contenido en la estructura y la figura se crea a medida que se teje. En otras, el mensaje se ejecuta sobre un soporte ya elaborado. Es el caso de las representaciones logradas por impregnación del soporte, como en las telas teñidas y pintadas, o por intervención del soporte, como ocurre en el bordado y las aplicaciones de tejidos, plumas, conchas, placas de metal u otros elementos.
Entre las telas teñidas, son dignas de destacar aquellas hechas por reserva. Esta técnica, que permite producir imágenes por medio de apretadas amarras, pliegues y costuras, aparece en el primer milenio antes de nuestra era en los tejidos de la cultura Chavín y alcanza hacia el final de Nasca su máximo apogeo y eximia elaboración, logrando los más complicados diseños. Esta técnica subsiste hasta hoy en textiles etnográficos andinos.
En los Andes precolombinos, se probaron todas las técnicas de representaciones estructurales posibles en telar y sus variaciones. Igual cosa ocurrió con las estructuras trenzadas. Ya en Nasca, 1.500 años antes de la conquista hispana, se encontraban en uso casi todas ellas. También, el arte textil andino hizo aportes originales a esta industria, como es el tejido reticulado anudado y el tejido con sistemas de urdimbres y tramas discontinuas, no registradas aún en alguna otra parte del mundo.
Estas representaciones estructurales permiten presentar verdaderas narrativas y, quizá por ello, persisten hasta hoy en las tradiciones textiles de los pueblos de los Andes.
Tradiciones textiles en los Andes
A partir de Moche, cerca del primer siglo de la era, comienzan a distinguirse dos tradiciones textiles: la serrana y la costeña, que paulatinamente se van interpenetrando en forma recíproca. Con el tiempo, se establecen características identitarias en los textiles, técnicas y formas. Así, una tapicería serrana podrá reconocerse por su estructura siempre enlazada, en cambio una tapicería costeña se caracterizará por el uso de ranuras o calados, usando raramente un enlazado muy distanciado. La paleta de colores utilizada es también un elemento que claramente identifica la procedencia cultural de los tejidos.
Las representaciones en la tradición serrana son más simbólicas e icónicas, dando pie a la metonimia entre otros recursos comunicacionales. Así, se usará el recurso de que una parte represente el todo; como por ejemplo, un ala o un pico representarán a un ave determinada. En la costa, en cambio, aunque con mayor creatividad y sofisticación en términos estructurales, se tiende a la representación mimética, en que las figuras replican atributos, texturas y colores del referente, sobre todo en las épocas más tardías.
Los actuales tejidos andinos tienen una serie de características que les dan una fisonomía propia. Sus rasgos fueron heredados de la ancestral tradición textil prehispánica, que ni la tejeduría española logró intervenir demasiado. Entre ellos destacan: la confección de piezas tejidas con sus cuatro orillas obteniendo las formas deseadas en el mismo telar sin cortar la tela, el predominio de textiles de dos caras, el cuidado de sus terminaciones evitando cortar los hilos y la presencia de nudos en urdimbre y trama. Es tal el esmero de los tejedores andinos en estos detalles que a veces es difícil distinguir el revés del derecho de una prenda.
Fuente: Awakhuni, Tejiendo la Historia Andina autor José Berenguer R. Diciembre 2000
Así, los textiles han sido factores indispensables para la gestación del acervo cultural andino, exigiendo una complejización paulatina de las estructuras para posibilitar una pluralidad de repertorios en técnicas de representación y terminaciones, logrando así transmitir apropiadamente una gran diversidad de mensajes. La verdadera eclosión de imágenes que se despliegan en los tejidos prehispánicos, se aprecia hasta hoy entre los tejedores de los pueblos originarios de los Andes.
Investigadores de la talla de John Murra han rescatado la relevancia de este arte en la sociedad andina precolombina y la manera cómo impregnaba íntimamente todas sus instituciones sociales, su importancia en el culto a los dioses y a los antepasados, su eficacia en ritos propiciatorios y en procesos identitarios y sociales, en la guerra, en el sistema de tributos y en la economía. Por ello es que se ha dicho que el tejido en los Andes era un Arte Mayor, que formaba parte esencial de su cultura y sistema comunicacional.
El sentido del tejido
En los Andes, la industria textil fue una experiencia continua, cuyo desarrollo se puede percibir a través del tiempo, desde sus inicios hace diez milenios, hasta la época Inka. Se puede observar claramente cómo cada sociedad aprovecha la experiencia de sus antecesoras, reinterpretándola y aportando nuevas expresiones y tecnologías. Así, el tejido se convierte en un texto histórico, en una memoria colectiva transmitida por aprendizaje que, si bien los hace reconocibles en su conjunto como tejidos andinos, a la vez identifica y distingue a cada una de las sociedades que participaron de esta larga tradición textil.
Aunque el arte de tejer cumplió en sus inicios funciones utilitarias como, entre otras, la protección contra las inclemencias del tiempo, ya en épocas muy tempranas tenemos evidencias de que en los Andes los tejidos sirvieron como vehículos o soportes para representar imágenes. Tejidos de algodón encontrados en Huaca Prieta y Asia, fechados en el tercer milenio antes de nuestra era, tenían figuras de falcónidas, peces o serpientes, que deben haber transmitido mensajes cuyos códigos eran descifrables para las sociedades que los producían.
Como ocurre con el arte en las sociedades que han desarrollado sofisticados sistemas de comunicación visual, el textil es el soporte complementario de una memoria oral, de sistemas de identidad étnica, parentesco, linaje, valores y creencias que comprometen al tejedor, cuya memoria táctil-visual lo involucra corporal y socialmente.
Se ha destacado que la riqueza de estructuras y técnicas en el tejido andino responde a la necesidad de producción y propagación de imágenes mediante símbolos que superan las barreras lingüísticas, multiplicando el contexto comunicativo y escénico, enriqueciendo y precisando los significados de este singular lenguaje.
¿Cómo se tejía?
El arte del tejido es una cadena de pasos y decisiones técnicas cargadas de intenciones culturales específicas que transforman una materia inerte en un artefacto textil, desde la obtención de la fibra, pasando por el hilado, urdido en el telar, el tejido y, finalmente, las terminaciones.
Un tejido es una estructura compuesta de uno o más sistemas de hilados entrelazados entre sí. Cada sistema de entrelazamiento determina una estructura, la que puede resolverse mediante una o más técnicas.
Las primeras estructuras utilizadas para hacer vestimentas fueron hechas sobre la base de fibras vegetales, las que continuaron en uso en algunos lugares de los Andes hasta la conquista hispana. La gran industria textil andina empleó fundamentalmente el algodón y las fibras de camélido andino como materias primas.
Hace cinco mil años, el algodón fue la materia prima que caracterizó a los tejidos de la costa andina, mientras que la fibra de camélido, proveniente de las tierras altas, probablemente comenzó a utilizarse más tardíamente. Hay evidencias de un uso muy restringido del pelo de camélido en los textiles costeños de épocas tempranas, lo que demuestra que se trató de una fibra muy escasa y apreciada, ya que los hilos de fibra de camélido son inmejorables para absorber el color en los procesos de teñido, pues agregan a los textiles un especial brillo y tonalidad.
El proceso de producción textil se inicia con la recolección, limpieza, la selección y ordenamiento de las fibras para formar una mecha, que posteriormente será torcida para otorgarle resistencia y finura al hilado resultante, dependiendo del uso y el tipo de prenda que se confeccionará. La dirección de la torsión se va cargando de significado, según sea hecha hacia la derecha o a la izquierda. Para los actuales tejedores aymaras, el hilado a la izquierda, denominado "lloque", tiene un sentido mágico y ritual, y lo reservan para tejer objetos de uso ceremonial o funerario.
Los instrumentos para hilar son elementales y eficientes: una horquilla de madera que sostiene la fibra ordenada y un huso compuesto de una varilla rígida y un peso, que se diferencia en tamaño según el largo de la fibra o grosor y cantidad de hilo a torcer. En los cestos que acompañan los ofertorios funerarios de las tejedoras se encuentran husos, pequeños trameros cargados de hilados para tejer, ovillos de diferentes colores, cajitas con agujas y otros instrumentos para el tejido.
La calidad de los logros de la tradición tintorera andina es producto de una larga experimentación y observación que llevó a los artífices a conseguir una variedad asombrosa de matices, a partir de tres colorantes básicos - rojos, amarillos y azules - obtenidos del mundo vegetal, animal y mineral. El algodón andino, aunque naturalmente se da en variados matices sepia, ocre, rosa, gris-azul y gris-morado, fue igualmente teñido en rama, previo a su hilado. En cambio, la fibra de camélido se coloreaba preferentemente como hilado. También se teñían telas, pero con el fin de lograr imágenes empleando técnicas de reserva por amarras.
Obtenidos los hilos del color que se desean, hay diferentes formas de lograr un tejido: Se pueden elaborar estructuras con sólo un sistema de elementos, torciéndolos, trenzándolos, anudándolos y/o enlazándolos. Otros tipos de estructuras se realizan con más de un sistema de elementos –ya sea de urdimbres o de tramas-, como sucede en el torzal y fundamentalmente en las técnicas de tejido a telar.
En los Andes, se utilizaron tres tipos de telares. El telar horizontal, que consta de dos varas paralelas sujetas con cuatro estacas clavadas en la tierra, permite hacer estructuras más cerradas que resultan en tejidos finos y densos de faz de urdimbre. El telar vertical, compuesto de cuatro varas amarradas entre sí, es práctico para realizar prendas de mayor envergadura, como las camisas-unkus Wari o Inka, elaboradas en técnicas de tapicería enlazada, en las que pueden participar varios tejedores a la vez. Por último, el telar de cintura o de faja, como también se le denomina, consta de dos varas paralelas, una de las cuales se fija a un tronco o estaca, y la otra se amarra con una banda a la cintura del tejedor. Es un telar liviano y portátil, con el que se pueden hacer una multiplicidad de estructuras. Sin embargo, este instrumento sólo permite tejer piezas angostas y largas, como fajas, bandas o telas de pequeño o mediano formato.
El mensaje y el soporte
Hay diferentes formas de representar los mensajes en los textiles. En unas, el mensaje está contenido en la estructura y la figura se crea a medida que se teje. En otras, el mensaje se ejecuta sobre un soporte ya elaborado. Es el caso de las representaciones logradas por impregnación del soporte, como en las telas teñidas y pintadas, o por intervención del soporte, como ocurre en el bordado y las aplicaciones de tejidos, plumas, conchas, placas de metal u otros elementos.
Entre las telas teñidas, son dignas de destacar aquellas hechas por reserva. Esta técnica, que permite producir imágenes por medio de apretadas amarras, pliegues y costuras, aparece en el primer milenio antes de nuestra era en los tejidos de la cultura Chavín y alcanza hacia el final de Nasca su máximo apogeo y eximia elaboración, logrando los más complicados diseños. Esta técnica subsiste hasta hoy en textiles etnográficos andinos.
En los Andes precolombinos, se probaron todas las técnicas de representaciones estructurales posibles en telar y sus variaciones. Igual cosa ocurrió con las estructuras trenzadas. Ya en Nasca, 1.500 años antes de la conquista hispana, se encontraban en uso casi todas ellas. También, el arte textil andino hizo aportes originales a esta industria, como es el tejido reticulado anudado y el tejido con sistemas de urdimbres y tramas discontinuas, no registradas aún en alguna otra parte del mundo.
Estas representaciones estructurales permiten presentar verdaderas narrativas y, quizá por ello, persisten hasta hoy en las tradiciones textiles de los pueblos de los Andes.
Tradiciones textiles en los Andes
A partir de Moche, cerca del primer siglo de la era, comienzan a distinguirse dos tradiciones textiles: la serrana y la costeña, que paulatinamente se van interpenetrando en forma recíproca. Con el tiempo, se establecen características identitarias en los textiles, técnicas y formas. Así, una tapicería serrana podrá reconocerse por su estructura siempre enlazada, en cambio una tapicería costeña se caracterizará por el uso de ranuras o calados, usando raramente un enlazado muy distanciado. La paleta de colores utilizada es también un elemento que claramente identifica la procedencia cultural de los tejidos.
Las representaciones en la tradición serrana son más simbólicas e icónicas, dando pie a la metonimia entre otros recursos comunicacionales. Así, se usará el recurso de que una parte represente el todo; como por ejemplo, un ala o un pico representarán a un ave determinada. En la costa, en cambio, aunque con mayor creatividad y sofisticación en términos estructurales, se tiende a la representación mimética, en que las figuras replican atributos, texturas y colores del referente, sobre todo en las épocas más tardías.
Los actuales tejidos andinos tienen una serie de características que les dan una fisonomía propia. Sus rasgos fueron heredados de la ancestral tradición textil prehispánica, que ni la tejeduría española logró intervenir demasiado. Entre ellos destacan: la confección de piezas tejidas con sus cuatro orillas obteniendo las formas deseadas en el mismo telar sin cortar la tela, el predominio de textiles de dos caras, el cuidado de sus terminaciones evitando cortar los hilos y la presencia de nudos en urdimbre y trama. Es tal el esmero de los tejedores andinos en estos detalles que a veces es difícil distinguir el revés del derecho de una prenda.
Fuente: Awakhuni, Tejiendo la Historia Andina autor José Berenguer R. Diciembre 2000
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