La Flor de Lilolán
Este era un anciano casi ciego, a quien le habían dicho que lavándose los ojos con la flor de lilolán recuperaría la visión; pero que esa flor era muy rara y se encontraba cruzando la pampa de Medio Mundo.
El viejo tenía tres hijos y encomendó al mayor vaya en busca del milagroso remedio. Éste se despidió prometiendo traer la flor y se fue con un buen fiambre para el camino, que el primer día se lo comió. Al llegar a la pampa de Medio Mundo le salió al frente un león y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- No, no, mejor me voy. - Contestó el hermano mayor.
Regresó a casa y dijo a su padre:
- He buscado por todos lados, luego de cruzar la pampa de Medio Mundo y no he encontrado la flor de lilolán.
El padre, entonces, envió al segundo hermano para hallar la solución a su desventura. El hijo partió premunido de buen fiambre y asegurando volver con la flor. Rápidamente se comió todo. Llegando a la pampa de Medio Mundo le salió al frente el león y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- No, no mejor me voy. - Contestó el hermano segundo.
Regresó a casa y dijo a su padre:
- He buscado por todos lados, luego de cruzar la pampa de Medio Mundo y no he encontrado la flor de lilolán.
El padre quedó sumamente consternado y dijo qué haré sino conformarme con mi mala suerte. Pero el hermano más pequeño, que aún era un niño, le insistía para ir por la flor de lilolán. El anciano no quería poner en riesgo la vida de su pequeño, pero tanto insistió éste que al fin aceptó. El tercero y menor de los hermanos partió entonces igualmente con buen fiambre; pero esta vez el niño apenas comió; cuando llegó a la pampa de Medio Mundo le salió el león al frente y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- Te doy de comer carne de este fiambre y me dejas pasar.
- Le contestó.
- Bien, pasa. -Aceptó la fiera.
Al otro lado de la pampa el pequeño halló la flor de lilolán y con cuidado la extrajo para llevarla a casa.
Al volver para cruzar la pampa de Medio Mundo otra vez le salió al frente el león y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- Te doy el resto de carne de este fiambre que guardé para ti y me dejas pasar. Le contestó.
- Bien, pasa.
Así cruzó el menor de los hermanos la pampa de Medio Mundo y se dirigía a su hogar, pero en el camino lo esperaban sus hermanos mayores, quienes sospechaban podía tener éxito y hubiera sabido su padre de sus mentiras. Lo atacaron le quitaron la flor de lilolán, dieron cruel muerte y luego enterraron su cadáver.
Regresaron con la flor de lilolán y dijeron a su padre que ellos arrostrando mil peligros, después de vencer al león de la pampa de Medio Mundo habían hallado la flor de lilolán y la traían para mejorar la salud de su anciano padre. Éste alegróse, pero preocupado por el pequeño les preguntó si no lo habían visto. Ellos negaron haberlo encontrado, tal vez se lo comió el león dijeron aparentemente tristes. El padre sanó de su ceguera pero quedó profundamente abatido pues se culpaba a sí mismo de la pérdida de su hijo. Mientras eso, en el lugar que enterraron al hermano menor crecieron unas cañas; y un negrito que pasaba por allí cortó una de ellas y se confeccionó una quena, cuando la sopló salía de ella esta canción:
Negrito, negrito,
no me dejes de tocar,
mis hermanitos me mataron
por la flor de lilolán.
Al comienzo el negrito se asustó, mas luego se puso a soplar con entusiasmo y la quena entonaba la mencionada canción. Un día pasó por la casa del asesinado y el padre que estaba sentado en la puerta oyó la voz de su hijo en la quena que soplaba el negrito. Intrigado pidió la quena y sopló, se escuchó entonces:
Papacito, papacito,
no me dejes de tocar,
mis hermanitos me mataron
por la flor de lilolán.
El padre se enteró amargamente de lo que había sucedido y cuando interrogó a sus hijos mayores éstos confesaron su delito; el padre los arrojó de su casa.
Y colorín, colorado, este cuento ha terminado.
El viejo tenía tres hijos y encomendó al mayor vaya en busca del milagroso remedio. Éste se despidió prometiendo traer la flor y se fue con un buen fiambre para el camino, que el primer día se lo comió. Al llegar a la pampa de Medio Mundo le salió al frente un león y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- No, no, mejor me voy. - Contestó el hermano mayor.
Regresó a casa y dijo a su padre:
- He buscado por todos lados, luego de cruzar la pampa de Medio Mundo y no he encontrado la flor de lilolán.
El padre, entonces, envió al segundo hermano para hallar la solución a su desventura. El hijo partió premunido de buen fiambre y asegurando volver con la flor. Rápidamente se comió todo. Llegando a la pampa de Medio Mundo le salió al frente el león y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- No, no mejor me voy. - Contestó el hermano segundo.
Regresó a casa y dijo a su padre:
- He buscado por todos lados, luego de cruzar la pampa de Medio Mundo y no he encontrado la flor de lilolán.
El padre quedó sumamente consternado y dijo qué haré sino conformarme con mi mala suerte. Pero el hermano más pequeño, que aún era un niño, le insistía para ir por la flor de lilolán. El anciano no quería poner en riesgo la vida de su pequeño, pero tanto insistió éste que al fin aceptó. El tercero y menor de los hermanos partió entonces igualmente con buen fiambre; pero esta vez el niño apenas comió; cuando llegó a la pampa de Medio Mundo le salió el león al frente y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- Te doy de comer carne de este fiambre y me dejas pasar.
- Le contestó.
- Bien, pasa. -Aceptó la fiera.
Al otro lado de la pampa el pequeño halló la flor de lilolán y con cuidado la extrajo para llevarla a casa.
Al volver para cruzar la pampa de Medio Mundo otra vez le salió al frente el león y le dijo:
- Si pretendes cruzar te devoro.
- Te doy el resto de carne de este fiambre que guardé para ti y me dejas pasar. Le contestó.
- Bien, pasa.
Así cruzó el menor de los hermanos la pampa de Medio Mundo y se dirigía a su hogar, pero en el camino lo esperaban sus hermanos mayores, quienes sospechaban podía tener éxito y hubiera sabido su padre de sus mentiras. Lo atacaron le quitaron la flor de lilolán, dieron cruel muerte y luego enterraron su cadáver.
Regresaron con la flor de lilolán y dijeron a su padre que ellos arrostrando mil peligros, después de vencer al león de la pampa de Medio Mundo habían hallado la flor de lilolán y la traían para mejorar la salud de su anciano padre. Éste alegróse, pero preocupado por el pequeño les preguntó si no lo habían visto. Ellos negaron haberlo encontrado, tal vez se lo comió el león dijeron aparentemente tristes. El padre sanó de su ceguera pero quedó profundamente abatido pues se culpaba a sí mismo de la pérdida de su hijo. Mientras eso, en el lugar que enterraron al hermano menor crecieron unas cañas; y un negrito que pasaba por allí cortó una de ellas y se confeccionó una quena, cuando la sopló salía de ella esta canción:
Negrito, negrito,
no me dejes de tocar,
mis hermanitos me mataron
por la flor de lilolán.
Al comienzo el negrito se asustó, mas luego se puso a soplar con entusiasmo y la quena entonaba la mencionada canción. Un día pasó por la casa del asesinado y el padre que estaba sentado en la puerta oyó la voz de su hijo en la quena que soplaba el negrito. Intrigado pidió la quena y sopló, se escuchó entonces:
Papacito, papacito,
no me dejes de tocar,
mis hermanitos me mataron
por la flor de lilolán.
El padre se enteró amargamente de lo que había sucedido y cuando interrogó a sus hijos mayores éstos confesaron su delito; el padre los arrojó de su casa.
Y colorín, colorado, este cuento ha terminado.
Fuente: Cinco cuentos orales infantiles peruanos autor Eduardo De la Cruz Yataco. Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil- APLIJ. Encuentro por la lectura y escritura. “Leer y escribir: Responsabilidad compartida”UPCH – Centro Andino de Excelencia para la Capacitación. Lima - Perú.
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