Palo Sacuti Sacuti
Había una vez un campesino muy pobre, llamado Pablo, que vivía solo.
Un día, cansado de su miseria invocó a San Pedro. Lo llamó:
- San Pedro, ayúdame.
El santo, compadecido, le dijo:
- Mira, te doy esta gallinita, cuando necesites dinero le dices:
“gallinita pon huevo”, y te va ayudar.
Cuando Pablo quedó solo dijo: “gallinita pon huevo”. Y ella puso un
huevo de oro. El amo de la gallina quedó contento y feliz pues cada vez que necesitaba le pedía a su gallinita que ponga un huevo.
Cierta vez que debió salir al pueblo decidió encargar a su vecino el
cuidado de su valiosa gallina y le dijo:
- Vecinito, debo salir y le dejo mi gallina, pero no le vaya a decir:
“gallinita pon huevo”; eso no le diga.
- Bien vecino, vaya nomás. Le contestó don Antón.
El vecino, con la gallina en la mano pensó, que raro, por qué no habrá querido que le diga “gallinita pon huevo”. Y la gallina inmediatamente puso un huevo de oro. ¡Ajá!, con que esto era. Muy bien.
A su regreso, Pablo solicitó su gallina y don Antón se la devolvió. A llegar a su casa Pablo le dijo: “gallinita pon huevo”. Pero, nada. “Gallinita pon huevo”. Nada. Se cansó de pedirle “gallinita pon huevo”. Nada. Entonces, después de volver a la pobreza, llorando llamó a San Pedro y le dijo:
- Mira, la gallina ya no me sirve, ayúdame otra vez.
- Ahora te dejo este burro, cuando necesites le dices: “burro haz
caca” y te ayudará. Le dijo San Pedro.
En efecto, se fue San Pedro y se cumplió lo ofrecido. Pablo dijo: “burro haz caca”. Chilín, chilín, caían monedas de oro. Nuevamente Pablo tuvo dinero y tranquilidad.
Pero otro día debió salir a la ciudad y volvió a pedir a su vecino cuide de su burro, recomendándole que no vaya a decirle “burro haz caca”. No le vaya a decir eso vecinito porque hace una caca apestosísima.
- Vaya nomás vecinito, cómo voy a decir eso.
Cuando salió Pablo, don Antón, frotándoselas manos se dijo con qué me sorprenderá ahora este Pablo. Vamos a ver: “burro haz caca”. Chilín, chilín. Caían las monedas. Antón quedó sorprendido con las monedas de oro que tintileando rodaban por el suelo.
A su regreso Pablo solicitó su burro y el vecino le devolvió otro igualito, como había hecho antes con la gallina. Cuando Pablo le dijo: “burro haz caca”. Nada. Volvió a pedírselo reiteradamente pero nada, nada, nada.
Nuevamente quedó sin dinero y harto de miseria otra vez llamó a San Pedro.
Un día, cansado de su miseria invocó a San Pedro. Lo llamó:
- San Pedro, ayúdame.
El santo, compadecido, le dijo:
- Mira, te doy esta gallinita, cuando necesites dinero le dices:
“gallinita pon huevo”, y te va ayudar.
Cuando Pablo quedó solo dijo: “gallinita pon huevo”. Y ella puso un
huevo de oro. El amo de la gallina quedó contento y feliz pues cada vez que necesitaba le pedía a su gallinita que ponga un huevo.
Cierta vez que debió salir al pueblo decidió encargar a su vecino el
cuidado de su valiosa gallina y le dijo:
- Vecinito, debo salir y le dejo mi gallina, pero no le vaya a decir:
“gallinita pon huevo”; eso no le diga.
- Bien vecino, vaya nomás. Le contestó don Antón.
El vecino, con la gallina en la mano pensó, que raro, por qué no habrá querido que le diga “gallinita pon huevo”. Y la gallina inmediatamente puso un huevo de oro. ¡Ajá!, con que esto era. Muy bien.
A su regreso, Pablo solicitó su gallina y don Antón se la devolvió. A llegar a su casa Pablo le dijo: “gallinita pon huevo”. Pero, nada. “Gallinita pon huevo”. Nada. Se cansó de pedirle “gallinita pon huevo”. Nada. Entonces, después de volver a la pobreza, llorando llamó a San Pedro y le dijo:
- Mira, la gallina ya no me sirve, ayúdame otra vez.
- Ahora te dejo este burro, cuando necesites le dices: “burro haz
caca” y te ayudará. Le dijo San Pedro.
En efecto, se fue San Pedro y se cumplió lo ofrecido. Pablo dijo: “burro haz caca”. Chilín, chilín, caían monedas de oro. Nuevamente Pablo tuvo dinero y tranquilidad.
Pero otro día debió salir a la ciudad y volvió a pedir a su vecino cuide de su burro, recomendándole que no vaya a decirle “burro haz caca”. No le vaya a decir eso vecinito porque hace una caca apestosísima.
- Vaya nomás vecinito, cómo voy a decir eso.
Cuando salió Pablo, don Antón, frotándoselas manos se dijo con qué me sorprenderá ahora este Pablo. Vamos a ver: “burro haz caca”. Chilín, chilín. Caían las monedas. Antón quedó sorprendido con las monedas de oro que tintileando rodaban por el suelo.
A su regreso Pablo solicitó su burro y el vecino le devolvió otro igualito, como había hecho antes con la gallina. Cuando Pablo le dijo: “burro haz caca”. Nada. Volvió a pedírselo reiteradamente pero nada, nada, nada.
Nuevamente quedó sin dinero y harto de miseria otra vez llamó a San Pedro.
Ayúdame, le pidió.
San Pedro, muy serio, le dijo:
- Bueno, pero ésta será la última vez que te ayudo. Te daré un palo. Luego lo pondrás sobre la mesa y cuando quieras dinero le dices: “palo sacuti sacuti” y te dará lo que necesitas. Ah, pero cuando te canses de lo que te proporciona dices “basta palo sacuti sacuti”.
Cuando se fue San Pedro, Pablo colocó el palo sobre la mesa y nsioso, lleno de expectativas, le dijo: “palo sacuti sacuti”. Y el palo pum, pum, pum, lo empezó a golpear, hasta que Pablo recordó: “basta palo sacuti sacuti”. Y se detuvo la golpiza. Entonces, Pablo, magullado, adolorido y lloroso pensó y dijo: Ay, San Pedro me ha dado esta lección, ahora me doy cuenta, qué tonto he sido, ya verá ese Antón.
Entonces, fue a casa de Antón y le dijo:
Vecinito tengo que ir a la ciudad y le voy a encargar este palo. Pero tenga cuidado, mire, lo voy a poner lejos para que no escuche, es muy malo.
Lo puso a distancia prudente y le explicó a su vecino,no le vaya a decir
“palo sacuti sacuti”, porque le pega.
Cuando salió Pablo, el vecino, matándose de risa llamó a su familia y dijo: miren, el tonto de Pablo, otra vez nos trae algo bueno. Puso el palo sobre la mesa y con mucha expectativa lanzó la frase: “palo sacuti sacuti”. Pum, pum, pum. El palo empezó a golpear a todos los presentes. Cuando les había
dado una buena tanda y la casa se llenó de gritos y lamentos, apareció Pablo que estaba escondido cerca de la casa y dijo “basta palo sacuti sacuti”. Cesó la tanda. Y Pablo les dijo, bueno ahora devuélvanme todo lo que se quedaron vivazos. Don Antón le devolvió su gallina y su burro y Pablo decidió ya nunca más ser tan confiado.
Y colorín colorado este cuento ha terminado.
San Pedro, muy serio, le dijo:
- Bueno, pero ésta será la última vez que te ayudo. Te daré un palo. Luego lo pondrás sobre la mesa y cuando quieras dinero le dices: “palo sacuti sacuti” y te dará lo que necesitas. Ah, pero cuando te canses de lo que te proporciona dices “basta palo sacuti sacuti”.
Cuando se fue San Pedro, Pablo colocó el palo sobre la mesa y nsioso, lleno de expectativas, le dijo: “palo sacuti sacuti”. Y el palo pum, pum, pum, lo empezó a golpear, hasta que Pablo recordó: “basta palo sacuti sacuti”. Y se detuvo la golpiza. Entonces, Pablo, magullado, adolorido y lloroso pensó y dijo: Ay, San Pedro me ha dado esta lección, ahora me doy cuenta, qué tonto he sido, ya verá ese Antón.
Entonces, fue a casa de Antón y le dijo:
Vecinito tengo que ir a la ciudad y le voy a encargar este palo. Pero tenga cuidado, mire, lo voy a poner lejos para que no escuche, es muy malo.
Lo puso a distancia prudente y le explicó a su vecino,no le vaya a decir
“palo sacuti sacuti”, porque le pega.
Cuando salió Pablo, el vecino, matándose de risa llamó a su familia y dijo: miren, el tonto de Pablo, otra vez nos trae algo bueno. Puso el palo sobre la mesa y con mucha expectativa lanzó la frase: “palo sacuti sacuti”. Pum, pum, pum. El palo empezó a golpear a todos los presentes. Cuando les había
dado una buena tanda y la casa se llenó de gritos y lamentos, apareció Pablo que estaba escondido cerca de la casa y dijo “basta palo sacuti sacuti”. Cesó la tanda. Y Pablo les dijo, bueno ahora devuélvanme todo lo que se quedaron vivazos. Don Antón le devolvió su gallina y su burro y Pablo decidió ya nunca más ser tan confiado.
Y colorín colorado este cuento ha terminado.
Fuente: Cinco cuentos orales infantiles peruanos autor Eduardo De la Cruz Yataco. Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil- APLIJ. Encuentro por la lectura y escritura. “Leer y escribir: Responsabilidad compartida”UPCH – Centro Andino de Excelencia para la Capacitación. Lima - Perú.
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