Franklin Pease García–Yrigoyen
Nada que tuviera que ver con el Perú le era ajeno. Capacidad, entusiasmo y dedicación se aliaron para hacer de Franklin Pease uno de los grandes historiadores peruanos contemporáneos. Se fue demasiado pronto, siempre nos lo parece cuando se trata de alguien a quien queremos. Queda su impresionante legado de más de 150 obras, entre monografías, ediciones y artículos. Pero no se trata de una cuestión de números, Franklin Pease fue por encima de todo un maestro.
Emprendió largos caminos por la historia del Perú, que se bifurcaban a medida que los transitaba y que le llevaron a avanzar a través de la reflexión, el replanteamiento y la profundización constantes.
Fue maestro porque para Pease la Historia era un viaje por el conocimiento que él no entendía en sentido patrimonial. Investigación, docencia, labor editorial y gestión cultural y educativa eran para él caras de un mismo poliedro y a todas atendió y todas las compartió con colegas, estudiantes y aquéllos, que fuera de la esfera de lo académico, se interesaran por la historia del Perú.
En el ámbito de la investigación, sin duda su preocupación de más largo aliento ha sido la reconstrucción de la historia andina a través de las crónicas.
Desde sus primeras publicaciones en la década de 1960 al proyecto, en avanzado estadio de elaboración, de editar un CD con 45 crónicas hispano andinas con un sistema de búsqueda de palabras a partir de un programa informático sobre cuyo diseño se mostraba justamente orgulloso, van 40 años de localización de originales y copias, de contraste y análisis profundo de fuentes.
Reconocido como uno de los artífices de la etnohistoria andina, en esta línea troncal de investigación Pease volcó su afán por la renovación metodológica y la aplicación de las más avanzadas técnicas. Los resultados se traducen en obras consistentes y confiables, entre las que cabe entresacar de su extraordinario curriculum la edición crítica de las crónicas de Felipe Guamán Poma de Ayala (1970, 1980, 1993), Pedro Cieza de León (1984) y Agustín de Zárate (1995), referencias ineludibles para la comprensión de elementos fundamentales de la cultura de las sociedades andinas. En Las Crónicas y los Andes (1995) sintetizó sus preocupaciones sobre las fuentes históricas y su utilización, compaginando un exhaustivo estado de la cuestión, con el estudio crítico de los cronistas y su obra y el análisis de los significados de las crónicas como discurso.
Pease quiso también dejar constancia de su interés por la historia reciente, Perú, Hombre e Historia. La República (1993) no es un manual convencional, sino la selección de temas que consideraba claves y que trató básicamente, en una muestra de lo que era su sentido del respeto a la propiedad intelectual, a partir de lo que otros especialistas habían aportado. Fruto de esta inquietud fue también Breve historia del Perú contemporáneo (1995) y el diseño de una Historia del Perú en el siglo XX.
Para Pease la especialización no estaba reñida con la divulgación, entendida como acercamiento necesario de la historia a círculos más amplios de la sociedad. A las obras de carácter general citadas habría que añadir otras como Del Tawantinsuyu a la Historia del Perú (1978, 1989), Perú: Hombre e Historia entre el siglo XVI y el XVIII (1992) o la coordinación de la reciente Gran Historia del Perú editada en fascículos por El Comercio (1998). En 1984 la UNESCO le nombró vicepresidente del Comité Científico que coordinaría la Historia General de América Latina, cuyo volumen sobre el primer contacto y la formación de las nuevas sociedades dirigió y que se ha publicado este año.
Su implicación en la actividad editorial se manifestó en la promoción, bien desde la dirección o la redacción, de publicaciones relevantes: Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Director, 1967-1974, miembro del Consejo, 1975), Historia y Cultura del Museo Nacional de Historia del Perú (Secretario de Redacción, 1964-1968, Director, 1969-1974), Historia Boliviana, Kuntur (Lima), Cuadernos de Historia (Santiago de Chile) y Colonial Latin American Review (New York). En 1999, el Departamento de Historia de América I, a través del cual promovió vinculaciones institucionales entre la Pontificia Universidad Católica y la Universidad Complutense de Madrid, y en el que contaba con tan buenos amigos, le nombró miembro del Consejo Asesor de la Revista Complutense de Historia de América.
Sólo desde el conocimiento sistemático y riguroso pueden acometerse trabajos de historiografía del calado de los que Pease realizó. Sirvan de ejemplo, «Sobre la obra peruanista de Riva Agüero» (1962), Perú: una aproximación bibliográfica (1979), «Tendencias actuales de la Etnohistoria en el Perú» (1983), «Historiografía peruana y la Universidad Católica» (1992), «La historiografía peruana y la Revista Histórica» (1997), y «Cuatro décadas de Etnohistoria andina» (1998).
El interés por compartir también le llevó a dictar cursos en centros académicos de numerosos países. Fue profesor en la Universidad de California-Berkeley (1979 y 1982-1983), el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid (1983), la Escuela de Antropología de México (1983), la Universidad de Cambridge (1987), la Universidad de Santiago de Chile (1987), la Escuela de Altos Estudios de París (1988) y las Universidades de Maryland y John Hopkins (1989).
El reconocimiento de la comunidad científica internacional se concretó en distinciones y en la incorporación a instituciones profesionales del más alto nivel.
Así fue miembro de número de la Academia Nacional de la Historia del Perú, y correspondiente de las Academias de la Historia de Argentina, Bolivia, Chile, México, y de la Real Academia Española de la Historia. Estuvo asociado a diversos centros e institutos de investigación peruanos, como el Centro de Estudios Histórico-Militares, el Instituto Peruano de Historia de Derecho y el Instituto Peruano de Historia Eclesiástica del Cuzco y fue miembro vitalicio del Instituto Riva Agüero.
Convencido de que el desarrollo de un país pasaba por el impulso de su educación y cultura, asumió distintos puestos de responsabilidad en instituciones peruanas. Fue Director del Museo Nacional de Historia (1969-1974), Director General de la Biblioteca Nacional del Perú (1983-1986), y miembro de la Comisión Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores (1995-1997).
El principal escenario de su actividad fue la Pontificia Universidad Católica del Perú. En ella estudió Humanidades y Derecho y se doctoró en Historia en 1967. En ella ejerció el magisterio desde 1965 y desempeñó puestos de responsabilidad (Decano de Humanidades entre 1980 y 1983 y desde 1993 en adelante, y Director de Publicaciones, 1975-1982). La fundación (1977) y dirección de la revista Histórica, órgano de expresión del Departamento de Humanidades, fue una de sus empresas más queridas. Proyectó su concepción global de la historia del Perú convirtiéndola en una publicación de prestigio internacional y en plataforma desde la que investigadores peruanos y peruanistas de variadas procedencias y con preocupaciones diversas pudieron dar a conocer sus trabajos.
Su despacho era un lugar cálido y abierto en el que se le encontraba siempre y, a pesar de lo apretado de su agenda, era como si tuviera todo el tiempo disponible para conversar, para dar o pedir una referencia o una publicación, para abrir proyectos que nos emplazaban a una futura cita en el Perú o donde quiera. Su hospitalidad continuaba en su casa de Santa Isabel donde nos recibía Mariana, su compañera de caminos con quien creó una familia y compartió intereses, destinos, amigos, la vida. Mariana Mould de Pease, que le siguió sin abandonar su propia trayectoria profesional como historiadora y defensora del patrimonio cultural del Perú y que ahora está empeñada en que sus proyectos sigan adelante.
Para alumnos y compañeros queda el Franklin que entendía el oficio de historiador como una forma de compartir y de entender la vida. Crítico, polemista, conversador, curioso, abierto... Respetaba tanto lo que hacía, que se volvía riguroso, implacable llegado el caso, cuando consideraba que se había procedido con superficialidad o aviesamente en el tratamiento de algún tema. Pero era estimulante, constructivo y generoso con los que empezaban o con aquellos que se mostraban abiertos a debatir, como él lo hacía, para avanzar o replantearse una línea de investigación.
A lo largo de los años Franklin Pease fue tejiendo una red de colegas-amigos que tenían en él a un referente intelectual y afectivo. La noticia sacudió como un aldabonazo. Vinieron meses de incertidumbre, de esperanza y desaliento. Pero seguimos vivos mientras nuestro recuerdo se perpetúe. Y desde muchos lugares y en muchos momentos, en muchas aulas y reuniones científicas, en muchos libros y artículos escritos y por escribir Pease, el maestro, continuará abriendo horizontes, y las sólidas bases sobre las que asentó sus investigaciones serán pautas sobre las que otros avanzarán en el conocimiento de la historia del Perú, que él tanto amó.
Fuente: Franklin Pease García-Yrigoyen (1939-1999). In memoriam autora Ascensión Martínez Riaza, publicado en la Revista Complutense de Historia de América 2000, 26: 373-376.
Fue maestro porque para Pease la Historia era un viaje por el conocimiento que él no entendía en sentido patrimonial. Investigación, docencia, labor editorial y gestión cultural y educativa eran para él caras de un mismo poliedro y a todas atendió y todas las compartió con colegas, estudiantes y aquéllos, que fuera de la esfera de lo académico, se interesaran por la historia del Perú.
En el ámbito de la investigación, sin duda su preocupación de más largo aliento ha sido la reconstrucción de la historia andina a través de las crónicas.
Desde sus primeras publicaciones en la década de 1960 al proyecto, en avanzado estadio de elaboración, de editar un CD con 45 crónicas hispano andinas con un sistema de búsqueda de palabras a partir de un programa informático sobre cuyo diseño se mostraba justamente orgulloso, van 40 años de localización de originales y copias, de contraste y análisis profundo de fuentes.
Reconocido como uno de los artífices de la etnohistoria andina, en esta línea troncal de investigación Pease volcó su afán por la renovación metodológica y la aplicación de las más avanzadas técnicas. Los resultados se traducen en obras consistentes y confiables, entre las que cabe entresacar de su extraordinario curriculum la edición crítica de las crónicas de Felipe Guamán Poma de Ayala (1970, 1980, 1993), Pedro Cieza de León (1984) y Agustín de Zárate (1995), referencias ineludibles para la comprensión de elementos fundamentales de la cultura de las sociedades andinas. En Las Crónicas y los Andes (1995) sintetizó sus preocupaciones sobre las fuentes históricas y su utilización, compaginando un exhaustivo estado de la cuestión, con el estudio crítico de los cronistas y su obra y el análisis de los significados de las crónicas como discurso.
Pease quiso también dejar constancia de su interés por la historia reciente, Perú, Hombre e Historia. La República (1993) no es un manual convencional, sino la selección de temas que consideraba claves y que trató básicamente, en una muestra de lo que era su sentido del respeto a la propiedad intelectual, a partir de lo que otros especialistas habían aportado. Fruto de esta inquietud fue también Breve historia del Perú contemporáneo (1995) y el diseño de una Historia del Perú en el siglo XX.
Para Pease la especialización no estaba reñida con la divulgación, entendida como acercamiento necesario de la historia a círculos más amplios de la sociedad. A las obras de carácter general citadas habría que añadir otras como Del Tawantinsuyu a la Historia del Perú (1978, 1989), Perú: Hombre e Historia entre el siglo XVI y el XVIII (1992) o la coordinación de la reciente Gran Historia del Perú editada en fascículos por El Comercio (1998). En 1984 la UNESCO le nombró vicepresidente del Comité Científico que coordinaría la Historia General de América Latina, cuyo volumen sobre el primer contacto y la formación de las nuevas sociedades dirigió y que se ha publicado este año.
Su implicación en la actividad editorial se manifestó en la promoción, bien desde la dirección o la redacción, de publicaciones relevantes: Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Director, 1967-1974, miembro del Consejo, 1975), Historia y Cultura del Museo Nacional de Historia del Perú (Secretario de Redacción, 1964-1968, Director, 1969-1974), Historia Boliviana, Kuntur (Lima), Cuadernos de Historia (Santiago de Chile) y Colonial Latin American Review (New York). En 1999, el Departamento de Historia de América I, a través del cual promovió vinculaciones institucionales entre la Pontificia Universidad Católica y la Universidad Complutense de Madrid, y en el que contaba con tan buenos amigos, le nombró miembro del Consejo Asesor de la Revista Complutense de Historia de América.
Sólo desde el conocimiento sistemático y riguroso pueden acometerse trabajos de historiografía del calado de los que Pease realizó. Sirvan de ejemplo, «Sobre la obra peruanista de Riva Agüero» (1962), Perú: una aproximación bibliográfica (1979), «Tendencias actuales de la Etnohistoria en el Perú» (1983), «Historiografía peruana y la Universidad Católica» (1992), «La historiografía peruana y la Revista Histórica» (1997), y «Cuatro décadas de Etnohistoria andina» (1998).
El interés por compartir también le llevó a dictar cursos en centros académicos de numerosos países. Fue profesor en la Universidad de California-Berkeley (1979 y 1982-1983), el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid (1983), la Escuela de Antropología de México (1983), la Universidad de Cambridge (1987), la Universidad de Santiago de Chile (1987), la Escuela de Altos Estudios de París (1988) y las Universidades de Maryland y John Hopkins (1989).
El reconocimiento de la comunidad científica internacional se concretó en distinciones y en la incorporación a instituciones profesionales del más alto nivel.
Así fue miembro de número de la Academia Nacional de la Historia del Perú, y correspondiente de las Academias de la Historia de Argentina, Bolivia, Chile, México, y de la Real Academia Española de la Historia. Estuvo asociado a diversos centros e institutos de investigación peruanos, como el Centro de Estudios Histórico-Militares, el Instituto Peruano de Historia de Derecho y el Instituto Peruano de Historia Eclesiástica del Cuzco y fue miembro vitalicio del Instituto Riva Agüero.
Convencido de que el desarrollo de un país pasaba por el impulso de su educación y cultura, asumió distintos puestos de responsabilidad en instituciones peruanas. Fue Director del Museo Nacional de Historia (1969-1974), Director General de la Biblioteca Nacional del Perú (1983-1986), y miembro de la Comisión Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores (1995-1997).
El principal escenario de su actividad fue la Pontificia Universidad Católica del Perú. En ella estudió Humanidades y Derecho y se doctoró en Historia en 1967. En ella ejerció el magisterio desde 1965 y desempeñó puestos de responsabilidad (Decano de Humanidades entre 1980 y 1983 y desde 1993 en adelante, y Director de Publicaciones, 1975-1982). La fundación (1977) y dirección de la revista Histórica, órgano de expresión del Departamento de Humanidades, fue una de sus empresas más queridas. Proyectó su concepción global de la historia del Perú convirtiéndola en una publicación de prestigio internacional y en plataforma desde la que investigadores peruanos y peruanistas de variadas procedencias y con preocupaciones diversas pudieron dar a conocer sus trabajos.
Su despacho era un lugar cálido y abierto en el que se le encontraba siempre y, a pesar de lo apretado de su agenda, era como si tuviera todo el tiempo disponible para conversar, para dar o pedir una referencia o una publicación, para abrir proyectos que nos emplazaban a una futura cita en el Perú o donde quiera. Su hospitalidad continuaba en su casa de Santa Isabel donde nos recibía Mariana, su compañera de caminos con quien creó una familia y compartió intereses, destinos, amigos, la vida. Mariana Mould de Pease, que le siguió sin abandonar su propia trayectoria profesional como historiadora y defensora del patrimonio cultural del Perú y que ahora está empeñada en que sus proyectos sigan adelante.
Para alumnos y compañeros queda el Franklin que entendía el oficio de historiador como una forma de compartir y de entender la vida. Crítico, polemista, conversador, curioso, abierto... Respetaba tanto lo que hacía, que se volvía riguroso, implacable llegado el caso, cuando consideraba que se había procedido con superficialidad o aviesamente en el tratamiento de algún tema. Pero era estimulante, constructivo y generoso con los que empezaban o con aquellos que se mostraban abiertos a debatir, como él lo hacía, para avanzar o replantearse una línea de investigación.
A lo largo de los años Franklin Pease fue tejiendo una red de colegas-amigos que tenían en él a un referente intelectual y afectivo. La noticia sacudió como un aldabonazo. Vinieron meses de incertidumbre, de esperanza y desaliento. Pero seguimos vivos mientras nuestro recuerdo se perpetúe. Y desde muchos lugares y en muchos momentos, en muchas aulas y reuniones científicas, en muchos libros y artículos escritos y por escribir Pease, el maestro, continuará abriendo horizontes, y las sólidas bases sobre las que asentó sus investigaciones serán pautas sobre las que otros avanzarán en el conocimiento de la historia del Perú, que él tanto amó.
Fuente: Franklin Pease García-Yrigoyen (1939-1999). In memoriam autora Ascensión Martínez Riaza, publicado en la Revista Complutense de Historia de América 2000, 26: 373-376.
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