Los empresarios chinos en Perú
El mayor aporte de los chinos a Perú ha sido proveerlo de empresarios. En la actualidad, una de las mayores empresas comerciales de este país pertenece al consorcio Wong, negocio de origen familiar que dirige cerca de 30 grandes establecimientos comerciales, super- e hipermercados, dedicados a ofrecer a todos los estratos sociales de Lima, y también de otras ciudades, abarrotes, electrodomésticos, vestido y calzado, entre otros productos.
La historia del fundador de la familia Wong es similar a la de otros tenderos chinos. La primera oleada migratoria comenzó en 1849, cuando se autorizó el ingreso masivo de trabajadores chinos, sobre todo para trabajar en las haciendas azucareras y algodoneras de la costa. Entre 1849 y 1874 llegaron, aproximadamente, 100.000 culíes. Al término de sus contratos, los miles de sobrevivientes a los maltratos y abusos se dedicaron a los más diversos oficios. Para ello se trasladaron a los pueblos y ciudades de la costa y la sierra, e incluso a la selva peruana, donde fueron reconocidos como comerciantes y, en menor medida, como cocineros.
Ya en las haciendas, en los galpones donde dormían, negociaban entre ellos. Al término de sus contratos, quienes habían logrado la confianza del hacendado podían establecer un tambo (palabra de origen quechua que significa «pequeña tienda») dentro de la hacienda. Estos comerciantes fueron conocidos como «chinos tamberos», y todavía se los encontraba en las grandes haciendas costeñas durante las primeras décadas del siglo XX.
A pesar de la condición de semiesclavitud, los culíes chinos conservaron sus costumbres alimenticias, de vestido y diversiones, y éstas les demandaban una gran cantidad de artículos provenientes de su país. La situación fue aprovechada por los comerciantes de Hong Kong, Guangdong y California, quienes establecieron sucursales en pleno Barrio Chino (en los alrededores del Mercado Central, en el corazón de Lima) y en otras ciudades importantes.
Las casas comerciales Pow Lung (inaugurada en 1866) y Wing On Chong (en 1873) no solo importaron productos desde China, Europa y EEUU; también exportaron mercancías peruanas, en un proceso de importación y exportación que continúa hoy, como puede comprobarse al recorrer los establecimientos del Barrio Chino.
Instalaron desde pequeñas tiendas hasta casas comerciales de venta al por mayor, cuyos dueños fueron conocidos como «chinos encomenderos». Estas casas, por lo general, eran administradas por uno o, como máximo, tres socios, para aprovechar al máximo el espacio. Los propietarios contrataban únicamente dependientes chinos, que se avenían a ganar muy poco pues lo que les importaba a los recién llegados era practicar el idioma y conocer el oficio. Muchos optaron por convertir las trastiendas en habitaciones o almacenes.
El éxito de los comerciantes chinos se explica por una serie de habilidades que desarrollaron, como la atención continua a las necesidades de su clientela, conformada principalmente por los sectores medios y bajos, a los que ofrecían precios módicos, mucha variedad y atención en horario corrido. A esto hay que añadir la habilidad organizativa y la voluntad para el ahorro, lo que proyectó una imagen de frugalidad que s recordada hasta hoy. Finalmente, fue clave la inteligencia creativa: entre las estrategias que utilizaron para mantener una clientela cautiva se incluye la «yapa», un pequeño agregado que no se cobraba, así como modestos obsequios por las compras, como un dulce para los niños.
Ahora bien, más allá de la estrategia comercial, los chinos pudieron consolidarse como una comunidad fuerte porque se vieron en la necesidad de ayudarse mutuamente a través de diversas organizaciones y sociedades de carácter comercial, étnicas y religiosas, todas ellas agrupadas desde 1886 bajo una coordinadora general, denominada luego Sociedad Central de la Colonia China, que subsiste hasta hoy. Estas organizaciones funcionaron como respaldo y asistencia, sobre todo ante las muestras de xenofobia.
De esta manera, entre 1930 y 1950, las esquinas de la cada vez más poblada ciudad de Lima fueron ocupadas por comerciantes cantoneses, conocidos y recordados como «el chino de la esquina». Junto con sus hijos y esposas, muchas veces peruanas, abastecían a las familias de los barrios populares y de clase media.
Los comerciantes chinos llevaron productos desde Lima hacia las provincias, se internaron en pueblos alejados y articularon así un mercado nacional. Un ejemplo es Chepén, en la costa norte de Perú, adonde llegaron miles de chinos a trabajar la tierra, muchos de los cuales se quedaron para establecer pulperías, bodegas y casas comerciales. Iban a menudo a Cajamarca, ubicada en la sierra, a vender y comprar productos, y formaron de esta manera una interesante red comercial. La influencia china todavía puede verse en el rostro de sus habitantes y en las organizaciones que crearon.
Del pasado al presente: los descendientes chinos hoy En la actualidad, hay miles de descendientes de chinos –conocidos como tusáns– en todas las actividades económicas y profesionales en Perú. Entre ellos, un caso notable es el de la ya mencionada familia Wong. Su iniciador fue Erasmo Wong, quien en 1942 fundó una pequeña bodega en una esquina de San Isidro, un barrio residencial limeño. Desde ese entonces, junto con su esposa e hijos, se dedicaron a convertir su negocio en uno de los más prósperos de Lima.
En 1983, la empresa, ya en manos de los hijos del fundador, comenzó su gran crecimiento con una segunda tienda en Miraflores, a la que luego sumaron otras sucursales. En pocos años, el consorcio Wong se convirtió en la cadena líder de supermercados: cuenta con 32 tiendas que operan bajo las marcas Wong (12 supermercados), Metro (ocho supermercados y 10 hipermercados) y Eco (un almacén), así como American Outlet (dos tiendas). En conjunto, el consorcio cuenta con más de 1.000 cajas registradoras para sus 50.000 productos.
Sus competidores más cercanos son los supermercados Vea y Santa Isabel, que forman parte de Disco Ahold, una empresa transnacional.
El crecimiento de la empresa ha ido de la mano de algunas innovaciones. Los supermercados Wong, orientados a los sectores peruanos más pudientes, brindan un alto nivel de servicio y calidad. La cadena Metro, dirigida a sectores medios y bajos, ofrece precios reducidos y ha generado un cambio en los hábitos de consumo en los barrios populares. En estos lugares, donde la mayoría de la población está constituida por los hijos de los inmigrantes del interior, ha sido una novedad comprar en estos establecimientos, equipados de manera tal que se convierten en un paseo familiar, ya que cuentan con espacios para niños y restaurantes, e incluso a veces se ofrecen espectáculos teatrales gratuitos.
Reflexiones finales
La familia Wong es un ejemplo más del modo en que los descendientes chinos se encuentran integrados a la sociedad peruana. Sus actividades no se circunscriben a Lima: ciudades como Chiclayo, Trujillo, Chepén, Nazca, Chincha y Chimbote, entre otras, cuentan con una activa participación de ellos, muchos de los cuales siguieron las tradiciones de sus antepasados reuniéndose en asociaciones y clubes. Una muestra de esta vitalidad ha sido la inauguración, en Chiclayo, del colegio Sun Yat-sen, sede del primer establecimiento educativo chino en América –el Diez de Octubre de Lima. Otro dato resulta revelador de la importancia que han alcanzado los herederos de los culíes en Perú: tres de los candidatos presidenciales para las elecciones del 9 de abril, Humberto Lay, Martha Chávez y Ricardo Wong, son de ascendencia china.
En suma, de lo expresado aquí se puede inferir que la habilidad comercial de los inmigrantes chinos, desarrollada desde la llegada de los primeros de ellos en el siglo XIX, es solo un aspecto más de su capacidad para insertarse, convivir y prosperar en América Latina.
Fuente: De la tiendita al súpermercado. Los comerciantes chinos en América Latina y el Caribe autor Milagros Lock Reyna publicado en la Revista NUEVA SOCIEDAD 203, Mayo-Junio 2006. Milagros Lock Reyna: historiadora de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su área de estudio son las actividades comerciales de los chinos en Perú. Actualmente se desempeña como editora del área de Ciencias Sociales del Grupo Editorial Norma-Perú.
La historia del fundador de la familia Wong es similar a la de otros tenderos chinos. La primera oleada migratoria comenzó en 1849, cuando se autorizó el ingreso masivo de trabajadores chinos, sobre todo para trabajar en las haciendas azucareras y algodoneras de la costa. Entre 1849 y 1874 llegaron, aproximadamente, 100.000 culíes. Al término de sus contratos, los miles de sobrevivientes a los maltratos y abusos se dedicaron a los más diversos oficios. Para ello se trasladaron a los pueblos y ciudades de la costa y la sierra, e incluso a la selva peruana, donde fueron reconocidos como comerciantes y, en menor medida, como cocineros.
Ya en las haciendas, en los galpones donde dormían, negociaban entre ellos. Al término de sus contratos, quienes habían logrado la confianza del hacendado podían establecer un tambo (palabra de origen quechua que significa «pequeña tienda») dentro de la hacienda. Estos comerciantes fueron conocidos como «chinos tamberos», y todavía se los encontraba en las grandes haciendas costeñas durante las primeras décadas del siglo XX.
A pesar de la condición de semiesclavitud, los culíes chinos conservaron sus costumbres alimenticias, de vestido y diversiones, y éstas les demandaban una gran cantidad de artículos provenientes de su país. La situación fue aprovechada por los comerciantes de Hong Kong, Guangdong y California, quienes establecieron sucursales en pleno Barrio Chino (en los alrededores del Mercado Central, en el corazón de Lima) y en otras ciudades importantes.
Las casas comerciales Pow Lung (inaugurada en 1866) y Wing On Chong (en 1873) no solo importaron productos desde China, Europa y EEUU; también exportaron mercancías peruanas, en un proceso de importación y exportación que continúa hoy, como puede comprobarse al recorrer los establecimientos del Barrio Chino.
Instalaron desde pequeñas tiendas hasta casas comerciales de venta al por mayor, cuyos dueños fueron conocidos como «chinos encomenderos». Estas casas, por lo general, eran administradas por uno o, como máximo, tres socios, para aprovechar al máximo el espacio. Los propietarios contrataban únicamente dependientes chinos, que se avenían a ganar muy poco pues lo que les importaba a los recién llegados era practicar el idioma y conocer el oficio. Muchos optaron por convertir las trastiendas en habitaciones o almacenes.
El éxito de los comerciantes chinos se explica por una serie de habilidades que desarrollaron, como la atención continua a las necesidades de su clientela, conformada principalmente por los sectores medios y bajos, a los que ofrecían precios módicos, mucha variedad y atención en horario corrido. A esto hay que añadir la habilidad organizativa y la voluntad para el ahorro, lo que proyectó una imagen de frugalidad que s recordada hasta hoy. Finalmente, fue clave la inteligencia creativa: entre las estrategias que utilizaron para mantener una clientela cautiva se incluye la «yapa», un pequeño agregado que no se cobraba, así como modestos obsequios por las compras, como un dulce para los niños.
Ahora bien, más allá de la estrategia comercial, los chinos pudieron consolidarse como una comunidad fuerte porque se vieron en la necesidad de ayudarse mutuamente a través de diversas organizaciones y sociedades de carácter comercial, étnicas y religiosas, todas ellas agrupadas desde 1886 bajo una coordinadora general, denominada luego Sociedad Central de la Colonia China, que subsiste hasta hoy. Estas organizaciones funcionaron como respaldo y asistencia, sobre todo ante las muestras de xenofobia.
De esta manera, entre 1930 y 1950, las esquinas de la cada vez más poblada ciudad de Lima fueron ocupadas por comerciantes cantoneses, conocidos y recordados como «el chino de la esquina». Junto con sus hijos y esposas, muchas veces peruanas, abastecían a las familias de los barrios populares y de clase media.
Los comerciantes chinos llevaron productos desde Lima hacia las provincias, se internaron en pueblos alejados y articularon así un mercado nacional. Un ejemplo es Chepén, en la costa norte de Perú, adonde llegaron miles de chinos a trabajar la tierra, muchos de los cuales se quedaron para establecer pulperías, bodegas y casas comerciales. Iban a menudo a Cajamarca, ubicada en la sierra, a vender y comprar productos, y formaron de esta manera una interesante red comercial. La influencia china todavía puede verse en el rostro de sus habitantes y en las organizaciones que crearon.
Del pasado al presente: los descendientes chinos hoy En la actualidad, hay miles de descendientes de chinos –conocidos como tusáns– en todas las actividades económicas y profesionales en Perú. Entre ellos, un caso notable es el de la ya mencionada familia Wong. Su iniciador fue Erasmo Wong, quien en 1942 fundó una pequeña bodega en una esquina de San Isidro, un barrio residencial limeño. Desde ese entonces, junto con su esposa e hijos, se dedicaron a convertir su negocio en uno de los más prósperos de Lima.
En 1983, la empresa, ya en manos de los hijos del fundador, comenzó su gran crecimiento con una segunda tienda en Miraflores, a la que luego sumaron otras sucursales. En pocos años, el consorcio Wong se convirtió en la cadena líder de supermercados: cuenta con 32 tiendas que operan bajo las marcas Wong (12 supermercados), Metro (ocho supermercados y 10 hipermercados) y Eco (un almacén), así como American Outlet (dos tiendas). En conjunto, el consorcio cuenta con más de 1.000 cajas registradoras para sus 50.000 productos.
Sus competidores más cercanos son los supermercados Vea y Santa Isabel, que forman parte de Disco Ahold, una empresa transnacional.
El crecimiento de la empresa ha ido de la mano de algunas innovaciones. Los supermercados Wong, orientados a los sectores peruanos más pudientes, brindan un alto nivel de servicio y calidad. La cadena Metro, dirigida a sectores medios y bajos, ofrece precios reducidos y ha generado un cambio en los hábitos de consumo en los barrios populares. En estos lugares, donde la mayoría de la población está constituida por los hijos de los inmigrantes del interior, ha sido una novedad comprar en estos establecimientos, equipados de manera tal que se convierten en un paseo familiar, ya que cuentan con espacios para niños y restaurantes, e incluso a veces se ofrecen espectáculos teatrales gratuitos.
Reflexiones finales
La familia Wong es un ejemplo más del modo en que los descendientes chinos se encuentran integrados a la sociedad peruana. Sus actividades no se circunscriben a Lima: ciudades como Chiclayo, Trujillo, Chepén, Nazca, Chincha y Chimbote, entre otras, cuentan con una activa participación de ellos, muchos de los cuales siguieron las tradiciones de sus antepasados reuniéndose en asociaciones y clubes. Una muestra de esta vitalidad ha sido la inauguración, en Chiclayo, del colegio Sun Yat-sen, sede del primer establecimiento educativo chino en América –el Diez de Octubre de Lima. Otro dato resulta revelador de la importancia que han alcanzado los herederos de los culíes en Perú: tres de los candidatos presidenciales para las elecciones del 9 de abril, Humberto Lay, Martha Chávez y Ricardo Wong, son de ascendencia china.
En suma, de lo expresado aquí se puede inferir que la habilidad comercial de los inmigrantes chinos, desarrollada desde la llegada de los primeros de ellos en el siglo XIX, es solo un aspecto más de su capacidad para insertarse, convivir y prosperar en América Latina.
Fuente: De la tiendita al súpermercado. Los comerciantes chinos en América Latina y el Caribe autor Milagros Lock Reyna publicado en la Revista NUEVA SOCIEDAD 203, Mayo-Junio 2006. Milagros Lock Reyna: historiadora de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su área de estudio son las actividades comerciales de los chinos en Perú. Actualmente se desempeña como editora del área de Ciencias Sociales del Grupo Editorial Norma-Perú.
Enlace: Archivo fotográfico Courret
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