El Templo San Felipe Apóstol de Carumas
La villa de Carumas, que está siendo ganada por la modernidad, se encuentra en la provincia de Mariscal Nieto a 118Km de Moquegua, en un desvío de 41Km al noroeste de la Carretera Binacional, 45Km antes de la bifurcación de esta en los dos tramos, el que lleva a Puno y el que conduce a Desaguadero. Es una ciudad que nació de un núcleo que conformó la iglesia y el edificio del poder civil, congregándose las casas más importantes cerca de la conformada plaza. Carumas se encuentra frente al volcán Huaynaputina.
Es el asentamiento más importante de la zona agrícola más ubérrima de toda la provincia de Mariscal Nieto en Moquegua, porque al estar a sólo 3010 msnm, tiene abundancia de lluvias y su
región es propicia para la mayor cantidad de frutas, más que para la vid, el olivo y los higos, propios de Moquegua y Torata. Su carácter es más idílico y pastoral por el hecho de estar separado de la carretera. En su territorio se encuentran los paisajes de yaretas, ya mencionados. Estas especies vegetales forman paisajes muy atractivos, ya que su apariencia es como si se tratase de esponjas de musgo, y hay en mayor cantidad que en el Colca o en Cotahuasi.
El templo de Carumas tiene unas dimensiones desproporcionadas a la población, quedando pequeña a su lado la Iglesia de Torata y, al igual que ésta, está construida íntegramente en piedra en un estilo Neoclásico Mestizo temprano (para la zona), habiéndose edificado la actual, en el primer cuarto del siglo XIX.
En las reparticiones realizadas por Francisco Pizarro, Carumas le tocó a don Hernán Bueno según la provisión del 22 de enero de 1540 y le llamó el Valle de Cataris. Siendo una repartición, debía tener su iglesia y ésta se construyó en adobe y se reedificó, a causa de los terremotos, en 1640 por el cura Álvaro Mogrovejo.
En el verano de 1600 se produjo una explosión del Huaynaputina que se escuchó hasta en Lima y el Virrey Don Luis de Velasco quedó muy sorprendido al enterarse que se trataba de explosiones de tan lejos y llenó de cenizas hasta Antofagasta y destruyó construcciones importantes de Arequipa.
Aparentemente esta obra duró hasta inicios del s. XIX ya que en 1807 se inició la construcción del templo de piedra que actualmente vemos, y se terminó en 1820, consagrándose a la Santísima
Trinidad. La obra duró, escasamente 13 años. En la clave del arco de la portada su colocó la inscripción Templo en honor a la STMA Trinidad 1807 A 1820 (Rolando Mora Zúñiga, 2001).
Se trata de un templo de una sola nave muy profunda, de 60 varas (50m) y poco ancho, 13 vara y una cuarta (11m), con un aforo físico de 200 personas. La iglesia presenta trazas de haber sido restaurada en más de una ocasión. Luego de su consagración en 1820, hubo el terremoto de 1868 que lo llevó a una drástica reparación sin mayor criterio, empleando en algunos sectores, no mortero de cal y canto, sino una especie de estuco reforzado para una fragua más rápida; es decir, un estuco con mayor contenido de cal apagada (hidróxido de calcio) y menor contenido de yeso (sulfato de calcio), que acelera la fragua, más la piedra con canto pequeño.
En otros sectores se puede apreciar que hay uso de cemento y ladrillo, que lo data de inicios del pasado siglo XX o, incluso posterior. Hay zonas trabajadas en losa aligerada, lo que lo ubica en tiempos más recientes, posiblemente posterior al terremoto de 1948, sobre todo por el ingreso lateral derecho, donde se ha practicado un 2º piso sobre 6 columnas de concreto armado (Mora, 2001).
La portada es mucho más interesante que la de Torata. Está compuesta por tres calles, flanqueadas por cuatro columnas de fuste liso y dos cuerpos, en el superior con dos columnas. En total se generan tres hornacinas en el cuerpo inferior, dos flanqueando la puerta de ingreso y en la parte superior, una en el eje. Esta iglesia de San Felipe Apóstol mantiene la escalera exterior en piedra que conduce hacia la torre del campanario. Toda la fachada es simple y sin decoración; no obstante sus proporciones y aspecto pétreo le dan una apariencia imponente y hermosa a la vez.
Pese a ser de factura más reciente que el templo de Torata, su estado es más ruinoso, pero ello se debe a las malas intervenciones que ha sufrido luego de los terremotos, que no comprendieron su forma de estabilidad y rigidez., agregándole elementos de concreto armado cuya vibración es diferente y no se condice con la rigidez del resto, con gruesos muros pesados de vibración lenta y rígida, que es golpeada como con un ariete por los elementos esbeltos de concreto armado con vibración rápida y amplia por su elasticidad.
Esta factura a la que hacemos mención es, pese al cambio de estilo, muy similar a la de Torata. Es decir, gruesos muros de opus emplectum, sillares de tufo volcánico canteados de formato rectangular horizontal, con proporciones casi cuadradas y algunas son, efectivamente, cuadradas. Como ha habido sucesivas reparaciones y modernizaciones, se ha revocado o enlucido las paredes, en algunos casos con enjalbegado de cal, en otras con yeso (Moquegua es una zona de abundantes yacimientos de sulfato de calcio o yeso). Este enlucido de yeso se ha desprendido por sectores y ha dejado al descubierto, en algunas zonas y portadas, lucidos labrados de piedra. Los contrafuertes han padecido el mismo problema que los de Torata, es decir, una mala intervención, luego del terremoto del 13 de agosto 1868, que no ha logrado integrarlos monolíticamente al muro, y se han separado de ellos, quedando, los que permanecen, casi de manera decorativa y poniendo en peligro el muro mismo; otros han colapsado.
La bóveda de medio cañón es rehecha; no sabemos con exactitud la fecha de su reparación, pero no está volteada con dovelas de piedra, salvo partes escasas, sino que está fabricada con ladrillo. El ladrillo no es de la mejor calidad y se está deshaciendo por micro demolición por la salinidad y la humedad. Además se ha utilizado mortero de cemento, lo que incrementa, aún más, el nivel de salinidad ante la humedad. Todo ello sin considerar lo sulfuroso de la región por la actividad volcánica.
Es interesante anotar que, al igual que en la iglesia de Torata, los contrafuertes, aparentemente robustos, son también rellenos y sólo hay piedra en su perímetro exterior. En Carumas se ha encontrado, en uno de los contrafuertes, a 1.85m de altura, un enterramiento (cajón – sepulcro) que, por lo que lo acompaña pareciera ser una forma de pago.
Desde el exterior, existe el mismo problema que en Torata, es decir, se ha bajado el nivel de
término de los muros, con la finalidad de bajar el centro de gravedad, lo que ha perjudicado directamente a la bóveda pues le ha bajado el rigor de la fuerza que impedía su tracción. Por ello ha colapsado la bóveda de la parte del presbiterio y se ha mantenido la bóveda sobre el coro, de concreto armado y losa aligerada, pero que está siendo atacada por las sales, siendo lo más peligroso, el ataque al acero estructural.
El campanario ha colapsado, pero se encuentran fotos antiguas que permitirían su integración. Éste tenía 4 campanas, tres de ellas con una cruz en alto relieve y una de ellas presenta la siguiente inscripción, en dos líneas “ORAP NOBIS” “S. X PQ. FORI”.
Este monumento se encuentra en estado de abandono y se están tejiendo leyendas urbanas respecto a ella, como que en la sacristía se pasea el diablo. Ignoramos la procedencia confesional de los que narraron la historia, pero perjudica su recuperación.
Existe una asociación de carumeños, en Lima que esperan poder recuperar y restaurar la iglesia y realizan constantes actividades a fin de obtener fondos, esperemos que lo logren, pero ello no debe ser un esfuerzo aislado. Se debe velar por toda la región y su patrimonio, cuya potencialidad turística es inmensa.
Es el asentamiento más importante de la zona agrícola más ubérrima de toda la provincia de Mariscal Nieto en Moquegua, porque al estar a sólo 3010 msnm, tiene abundancia de lluvias y su
región es propicia para la mayor cantidad de frutas, más que para la vid, el olivo y los higos, propios de Moquegua y Torata. Su carácter es más idílico y pastoral por el hecho de estar separado de la carretera. En su territorio se encuentran los paisajes de yaretas, ya mencionados. Estas especies vegetales forman paisajes muy atractivos, ya que su apariencia es como si se tratase de esponjas de musgo, y hay en mayor cantidad que en el Colca o en Cotahuasi.
El templo de Carumas tiene unas dimensiones desproporcionadas a la población, quedando pequeña a su lado la Iglesia de Torata y, al igual que ésta, está construida íntegramente en piedra en un estilo Neoclásico Mestizo temprano (para la zona), habiéndose edificado la actual, en el primer cuarto del siglo XIX.
En las reparticiones realizadas por Francisco Pizarro, Carumas le tocó a don Hernán Bueno según la provisión del 22 de enero de 1540 y le llamó el Valle de Cataris. Siendo una repartición, debía tener su iglesia y ésta se construyó en adobe y se reedificó, a causa de los terremotos, en 1640 por el cura Álvaro Mogrovejo.
En el verano de 1600 se produjo una explosión del Huaynaputina que se escuchó hasta en Lima y el Virrey Don Luis de Velasco quedó muy sorprendido al enterarse que se trataba de explosiones de tan lejos y llenó de cenizas hasta Antofagasta y destruyó construcciones importantes de Arequipa.
Aparentemente esta obra duró hasta inicios del s. XIX ya que en 1807 se inició la construcción del templo de piedra que actualmente vemos, y se terminó en 1820, consagrándose a la Santísima
Trinidad. La obra duró, escasamente 13 años. En la clave del arco de la portada su colocó la inscripción Templo en honor a la STMA Trinidad 1807 A 1820 (Rolando Mora Zúñiga, 2001).
Se trata de un templo de una sola nave muy profunda, de 60 varas (50m) y poco ancho, 13 vara y una cuarta (11m), con un aforo físico de 200 personas. La iglesia presenta trazas de haber sido restaurada en más de una ocasión. Luego de su consagración en 1820, hubo el terremoto de 1868 que lo llevó a una drástica reparación sin mayor criterio, empleando en algunos sectores, no mortero de cal y canto, sino una especie de estuco reforzado para una fragua más rápida; es decir, un estuco con mayor contenido de cal apagada (hidróxido de calcio) y menor contenido de yeso (sulfato de calcio), que acelera la fragua, más la piedra con canto pequeño.
En otros sectores se puede apreciar que hay uso de cemento y ladrillo, que lo data de inicios del pasado siglo XX o, incluso posterior. Hay zonas trabajadas en losa aligerada, lo que lo ubica en tiempos más recientes, posiblemente posterior al terremoto de 1948, sobre todo por el ingreso lateral derecho, donde se ha practicado un 2º piso sobre 6 columnas de concreto armado (Mora, 2001).
La portada es mucho más interesante que la de Torata. Está compuesta por tres calles, flanqueadas por cuatro columnas de fuste liso y dos cuerpos, en el superior con dos columnas. En total se generan tres hornacinas en el cuerpo inferior, dos flanqueando la puerta de ingreso y en la parte superior, una en el eje. Esta iglesia de San Felipe Apóstol mantiene la escalera exterior en piedra que conduce hacia la torre del campanario. Toda la fachada es simple y sin decoración; no obstante sus proporciones y aspecto pétreo le dan una apariencia imponente y hermosa a la vez.
Pese a ser de factura más reciente que el templo de Torata, su estado es más ruinoso, pero ello se debe a las malas intervenciones que ha sufrido luego de los terremotos, que no comprendieron su forma de estabilidad y rigidez., agregándole elementos de concreto armado cuya vibración es diferente y no se condice con la rigidez del resto, con gruesos muros pesados de vibración lenta y rígida, que es golpeada como con un ariete por los elementos esbeltos de concreto armado con vibración rápida y amplia por su elasticidad.
Esta factura a la que hacemos mención es, pese al cambio de estilo, muy similar a la de Torata. Es decir, gruesos muros de opus emplectum, sillares de tufo volcánico canteados de formato rectangular horizontal, con proporciones casi cuadradas y algunas son, efectivamente, cuadradas. Como ha habido sucesivas reparaciones y modernizaciones, se ha revocado o enlucido las paredes, en algunos casos con enjalbegado de cal, en otras con yeso (Moquegua es una zona de abundantes yacimientos de sulfato de calcio o yeso). Este enlucido de yeso se ha desprendido por sectores y ha dejado al descubierto, en algunas zonas y portadas, lucidos labrados de piedra. Los contrafuertes han padecido el mismo problema que los de Torata, es decir, una mala intervención, luego del terremoto del 13 de agosto 1868, que no ha logrado integrarlos monolíticamente al muro, y se han separado de ellos, quedando, los que permanecen, casi de manera decorativa y poniendo en peligro el muro mismo; otros han colapsado.
La bóveda de medio cañón es rehecha; no sabemos con exactitud la fecha de su reparación, pero no está volteada con dovelas de piedra, salvo partes escasas, sino que está fabricada con ladrillo. El ladrillo no es de la mejor calidad y se está deshaciendo por micro demolición por la salinidad y la humedad. Además se ha utilizado mortero de cemento, lo que incrementa, aún más, el nivel de salinidad ante la humedad. Todo ello sin considerar lo sulfuroso de la región por la actividad volcánica.
Es interesante anotar que, al igual que en la iglesia de Torata, los contrafuertes, aparentemente robustos, son también rellenos y sólo hay piedra en su perímetro exterior. En Carumas se ha encontrado, en uno de los contrafuertes, a 1.85m de altura, un enterramiento (cajón – sepulcro) que, por lo que lo acompaña pareciera ser una forma de pago.
Desde el exterior, existe el mismo problema que en Torata, es decir, se ha bajado el nivel de
término de los muros, con la finalidad de bajar el centro de gravedad, lo que ha perjudicado directamente a la bóveda pues le ha bajado el rigor de la fuerza que impedía su tracción. Por ello ha colapsado la bóveda de la parte del presbiterio y se ha mantenido la bóveda sobre el coro, de concreto armado y losa aligerada, pero que está siendo atacada por las sales, siendo lo más peligroso, el ataque al acero estructural.
El campanario ha colapsado, pero se encuentran fotos antiguas que permitirían su integración. Éste tenía 4 campanas, tres de ellas con una cruz en alto relieve y una de ellas presenta la siguiente inscripción, en dos líneas “ORAP NOBIS” “S. X PQ. FORI”.
Este monumento se encuentra en estado de abandono y se están tejiendo leyendas urbanas respecto a ella, como que en la sacristía se pasea el diablo. Ignoramos la procedencia confesional de los que narraron la historia, pero perjudica su recuperación.
Existe una asociación de carumeños, en Lima que esperan poder recuperar y restaurar la iglesia y realizan constantes actividades a fin de obtener fondos, esperemos que lo logren, pero ello no debe ser un esfuerzo aislado. Se debe velar por toda la región y su patrimonio, cuya potencialidad turística es inmensa.
Fuente: ANÁLISIS DE LAS IGLESIAS SAN AGUSTÍN DE TORATA Y SAN FELIPE APÓSTOL DE CARUMAS COMO PARTE DEL POTENCIAL TURÍSTICO DE MOQUEGUA. Una propuesta de Desarrollo y Conservación Sostenibles del Patrimonio de la Región Moquegua, autores Arq. Juan De Orellana Rojas, Arq. Jessica Osorio Málaga, Arq. Milagros Oliveira Córdova.
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