01 junio 2007

Manuel Candamo Iriarte

El martes 8 de setiembre de 1903 Manuel Candamo Iriarte (Lima, 1841-Arequipa, 1904), previo juramento de ley ante el Congreso, recibía la banda presidencial. Candamo, nacido en un hogar acaudalado, estudia en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe y en la Universidad de San Marcos, donde se graduó de bachiller en jurisprudencia. A partir de 1863 ingresa a trabajar a El Comercio, desempeñándose en el cargo que hoy sería la jefatura de redacción. Sus brillantes artículos contra el Tratado Vivanco- Pareja -suscrito el 27 de enero de 1865- lo llevaron al destierro, en Chile, de donde regresó para respaldar la revolución del coronel Mariano Ignacio Prado contra el presidente Pezet. Derrocado este, Candamo retorna a Chile en misión diplomática, por corto tiempo, y luego emprende un viaje de estudios por Europa y Asia.
Al lanzar su candidatura presidencial Manuel Pardo se forman los cuadros de lo que sería el Partido Civil. Manuel Candamo, hombre de sólida cultura e inquietud cívica, comparte con entusiasmo los proyectos de su amigo Pardo, que condena el caudillismo militar y propugna un planteamiento ideológico cuyas vigas maestras eran el gobierno civil, el respeto a la ley, el orden jurídico del Estado y la libertad dentro del orden. Candamo ha dado cauce a su vocación política, de servicio al país. Paralelamente desarrolla su talento empresarial con notable éxito.
Como coronel de la Guardia Nacional empuñará las armas para combatir en el sur una de las rebeliones de Nicolás de Piérola.
Hace lo propio en la defensa de Lima, en enero de 1881, y es deportado a Chile junto con otros ciudadanos notables de nuestra patria. Regresa luego del Tratado de Ancón y por ser partidario del general Andrés A. Cáceres es deportado por el general Miguel Iglesias. Finalmente triunfa Cáceres y Manuel Candamo ingresa al Senado -su gran tribuna- que presidirá en 1888, 1890 y 1892.

Volverá a esa Cámara en 1897 para presidirla ese año y en 1901.
En 1890 se produce un luctuoso motín en el cuartel de Santa Catalina. Manuel Candamo, en el Senado, pide enérgicas explicaciones al tortuoso presidente del Consejo de Ministros, Mariano Nicolás Valcárcel, por "la pavorosa noche de Santa Catalina". Donoso Cortés decía que el genio político se distingue de los demás en que sabe las cuestiones que permiten la transigencia y aquellas en que no es posible.
Manuel Candamo es uno de los dirigentes civilistas que percibe el peligro del militarismo arrogante que encarna el general Cáceres y, con patriotismo y lucidez, preconiza la Coalición Nacional junto al Partido Demócrata de Nicolás de Piérola, el adversario tenaz de siempre. Candamo no tiene ningún problema moral. Ha combatido a Piérola, pero jamás lo ha denigrado. Entre ambos surge una corriente de simpatía y amistad que perduraría en el tiempo.
Candamo, de inmaculada reputación personal y política, preside la Junta de Gobierno que se forma al ser derrocado Cáceres, en marzo de 1895, y luego de limpias elecciones entrega el poder a Nicolás de Piérola.
Llegamos así a las elecciones de 1903. Candamo es el indiscutible candidato presidencial de los civilistas. Lo apoyan también los constitucionales del general Cáceres. Hombre inteligente, Candamo ha sabido esperar, gran virtud, y la menos fácil de practicar en la política. Su experiencia es notable. Ha sido parlamentario 17 años, fiel a sus principios, coherente, honrado, veraz, discreto, enérgico, conciliador, gentil y sincero. Para él lo más importante era la verdad y lo más ruin la demagogia.
Candamo llega a la presidencia de la República con un impresionante respaldo popular, sin una mancha de sangre en las manos y sin haber atropellado nunca una ley. Lamentablemente, tenía la salud muy quebrantada y un mal diagnóstico médico lo hace viajar a Yura, Arequipa, para una cura de aguas. Fallecerá en la ciudad del Misti el 7 de mayo de 1904. Gobernó unos pocos meses y durante ellos fue el presidente de la República del Perú, no de una agrupación política. Candamo aspiraba a un bipartidismo civil-demócrata que pudo haber labrado la prosperidad de nuestro país. El gran estadista que hoy recordamos sabía que las obras políticas, o no son, o son colectivas.
Fuente: Manuel Candamo. La aristocracia de la virtud por Héctor López Martínez.