El Colegio Militar Leoncio Prado en la Ciudad y los Perros de Mario Vargas LLosa

su primera juventud vive con su padre una temporada en este distrito, al que luego deja para mudarse a Miraflores.
La Perla se reeditó en la vida del novelista cuando ingresa al Colegio Militar Leoncio Prado. La atmósfera de los acantilados pelados en cuyas cimas se levantan las ruinas de mejores tiempos, debió haber sido en ese entonces, como hoy, decididamente fantasmal y angustiante. Los muros amarillentos y descascarados del Leoncio Prado añaden lo suyo a esta sensación
opresiva. Lo que había detrás de esos muros, no era mejor. Grandes bloques de edificios deshabitados entre los que ululaba el helado viento marino, pabellones abandonados, una inmensa piscina vacía, ruinas entre las que había que formarse como hombres. Luego de un largo periodo de deterioro, el Leoncio Prado ha sido hoy recuperado para su finalidad inicial y ahora se vuelve a plantear como una alternativa educativa para jóvenes de todas partes del Perú.
El Leoncio Prado fue creado el 27 de agosto de 1943 por el presidente Manuel Prado. Se calcula que desde su fundación hasta hoy, han pasado por sus aulas, cuadras y campos deportivos, no menos de 50,000 jóvenes. Es célebre la secuela que crea en este colegio la publicación de La ciudad y los perros, en el año 1963, antes de que al año siguente Vargas Llosa ganara con ésta el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Entre la historia y la leyenda, se dice que el coronel que dirigía el colegio hizo quemar una ruma de ejemplares de la novela delante de todos los internos, como una
demostración de su posición ante la cultura. Con todos estos ingredientes, el Leoncio Prado se ha convertido en parte sustancial del imaginario en torno a la obra de Vargas Llosa; el microcosmos de una sociedad que empezaba a fracturarse y que recurría, como un asidero final, a la mano dura de los militares para restaurar el espinazo perdido del orden. La ciudad y los perros tiene, pues, como centro esencial, tópico físico y simbólico, escenario, locación y
protagonista a este colegio militar:
Cuando el viento de la madrugada irrumpe sobre La Perla, empujando la neblina hacia el mar y disolviéndola, y el recinto del Colegio Militar Leoncio Prado se aclara como una habitación colmada de humo cuyas ventanas acaban de abrirse, un soldado anónimo aparece (…); cuando los veteranos escuchan la diana, a las seis, los perros y los de cuarto están desfilando ya por la puerta del colegio hacia el despoblado que une La Perla al Callao. (2001: 364]
El universo espacial de La ciudad y los perros termina trazando una línea divisoria entre La Perla –y el colegio militar– frente a Miraflores. En esta ecuación, el distrito chalaco marca el principio de la autoridad, la arbitrariedad y la lucha masculina por el poder. Miraflores, por el contrario, representa un regreso a la infancia, que al perro Alberto le reporta una pausa grata, de fin de semana, que el domingo por la noche se vuelve a cerrar para reeditar el infierno.

El Leoncio Prado fue creado el 27 de agosto de 1943 por el presidente Manuel Prado. Se calcula que desde su fundación hasta hoy, han pasado por sus aulas, cuadras y campos deportivos, no menos de 50,000 jóvenes. Es célebre la secuela que crea en este colegio la publicación de La ciudad y los perros, en el año 1963, antes de que al año siguente Vargas Llosa ganara con ésta el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Entre la historia y la leyenda, se dice que el coronel que dirigía el colegio hizo quemar una ruma de ejemplares de la novela delante de todos los internos, como una
demostración de su posición ante la cultura. Con todos estos ingredientes, el Leoncio Prado se ha convertido en parte sustancial del imaginario en torno a la obra de Vargas Llosa; el microcosmos de una sociedad que empezaba a fracturarse y que recurría, como un asidero final, a la mano dura de los militares para restaurar el espinazo perdido del orden. La ciudad y los perros tiene, pues, como centro esencial, tópico físico y simbólico, escenario, locación y

Cuando el viento de la madrugada irrumpe sobre La Perla, empujando la neblina hacia el mar y disolviéndola, y el recinto del Colegio Militar Leoncio Prado se aclara como una habitación colmada de humo cuyas ventanas acaban de abrirse, un soldado anónimo aparece (…); cuando los veteranos escuchan la diana, a las seis, los perros y los de cuarto están desfilando ya por la puerta del colegio hacia el despoblado que une La Perla al Callao. (2001: 364]
El universo espacial de La ciudad y los perros termina trazando una línea divisoria entre La Perla –y el colegio militar– frente a Miraflores. En esta ecuación, el distrito chalaco marca el principio de la autoridad, la arbitrariedad y la lucha masculina por el poder. Miraflores, por el contrario, representa un regreso a la infancia, que al perro Alberto le reporta una pausa grata, de fin de semana, que el domingo por la noche se vuelve a cerrar para reeditar el infierno.
Fuente: La Lima de Mario Vargas Llosa. Rutas literarias. Textos y edición general: Rafo León. Una publicación de la Comisión de Promoción del Perú para la exportación y el turismo PromPerú. Lima, Agosto 2008. Documento completo.
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