06 octubre 2008

Dos visiones sobre la independencia nacional

Para la historiografía oficial la independencia es un proceso nacional, es el resultado de una toma de conciencia colectiva. Lo cual demostraría la unidad y uniformidad de la población peruana, es decir, el Perú mestizo como el protagonista principal de la lucha emancipadora. Es un proceso nacional, nos dicen los tradicionalistas, porque abarca un período de tiempo en donde se inicia – con la rebelión de Túpac Amaru en 1780-, desarrolla, consolida y consigue nuestra liberación de España, que se extiende a lo largo del virreynato peruano. Así, queda implícito que todas las regiones del Perú buscaron la ruptura con el régimen colonial. Además, la toma de conciencia colectiva lleva a entender que tanto los criollos, mestizos, indígenas, negros y demás castas, hicieron suya la idea común de lograr su independencia. Los grandes desequilibrios sociales dejaron de existir y todos unidos -en la sociedad mestiza- con una sola meta, obtuvieron el triunfo.
La historia no oficial va a refutar aquellas tesis. La independencia fue un proceso pero no nacional. Las diferentes regiones del virreynato no tenían los mismos intereses ni deseaban la separación definitiva. Igualmente, es erróneo hablar de una toma de conciencia colectiva por la mayoría de peruanos así como la formación de un Perú mestizo. Porque no existió una unidad en la sociedad colonial. Ésta fue “altamente estratificada y diferenciada y sus líneas de separación y de oposición fueron trazadas a partir de criterios económicos, raciales, culturales y legales”. Es una sociedad heterogénea con un gran abismo social, en donde no es apropiado sustentar la existencia de una sociedad mestiza. Aquí, podemos darnos cuenta, claramente, la manipulación del pasado a las exigencias del presente. Para la historia oficial no es nada bueno difundir el conocimiento de las grandes fisuras sociales. Lo útil es su ocultación y dar la imagen de una sociedad armónica y cohesionada, cuando en verdad no fue así.
Por otra parte, la historia tradicional se equivoca al afirmar que la emancipación se inicia con la sublevación de Túpac Amaru en 1780. “Esta rebelión, a pesar de lo que corrientemente se afirma, no tuvo vinculación directa con la independencia [....] se produjo cuatro décadas antes y fracasó”. Incluso, la rebelión en vez de causar una propagación del descontento popular y la búsqueda de libertades, ocasionó la consolidación del orden colonial. Debido a que el gobierno virreinal llevó a cabo una represión brutal contra todos aquellos que habían participado en la insurgencia. Los criollos, que en un primer momento apoyaron la lucha del cacique de Tungasuca, pronto le dieron la espalda al ver la peligrosidad que causaba la movilización indígena. El mencionado hecho histórico demuestra, según la historia no oficial, la incesante persistencia en encontrar causas netamente internas en el proceso independentista. El contexto internacional en que estuvo inmersa la corona española es tomado como simples influencias. Sin embargo, hay que recordarles a los tradicionalistas, que la independencia del Perú y Sudamérica fue posible gracias a la crisis del Estado metropolitano. La invasión francesa a la península en 1808, motivó que el imperio español estuviera más preocupado en lograr su propia liberación, que en dedicarse a resolver los problemas de sus colonias en América. Entonces, si preguntamos por el inicio de la emancipación, el año de 1808 sería el establecido.
La interrogante fundamental que debemos hacernos, en nuestras indagaciones, es sobre el significado histórico de la independencia peruana. El 28 de julio de 1821 y los hechos que suceden hasta la capitulación de Ayacucho, marcan el nacimiento del Estado Peruano independiente, la separación definitiva de España. Es, también, “la esperanza en una vida más justa y mejor, en la afirmación de la libertad del hombre [...] es el principio de la conducción del Perú por cabezas y manos nacidas en esta tierra [...] y es igualmente el principio de una promesa”. Pero, en palabras de Basadre, “lo tremendo es que aquí esa promesa no ha sido cumplida del todo”. En consecuencia, de qué clase de independencia estamos hablando.
Para la historiografía tradicional la emancipación no es solamente una independencia política sino “es el paso de una era que concluye a un mundo que se contempla y se espera mejor”. En síntesis, “es un tránsito, un cambio, una transformación” en todo ámbito, pero “dentro de una continuidad de la vida peruana”. Por eso afirman que, “la independencia asume, incorpora a sus nuevos ideales e ilusiones al hombre virreinal y a la sociedad creada en ese tiempo”.
Desde una perspectiva distinta, la historia no oficial sustenta la tesis de una ruptura política mas no económica ni social. En lo político, la metrópoli española dejó de tener ingerencia en el Perú, los virreyes desaparecieron. El mando del Estado quedó a cargo de los ciudadanos peruanos.
No obstante, aclaremos, que fue un grupo reducido quienes se convirtieron en la clase social dominante. De ahí que la independencia se considere eminentemente criolla. En el aspecto económico, pasamos del dominio colonial español a la supremacía comercial inglesa; subordinados exclusivamente a la nueva potencia del mundo. Socialmente siguió existiendo una sociedad heterogénea con un gran abismo social. Aquello se demostró con la exclusión de los indígenas como seres inútiles e incapaces que no podían manejar los destinos del país- y el predominio de los criollos. Realidad que pone en evidencia las grandes desigualdades sociales presentes en la época.
“La estructura social queda efectivamente intacta”, más aún, nos dice Basadre, la condición de las masas populares “empeoró durante la república”. Recordemos, por ejemplo, el mantenimiento de la esclavitud y el tributo indígena hasta 1854, año de su abolición; el tardío reconocimiento de la existencia legal de las comunidades indígenas en 1920; y la presencia popular en el sistema electoral en 1980, después de 159 años de lograda nuestra liberación. En suma, la independencia “no significó en manera alguno la quiebra del ordenamiento económico y social de carácter colonial que continuó vigente hasta el ocaso del siglo XIX”.
Si profundizamos un poco más, tendríamos que preguntarnos ¿Quiénes consiguen la ruptura política con España? Para la historia no oficial, fue lograda “por la decidida y eficaz intervención de los ejércitos del sur (San Martín) y del norte (Bolívar)”. Se trataría de una independencia traída de fuera y no conseguida por los peruanos. Es decir, “una independencia concedida más que obtenida”. En cambio, la historiografía tradicional está convencida que la emancipación “es un proceso que se manifiesta y madura lentamente”, resultado de una serie de conspiraciones y rebeliones nacidas en nuestro territorio que sólo para la victoria final necesitó el apoyo de regiones vecinas. Es una independencia peruana y no imposición de extraños.
Todo lo expresado, anteriormente, conduce a indagar el papel de los actores históricos – la clase social dominante y los sectores populares – en el período independentista.
La historiografía no oficial es contundente al afirmar que la clase dominante no deseaba la separación definitiva de España, sólo buscaba refor
mas dentro del mismo sistema colonial. “La
elite prefería la seguridad al cambio y no estaba preparada para poner en peligro su predominio social por amor a la independencia”. El impase político y militar entre 1821 y 1824, constituye una de las pruebas de que los peruanos no habían optado por ser independientes. Al final, “la elite peruana no luchó por la independencia. Se conformó y se acomodó” a las circunstancias del tiempo. Aquí apreciamos el carácter dubitativo de aquella clase social.
La historia oficial va a entender aquel suceso, en un primer momento, como algo natural debido al ambiente cambiante de la época. Posteriormente, esa incertidumbre, según los tradicionalistas, terminó y se pasó de una fidelidad inicial a la corona al inevitable reconocimiento de separación.
Ahora, ¿Cuál es el punto de vista de la historia tradicional sobre las clases populares? Al revisar los textos podemos advertir la mayor importancia que se le da a los próceres, ideólogos y personajes ligados a la vida política. El pueblo es nombrado pero no con el verdadero valor que merece. No obstante, los oficialistas creen en la decidida participación del hombre peruano en la lucha por su liberación. En forma contraria, la historia no oficial, declara que existió una limitada colaboración popular que estuvo presente en ambos bandos en conflicto. Tanto patriotas como realistas utilizaron diversos mecanismos (por la fuerza o el engaño) para conseguir su adhesión.
Aun así las grandes mayorías no acudieron en forma masiva, pues, no veían que mejoraría sus condiciones de vida. Era una independencia “hecho por –y para- las capas altas de la sociedad colonial”. De ahí ese “gran silencio de las masas populares del Perú” .
En opinión personal, discrepo con ambas historiografías que se van al extremo de decir que fue una acción de todos o ausencia casi total. El problema radica en el no conocimiento cabal de la naturaleza de su colaboración. Consecuencia de la falta de investigaciones exhaustivas e integrales.
Sin embargo, los últimos trabajos de Charles Walker, Sarah Chambers, Gustavo Montoya y Marie Demélas nos abren perspectivas diferentes al respecto.
Finalmente, de todo lo expuesto hasta aquí, podemos afirmar que el artículo que escribieron Bonilla y Spalding en 1972, a pesar de su carácter ensayístico y aproximativo, permitió a partir de entonces repensar de historia de la independencia peruana.
CONCLUSIONES
• Al revisar un libro de historia no basta solamente en comprender su contenido. Se hace necesario conocer al autor. Mas importante aún, indagar y ubicar el contexto histórico en el cual escribió la investigación. Así, la premisa de que el historiador es hombre de su propio tiempo es fundamental. Porque explicaría sus motivaciones, intereses y tendencias así como su propia producción historiográfica.
• En base a esta idea, situamos a Bonilla y a toda la Nueva Historia dentro de los acontecimientos y transformaciones que venía ocurriendo en la sociedad peruana y en el ámbito internacional, entre las décadas del 50 y 70.
• Los factores internos y externos nos permiten apreciar que durante ese lapso de tiempo, los nuevos historiadores y científicos sociales, inmersos en el contexto de una revolución general, considerarán a la historia como un paso hacia la revolución y una revolución en sí misma. El gobierno militar no estuvo desligado a dicho pensamiento.
• En el caso de Heraclio Bonilla, debemos agregar la tremenda propaganda política y nacionalista desatada por la celebración del Sesquicentenario de la Independencia. Aquel hecho impulsó, a Bonilla junto con Spalding, a publicar el libro que daría inicio a una polémica que terminó convirtiéndose en un diálogo de sordos.
• Nace así la historia de una polémica en donde se insulto y la sátira, menos la crítica bien razonada, reinaron a la orden del día. La historia tradicional versus la Nueva Historia. Incluso, esta confrontación al llegar a los medios de comunicación, mostró la oposición
entre clases sociales enfrentadas. Existió, por lo tanto, una relación entre historia, prensa escrita, poder político y opinión pública.
• En síntesis, la historia tradicional volvería a repetir viejas tesis: la independencia como proceso nacional, resultado de la toma de conciencia colectiva de todos los peruanos.
Mientras que la Nueva Historia, a través de una revisión crítica, señalaría: la independencia fue traída de fuera y no conseguida por los peruanos. Es decir, una independencia concedida más que obtenida.
• Al fin y al cabo, lo esencial que dejó esta tormenta histórica fue haber abierto una perspectiva distinta para repensar el proceso independentista en el Perú.
Fuente: BORRACHERA NACIONALISTA Y DIÁLOGO DE SORDOS. HERACLIO BONILLA Y LA HISTORIA DE LA POLÉMICA SOBRE LA INDEPENDENCIA PERUANA autor Luis Daniel Morán Ramos. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ponencia presentada en el X Simposio Internacional de Estudiantes de Historia realizado en Arequipa por la Universidad de San Agustín del 28 al 30 de septiembre del 2005. En dicho evento se publicó en el libro de ponencias completas. Tambien publicada en Reflexiones acerca de la Historia y los Historiadores, revista Praxis en la Historia. Año I. N°2. Julio del 2004.
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1 comentario:

Ciencias Sociales dijo...

TEMA MUY INTERESANTE Y VIGENTE, ESTOY SEGURO QUE NOS SERVIRA COMO MAESTROS DE HISTORIA AN LAS ESCUELAS...

FELICITACIONES..