Los inicios del Vals Peruano
El vals, en el Perú, es más antiguo de lo que comúnmente se cree. También en el mundo.
Mozart, por ejemplo, ya componía valses, en pleno siglo XVIII; pero los de aquel tiempo eran muy lentos. Sin embargo, el vals se fue aligerando, mediante pasos rápidos y mayores. Este vals, "a la alemana", hizo furor en el famoso Congreso de Viena (1815), donde las aristocracias de las potencias europeas se reunieron a fin de trazar los nuevos mapas de Europa y del orbe, tras la derrota de Napoleón, ese "Robespierre a caballo".
Al Perú el vals había llegado antes de aquel evento mundial; y de todos modos vino con los oficiales del último batallón español de refuerzo contra la Independencia, el de los famosos "Talaveras", al mando del General Rafael Maroto, en 1814. En cualquier forma, el vals ya consta en la Descripción de Arequipa de 1816, que estudió Enrique Carrión.
No conocemos la fecha en que ese antiguo vals lento empezó a difundirse en Lima, pero debió ser por la misma época, que dicho sea de paso era la de las sangrientas guerras separatistas americanas. Fue ya un baile generalizado en la alta sociedad, pues en 1823 se ofrecía en el propio Palacio de Gobierno, según anotaría Robert Proctor, señalando sin embargo que "el compás es de vals lento" y que "las figuras son mucho más variadas y complicadas". Constituía algo distinto.
Datos sobre el vals que se bailaba en grupos sociales medios de la costa en los mismos tiempos de la Independencia nos brinda el científico francés René Lesson, durante una buena escala en el puerto de Paita, en 1823. Según dijo, el vals poseía allí, igual que en Guayaquil y otros puntos de la costa, movimientos muy libres y sensuales, pues la gente "no vive sino para el amor", y vio así a las hermosas criollas piuranas "balancearse valseando de la manera más libre", con voluptuosidad, intercambiando con naturalidad dicharachos y hasta besos con su pareja.
Explicó todas estas espontáneas alegrías, tan distantes del vals germánico, por la "extrema desenvoltura de las mujeres de Chile, Ecuador y Perú".
Por su lado, un capellán de la Flota Inglesa, Hugh Salvin, nos cuenta de una recepción que ofreció un rico mercader de su nación a Simón Bolívar, el Año Nuevo de 1825. "El estilo del baile -anotaría- era el mismo que había visto en España y Valparaíso; son valses españoles lentos y elegantes" pero, remarcó, "enteramente adaptados" al clima o al ambiente. Por supuesto, el Libertador "bailó con una joven dama de Lima". Debió estar muy alegre, pues hacía poco de la definitiva victoria de Ayacucho, y probaría todas las formas de vals que pudo, puesto que bailaba muy bien. Hasta zamacueca.
El vals había, pues, conquistado su espacio en los altos niveles. Una noche de 1829 en la Sociedad Filarmónica de Lima se tocó valses y se bailó hasta la medianoche. El notable investigador Carlos Vega apuntó que en años posteriores también hubo la "valsada". Pero lo más significativo fue -tal creemos- que los negros, zambos y mulatos -que eran los maestros de música y de bailes- se fueron adueñando del vals, al enseñarlo. Es probable que, en confianza, en el seno de la colectividad afrolimeña, incluyendo a mestizos, trigueños y desde luego criollos, ellos, o los asistentes, fueran estableciendo variantes. Festivamente, entre chistes, requiebros, gracias y agudezas del humor limeño.
Una de las mejores alusiones al vals de ese tiempo en el Perú consta en el libro de Viajes del vizconde francés Eugene de Sartiges, escena que se ubica en la Arequipa de 1834. El joven y refinado aristócrata francés allí, en una recepción en su honor, vio la contradanza española, en la cual "los danzantes se cogen muy a menudo de la cintura", "con un movimiento de vals muy lento" y hacen diversas figuras. Y agrega que luego "comenzó el vals y quise valsear a la alemana, como se baila en todas partes de Europa. Mi compañera, después de tres o cuatro saltos fuera de compás, declaró sin aliento que le era completamente imposible seguirme y me rogaron valsar como en París (y) una señora más valiente que las demás se decidió a servirme de pareja, (pero) no habíamos recorrido la mitad del salón cuando mi compañera se detuvo de improviso riéndose a carcajadas". Y la fiesta siguió sin más intentos. Resumiendo lo sucedido, Sartiges, que continuó divirtiéndose, comentaría que "tal vals es muy lento con muchos contoneos y está enriquecido con toda clase de movimientos de los brazos y los hombros".
El alemán H. Witt, que vino en tiempos de Simón Bolívar y se quedó para siempre, vinculado al mundo financiero, contaría en 1847, en su Diario, que "las cuadrillas y polkas estaban tomando el lugar de las viejas contradanzas y los valses". Estos sin duda iban pasando de moda en la burguesía, pero se mantenían en la sierra, como lo atestigua Paul Marcoy, quien además habla de "valses locales". Sin embargo, lo más señalable resulta que por entonces el vals avanzaba rápidamente en las esferas medias y bajas, como suele ocurrir con casi todo, por filoneísmo. En suma, tiene razón el estudioso Juan Carlos Castro Nué, al apuntar que el vals tuvo variantes propias en el Perú desde un inicio, a principios del siglo XIX; pero agregaremos que luego, en ambientes populares, frecuentados por numerosos profesores afrolimeños de música y de danza, muy creativos, el baile vienés habría de adquirir nuevas formas de paso rápido, pero corto, como lo sugirió Chabuca Granda, a causa del piso de tierra y la estrechez de los callejones y solares. Se hizo picadito y con recutecu y tundete en medio siglo de guitarra y de pianitos ambulantes. Allí lo tomó Felipe Pinglo y lo consagró. Genialmente. Para siempre.
(Fuente: EL INICIO DEL VALS PERUANO: HOMENAJE A FELIPE PINGLO autor Juan José Vega, publicado digitalmente en la sección "Tradiciones" de la web Runapacha Mundo Indigena).Al Perú el vals había llegado antes de aquel evento mundial; y de todos modos vino con los oficiales del último batallón español de refuerzo contra la Independencia, el de los famosos "Talaveras", al mando del General Rafael Maroto, en 1814. En cualquier forma, el vals ya consta en la Descripción de Arequipa de 1816, que estudió Enrique Carrión.
No conocemos la fecha en que ese antiguo vals lento empezó a difundirse en Lima, pero debió ser por la misma época, que dicho sea de paso era la de las sangrientas guerras separatistas americanas. Fue ya un baile generalizado en la alta sociedad, pues en 1823 se ofrecía en el propio Palacio de Gobierno, según anotaría Robert Proctor, señalando sin embargo que "el compás es de vals lento" y que "las figuras son mucho más variadas y complicadas". Constituía algo distinto.
Datos sobre el vals que se bailaba en grupos sociales medios de la costa en los mismos tiempos de la Independencia nos brinda el científico francés René Lesson, durante una buena escala en el puerto de Paita, en 1823. Según dijo, el vals poseía allí, igual que en Guayaquil y otros puntos de la costa, movimientos muy libres y sensuales, pues la gente "no vive sino para el amor", y vio así a las hermosas criollas piuranas "balancearse valseando de la manera más libre", con voluptuosidad, intercambiando con naturalidad dicharachos y hasta besos con su pareja.
Explicó todas estas espontáneas alegrías, tan distantes del vals germánico, por la "extrema desenvoltura de las mujeres de Chile, Ecuador y Perú".
Por su lado, un capellán de la Flota Inglesa, Hugh Salvin, nos cuenta de una recepción que ofreció un rico mercader de su nación a Simón Bolívar, el Año Nuevo de 1825. "El estilo del baile -anotaría- era el mismo que había visto en España y Valparaíso; son valses españoles lentos y elegantes" pero, remarcó, "enteramente adaptados" al clima o al ambiente. Por supuesto, el Libertador "bailó con una joven dama de Lima". Debió estar muy alegre, pues hacía poco de la definitiva victoria de Ayacucho, y probaría todas las formas de vals que pudo, puesto que bailaba muy bien. Hasta zamacueca.
El vals había, pues, conquistado su espacio en los altos niveles. Una noche de 1829 en la Sociedad Filarmónica de Lima se tocó valses y se bailó hasta la medianoche. El notable investigador Carlos Vega apuntó que en años posteriores también hubo la "valsada". Pero lo más significativo fue -tal creemos- que los negros, zambos y mulatos -que eran los maestros de música y de bailes- se fueron adueñando del vals, al enseñarlo. Es probable que, en confianza, en el seno de la colectividad afrolimeña, incluyendo a mestizos, trigueños y desde luego criollos, ellos, o los asistentes, fueran estableciendo variantes. Festivamente, entre chistes, requiebros, gracias y agudezas del humor limeño.
Una de las mejores alusiones al vals de ese tiempo en el Perú consta en el libro de Viajes del vizconde francés Eugene de Sartiges, escena que se ubica en la Arequipa de 1834. El joven y refinado aristócrata francés allí, en una recepción en su honor, vio la contradanza española, en la cual "los danzantes se cogen muy a menudo de la cintura", "con un movimiento de vals muy lento" y hacen diversas figuras. Y agrega que luego "comenzó el vals y quise valsear a la alemana, como se baila en todas partes de Europa. Mi compañera, después de tres o cuatro saltos fuera de compás, declaró sin aliento que le era completamente imposible seguirme y me rogaron valsar como en París (y) una señora más valiente que las demás se decidió a servirme de pareja, (pero) no habíamos recorrido la mitad del salón cuando mi compañera se detuvo de improviso riéndose a carcajadas". Y la fiesta siguió sin más intentos. Resumiendo lo sucedido, Sartiges, que continuó divirtiéndose, comentaría que "tal vals es muy lento con muchos contoneos y está enriquecido con toda clase de movimientos de los brazos y los hombros".
El alemán H. Witt, que vino en tiempos de Simón Bolívar y se quedó para siempre, vinculado al mundo financiero, contaría en 1847, en su Diario, que "las cuadrillas y polkas estaban tomando el lugar de las viejas contradanzas y los valses". Estos sin duda iban pasando de moda en la burguesía, pero se mantenían en la sierra, como lo atestigua Paul Marcoy, quien además habla de "valses locales". Sin embargo, lo más señalable resulta que por entonces el vals avanzaba rápidamente en las esferas medias y bajas, como suele ocurrir con casi todo, por filoneísmo. En suma, tiene razón el estudioso Juan Carlos Castro Nué, al apuntar que el vals tuvo variantes propias en el Perú desde un inicio, a principios del siglo XIX; pero agregaremos que luego, en ambientes populares, frecuentados por numerosos profesores afrolimeños de música y de danza, muy creativos, el baile vienés habría de adquirir nuevas formas de paso rápido, pero corto, como lo sugirió Chabuca Granda, a causa del piso de tierra y la estrechez de los callejones y solares. Se hizo picadito y con recutecu y tundete en medio siglo de guitarra y de pianitos ambulantes. Allí lo tomó Felipe Pinglo y lo consagró. Genialmente. Para siempre.
Ilustraciones: Trujillo del Perú. Volumen II. Obra enviada a Carlos IV por el Obispo D. Baltasar Jaime Martínez Compañón, publicada digitalmente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
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