Lima y sus inicios
Lima y sus inicios
Lima o la ciudad de los Reyes fue fundada el 18 de enero de 1535, según trazo de su fundador Francisco de Pizarro a orillas del río Rímac. Sus características son las clásicas de todas las ciudades americanas: una plaza central y calles perpendiculares trazadas a cordel y divididas en cuadras donde se asentaban los edificios. Sus primeras casas debieron de ser sencillas, aunque se afirma que había muy buenas casas y algunas muy galanas. Las primeras edificaciones en piedra y con ornato fueron los conventos. La gran afluencia de órdenes religiosas que desde el primer momento llegaron al Nuevo Mundo hace que la geografía americana se vea enriquecida por construcciones que rivalizaban en esplendor y grandeza. Lima, por ser el centro principal de América del Sur, fue la sede de casi todas las fundaciones religiosas. Franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas fueron levantando en esta ciudad sus moradas y dándole una fisonomía distinta. Junto a templos y conventos surgieron luego los hospitales.
La población de Lima
Desde su fundación y hasta inicios del siglo XVII, la población limeña se había incrementado notablemente, según el censo de 1613 ascendía a 25,000 habitantes y en 1630 llegaba a las 60,000 almas de las cuales 25,000 eran españoles, 5,000 indios y 30,000 negros.
Situación social de Lima
Indios, mulatos, negros, criollos y españoles se entremezclaban en una desigualdad numérica e integral. Los españoles constituían por lo general un mundo aparte y en donde las mujeres vestían a la última moda. La situación del indio era bastante precaria, pues su falta de formación y cultura lo incapacitaba para cualquier cargo administrativo o comercial; estos cargos, por otra parte, estaban copados por los españoles y criollos. Y en cuanto a la situación de los negros la mencionaremos luego.
La población negra
Francisco Pizarro obtuvo del emperador Carlos V (1500-1558), la venia para introducir al Perú 50 esclavos. Poco después otros conquistadores obtuvieron ese privilegio. Veinte años después la población negra aumentó tanto que, en 1553 Hernández Girón formó un batallón con 300 esclavos libertos.
A inicios del siglo XVII, según el cronista Bernabé Cobo (1582-1657), Lima tenía una población de aproximadamente 30,000 negros.
En el Perú, al igual que en el resto de la América española, la trata de esclavos se otorgó por contrato a comerciantes extranjeros. Recién en 1784 se permitió a los barcos españoles la introducción de esclavos previo pago de 150 pesos por persona. En 1804 se prorrogó por doce años más este permiso. Durante el gobierno en 1806, del virrey José Fernando Abascal (1743-1821), llegó al Perú el último grupo de esclavos, cotizándose un varón adulto en 600 pesos.
Piezas de ébano
Los esclavos que llegaron al Perú pertenecían a diversas castas. Un artículo publicado por el “Mercurio Peruano”, en 1791, menciona a los mandingas, los lucumés, los congos, los misangas, los cambundas, los carabalíes, los cangaes, los chalas, los huarochiríes y los terranovas. A ellos debe añadirse a los angola, una de las etnias más conocidas y numerosas de Lima.
Lima religiosa
El ámbito religioso obtiene ventaja. Es digno aún de un mayor estudio el hecho que, en esta sociedad incipiente y extraña floreciera el mayor plantel de santos que puede darse en una misma época y en un mismo lugar. Aunque con algunos años de diferencia, convivieron en Lima cinco santos, tres nacidos en España y los otros dos criollos. Santo Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, Isabel Flores y Oliva, más tarde Santa Rosa de Lima, San Martín de Porras, San Juan Macías y San Francisco Solano dieron con sus virtudes una nota de misticismo que glorifica la ciudad y la época.
Los conventos, fuente de santidad
Los conventos americanos constituyeron, durante los siglos XVI y XVII, verdaderas células vitales. En ellos se estudiaban no sólo las disciplinas tradicionales de los conventos europeos sino todas las novedades adquiridas en la nueva experiencia misional y apostólica. Eran edificios inmensos que albergaban dentro de sus muros, además de la iglesia y capillas de indios, innumerables dependencias que servías a la vida de la comunidad: claustro, refectorio, enfermería, sala del capítulo, etc.
En dos de estos conventos, radicados en Lima, de una de las órdenes que más altura exigían a sus hombres, florecieron los dos santos más humildes de la historia americana: San Martín de Porras, en el Convento de Nuestra Señora del Rosario, y San Juan Macías, en el de la Magdalena.
Los laicos y la religiosidad
Junto a la tarea de los misioneros y al mandato de los monarcas; los laicos participaron activamente en el proceso de la evangelización y propagación de la fe cristiana.
Por un lado en la labor de apostolado y en la colaboración para la administración de sacramentos, pues por el II Concilio limense se prescribe que en cada pueblo de indios debe existir una persona bien instruida, para que pueda bautizar en ausencia de un sacerdote o por otra necesidad.
Por otro lado su participación es activa en las más variadas formas de caridad y en las fundaciones de carácter apostólico y de cofradías. Su contribución económica es muy clara y permanente en la construcción y desarrollo de templos y conventos.
Lima o la ciudad de los Reyes fue fundada el 18 de enero de 1535, según trazo de su fundador Francisco de Pizarro a orillas del río Rímac. Sus características son las clásicas de todas las ciudades americanas: una plaza central y calles perpendiculares trazadas a cordel y divididas en cuadras donde se asentaban los edificios. Sus primeras casas debieron de ser sencillas, aunque se afirma que había muy buenas casas y algunas muy galanas. Las primeras edificaciones en piedra y con ornato fueron los conventos. La gran afluencia de órdenes religiosas que desde el primer momento llegaron al Nuevo Mundo hace que la geografía americana se vea enriquecida por construcciones que rivalizaban en esplendor y grandeza. Lima, por ser el centro principal de América del Sur, fue la sede de casi todas las fundaciones religiosas. Franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas fueron levantando en esta ciudad sus moradas y dándole una fisonomía distinta. Junto a templos y conventos surgieron luego los hospitales.
La población de Lima
Desde su fundación y hasta inicios del siglo XVII, la población limeña se había incrementado notablemente, según el censo de 1613 ascendía a 25,000 habitantes y en 1630 llegaba a las 60,000 almas de las cuales 25,000 eran españoles, 5,000 indios y 30,000 negros.
Situación social de Lima
Indios, mulatos, negros, criollos y españoles se entremezclaban en una desigualdad numérica e integral. Los españoles constituían por lo general un mundo aparte y en donde las mujeres vestían a la última moda. La situación del indio era bastante precaria, pues su falta de formación y cultura lo incapacitaba para cualquier cargo administrativo o comercial; estos cargos, por otra parte, estaban copados por los españoles y criollos. Y en cuanto a la situación de los negros la mencionaremos luego.
La población negra
Francisco Pizarro obtuvo del emperador Carlos V (1500-1558), la venia para introducir al Perú 50 esclavos. Poco después otros conquistadores obtuvieron ese privilegio. Veinte años después la población negra aumentó tanto que, en 1553 Hernández Girón formó un batallón con 300 esclavos libertos.
A inicios del siglo XVII, según el cronista Bernabé Cobo (1582-1657), Lima tenía una población de aproximadamente 30,000 negros.
En el Perú, al igual que en el resto de la América española, la trata de esclavos se otorgó por contrato a comerciantes extranjeros. Recién en 1784 se permitió a los barcos españoles la introducción de esclavos previo pago de 150 pesos por persona. En 1804 se prorrogó por doce años más este permiso. Durante el gobierno en 1806, del virrey José Fernando Abascal (1743-1821), llegó al Perú el último grupo de esclavos, cotizándose un varón adulto en 600 pesos.
Piezas de ébano
Los esclavos que llegaron al Perú pertenecían a diversas castas. Un artículo publicado por el “Mercurio Peruano”, en 1791, menciona a los mandingas, los lucumés, los congos, los misangas, los cambundas, los carabalíes, los cangaes, los chalas, los huarochiríes y los terranovas. A ellos debe añadirse a los angola, una de las etnias más conocidas y numerosas de Lima.
Lima religiosa
El ámbito religioso obtiene ventaja. Es digno aún de un mayor estudio el hecho que, en esta sociedad incipiente y extraña floreciera el mayor plantel de santos que puede darse en una misma época y en un mismo lugar. Aunque con algunos años de diferencia, convivieron en Lima cinco santos, tres nacidos en España y los otros dos criollos. Santo Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, Isabel Flores y Oliva, más tarde Santa Rosa de Lima, San Martín de Porras, San Juan Macías y San Francisco Solano dieron con sus virtudes una nota de misticismo que glorifica la ciudad y la época.
Los conventos, fuente de santidad
Los conventos americanos constituyeron, durante los siglos XVI y XVII, verdaderas células vitales. En ellos se estudiaban no sólo las disciplinas tradicionales de los conventos europeos sino todas las novedades adquiridas en la nueva experiencia misional y apostólica. Eran edificios inmensos que albergaban dentro de sus muros, además de la iglesia y capillas de indios, innumerables dependencias que servías a la vida de la comunidad: claustro, refectorio, enfermería, sala del capítulo, etc.
En dos de estos conventos, radicados en Lima, de una de las órdenes que más altura exigían a sus hombres, florecieron los dos santos más humildes de la historia americana: San Martín de Porras, en el Convento de Nuestra Señora del Rosario, y San Juan Macías, en el de la Magdalena.
Los laicos y la religiosidad
Junto a la tarea de los misioneros y al mandato de los monarcas; los laicos participaron activamente en el proceso de la evangelización y propagación de la fe cristiana.
Por un lado en la labor de apostolado y en la colaboración para la administración de sacramentos, pues por el II Concilio limense se prescribe que en cada pueblo de indios debe existir una persona bien instruida, para que pueda bautizar en ausencia de un sacerdote o por otra necesidad.
Por otro lado su participación es activa en las más variadas formas de caridad y en las fundaciones de carácter apostólico y de cofradías. Su contribución económica es muy clara y permanente en la construcción y desarrollo de templos y conventos.
(Fuente: "La Ciudad de los Reyes" documento en texto elaborado por el equipo responsable de la website Las Nazarenas y el Señor de los Milagros autor Pedro Gjurinovic Canevaro)
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