La maca ( Lepidium spp.)
En la opinión de Chacón (1997), la variedad conocida como Lepidium meyenii walpers, se encuentra en estado silvestre y la variedad domesticada conocida y cultivada hasta ahora en los departamentos de Junín y Cerro de Pasco es la denominada Lepidium peruvianum chacon sp. nov.
La maca pertenece a la familia Cruciferae como la mostaza y el nabo y al igual que la kiwicha, la variedad cultivada recibe distintos nombres «Maka», «Macamaca». «Maino», «Maine» y «Ayak chichita».
Es una herbácea pequeña, pegada al suelo y cuenta con 10 - 12 hojas radicales; raíz engrosada en forma de rabanito.
Si bien el centro de domesticación se encuentra en las partes altas de las pampas de Junín (Carhuamayo, Junín) y en la región de Cerro de Pasco (2000 a.C), en la actualidad se cultiva en ocho departamentos del Perú: Junín, Cerro de Pasco, La Libertad, Cajamarca, Ancash, Huancavelica, Ayacucho y Cuzco. El Dr. Ramiro Matos Mendieta, como arqueólogo y natural de Junín, en sus estudios sobre la agricultura temprana en la meseta de Bombón, informa que la maca habría sido domesticada por las Comunidades denominadas los «Pumpush», durante el formativo, alrededor del año 2000.a.C., pues no existen en las pampas de Junín, evidencias de mayor antigüedad (Matos 1980).
De manera específica la Dra. Chacón (1961) indica que «...la maca (Lepidium peruvianum chacon) es cultivada a una altitud de 4000 m.s.n.m. en los pueblos de Carhuamayo, Ondores, San Juan de Jarpa, Achipampa, Yanacancha, Junín, Huayre, Tacorán, San Blas, Matacancha, Uco, Morococha, Palomayo, etc.».
La zona ecológica de esta planta se ubica entre los 3800 y 4200 m.s.n.m.; ecorregión correspondiente a la región puna, según la clasificación del geógrafo Javier Pulgar Vidal. El ecólogo Antonio Brack Egg señala que la formación vegetal más importante de esta ecorregión son los pajonales o pastizales naturales de gramíneas, con plantas almohadilladas y bofedales.
La maca crece en climas fríos, soportando heladas, granizo, vientos fuertes y sequías prolongadas; sus hojas permanecen verdes entre los meses de julio y agosto, época de verano y de severas heladas durante la noche.
«La maca es una planta que se ha adaptado a la vida en condiciones ambientales extremas existentes en uno de los pisos ecológicos situados a grandes alturas de la cordillera de los Andes Centrales del Perú. Su tolerancia a bajas temperaturas, heladas, vientos y aun a suelos endurecidos y relativamente secos es sorprendente y constituye la mejor explicación de su permanencia en las punas andinas» (Chacon 1997).
Consumo de maca
En los siglos XVI y XVII, los cronistas como Bernabé Cobo (1653), Guamán Poma de Ayala y Cieza de León, entre otros, dan cuenta de la maca, como una planta que además de estar muy difundido su sembrío, era empleada como alimento de gente y de animales «…porque los hace reproducirse, los hace crecer muy fuertes», para los trabajos físicos; además opinaban los cronistas, que la maca era usada junto con otras plantas en prácticas religiosas-ceremoniales.
En opinión del historiador Waldemar Espinoza (1976), los yaros venidos del sur, habrían contribuido a su expansión, mediante el sistema de mitmas, pues convirtieron al altiplano de Junín en un punto vital como productor de maca.
La Dra. María Rostworowski, hizo un análisis del documento que trata sobre la visita a Chinchaycocha el año 1549; en este documento se señala que la maca era de mucha importancia, pues se la tomó como tributo por el encomendero Juan Tello de Sotomayor, el que exigió como tributo por un año la entrega de 300 cargas de media fanegada de maca.
Sobre este documento, la Dra. Rostorowski también comenta la leyenda sobre la existencia de dos hermanos, Raco y Yanacocha, que eran divinidades representadas por los cerros nevados que llevaban los mismos nombres ubicados cerca de Huariacaca en Junín; los naturales de la región le ofrendaban maca para invocarles buenas cosechas. La denominación Raco significaba Gordo; los pobladores consideraron a Raco como la divinidad de las comidas guisadas.
Los campesinos andinos: ecólogos y conservacionistas
Muchos estudiosos de la ciencias sociales y biológicas, tienen la tendencia y la predisposición de no tomar en cuenta, no reconocer y menos valorar en su verdadera dimensión, el extraordinario aporte de los campesinos andinos en su papel de auténticos ecólogos y conservacionistas; pues gracias a estos anónimos productores del campo, la permanencia y estructura de nuestra producción agropecuaria, a lo largo de nuestra historia se ha logrado mantener con relativo éxito.
Los agricultores andinos de todos los tiempos, de modo silencioso, enfrentan los riesgos que impone la naturaleza en los Andes; así como la agresión técnicoadministrativa impulsada por el Estado por medio de sus instituciones administrativas-burocráticas y de otras instituciones privadas de origen urbano; siempre han estado manejando y cuidando sus semillas que proporcionan productos de los cuales los citadinos, con alegría pueden saborear.
Gracias a estos campesinos que con sus experimentos e investigaciones, convirtieron los Andes, en un permanente laboratorio; con la experiencia y el conocimiento acumulado en miles de años, el que se expone y se muestra en la actualidad, por medio de una amplia variedad de especies de granos tubérculos, raíces, frutas, verduras, etc.
A pesar, que el sector estatal no brinda una adecuada atención a las necesidades de los agricultores, sobre todo de comunidades campesinas, para impulsar la producción, es motivo de admiración, observar el amplio abanico de variedades que emplean en sus sistemas sostenibles de producción, creando nuevas variedades de semillas.
A modo de ejemplo, en el 2003, en la Feria Agropecuaria de Huamachuco (La Libertad), un campesino del caserío El Calvario del distrito de Sarin, expuso 28 variedades de papa nativa, todas cultivadas en sus pequeñas parcelas y en la Feria Agropecuaria de Chinchero (provincia de Urubamba), en la segunda feria, después de la gran feria regional de Huáncaro en la ciudad del Cusco, un agricultor de Yucay, expuso 78 variedades de maíz, todas sembradas en sus parcelas y otro agricultor mostró 17 variedades de mashua; igualmente se observó en dichas ferias variedades de quinua de colores diversos (amarilla, rosada, negra, parda y blanca) y de habas, las cuales a pesar de no ser oriundas de los Andes, los campesinos de la región han logrado obtener variedades de distinto tamaño, forma y color (amarillas, verdes, plomas, negras).
Adicionalmente, hasta el mes de agosto del año en curso, el autor ha logrado coleccionar 19 variedades de ñuña, cultivadas y cosechadas en los caseríos de Yanác y Payamarca.
Esta opción por la diversidad en la diversidad y su correspondencia con las condiciones y demandas de la naturaleza y la sociedad es propia de la cultura andina, falta aún mucho por descubrir sobre la maca y la kiwicha y sobre muchos productos más, no sólo agropecuarios; es tarea que le compete asumir a las nuevas generaciones de antropólogos, sociólogos rurales, arqueólogos e historiadores en labor compartida con otras disciplinas científicas.
La maca pertenece a la familia Cruciferae como la mostaza y el nabo y al igual que la kiwicha, la variedad cultivada recibe distintos nombres «Maka», «Macamaca». «Maino», «Maine» y «Ayak chichita».
Es una herbácea pequeña, pegada al suelo y cuenta con 10 - 12 hojas radicales; raíz engrosada en forma de rabanito.
Si bien el centro de domesticación se encuentra en las partes altas de las pampas de Junín (Carhuamayo, Junín) y en la región de Cerro de Pasco (2000 a.C), en la actualidad se cultiva en ocho departamentos del Perú: Junín, Cerro de Pasco, La Libertad, Cajamarca, Ancash, Huancavelica, Ayacucho y Cuzco. El Dr. Ramiro Matos Mendieta, como arqueólogo y natural de Junín, en sus estudios sobre la agricultura temprana en la meseta de Bombón, informa que la maca habría sido domesticada por las Comunidades denominadas los «Pumpush», durante el formativo, alrededor del año 2000.a.C., pues no existen en las pampas de Junín, evidencias de mayor antigüedad (Matos 1980).
De manera específica la Dra. Chacón (1961) indica que «...la maca (Lepidium peruvianum chacon) es cultivada a una altitud de 4000 m.s.n.m. en los pueblos de Carhuamayo, Ondores, San Juan de Jarpa, Achipampa, Yanacancha, Junín, Huayre, Tacorán, San Blas, Matacancha, Uco, Morococha, Palomayo, etc.».
La zona ecológica de esta planta se ubica entre los 3800 y 4200 m.s.n.m.; ecorregión correspondiente a la región puna, según la clasificación del geógrafo Javier Pulgar Vidal. El ecólogo Antonio Brack Egg señala que la formación vegetal más importante de esta ecorregión son los pajonales o pastizales naturales de gramíneas, con plantas almohadilladas y bofedales.
La maca crece en climas fríos, soportando heladas, granizo, vientos fuertes y sequías prolongadas; sus hojas permanecen verdes entre los meses de julio y agosto, época de verano y de severas heladas durante la noche.
«La maca es una planta que se ha adaptado a la vida en condiciones ambientales extremas existentes en uno de los pisos ecológicos situados a grandes alturas de la cordillera de los Andes Centrales del Perú. Su tolerancia a bajas temperaturas, heladas, vientos y aun a suelos endurecidos y relativamente secos es sorprendente y constituye la mejor explicación de su permanencia en las punas andinas» (Chacon 1997).
Consumo de maca
En los siglos XVI y XVII, los cronistas como Bernabé Cobo (1653), Guamán Poma de Ayala y Cieza de León, entre otros, dan cuenta de la maca, como una planta que además de estar muy difundido su sembrío, era empleada como alimento de gente y de animales «…porque los hace reproducirse, los hace crecer muy fuertes», para los trabajos físicos; además opinaban los cronistas, que la maca era usada junto con otras plantas en prácticas religiosas-ceremoniales.
En opinión del historiador Waldemar Espinoza (1976), los yaros venidos del sur, habrían contribuido a su expansión, mediante el sistema de mitmas, pues convirtieron al altiplano de Junín en un punto vital como productor de maca.
La Dra. María Rostworowski, hizo un análisis del documento que trata sobre la visita a Chinchaycocha el año 1549; en este documento se señala que la maca era de mucha importancia, pues se la tomó como tributo por el encomendero Juan Tello de Sotomayor, el que exigió como tributo por un año la entrega de 300 cargas de media fanegada de maca.
Sobre este documento, la Dra. Rostorowski también comenta la leyenda sobre la existencia de dos hermanos, Raco y Yanacocha, que eran divinidades representadas por los cerros nevados que llevaban los mismos nombres ubicados cerca de Huariacaca en Junín; los naturales de la región le ofrendaban maca para invocarles buenas cosechas. La denominación Raco significaba Gordo; los pobladores consideraron a Raco como la divinidad de las comidas guisadas.
Los campesinos andinos: ecólogos y conservacionistas
Muchos estudiosos de la ciencias sociales y biológicas, tienen la tendencia y la predisposición de no tomar en cuenta, no reconocer y menos valorar en su verdadera dimensión, el extraordinario aporte de los campesinos andinos en su papel de auténticos ecólogos y conservacionistas; pues gracias a estos anónimos productores del campo, la permanencia y estructura de nuestra producción agropecuaria, a lo largo de nuestra historia se ha logrado mantener con relativo éxito.
Los agricultores andinos de todos los tiempos, de modo silencioso, enfrentan los riesgos que impone la naturaleza en los Andes; así como la agresión técnicoadministrativa impulsada por el Estado por medio de sus instituciones administrativas-burocráticas y de otras instituciones privadas de origen urbano; siempre han estado manejando y cuidando sus semillas que proporcionan productos de los cuales los citadinos, con alegría pueden saborear.
Gracias a estos campesinos que con sus experimentos e investigaciones, convirtieron los Andes, en un permanente laboratorio; con la experiencia y el conocimiento acumulado en miles de años, el que se expone y se muestra en la actualidad, por medio de una amplia variedad de especies de granos tubérculos, raíces, frutas, verduras, etc.
A pesar, que el sector estatal no brinda una adecuada atención a las necesidades de los agricultores, sobre todo de comunidades campesinas, para impulsar la producción, es motivo de admiración, observar el amplio abanico de variedades que emplean en sus sistemas sostenibles de producción, creando nuevas variedades de semillas.
A modo de ejemplo, en el 2003, en la Feria Agropecuaria de Huamachuco (La Libertad), un campesino del caserío El Calvario del distrito de Sarin, expuso 28 variedades de papa nativa, todas cultivadas en sus pequeñas parcelas y en la Feria Agropecuaria de Chinchero (provincia de Urubamba), en la segunda feria, después de la gran feria regional de Huáncaro en la ciudad del Cusco, un agricultor de Yucay, expuso 78 variedades de maíz, todas sembradas en sus parcelas y otro agricultor mostró 17 variedades de mashua; igualmente se observó en dichas ferias variedades de quinua de colores diversos (amarilla, rosada, negra, parda y blanca) y de habas, las cuales a pesar de no ser oriundas de los Andes, los campesinos de la región han logrado obtener variedades de distinto tamaño, forma y color (amarillas, verdes, plomas, negras).
Adicionalmente, hasta el mes de agosto del año en curso, el autor ha logrado coleccionar 19 variedades de ñuña, cultivadas y cosechadas en los caseríos de Yanác y Payamarca.
Esta opción por la diversidad en la diversidad y su correspondencia con las condiciones y demandas de la naturaleza y la sociedad es propia de la cultura andina, falta aún mucho por descubrir sobre la maca y la kiwicha y sobre muchos productos más, no sólo agropecuarios; es tarea que le compete asumir a las nuevas generaciones de antropólogos, sociólogos rurales, arqueólogos e historiadores en labor compartida con otras disciplinas científicas.
(Fuente: Recuperación de productos nativos de los Andes: kiwicha y maca autor Simón Escamilo Cárdenas, publicada en la REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Nro. 3, Año 2005, Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
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