La creencia en el Muqui (Huancavelica)
Los mineros de Angaraes en Huancavelica creen en la existencia de un ser de las tinieblas que habita en las entrañas de la tierra llamado Muqui. Esta divinidad es considerada como el guardián y dueño del mineral, que aparece a los mineros para pedirles ofrendas a cambio de riquezas minerales y de dejarlos trabajar en paz.
Rasgos físicos
Según los testimonios que recogimos, el Muqui es un ser de forma humana, del tamaño de un niño de diez años, siempre vestido de minero salvo que toda su vestimenta e instrumentos de trabajo son de oro. Los mineros de Huancavelica dicen que el Muqui posee unos ojos de un rojo intenso que brillan en la oscuridad y está dotado de un muy agudo sentido de la visión. Frecuentemente se lo describe con un aparato genital muy desarrollado. Posee dos cuernos que le sirven para perforar las rocas y extraer el mineral que promete a los hombres.
Es también descrito como un hombre de pequeña estatura de piel blanca, un gringo, barbudo, que lleva frecuentemente un poncho de vicuña.
“Muqui es un hombrecito pequeñito vestidito de minerito pero que tiene todo de oro, su lamparita, su casquito, todito de oro. Tiene dos cuernos y los ojos rojos, es blanco, barbudo y cuando hace tanto frío pone su poncho de vicuña” (R.M. minero de socavón).
Se dice que esta divinidad puede aparecer también como un simple minero que trabaja en el interior de la mina, sin que presente ningún rasgo físico que lo identifique.
Algunos testimonios señalan que ciertas noches se le puede escuchar perforando la roca o descargando un carro de mineral, y los mineros cuentan que al día siguiente encuentran su labor avanzada. Por último, los mineros de Huancavelica dicen que el Muqui puede adoptar la forma de un animal, por lo general un renacuajo o un sapo. El Muqui está además asociado al Amaru, la serpiente que habita en las entrañas de la mina y, en general, de la tierra. Esta serpiente es a veces considerada como la representación animal de la divinidad de la mina, otras veces como su compañera y, en algunos casos, como su mensajera que sale del interior de la tierra causando accidentes, enviada por el Muqui para recordar a los mineros que han olvidado llevarle ofrendas o para castigar a aquellos que entran a la mina sin pedir su autorización.
En nuestro afán de examinar las características de esta divinidad de la mina, buscamos comparar los testimonios que habíamos recogido con otros recolectados por diversos autores en las diferentes regiones andinas. A partir de esta comparación pudimos comprobar que existen numerosas coincidencias entre las descripciones obtenidas entre los mineros de Huancavelica y aquellas formuladas por los trabajadores de las minas de Cerro de Pasco, Arequipa, Puno, Apurímac y Junín en el Perú, así como aquellas de las minas bolivianas (Morote Best, 1956; Jiménez Borja, 1973; Barrionuevo, s.f.; Hijar Soto, 1984; Zenteno, 1984; Varillas Gallardo, 1965; Guerra Gutiérrez, 1977).
Como en Huancavelica, en las otras regiones examinadas el Muqui (en los testimonios bolivianos la divinidad de la mina es llamada Tío) es descrito como un ser de forma humana, pequeño, enano en algunos casos, con la apariencia de un hombre blanco, —barbudo, con bigotes y rubio, de piel blanca— y que se viste sea de minero (con toda su vestimenta de oro), sea de manera muy elegante. A semejanza de Huancavelica, algunos de los testimonios recogidos en las diferentes regiones estudiadas colocan el acento en el aspecto diabólico del Muqui que lleva un par de cuernos en la cabeza. La mayoría de los testimonios señalan que vive en las entrañas de la tierra y que aparece a los hombres tan sólo en la mina, ya sea en los lugares oscuros o donde hay agua. Cuando aparece puede adoptar diferentes formas animales, de las cuales las más frecuentes son las de sapo y de un perro negro.
Dueño y guardián de la mina
A pesar de que el Muqui es considerado por los mineros de Huancavelica como el dueño del mineral y de la mina, la divinidad de la mina no está asociada con la génesis del mineral, sino que su poder de hacer aparecer y desaparecer el mineral se debe a su capacidad de transportarlo de un lugar a otro. Uno de los nombres que recibe el Muqui, el de Arrierito, alude precisamente a esta capacidad suya. Los mineros de Huancavelica creen en efecto que cuando una veta parece estar agotada y se le pide al Muqui mineral suplementario, éste lo trae a lomo de llamas al lugar solicitado. Aseguran que existe en el mundo subterráneo un circuito de rutas por las cuales el Muqui, como cualquier arriero, transporta el mineral. Ciertos mineros dicen que el Arrierito lleva mineral desde la veta madre que está situada en los antiguos yacimientos de Santa Bárbara. Según otros, el Muqui conoce y controla todos los lugares claves en donde “crece” el mineral y es desde ellos que lo transporta a lo largo de caminos subterráneos.
Algunos testimonios señalan que el Muqui ingiere las heces humanas y las transforma en su cuerpo en oro que luego va a defecar. Por eso es que cuando los mineros hallan una veta rica en mineral, defecan al lado de ella como ofrenda a la divinidad de la mina, lo cual puede traer algunos problemas a nivel de la disciplina de trabajo.
Como en el caso de Huancavelica, en muchas de las versiones consultadas, el Muqui es considerado como el dueño y el guardián del mineral y de la mina; un ser poderoso que dispone del mineral a su voluntad. En algunos relatos, sus poderes se extienden hasta llegar a ser el propietario de la vida de los trabajadores.
Ambigüedad: hambriento, fecundo y generoso
Según los mineros de Huancavelica, el Muqui es un personaje ambiguo. Es a la vez un ser generoso que muestra los tesoros y revela las buenas vetas a los hombres de “buen corazón” y el espíritu maligno que arroja a los trabajadores fuera de la mina, que causa accidentes y los mata cuando está “hambriento”.
Los mineros de Huancavelica mencionaron también como una característica de esta divinidad su gran “apetito sexual”. Algunos mineros dicen que el Muqui posee un órgano sexual tan grande que a veces lo enrolla alrededor de su cintura como un cinturón, pero otras veces lo deja suelto en las galerías como una serpiente. Por ello, los mineros deben tener mucho cuidado al entrar en la mina de no pisar el pene de la divinidad; las mujeres no deben entrar en la mina porque pueden ser “abusadas” por el Muki. En otras ocasiones es identificado como un ser juguetón y bromista, que juega con los hijos de los trabajadores sin hacerles daño; aunque esta característica aparece muy raras veces en los testimonios de los mineros.
¿Cómo actúan los mineros de Huancavelica frente a este ser poderoso, generoso y peligroso, fecundo y hambriento? Existen dos tipos de relaciones que mantienen los trabajadores con el Muqui: los pactos individuales y el ritual colectivo. Los mineros dicen que el Muqui se aparece a los trabajadores ofreciéndoles riquezas, bienestar y mineral, por lo general, a cambio de ofrendas de diversos tipos que pueden variar desde hojas de coca, cigarros y bebidas alcohólicas hasta la vida de un animal o de una persona. La divinidad de la mina se compromete a entregar el mineral o la veta ya trabajada, esto puede hacerse en varias etapas cada una de las cuales constituye la renovación del pacto con las ofrendas arriba descritas. Una vez cumplido el plazo fijado, el Muqui exige lo pactado por parte del trabajador. El incumplimiento de lo prometido suscita la cólera del Muqui y un castigo, que puede traducirse en una enfermedad, accidente o directamente la muerte. Los mineros de Huancavelica realizan también una vez al año (por lo general en el mes de agosto) un ritual colectivo en honor de la divinidad de la mina para pedirle fecundidad para la mina, bienestar y protección.
Los trabajadores de Huancavelica afirman que no cualquier persona puede comunicarse con el Muqui. La divinidad de la mina busca de preferencia a los hombres de “buen corazón” para mostrarles las vetas y abrírselas. Por el contrario, no aparece a los hombres de “mal corazón”, sino que los ahuyenta, arrojándolos fuera de la mina ya sea directamente, asustándolos, o causando accidentes o enfermedades. Pero, ¿qué significa poseer un “mal corazón” en el contexto de la mina? Aquél que trasgrede las reglas de la reciprocidad andina, aquél que no cumple sus deberes con la divinidad o aquél que rompe el pacto social con sus compañeros de trabajo o sus paisanos, es alguien de “mal corazón”.
Los relatos sobre las enfermedades de los mineros concebidas como castigos de la divinidad para sancionar las faltas cometidas muestran bien este aspecto del Muqui.
El Muquihuayra o viento del Muqui, ataca a las personas que han olvidado las promesas hechas al Muqui o que han entrado a la mina por primera vez sin pedirle permiso. La persona que sufre de Muquihuayra presenta una irritación en la piel y pequeños granos rojos parecidos a los de la varicela. Estos granos se desarrollan de tal manera que el trabajador, muy disminuido en sus movimientos, termina por quedar completamente paralizado. Esta parálisis afecta primero los miembros, sobre todo los brazos y las manos.
Como el Muqui, el Amaru castiga también a las personas que entran a la mina sin pedir permiso al dios minero; puede causar una enfermedad muy cercana al Muquihuayra.
La kutincha es otra de las enfermedades concebidas como castigo del Muqui para sancionar el incumplimiento de lo pactado, transgresiones de las leyes sociales o de los espacios sagrados. El enfermo de kutincha empieza teniendo mucho sueño, vértigo y al cabo de algunos días entra en un estado de sonambulismo generador de un debilitamiento progresivo que puede ser fatal. Otro síntoma de esta enfermedad es que la persona comienza a “secarse” comenzando por los miembros superiores. Este mal puede ser curado por el Muqui a través de la mediación de un especialista solamente una vez que el enfermo ha cumplido con las promesas hechas en el momento del pacto con la divinidad o realizado un ritual para pedirle permiso para trabajar en la mina.
El carácter diabólico del Muqui es puesto de manifiesto durante el ritual colectivo que realizan los trabajadores en su honor en el mes de agosto y es expresado a través de los diversos nombres con que es invocado. Durante este rito, el pongo o especialista religioso, invoca a la divinidad llamándolo: Anchancho, Muqui o Muqui Supay, o simplemente Supay. Según el especialista no se pueden usar todos los nombres al mismo tiempo, ello depende de la intensidad de la demanda: se utiliza el nombre de Muqui cuando se trata de un año tranquilo, sin accidentes ni huelgas; cuando las cosas no marcharon bien, se usa el de Anchancho y si ellas fueron peores aún el de Supay; cuando el año fue muy malo el pongo lo llama por su nombre secreto para no molestarlo, lo invoca con ternura y respeto con su nombre de Arrierito.
Estos nombres con que se designan al Muqui están asociados con distintos grados de lo diabólico. Así, según la literatura antropológica andina, el término Anchanchu corresponde a un personaje que está identificado, en el sur del Perú y en Bolivia, con la antigua humanidad y con los condenados. Es un ser que puede actuar de forma favorable o desfavorable para el éxito de los trabajos agrícolas y al mismo tiempo es reconocido como el dueño de los minerales. Podríamos así afirmar que, durante las invocaciones hechas al Muqui, la utilización del nombre Anchanchu es una asociación metonímica basada en las características que estos dos personajes comparten en tanto seres del mundo subterráneo (ver por ejemplo Tchopik, 1968 y Oblitas Poblete, 1963).
G. Taylor en su trabajo sobre el Supay ha mostrado cómo el término fue expresamente asociado al diablo cristiano por los españoles cuando éstos quisieron extirpar las idolatrías de los indígenas que ellos consideraban diabólicas. Con los evangelizadores, Supay y Supaywasi se convirtieron respectivamente en sinónimos de diablo e infierno. Antes de la llegada de los españoles el término Supay designaba el alma de los muertos y Supaywasi la morada de los muertos. La asociación del Muqui con el Supay sugiere una posible relación entre el Muqui y el mundo de los muertos (Taylor, 1980). Como veremos más adelante, la divinidad minera comparte con los muertos, tanto “antiguos” (los “gentiles”) como “actuales”, una serie de atributos. El Muqui y los muertos están relacionados con la fertilidad del suelo y con las riquezas subterráneas; son seres “hambrientos” y tienen un “apetito sexual” muy desarrollado.
Rasgos físicos
Según los testimonios que recogimos, el Muqui es un ser de forma humana, del tamaño de un niño de diez años, siempre vestido de minero salvo que toda su vestimenta e instrumentos de trabajo son de oro. Los mineros de Huancavelica dicen que el Muqui posee unos ojos de un rojo intenso que brillan en la oscuridad y está dotado de un muy agudo sentido de la visión. Frecuentemente se lo describe con un aparato genital muy desarrollado. Posee dos cuernos que le sirven para perforar las rocas y extraer el mineral que promete a los hombres.
Es también descrito como un hombre de pequeña estatura de piel blanca, un gringo, barbudo, que lleva frecuentemente un poncho de vicuña.
“Muqui es un hombrecito pequeñito vestidito de minerito pero que tiene todo de oro, su lamparita, su casquito, todito de oro. Tiene dos cuernos y los ojos rojos, es blanco, barbudo y cuando hace tanto frío pone su poncho de vicuña” (R.M. minero de socavón).
Se dice que esta divinidad puede aparecer también como un simple minero que trabaja en el interior de la mina, sin que presente ningún rasgo físico que lo identifique.
Algunos testimonios señalan que ciertas noches se le puede escuchar perforando la roca o descargando un carro de mineral, y los mineros cuentan que al día siguiente encuentran su labor avanzada. Por último, los mineros de Huancavelica dicen que el Muqui puede adoptar la forma de un animal, por lo general un renacuajo o un sapo. El Muqui está además asociado al Amaru, la serpiente que habita en las entrañas de la mina y, en general, de la tierra. Esta serpiente es a veces considerada como la representación animal de la divinidad de la mina, otras veces como su compañera y, en algunos casos, como su mensajera que sale del interior de la tierra causando accidentes, enviada por el Muqui para recordar a los mineros que han olvidado llevarle ofrendas o para castigar a aquellos que entran a la mina sin pedir su autorización.
En nuestro afán de examinar las características de esta divinidad de la mina, buscamos comparar los testimonios que habíamos recogido con otros recolectados por diversos autores en las diferentes regiones andinas. A partir de esta comparación pudimos comprobar que existen numerosas coincidencias entre las descripciones obtenidas entre los mineros de Huancavelica y aquellas formuladas por los trabajadores de las minas de Cerro de Pasco, Arequipa, Puno, Apurímac y Junín en el Perú, así como aquellas de las minas bolivianas (Morote Best, 1956; Jiménez Borja, 1973; Barrionuevo, s.f.; Hijar Soto, 1984; Zenteno, 1984; Varillas Gallardo, 1965; Guerra Gutiérrez, 1977).
Como en Huancavelica, en las otras regiones examinadas el Muqui (en los testimonios bolivianos la divinidad de la mina es llamada Tío) es descrito como un ser de forma humana, pequeño, enano en algunos casos, con la apariencia de un hombre blanco, —barbudo, con bigotes y rubio, de piel blanca— y que se viste sea de minero (con toda su vestimenta de oro), sea de manera muy elegante. A semejanza de Huancavelica, algunos de los testimonios recogidos en las diferentes regiones estudiadas colocan el acento en el aspecto diabólico del Muqui que lleva un par de cuernos en la cabeza. La mayoría de los testimonios señalan que vive en las entrañas de la tierra y que aparece a los hombres tan sólo en la mina, ya sea en los lugares oscuros o donde hay agua. Cuando aparece puede adoptar diferentes formas animales, de las cuales las más frecuentes son las de sapo y de un perro negro.
Dueño y guardián de la mina
A pesar de que el Muqui es considerado por los mineros de Huancavelica como el dueño del mineral y de la mina, la divinidad de la mina no está asociada con la génesis del mineral, sino que su poder de hacer aparecer y desaparecer el mineral se debe a su capacidad de transportarlo de un lugar a otro. Uno de los nombres que recibe el Muqui, el de Arrierito, alude precisamente a esta capacidad suya. Los mineros de Huancavelica creen en efecto que cuando una veta parece estar agotada y se le pide al Muqui mineral suplementario, éste lo trae a lomo de llamas al lugar solicitado. Aseguran que existe en el mundo subterráneo un circuito de rutas por las cuales el Muqui, como cualquier arriero, transporta el mineral. Ciertos mineros dicen que el Arrierito lleva mineral desde la veta madre que está situada en los antiguos yacimientos de Santa Bárbara. Según otros, el Muqui conoce y controla todos los lugares claves en donde “crece” el mineral y es desde ellos que lo transporta a lo largo de caminos subterráneos.
Algunos testimonios señalan que el Muqui ingiere las heces humanas y las transforma en su cuerpo en oro que luego va a defecar. Por eso es que cuando los mineros hallan una veta rica en mineral, defecan al lado de ella como ofrenda a la divinidad de la mina, lo cual puede traer algunos problemas a nivel de la disciplina de trabajo.
Como en el caso de Huancavelica, en muchas de las versiones consultadas, el Muqui es considerado como el dueño y el guardián del mineral y de la mina; un ser poderoso que dispone del mineral a su voluntad. En algunos relatos, sus poderes se extienden hasta llegar a ser el propietario de la vida de los trabajadores.
Ambigüedad: hambriento, fecundo y generoso
Según los mineros de Huancavelica, el Muqui es un personaje ambiguo. Es a la vez un ser generoso que muestra los tesoros y revela las buenas vetas a los hombres de “buen corazón” y el espíritu maligno que arroja a los trabajadores fuera de la mina, que causa accidentes y los mata cuando está “hambriento”.
Los mineros de Huancavelica mencionaron también como una característica de esta divinidad su gran “apetito sexual”. Algunos mineros dicen que el Muqui posee un órgano sexual tan grande que a veces lo enrolla alrededor de su cintura como un cinturón, pero otras veces lo deja suelto en las galerías como una serpiente. Por ello, los mineros deben tener mucho cuidado al entrar en la mina de no pisar el pene de la divinidad; las mujeres no deben entrar en la mina porque pueden ser “abusadas” por el Muki. En otras ocasiones es identificado como un ser juguetón y bromista, que juega con los hijos de los trabajadores sin hacerles daño; aunque esta característica aparece muy raras veces en los testimonios de los mineros.
¿Cómo actúan los mineros de Huancavelica frente a este ser poderoso, generoso y peligroso, fecundo y hambriento? Existen dos tipos de relaciones que mantienen los trabajadores con el Muqui: los pactos individuales y el ritual colectivo. Los mineros dicen que el Muqui se aparece a los trabajadores ofreciéndoles riquezas, bienestar y mineral, por lo general, a cambio de ofrendas de diversos tipos que pueden variar desde hojas de coca, cigarros y bebidas alcohólicas hasta la vida de un animal o de una persona. La divinidad de la mina se compromete a entregar el mineral o la veta ya trabajada, esto puede hacerse en varias etapas cada una de las cuales constituye la renovación del pacto con las ofrendas arriba descritas. Una vez cumplido el plazo fijado, el Muqui exige lo pactado por parte del trabajador. El incumplimiento de lo prometido suscita la cólera del Muqui y un castigo, que puede traducirse en una enfermedad, accidente o directamente la muerte. Los mineros de Huancavelica realizan también una vez al año (por lo general en el mes de agosto) un ritual colectivo en honor de la divinidad de la mina para pedirle fecundidad para la mina, bienestar y protección.
Los trabajadores de Huancavelica afirman que no cualquier persona puede comunicarse con el Muqui. La divinidad de la mina busca de preferencia a los hombres de “buen corazón” para mostrarles las vetas y abrírselas. Por el contrario, no aparece a los hombres de “mal corazón”, sino que los ahuyenta, arrojándolos fuera de la mina ya sea directamente, asustándolos, o causando accidentes o enfermedades. Pero, ¿qué significa poseer un “mal corazón” en el contexto de la mina? Aquél que trasgrede las reglas de la reciprocidad andina, aquél que no cumple sus deberes con la divinidad o aquél que rompe el pacto social con sus compañeros de trabajo o sus paisanos, es alguien de “mal corazón”.
Los relatos sobre las enfermedades de los mineros concebidas como castigos de la divinidad para sancionar las faltas cometidas muestran bien este aspecto del Muqui.
El Muquihuayra o viento del Muqui, ataca a las personas que han olvidado las promesas hechas al Muqui o que han entrado a la mina por primera vez sin pedirle permiso. La persona que sufre de Muquihuayra presenta una irritación en la piel y pequeños granos rojos parecidos a los de la varicela. Estos granos se desarrollan de tal manera que el trabajador, muy disminuido en sus movimientos, termina por quedar completamente paralizado. Esta parálisis afecta primero los miembros, sobre todo los brazos y las manos.
Como el Muqui, el Amaru castiga también a las personas que entran a la mina sin pedir permiso al dios minero; puede causar una enfermedad muy cercana al Muquihuayra.
La kutincha es otra de las enfermedades concebidas como castigo del Muqui para sancionar el incumplimiento de lo pactado, transgresiones de las leyes sociales o de los espacios sagrados. El enfermo de kutincha empieza teniendo mucho sueño, vértigo y al cabo de algunos días entra en un estado de sonambulismo generador de un debilitamiento progresivo que puede ser fatal. Otro síntoma de esta enfermedad es que la persona comienza a “secarse” comenzando por los miembros superiores. Este mal puede ser curado por el Muqui a través de la mediación de un especialista solamente una vez que el enfermo ha cumplido con las promesas hechas en el momento del pacto con la divinidad o realizado un ritual para pedirle permiso para trabajar en la mina.
El carácter diabólico del Muqui es puesto de manifiesto durante el ritual colectivo que realizan los trabajadores en su honor en el mes de agosto y es expresado a través de los diversos nombres con que es invocado. Durante este rito, el pongo o especialista religioso, invoca a la divinidad llamándolo: Anchancho, Muqui o Muqui Supay, o simplemente Supay. Según el especialista no se pueden usar todos los nombres al mismo tiempo, ello depende de la intensidad de la demanda: se utiliza el nombre de Muqui cuando se trata de un año tranquilo, sin accidentes ni huelgas; cuando las cosas no marcharon bien, se usa el de Anchancho y si ellas fueron peores aún el de Supay; cuando el año fue muy malo el pongo lo llama por su nombre secreto para no molestarlo, lo invoca con ternura y respeto con su nombre de Arrierito.
Estos nombres con que se designan al Muqui están asociados con distintos grados de lo diabólico. Así, según la literatura antropológica andina, el término Anchanchu corresponde a un personaje que está identificado, en el sur del Perú y en Bolivia, con la antigua humanidad y con los condenados. Es un ser que puede actuar de forma favorable o desfavorable para el éxito de los trabajos agrícolas y al mismo tiempo es reconocido como el dueño de los minerales. Podríamos así afirmar que, durante las invocaciones hechas al Muqui, la utilización del nombre Anchanchu es una asociación metonímica basada en las características que estos dos personajes comparten en tanto seres del mundo subterráneo (ver por ejemplo Tchopik, 1968 y Oblitas Poblete, 1963).
G. Taylor en su trabajo sobre el Supay ha mostrado cómo el término fue expresamente asociado al diablo cristiano por los españoles cuando éstos quisieron extirpar las idolatrías de los indígenas que ellos consideraban diabólicas. Con los evangelizadores, Supay y Supaywasi se convirtieron respectivamente en sinónimos de diablo e infierno. Antes de la llegada de los españoles el término Supay designaba el alma de los muertos y Supaywasi la morada de los muertos. La asociación del Muqui con el Supay sugiere una posible relación entre el Muqui y el mundo de los muertos (Taylor, 1980). Como veremos más adelante, la divinidad minera comparte con los muertos, tanto “antiguos” (los “gentiles”) como “actuales”, una serie de atributos. El Muqui y los muertos están relacionados con la fertilidad del suelo y con las riquezas subterráneas; son seres “hambrientos” y tienen un “apetito sexual” muy desarrollado.
Ya hemos explicado el significado del nombre Arrierito. Lo que no hemos logrado averiguar es por qué los mineros emplean este nombre para designar a la divinidad de la mina durante los años nefastos.
Los testimonios recogidos en otras regiones que hemos consultado, coinciden con los de Huancavelica en señalar la ambivalencia del personaje. Detengámonos por el espacio de algunas líneas en esta ambivalencia. Varios testimonios mencionan la distinción que hace el Muqui entre las personas de “buen corazón” a quienes da mineral y las personas de “mal corazón” a quienes no solamente niega el mineral sino que además castiga. Otros, señalan que el Muqui no basa su distinción en el criterio de buen/mal corazón sino en las diferencias sociales entre los obreros y los ingenieros o los patrones. En aquéllos, el Muqui aparece como un personaje que ayuda a los trabajadores mostrándoles las vetas de mineral y protegiéndolos de los accidentes y, por el contrario, castigando a los ingenieros y a los patrones de las minas. En un testimonio recogido en Huarón por ejemplo, el Muqui aparece a un trabajador para advertirle de la inminencia de un accidente que él va a causar para castigar a un ingeniero y su equipo, considerados como malas personas, como explotadores de los trabajadores. En algunos testimonios de trabajadores de Morococha y Apurímac, se dice que sólo los mineros conocen a la divinidad de las minas o la han visto. En los testimonios que recogimos, esta distinción no está claramente hecha; podemos señalar sin embargo que se habla siempre de las apariciones de la divinidad a los trabajadores y no a los ingenieros o a los patrones. En uno solo de los relatos que recogimos se hace referencia al encuentro del director de la mina con el Muqui, pero en este caso, la divinidad no llega a hablar con el ingeniero porque éste tiene miedo, y hace un ruido con la barra y ahuyenta al Muqui.
Desde nuestro punto de vista, sería muy reductor poner en relación directa la distinción que encontramos en los relatos de Huancavelica entre los hombres de “buen o de mal corazón” y la que aparece en otras versiones entre trabajadores e ingenieros (o patrones), esto sería simplificar versiones ricas y sutiles. Cuando los trabajadores de Huancavelica hablan de las apariciones del Muqui, se refieren solamente a las apariciones de la divinidad a los trabajadores y es sólo al interior de esta categoría social que hacen la diferencia entre hombres de “buen y mal“ corazón.
De otro lado, en ciertas versiones se alude al hecho de que los patrones y la gente adinerada pueden apropiarse del Muqui y sacar provecho de ello. En un testimonio recogido en Cerro de Pasco por E. Morote Best, un obrero señalaba que la fortuna de la empresa minera Fernandini se debía exclusivamente a un Muqui que los propietarios habían capturado algunos años atrás y que tenían guardado preciosamente. En otro testimonio, muy sorprendente, recogido por el mismo autor, se cuenta cómo el Muqui adivina las malas intenciones de un trabajador con quien había sellado un pacto, decide entonces posesionarse del estómago del trabajador y se introduce en él. El obrero fue operado luego en el hospital de la empresa y los propietarios de la mina atraparon al Muqui y lo enviaron a los Estados Unidos para utilizarlo en las exploraciones e investigaciones mineras.
Su historia según los mineros
Son numerosos los relatos que hablan de la historia o del origen del Muqui como divinidad del inframundo.
En estos relatos las etapas de la historia de la divinidad de la mina recuerdan las etapas de la historia del Perú. Los mineros distinguen dos épocas en los Muqui: una primera, durante la cual ellos vivián en el kay pacha con los Incas y compartían la riqueza mineral; una segunda en la cual los Anchanchu, castigados a causa de la traición que quisieron cometer, son trasladados al uku pacha. El cambio de estatus de los Muqui coincide claramente con la llegada de los españoles.
Un relato que recogimos recientemente en Potosí sobre la historia de la divinidad de la mina, el Tío, nos hace también pensar en la historia del Perú y, para ser más específicos, en la historia de la explotación minera y los problemas de mano de obra.
En las versiones que hemos examinado encontramos diferentes explicaciones sobre el origen del Muqui. E. Morote Best sugiere que el origen del Muqui y de los duendes en general se encuentra en los abortos. A. Guerra Gutiérrez dice que el dios Huari se habría transformado en el “Tío minero”. Testimonios más recientes recogidos en Potosí por P. Absi atribuyen al Tío minero un origen de ángel caído (Morote Best, 1956; Guerra Gutiérrez, 1977; Salazar-Soler & Absi, 1997).
Regresemos a los relatos sobre la historia del Muqui. La trama de esos relatos nos recuerda también los mitos sobre los “gentiles” con la secuencia exterior-falta-castigo-interior. Los testimonios recogidos en la zona de Huancavelica, hablan de los “gentiles” como de la humanidad anterior a la nuestra y anterior a la de los Incas, que fue castigada a causa de su mal comportamiento y que penetró al interior de la tierra con todo el oro y la plata. Estos testimonios también señalan que después del Juicio Final, estos “gentiles” reaparecerán en el kay pacha junto con todos los muertos. La diferencia reside en que, en los relatos sobre la divinidad de la mina, el Muqui aparece como contemporáneo de los Incas quienes además lo castigan cuando éste los quiere traicionar.
Señalemos sin embargo, que el Muqui se parece mucho a los “gentiles”, es decir, que comparte muchas de sus características. Tanto el dios minero como los “gentiles” están ligados a la fertilidad del suelo y del subsuelo: durante el ritual colectivo dirigido al Muqui se le implora fecundidad para la mina y es por todos conocida la asociación en los Andes entre los gentiles y la fertilidad del suelo (ver por ejemplo: Bouysse-Cassagne & Harris, 1987). Ambos personajes están asociados con las riquezas y los tesoros. En tanto personajes del mundo subterráneo, los Muqui y los “gentiles” son hambrientos y tienen un “apetito sexual” muy desarrollado. Ya hemos visto cómo los mineros dicen que el Muqui mata a los hombres cuando está “hambriento”; en el caso de los “gentiles”, nuestros informantes dicen que, a pesar que éstos han muerto carbonizados en sus cuevas por el castigo inflingido por Dios Padre, su muerte no ha sido “definitiva” y los “gentiles” continúan vivos y salen del uku pacha “hambrientos” en búsqueda de víctimas humanas. Toman en estas ocasiones forma humana y atacan a los hombres matándolos o causándoles enfermedades. Los mineros de Huancavelica señalaron también que para evitar la presencia de los “gentiles”, o para luchar contra ellos, hay que gritar, hacer un ruido (de preferencia con metales), hay que quemar excrementos o hacer un fuego. Estos procedimientos nos recuerdan en parte los que se utilizan para ahuyentar al Muqui .
Estos relatos sobre la historia de la divinidad de la mina y preocupaciones sobre el mundo minero en general —que nos llevaron a elaborar un trabajo sobre el vocabulario minero colonial—, nos permitieron investigar en una perspectiva histórica sobre la aparición del Muqui o del Tío en el imaginario de los mineros andinos.
No encontramos rastros de esta divinidad, con las características que hemos descrito, para el período colonial. Algunos podrían pensar encontrar en la mención que hace B. Cobo en su Historia del Nuevo Mundo al término Tios, los antecedentes de la divinidad de la mina.
Pensamos que el término alude a Dios en general y no hay referencia concreta al dios de la mina. Por el contrario, la documentación de archivo y las crónicas dan cuentan para el período prehispánico de la veneración de otro tipo de entidades tales como las mama.
En tiempo de los incas, estas mama, así como también las vetas y las minas, eran adoradas y los que trabajaban en la mina practicaban una serie de ceremonias a fin de asegurar la fecundidad de la mina.
Continuando con nuestra exploración histórica vemos que según Bernardino de Cárdenas, en las minas de Oruro en 1631, adoraban a otro ser.
Solórzano y Pereira cuando aborda las cuestiones de minería menciona los duendes o fantasmas de minas, pero sus referencias parecen encontrarse más bien en la literatura europea.
Pensamos que la concepción de este personaje responde a un proceso de elaboración a partir de fragmentos de tradiciones culturales diferentes que entraron en contacto desde el siglo XVI en ese crisol que constituyeron las minas andinas. Las minas fueron un lugar de encuentro entre conocimientos y representaciones mineras españolas y en general europeas, el cristianismo colonizador y creencias y saberes prehispánicos. Hemos visto cómo el Muqui se asemeja mucho a los enanos y gnomos de la minas europeas: se trata de seres que no son creadores de riqueza, sino guardianes que controlan las minas y transportan los minerales de un lado a otro al interior de la tierra. Pese a esta similitud, cabe anotar algunas diferencias; en el caso de los Andes, el Muqui es una divinidad ambigua: es un ser generoso que ayuda a los trabajadores con sus labores y les otorga mineral, pero también es “hambriento” y causa la muerte de los mineros a través de accidentes o de enfermedades. En el caso europeo, existen más bien tipos de duendes, unos son espíritus benéficos otros por el contrario son crueles, causan derrumbes e impiden el acceso a los yacimientos. Cabe mencionar, sin entrar en un análisis detallado, que el Muqui tiene también algo de diablo europeo; no sólo en lo que se refiere a la representación física (dos cuernos sobre la cabeza y cola), sino también en lo concerniente a sus atributos y poderes: no crea riquezas pero tiene el poder de desplazarlas de un lugar a otro, de hacerlas aparecer y desaparecer; el Muqui como el diablo, realiza pactos con los hombres —riquezas a cambio de la vida de una persona— y engaña a los hombres: cuando se les aparece puede hacerlo bajo la forma de una mujer que tienta para matar.
Finalmente, algunas palabras sobre la etimología, poco clara, del término Muqui. En el diccionario de González Holguín (1952[1608]) Muqquini, muqquiccuni quiere decir callar, sufrir y muqquicuy disimulación. En la Extirpación de Idolatrías del Perú del padre J. Arriaga, encontramos mencionado el término muqui como uno de los elementos de la palabra carvamuqui que era uno de los polvos minerales que en el siglo XVI los indios ofrecían a las huacas.
Más tarde en el texto, Arriaga cita una vez más las ofrendas que se hacían a las huacas y menciona de manera separada muqui y carva como si se trataran de dos ofrendas diferentes.
Según el Lexicón de Santo Tomás, carua quiere decir cosa mustia o amarilla y caruayani, gui significa marchitarse algunas cosa. Si carua designa el color amarillo, podríamos pensar que muqui está asociado al polvo o al mineral que le corresponde, lo que equivaldría al oropimente (Santo Tomás 1951[1563]). No olvidemos, que los mineros de Huancavelica dicen que el cuerpo del Muqui está constituido de mineral.
Los testimonios recogidos en otras regiones que hemos consultado, coinciden con los de Huancavelica en señalar la ambivalencia del personaje. Detengámonos por el espacio de algunas líneas en esta ambivalencia. Varios testimonios mencionan la distinción que hace el Muqui entre las personas de “buen corazón” a quienes da mineral y las personas de “mal corazón” a quienes no solamente niega el mineral sino que además castiga. Otros, señalan que el Muqui no basa su distinción en el criterio de buen/mal corazón sino en las diferencias sociales entre los obreros y los ingenieros o los patrones. En aquéllos, el Muqui aparece como un personaje que ayuda a los trabajadores mostrándoles las vetas de mineral y protegiéndolos de los accidentes y, por el contrario, castigando a los ingenieros y a los patrones de las minas. En un testimonio recogido en Huarón por ejemplo, el Muqui aparece a un trabajador para advertirle de la inminencia de un accidente que él va a causar para castigar a un ingeniero y su equipo, considerados como malas personas, como explotadores de los trabajadores. En algunos testimonios de trabajadores de Morococha y Apurímac, se dice que sólo los mineros conocen a la divinidad de las minas o la han visto. En los testimonios que recogimos, esta distinción no está claramente hecha; podemos señalar sin embargo que se habla siempre de las apariciones de la divinidad a los trabajadores y no a los ingenieros o a los patrones. En uno solo de los relatos que recogimos se hace referencia al encuentro del director de la mina con el Muqui, pero en este caso, la divinidad no llega a hablar con el ingeniero porque éste tiene miedo, y hace un ruido con la barra y ahuyenta al Muqui.
Desde nuestro punto de vista, sería muy reductor poner en relación directa la distinción que encontramos en los relatos de Huancavelica entre los hombres de “buen o de mal corazón” y la que aparece en otras versiones entre trabajadores e ingenieros (o patrones), esto sería simplificar versiones ricas y sutiles. Cuando los trabajadores de Huancavelica hablan de las apariciones del Muqui, se refieren solamente a las apariciones de la divinidad a los trabajadores y es sólo al interior de esta categoría social que hacen la diferencia entre hombres de “buen y mal“ corazón.
De otro lado, en ciertas versiones se alude al hecho de que los patrones y la gente adinerada pueden apropiarse del Muqui y sacar provecho de ello. En un testimonio recogido en Cerro de Pasco por E. Morote Best, un obrero señalaba que la fortuna de la empresa minera Fernandini se debía exclusivamente a un Muqui que los propietarios habían capturado algunos años atrás y que tenían guardado preciosamente. En otro testimonio, muy sorprendente, recogido por el mismo autor, se cuenta cómo el Muqui adivina las malas intenciones de un trabajador con quien había sellado un pacto, decide entonces posesionarse del estómago del trabajador y se introduce en él. El obrero fue operado luego en el hospital de la empresa y los propietarios de la mina atraparon al Muqui y lo enviaron a los Estados Unidos para utilizarlo en las exploraciones e investigaciones mineras.
Su historia según los mineros
Son numerosos los relatos que hablan de la historia o del origen del Muqui como divinidad del inframundo.
En estos relatos las etapas de la historia de la divinidad de la mina recuerdan las etapas de la historia del Perú. Los mineros distinguen dos épocas en los Muqui: una primera, durante la cual ellos vivián en el kay pacha con los Incas y compartían la riqueza mineral; una segunda en la cual los Anchanchu, castigados a causa de la traición que quisieron cometer, son trasladados al uku pacha. El cambio de estatus de los Muqui coincide claramente con la llegada de los españoles.
Un relato que recogimos recientemente en Potosí sobre la historia de la divinidad de la mina, el Tío, nos hace también pensar en la historia del Perú y, para ser más específicos, en la historia de la explotación minera y los problemas de mano de obra.
En las versiones que hemos examinado encontramos diferentes explicaciones sobre el origen del Muqui. E. Morote Best sugiere que el origen del Muqui y de los duendes en general se encuentra en los abortos. A. Guerra Gutiérrez dice que el dios Huari se habría transformado en el “Tío minero”. Testimonios más recientes recogidos en Potosí por P. Absi atribuyen al Tío minero un origen de ángel caído (Morote Best, 1956; Guerra Gutiérrez, 1977; Salazar-Soler & Absi, 1997).
Regresemos a los relatos sobre la historia del Muqui. La trama de esos relatos nos recuerda también los mitos sobre los “gentiles” con la secuencia exterior-falta-castigo-interior. Los testimonios recogidos en la zona de Huancavelica, hablan de los “gentiles” como de la humanidad anterior a la nuestra y anterior a la de los Incas, que fue castigada a causa de su mal comportamiento y que penetró al interior de la tierra con todo el oro y la plata. Estos testimonios también señalan que después del Juicio Final, estos “gentiles” reaparecerán en el kay pacha junto con todos los muertos. La diferencia reside en que, en los relatos sobre la divinidad de la mina, el Muqui aparece como contemporáneo de los Incas quienes además lo castigan cuando éste los quiere traicionar.
Señalemos sin embargo, que el Muqui se parece mucho a los “gentiles”, es decir, que comparte muchas de sus características. Tanto el dios minero como los “gentiles” están ligados a la fertilidad del suelo y del subsuelo: durante el ritual colectivo dirigido al Muqui se le implora fecundidad para la mina y es por todos conocida la asociación en los Andes entre los gentiles y la fertilidad del suelo (ver por ejemplo: Bouysse-Cassagne & Harris, 1987). Ambos personajes están asociados con las riquezas y los tesoros. En tanto personajes del mundo subterráneo, los Muqui y los “gentiles” son hambrientos y tienen un “apetito sexual” muy desarrollado. Ya hemos visto cómo los mineros dicen que el Muqui mata a los hombres cuando está “hambriento”; en el caso de los “gentiles”, nuestros informantes dicen que, a pesar que éstos han muerto carbonizados en sus cuevas por el castigo inflingido por Dios Padre, su muerte no ha sido “definitiva” y los “gentiles” continúan vivos y salen del uku pacha “hambrientos” en búsqueda de víctimas humanas. Toman en estas ocasiones forma humana y atacan a los hombres matándolos o causándoles enfermedades. Los mineros de Huancavelica señalaron también que para evitar la presencia de los “gentiles”, o para luchar contra ellos, hay que gritar, hacer un ruido (de preferencia con metales), hay que quemar excrementos o hacer un fuego. Estos procedimientos nos recuerdan en parte los que se utilizan para ahuyentar al Muqui .
Estos relatos sobre la historia de la divinidad de la mina y preocupaciones sobre el mundo minero en general —que nos llevaron a elaborar un trabajo sobre el vocabulario minero colonial—, nos permitieron investigar en una perspectiva histórica sobre la aparición del Muqui o del Tío en el imaginario de los mineros andinos.
No encontramos rastros de esta divinidad, con las características que hemos descrito, para el período colonial. Algunos podrían pensar encontrar en la mención que hace B. Cobo en su Historia del Nuevo Mundo al término Tios, los antecedentes de la divinidad de la mina.
Pensamos que el término alude a Dios en general y no hay referencia concreta al dios de la mina. Por el contrario, la documentación de archivo y las crónicas dan cuentan para el período prehispánico de la veneración de otro tipo de entidades tales como las mama.
En tiempo de los incas, estas mama, así como también las vetas y las minas, eran adoradas y los que trabajaban en la mina practicaban una serie de ceremonias a fin de asegurar la fecundidad de la mina.
Continuando con nuestra exploración histórica vemos que según Bernardino de Cárdenas, en las minas de Oruro en 1631, adoraban a otro ser.
Solórzano y Pereira cuando aborda las cuestiones de minería menciona los duendes o fantasmas de minas, pero sus referencias parecen encontrarse más bien en la literatura europea.
Pensamos que la concepción de este personaje responde a un proceso de elaboración a partir de fragmentos de tradiciones culturales diferentes que entraron en contacto desde el siglo XVI en ese crisol que constituyeron las minas andinas. Las minas fueron un lugar de encuentro entre conocimientos y representaciones mineras españolas y en general europeas, el cristianismo colonizador y creencias y saberes prehispánicos. Hemos visto cómo el Muqui se asemeja mucho a los enanos y gnomos de la minas europeas: se trata de seres que no son creadores de riqueza, sino guardianes que controlan las minas y transportan los minerales de un lado a otro al interior de la tierra. Pese a esta similitud, cabe anotar algunas diferencias; en el caso de los Andes, el Muqui es una divinidad ambigua: es un ser generoso que ayuda a los trabajadores con sus labores y les otorga mineral, pero también es “hambriento” y causa la muerte de los mineros a través de accidentes o de enfermedades. En el caso europeo, existen más bien tipos de duendes, unos son espíritus benéficos otros por el contrario son crueles, causan derrumbes e impiden el acceso a los yacimientos. Cabe mencionar, sin entrar en un análisis detallado, que el Muqui tiene también algo de diablo europeo; no sólo en lo que se refiere a la representación física (dos cuernos sobre la cabeza y cola), sino también en lo concerniente a sus atributos y poderes: no crea riquezas pero tiene el poder de desplazarlas de un lugar a otro, de hacerlas aparecer y desaparecer; el Muqui como el diablo, realiza pactos con los hombres —riquezas a cambio de la vida de una persona— y engaña a los hombres: cuando se les aparece puede hacerlo bajo la forma de una mujer que tienta para matar.
Finalmente, algunas palabras sobre la etimología, poco clara, del término Muqui. En el diccionario de González Holguín (1952[1608]) Muqquini, muqquiccuni quiere decir callar, sufrir y muqquicuy disimulación. En la Extirpación de Idolatrías del Perú del padre J. Arriaga, encontramos mencionado el término muqui como uno de los elementos de la palabra carvamuqui que era uno de los polvos minerales que en el siglo XVI los indios ofrecían a las huacas.
Más tarde en el texto, Arriaga cita una vez más las ofrendas que se hacían a las huacas y menciona de manera separada muqui y carva como si se trataran de dos ofrendas diferentes.
Según el Lexicón de Santo Tomás, carua quiere decir cosa mustia o amarilla y caruayani, gui significa marchitarse algunas cosa. Si carua designa el color amarillo, podríamos pensar que muqui está asociado al polvo o al mineral que le corresponde, lo que equivaldría al oropimente (Santo Tomás 1951[1563]). No olvidemos, que los mineros de Huancavelica dicen que el cuerpo del Muqui está constituido de mineral.
En el diccionario contemporáneo Junín-Huanca de Cerrón Palomino muqi/muki quiere decir podrido, descompuesto y mukiy/muqiy significa pudrirse (Cerrón Palomino, 1976).
(Fuente: LA DIVINIDAD DE LAS TINIEBLAS autor Carmen Salazar-Soler. En: Bulletin de l'Institut Français d'Études Andines, N°spécial: "Tradición oral y mitología andinas",Lima, 1997, Tomo 26, Nº3.)
(Fuente: LA DIVINIDAD DE LAS TINIEBLAS autor Carmen Salazar-Soler. En: Bulletin de l'Institut Français d'Études Andines, N°spécial: "Tradición oral y mitología andinas",Lima, 1997, Tomo 26, Nº3.)
2 comentarios:
Holla su espacio online es muy hermoso,esto es la tercera vez que vi tu pagina, buen espacio!
Adios
me parece muy interesante las creencias de huancavelica
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