José Watanabe Varas (1945-2007)
Nacido en Laredo, un pequeño pueblo al este de Trujillo, en 1945. Su madre Paula Varas, peruana, de origen serrano y su padre Harumi Watanabe, japonés de quien cuenta aprendió el arte del haiku.
Watanabe tuvo una infancia muy pobre, sus padres trabajaban como campesinos en una hacienda azucarera al norte del país hasta que el destino les jugó una buena pasada: ganaron la lotería de Lima y Callao y viajaron a Trujillo, la capital de la provincia. Luego José migró Lima a seguir estudios superiores de arquitectura pero abandonó la carrera, su formación fue esencialmente autodidacta y no sólo se desarrolló como poeta sino también como guionista de cine y documentales, escritor de cuentos para niños y dramaturgo.
Su experiencia poética se inició con Álbum de familia, publicado en 1971, obra que le valió el premio Poeta Joven del Perú. Le siguieron a este numerosos poemarios, entre ellos “El guardián del hielo”, del 2000, galardonado con el premio Lezama Lima de Casa de las Américas.
Hoy es considerado una de las voces imprescindibles de la poesía contemporánea en castellano, con un reconocimiento cada vez mayor en América Latina y España.
José Watanabe falleció en Lima el 25 de abril de 2007
Poemarios publicados
· Álbum de familia (Lima, 1971)
· El huso de la palabra (Lima, 1989)
· Historia natural (Lima, 1994)
· Path trough the canefields (Londres, 1997, antología de su obra poética)
· Cosas del cuerpo (Lima, 1999)
· Antígona (Lima, 2000, versión libre de la tragedia de Sófocles)
· El guardián del hielo (Bogotá, 2000, antología de su obra poética)
· Habitó entre nosotros (Lima, 2002)
· Elogio del refrenamiento (Renacimiento, Sevilla, 2003, antología)
· Lo que queda (Monte Ávila, Caracas, 2005, antología)
· La piedra alada (Pre-Textos, Valencia, 2005-Peisa, Lima, 2005)
· Banderas detrás de la niebla (Pre-Textos, Valencia, 2006-Peisa, Lima, 2006)
En cine
Watanabe fue el guionista de "Maruja en el infierno" (1983) y "La ciudad y los perros" (1985), ambos filmes de Francisco Lombardi; "Ojos de perro" (1981) y "Alias La Gringa" (1991), de Alberto Durant; "Anda, corre, vuela" (1993) de Augusto Tamayo y "Reportaje a la muerte" (1992), de Danny Gavidia.
En teatro
Como dramaturgo, fue internacionalmente reconocido por su versión libre de "Antígona" de Sófocles, llevada a escena originalmente por el grupo Yuyachkani en el año 2000. Se ha presentado ya en escenarios de Santiago de Chile, Buenos Aires y Ciudad de México.
Cuentos para niños
En los últimos años, Watanabe publicó narraciones para niños como "El lápiz rojo", "Melchor, el tejedor" y "Andrés Nuez perdido entre las frutas", con ilustraciones de Piero Quijano y César Ramos. Recientemente, la editorial Peisa lanzó "Don Tomás y los ratones" con imágenes del artista Eduardo Tokeshi.
Watanabe tuvo una infancia muy pobre, sus padres trabajaban como campesinos en una hacienda azucarera al norte del país hasta que el destino les jugó una buena pasada: ganaron la lotería de Lima y Callao y viajaron a Trujillo, la capital de la provincia. Luego José migró Lima a seguir estudios superiores de arquitectura pero abandonó la carrera, su formación fue esencialmente autodidacta y no sólo se desarrolló como poeta sino también como guionista de cine y documentales, escritor de cuentos para niños y dramaturgo.
Su experiencia poética se inició con Álbum de familia, publicado en 1971, obra que le valió el premio Poeta Joven del Perú. Le siguieron a este numerosos poemarios, entre ellos “El guardián del hielo”, del 2000, galardonado con el premio Lezama Lima de Casa de las Américas.
Hoy es considerado una de las voces imprescindibles de la poesía contemporánea en castellano, con un reconocimiento cada vez mayor en América Latina y España.
José Watanabe falleció en Lima el 25 de abril de 2007
Poemarios publicados
· Álbum de familia (Lima, 1971)
· El huso de la palabra (Lima, 1989)
· Historia natural (Lima, 1994)
· Path trough the canefields (Londres, 1997, antología de su obra poética)
· Cosas del cuerpo (Lima, 1999)
· Antígona (Lima, 2000, versión libre de la tragedia de Sófocles)
· El guardián del hielo (Bogotá, 2000, antología de su obra poética)
· Habitó entre nosotros (Lima, 2002)
· Elogio del refrenamiento (Renacimiento, Sevilla, 2003, antología)
· Lo que queda (Monte Ávila, Caracas, 2005, antología)
· La piedra alada (Pre-Textos, Valencia, 2005-Peisa, Lima, 2005)
· Banderas detrás de la niebla (Pre-Textos, Valencia, 2006-Peisa, Lima, 2006)
En cine
Watanabe fue el guionista de "Maruja en el infierno" (1983) y "La ciudad y los perros" (1985), ambos filmes de Francisco Lombardi; "Ojos de perro" (1981) y "Alias La Gringa" (1991), de Alberto Durant; "Anda, corre, vuela" (1993) de Augusto Tamayo y "Reportaje a la muerte" (1992), de Danny Gavidia.
En teatro
Como dramaturgo, fue internacionalmente reconocido por su versión libre de "Antígona" de Sófocles, llevada a escena originalmente por el grupo Yuyachkani en el año 2000. Se ha presentado ya en escenarios de Santiago de Chile, Buenos Aires y Ciudad de México.
Cuentos para niños
En los últimos años, Watanabe publicó narraciones para niños como "El lápiz rojo", "Melchor, el tejedor" y "Andrés Nuez perdido entre las frutas", con ilustraciones de Piero Quijano y César Ramos. Recientemente, la editorial Peisa lanzó "Don Tomás y los ratones" con imágenes del artista Eduardo Tokeshi.
EL GUARDIÁN DEL HIELO
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.
ESTE OLOR, SU OTRO
Mi hermana mayor pica perejil
con habilidad que se diría congénita,
y el olor viaja instantáneo a fundirse
con su otro.
Su otro está en una lejana canasta de hierbas de sazón
que bajaba del techo, una canasta
ahora piedra fósil
suspendida
en el aire de nuestra cocina que se acabó.
El perejil anunciaba a mi padre, Don Harumi,
esperando su sopa frugal.
Gracias de este país:
un japonés que no perdonaba
la ausencia en la mesa de ese secreto local de cocina!
Creo que usted adentraba ese secreto en otro más grande
para componer la belleza de su orden casero
que ligaba
familia y usos y trucos de esta tierra.
Los hijos de su antiguo alrededor
hoy somos comensales solos
y diezmados
y comemos la cena del Día de los Difuntos
esparciendo
perejil en la sopa. Ya la yerba sólo es sazón, aroma
sin poder,
nuestras casas, Don Harumi, están caídas.
BANDERAS DETRÁS DE LA NIEBLA
Hay una vejez triste e indefinida en el puerto,
más herrumbre en el muelle
y bares sospechosos en la ribera
donde antes había casonas rodeadas de yerba tenaz.
Una noche, cuando una niebla densa y turbia
cubría el mundo, yo caminé a tientas
por el entablado del muelle. Adolescente aún,
acaso buscaba el terror gozoso de la evanescencia.
Iba confirmando con las manos la baranda, sus uniones
de metal, las cuerdas de las trampas de cangrejos
atadas a las cornamusas oxidadas. Los cangrejos
merodeaban de noche los restos del pescado eviscerado, tripas
que rodaban en el fondo marino
o se enroscaban como serpientes en las pilastras del muelle.
Escuchaba la suave embestida de las olas
en el costado de los pequeños botes
que en las madrugadas salían a recoger redes
cruzando entre los buques de guerra estacionados en la bahía.
Un perro abandonado en el fondo de un bote, tan ciego
como yo, gemía.
Entonces vi banderas que alguien, a lo lejos, agitó
detrás de la niebla.
Quedé deslumbrado y mudo. Ninguna apostilla
sobre la belleza hablará realmente de aquellas banderas.
Fuente: Portal Discover Nikkei
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.
ESTE OLOR, SU OTRO
Mi hermana mayor pica perejil
con habilidad que se diría congénita,
y el olor viaja instantáneo a fundirse
con su otro.
Su otro está en una lejana canasta de hierbas de sazón
que bajaba del techo, una canasta
ahora piedra fósil
suspendida
en el aire de nuestra cocina que se acabó.
El perejil anunciaba a mi padre, Don Harumi,
esperando su sopa frugal.
Gracias de este país:
un japonés que no perdonaba
la ausencia en la mesa de ese secreto local de cocina!
Creo que usted adentraba ese secreto en otro más grande
para componer la belleza de su orden casero
que ligaba
familia y usos y trucos de esta tierra.
Los hijos de su antiguo alrededor
hoy somos comensales solos
y diezmados
y comemos la cena del Día de los Difuntos
esparciendo
perejil en la sopa. Ya la yerba sólo es sazón, aroma
sin poder,
nuestras casas, Don Harumi, están caídas.
BANDERAS DETRÁS DE LA NIEBLA
Hay una vejez triste e indefinida en el puerto,
más herrumbre en el muelle
y bares sospechosos en la ribera
donde antes había casonas rodeadas de yerba tenaz.
Una noche, cuando una niebla densa y turbia
cubría el mundo, yo caminé a tientas
por el entablado del muelle. Adolescente aún,
acaso buscaba el terror gozoso de la evanescencia.
Iba confirmando con las manos la baranda, sus uniones
de metal, las cuerdas de las trampas de cangrejos
atadas a las cornamusas oxidadas. Los cangrejos
merodeaban de noche los restos del pescado eviscerado, tripas
que rodaban en el fondo marino
o se enroscaban como serpientes en las pilastras del muelle.
Escuchaba la suave embestida de las olas
en el costado de los pequeños botes
que en las madrugadas salían a recoger redes
cruzando entre los buques de guerra estacionados en la bahía.
Un perro abandonado en el fondo de un bote, tan ciego
como yo, gemía.
Entonces vi banderas que alguien, a lo lejos, agitó
detrás de la niebla.
Quedé deslumbrado y mudo. Ninguna apostilla
sobre la belleza hablará realmente de aquellas banderas.
Fuente: Portal Discover Nikkei
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