El trabajo forzoso en la Amazonía Peruana
Durante el boom del caucho (1910-1920) en la Amazonía peruana, la escasez de mano de obra provocó que cientos de trabajadores indígenas (Piros, Conibos, Amueshas, Campas, etc.) fueran reclutados a través del sistema de enganche, de manera semejante a lo que ocurre en la actualidad en los campamentos madereros. Bajo este sistema, los trabajadores caucheros debían entregar al patrón grandes cantidades de caucho con el objetivo de pagar las deudas adquiridas por el adelanto de diferentes tipos de bienes, tales como cuchillos, ropa, ollas, etc.
En realidad, la mayoría de los trabajadores endeudados fueron sometidos a un estado de semiesclavitud por deudas. La población nativa no podía abandonar el área de trabajo o entablar intercambios similares con otros patrones caucheros sin el permiso de su propio patrón. En ese contexto, el patrón podía fácilmente imponer los términos de intercambio y mantener a sus trabajadores en un perpetuo endeudamiento, aislados del resto de comerciantes o intermediarios. Chevalier argumenta que este sistema de enganche fue posible gracias a la reproducción de la relación tradicional que se da entre iguales denominada .ayompari, . entre los Campas, aunque evidentemente aquí de forma asimétrica. La mencionada relación permitía a los Campas intercambiar bienes de manera regular con un reconocimiento formal del intercambio. Usualmente, la economía indígena es una economía de reciprocidad, se basa en el intercambio de bienes, es lo que se denomina una economía de don. Por un lado, existe el imperativo de compartir todos los bienes materiales, por otro, el que recibe un bien está obligado a reconocer la relación creada por la deuda adquirida. La esencia de dicha economía es que tanto el que da como el que recibe, tiene la obligación de devolver algo.
Además, los bienes intercambiados deben ser más o menos equivalentes, lo que no excluye que entre ambas personas existan intereses al realizar las transacciones. No obstante, ello es muy diferente a la posibilidad de que exista acumulación o ganancia en uno u otro lado de la relación.
A diferencia de la relación de carácter .ayompari., la que existía y existe entre el patrón y el trabajador endeudado es fundamentalmente asimétrica y en sí misma conduce a un proceso de acumulación de capital, lo que está totalmente ausente en un modo de subsistencia tradicional y de reproducción simple. La relación patrón/trabajador implica o implicaba, por ejemplo, que al trabajador enganchado no se le remuneraba una porción importante del caucho extraído, por desconocimiento de los sistemas de peso y medida o por desconocimiento de los precios de mercado.
Sin embargo, el boom del caucho provocó tal nivel de demanda de trabajadores que ni siquiera atrayéndolos con el ofrecimiento de bienes manufacturados fue suficiente. Como consecuencia de esto, numerosos patrones caucheros se vieron obligados a recurrir al trabajo esclavo y al reclutamiento de nativos bajo la modalidad de correrías. Chevalier explica que ello se produjo a través de acuerdos entre los comerciantes blancos y los nativos responsables de las incursiones y redadas; la población indígena capturada era entregada y, a cambio, los patrones proporcionaban armas y municiones; .un nativo capturado valía un arma de fuego . Por tanto, los trabajadores constituían auténticas mercancías intercambiables, como en un clásico sistema de esclavitud. No obstante, los trabajadores indígenas mantenían sus medios de subsistencia y, de hecho, muchos de ellos, tenían acceso a parcelas de tierra donde practicaban una agricultura de rozo y quema; de esa forma, cubrían sus necesidades familiares, lo que a su vez posibilitó a los patronesesclavistas reducir los costos de mantenimiento de la mano de obra esclava.
Otros casos de trabajo forzoso, fueron los que existieron en la selva central con poblaciones nativas y trabajadores enganchados de origen alto andino. Al final del siglo XIX y principios del XX, una empresa británica denominada Peruvian Corporation invirtió en el establecimiento de plantaciones cafetaleras en la región tropical de Chanchamayo. La Peruvian Corporation deforestó y trabajo sólo 4,500 hectáreas de las 2.000,000 que poseía. Una de las razones fundamentales fue que siempre enfrentó serios problemas de escasez de mano de obra.
Inicialmente, la empresa utilizó el sistema de mejoreros, es decir, campesinos andinos que trabajaban en las tierras de la empresa realizando desbosque y sembrando cultivos, sin embargo, ello no fue suficiente y la Peruvian recurrió al enganche de campesinos y luego a la contratación de Amueshas o Campas.
Como resultado del alza de los precios internacionales del café, a inicios de los años treinta, el conjunto de las plantaciones regionales -incluyendo a la empresa británica- expandió sus cafetales y para ello incrementó el uso del enganche, con el objetivo de cubrir sus necesidades de mano de obra, especialmente durante los meses de cosecha.
Por ejemplo, en los meses de marzo, abril y mayo, la Peruvian y el resto de empresas cafetaleras, tenían un problema crónico de escasez de trabajadores. La población local indígena existente no era suficiente para cubrir la demanda o no deseaba vender su fuerza de trabajo a la empresa. Tanto la abundancia relativa de recursos naturales disponibles, como la tierra y el bosque, como también las estrategias diversificadas de subsistencia que tenían los nativos Amuesha y Campa, generaron numerosas dificultades para su contratación.
En realidad, la mayoría de los trabajadores endeudados fueron sometidos a un estado de semiesclavitud por deudas. La población nativa no podía abandonar el área de trabajo o entablar intercambios similares con otros patrones caucheros sin el permiso de su propio patrón. En ese contexto, el patrón podía fácilmente imponer los términos de intercambio y mantener a sus trabajadores en un perpetuo endeudamiento, aislados del resto de comerciantes o intermediarios. Chevalier argumenta que este sistema de enganche fue posible gracias a la reproducción de la relación tradicional que se da entre iguales denominada .ayompari, . entre los Campas, aunque evidentemente aquí de forma asimétrica. La mencionada relación permitía a los Campas intercambiar bienes de manera regular con un reconocimiento formal del intercambio. Usualmente, la economía indígena es una economía de reciprocidad, se basa en el intercambio de bienes, es lo que se denomina una economía de don. Por un lado, existe el imperativo de compartir todos los bienes materiales, por otro, el que recibe un bien está obligado a reconocer la relación creada por la deuda adquirida. La esencia de dicha economía es que tanto el que da como el que recibe, tiene la obligación de devolver algo.
Además, los bienes intercambiados deben ser más o menos equivalentes, lo que no excluye que entre ambas personas existan intereses al realizar las transacciones. No obstante, ello es muy diferente a la posibilidad de que exista acumulación o ganancia en uno u otro lado de la relación.
A diferencia de la relación de carácter .ayompari., la que existía y existe entre el patrón y el trabajador endeudado es fundamentalmente asimétrica y en sí misma conduce a un proceso de acumulación de capital, lo que está totalmente ausente en un modo de subsistencia tradicional y de reproducción simple. La relación patrón/trabajador implica o implicaba, por ejemplo, que al trabajador enganchado no se le remuneraba una porción importante del caucho extraído, por desconocimiento de los sistemas de peso y medida o por desconocimiento de los precios de mercado.
Sin embargo, el boom del caucho provocó tal nivel de demanda de trabajadores que ni siquiera atrayéndolos con el ofrecimiento de bienes manufacturados fue suficiente. Como consecuencia de esto, numerosos patrones caucheros se vieron obligados a recurrir al trabajo esclavo y al reclutamiento de nativos bajo la modalidad de correrías. Chevalier explica que ello se produjo a través de acuerdos entre los comerciantes blancos y los nativos responsables de las incursiones y redadas; la población indígena capturada era entregada y, a cambio, los patrones proporcionaban armas y municiones; .un nativo capturado valía un arma de fuego . Por tanto, los trabajadores constituían auténticas mercancías intercambiables, como en un clásico sistema de esclavitud. No obstante, los trabajadores indígenas mantenían sus medios de subsistencia y, de hecho, muchos de ellos, tenían acceso a parcelas de tierra donde practicaban una agricultura de rozo y quema; de esa forma, cubrían sus necesidades familiares, lo que a su vez posibilitó a los patronesesclavistas reducir los costos de mantenimiento de la mano de obra esclava.
Otros casos de trabajo forzoso, fueron los que existieron en la selva central con poblaciones nativas y trabajadores enganchados de origen alto andino. Al final del siglo XIX y principios del XX, una empresa británica denominada Peruvian Corporation invirtió en el establecimiento de plantaciones cafetaleras en la región tropical de Chanchamayo. La Peruvian Corporation deforestó y trabajo sólo 4,500 hectáreas de las 2.000,000 que poseía. Una de las razones fundamentales fue que siempre enfrentó serios problemas de escasez de mano de obra.
Inicialmente, la empresa utilizó el sistema de mejoreros, es decir, campesinos andinos que trabajaban en las tierras de la empresa realizando desbosque y sembrando cultivos, sin embargo, ello no fue suficiente y la Peruvian recurrió al enganche de campesinos y luego a la contratación de Amueshas o Campas.
Como resultado del alza de los precios internacionales del café, a inicios de los años treinta, el conjunto de las plantaciones regionales -incluyendo a la empresa británica- expandió sus cafetales y para ello incrementó el uso del enganche, con el objetivo de cubrir sus necesidades de mano de obra, especialmente durante los meses de cosecha.
Por ejemplo, en los meses de marzo, abril y mayo, la Peruvian y el resto de empresas cafetaleras, tenían un problema crónico de escasez de trabajadores. La población local indígena existente no era suficiente para cubrir la demanda o no deseaba vender su fuerza de trabajo a la empresa. Tanto la abundancia relativa de recursos naturales disponibles, como la tierra y el bosque, como también las estrategias diversificadas de subsistencia que tenían los nativos Amuesha y Campa, generaron numerosas dificultades para su contratación.
Asimismo, por más altos que hubiesen sido los salarios, el interés por la moneda siempre habría sido escaso para una población nativa débilmente insertada en el mercado o en una economía mercantil.
El enganche de trabajadores de origen altoandino no estuvo exento de dificultades. Los meses de cosecha del café en las plantaciones de la Peruvian coincidían con la cosecha de papa en las alturas. Además, las empresas mineras y las de construcción de carreteras pagaban jornales mucho más altos que los de la Peruvian, por lo que la empresa británica utilizó medios violentos para controlar su fuerza de trabajo. Por ejemplo, la compañía estableció un control estricto de las salidas de los trabajadores enganchados que sólo podían salir en el caso de no tener deudas pendientes y de haber recibido un permiso escrito y firmado del contador de la empresa. El aislamiento geográfico de la plantación, muy lejos de los caminos, reforzó el control social que la empresa tenía sobre la población trabajadora, lo que a su vez fue reforzado por la existencia de un solo puente, único acceso para entrar o salir del territorio manejado por la plantación. Durante la noche los controles eran aún mayores, dado que la entrada a las instalaciones de la empresa incluía una reja que impedía todas las salidas nocturnas. Las puertas eran nuevamente abiertas al amanecer.
Aquellos que lograban escaparse, tarde o temprano, eran capturados y devueltos a la plantación, donde tenían que trabajar hasta que su deuda fuese pagada. El control sobre la fuerza de trabajo funcionó hasta mediados de los cincuenta. En términos generales, existió un férreo control de la mano de obra y una pérdida total de su libertad, sobre todo mientras se pagaban las deudas. Al trabajador enganchado se le impedía por todos los medios buscar alternativas laborales en otros fundos de la región.
Aún cuando el enganche había desaparecido en la costa y en los Andes centrales, dicha modalidad se mantuvo durante los años cincuenta y sesenta en diversas regiones de la Amazonía alta, tales como el Alto Huallaga, Cusco y Satipo. Un ejemplo de ello es lo que ocurrió, entre 1952 y 1974, en la primera de las zonas mencionadas.
En el Alto Huallaga, en ese entonces, existía una relativa disponibilidad de tierras y una baja densidad poblacional. Los campesinos que migraban libremente optaban por abrir sus propias parcelas y se negaban a trabajar para las grandes y medianas plantaciones. Por lo mismo, durante el referido período, numerosas plantaciones cafetaleras y de té, recurrieron a un conjunto de .enganchadores. o .habilitadores., con el objetivo de reclutar trabajadores rurales en las partes altas de Huánuco. Los enganchadores eran campesinos ricos, dueños de tiendas o autoridades políticas comunales que adelantaban dinero o mercadería a los campesinos antes de las fiestas comunales. Posteriormente, los referidos .habilitadores. demandaban a los campesinos la devolución del préstamo y les exigían trabajar en una plantación de la región de Tingo María, para así saldar su cuenta. Al llegar a las plantaciones los trabajadores se endeudaban aún más en las tiendas de las mismas pues adquirían productos a precios alzados, encontrándose rápidamente en un círculo vicioso de deudas; es decir, se veían subordinados a un sistema de peonaje por deudas.
Cuando deseaban escapar e ingresar libremente a otra empresa, se enfrentaban al hecho de que los enganchadores y las empresas tenían las listas de los trabajadores endeudados de todas las plantaciones. El trabajador que no había pagado su deuda en una plantación, simplemente no era aceptado en ninguna otra empresa.
Durante la década de los setenta, Brass realizó un estudio en el valle de la Convención (Cusco), zona localizada en la región norte de la Amazonía alta.Tras la implementación de la reforma agraria iniciada en 1969 por el gobierno militar de Juan Velasco, se produjo un serio problema de escasez de mano de obra en el referido valle. Por un lado, la redistribución de las tierras causó una expansión del área cultivada, generando un incremento de la demanda de mano de obra, por otro, la misma redistribución en las partes altas del Cusco fortaleció tanto a las unidades campesinas medias, como a las empresas creadas por la reforma agraria, denominadas Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS), lo que también provocó un incremento de la demanda de trabajadores. En consecuencia, cada vez más, un menor número de trabajadores deseaba migrar a zonas tropicales, como el valle de la Convención.
En ese contexto, se desató una competencia entre las empresas cooperativas del valle y las unidades campesinas producto de la escasez de mano de obra y la captación de trabajadores.
Brass remarca que la difícil topografía de la zona impedía la introducción de tecnología que sustituyera o redujera la necesidad de mano de obra. En una primera fase, las cooperativas de la Convención controladas por campesinos ricos y medios, tuvieron que contratar trabajadores sin tierra, incorporarlos como socios de las mismas y pagarles salarios relativamente altos, además de todos los beneficios sociales que ello implicaba. No obstante, tanto los campesinos ricos como los medios, conocían que a los trabajadores enganchados se les pagaban salarios mucho más bajos. Lentamente, los dirigentes campesinos de las cooperativas iniciaron un proceso de expulsión de los trabajadores asalariados sin tierra, lo que significó que no pudieron beneficiarse más de los recursos y beneficios de las empresas asociativas. Más tarde, los campesinos ricos de las cooperativas reclutaron nuevamente a los referidos trabajadores; no obstante, primero los endeudaron a través de una serie de adelantos, obligándolos a pagar las deudas con el trabajo en las empresas mencionadas.
Brass señala que los campesinos más ricos eran parientes reales o ficticios de los más pobres. Ello facilitó a los campesinos ricos reclutar al segundo grupo de trabajadores. Es decir, que la autoridad moral derivada del parentesco sirvió como medio de control social de los trabajadores endeudados en la medida que mientras duraba el pago de la deuda, los trabajadores enganchados se sentían moralmente obligados a trabajar para la cooperativa y a no reinsertarse en el mercado laboral. En resumen, en la selva peruana, desde principios de siglo hasta mediados de los setenta se reprodujeron diversas formas de trabajo forzoso en actividades como la recolección del caucho, la cosecha del té y café. Todo ello a pesar de que el trabajo no libre estuvo prohibido desde casi principios de siglo, tal como lo analizaremos posteriormente.
La Década de los Ochenta e Inicios de los Noventa
El sistema de habilitación constituyó uno de los elementos fundamentales de la extracción de madera a lo largo de la década de los ochenta y noventa. Un informe, realizado por AIDESEP, confirma el predominio de la habilitación, la difusión del enganche y de la esclavitud en la región de Atalaya, donde reside población indígena Asháninka.
Concretamente, el documento de AIDESEP cita numerosos ejemplos de habilitación - enganche.
Entre ellos tenemos tres casos típicos:
1) En 1985, Benito C. entregó a su patrón 36 trozos de madera a largo de tres meses. A cambio, recibió un par de pantalones y se le comunicó que todavía debía entregar más madera como parte de una deuda pendiente.
2) En 1986, se le entrega a cinco trabajadores 10,000 intis. Tras extraer madera durante ocho meses, el patrón les entrega un bote con un motor malogrado, que en la Amazonía se denomina peque peque, valorizándolo en 18,000 intis. Por lo mismo, se les indica que tienen una deuda pendiente.
3) Abel M. trabaja de 1982 a 1987 sin pago alguno. En 1986, el indicado trabajador trae 14 trozos de cedro y caoba y, sin embargo, se le indica que todavía debe a su empleador.
Basándose en una visita realizada en 1988 a las cuencas de los ríos Mishuaga y Bajo Urubamba, la antropóloga Lissie Wahl señala en un valioso ensayo la existencia de problemas bastante parecidos que afectan al grupo étnico Nahua (o Yura) en Ucayali y Madre de Dios. La autora remarca la presencia de numerosos .extractores de madera, quiénes a pesar de haber
recibido una mínima cantidad de dinero en adelanto a cambio de una cantidad acordada de madera, no podían pagar sus deudas tras dos o tres años de trabajo.
El referido documento sugiere que las condiciones de trabajo en los campamentos madereros tampoco son mejores, dado que trabajan doce horas al día, sin ..ninguna otra comida fuera de una porción de fariña.sin las mínimas condiciones sanitarias, sin pago la mayor parte de las veces y siempre por debajo del salario mínimo. Muertes, accidentes y una serie de otras serias agresiones han sido reportadas en numerosas ocasiones. Wahl confirma dicho fenómeno entre los Nahua, quienes usualmente recibían como pago nada más que ropa usada y plátanos, o en caso de realizar una labor difícil, un cuchillo o machete.
De manera sorprendente, el estudio de AIDESEP sobre Atalaya, se dedica más a los casos de esclavitud o a aquellas condiciones parecidas a un régimen de esclavitud que existen en los campamentos madereros, que a los sistemas de habilitación o enganche que se dan en los mencionados centros de trabajo. El documento de AIDESEP señala explícitamente que la .esclavitud, el abuso físico, y el secuestro afectó a trabajadores indígenas . en por lo menos 17 fundos. Lo más impactante de dichos abusos es que involucran a menores de edad. Concretamente, una costumbre muy usual ha sido separar a los niños de sus padres y retenerlos como esclavos como parte del denominado .derecho de bautizo.. El Ministerio de Trabajo de ese entonces, registró numerosos casos de niños que ingresaron a trabajar en los campamentos madereros entre los 10 y 12 años, y cuando cumplieron los 50 años, seguían trabajando sin pago alguno o por un poco de ropa usada. Más aún, cuando se escapaban recibían una variedad de castigos de sus patrones. En dos casos bien documentados de dos esclavos menores rescatados, un niño presentó señales de desnutrición y en el segundo caso, una niña había sido tan golpeada que falleció a las pocas horas de ser rescatada de la vivienda de su .madrina.. Igualmente, el informe indica que las niñas retenidas como trabajadoras cautivas usualmente eran forzadas a la prostitución y, en otros casos, secuestradas por trabajadores de otros campamentos madereros, fenómeno que lamentablemente sigue siendo bastante común. En un incidente separado, pero también muy dramático, un trabajador de 16 años que laboraba para un empleador en la Quebrada Siticayo, se negó a cosechar yuca en un campamento cuando su pie desarrolló una avanzada infección producida por un hongo. Como respuesta, recibió una serie de golpes con la parte no afilada de un machete en la sección posterior de su cuello. A pesar de que logró escapar del campamento, el trabajador se quedó ciego para el resto de su vida.
Los casos de esclavitud y otras formas de trabajo forzoso no se limitan a los ejemplos que hemos dado de menores de edad. A continuación presentamos un resumen de los ejemplos relacionados con adultos sometidos en los campamentos madereros:
1) Samuel A. trabajó entre 1982 y 1987 para un empleador sin ningún tipo de pago. El empleador violó en repetidas ocasiones a Florinda, esposa de Samuel, amenazando a la pareja si abandonaba el campamento. En 1987, la mencionada pareja se escapó a la comunidad de Toniromashi, donde vivía la familia de Samuel. Tres días después, el empleador arribó acompañado de dos policías, obligándolos a regresar al campamento e indicándoles que podrían retornar en un mes. Sin embargo, no se volvió a saber de la pareja hasta después de un año.
2) Carlos P. trabajó durante 30 años desde el amanecer hasta el anochecer, para un empleador
sin pago alguno u otra forma de compensación. En uno de sus últimos años como trabajador del fundo, la esposa de Carlos se enfermó y por consiguiente la llevó a un médico.
Como castigo, el empleador le impuso una multa de 4,000 intis, a los cuales eventualmente sumó otros 7,000 intis de interés. Cuando se escribió el informe de AIDESEP, Carlos debía a su patrón un total de 11,000 intis.
3) De acuerdo con el documento de AIDESEP, numerosas personas indicaron que un empleador esclavizó a una comunidad entera en Diobamba, localizada en el río Urubamba, en el distrito de Raymondi en la provincia de Atalaya. El empleador amenazó a los miembros de la comunidad, les prohibió la comunicación con el mundo exterior y los trasladó lejos de la ribera del río para no ser vistos por personas extrañas. Asimismo, forzó a trabajar a familias enteras, a quienes les pagaba con cuatro metros de ropa cada mes. Cuando los dirigentes protestaron por sus condiciones de trabajo fueron golpeados hasta enfermarse. Dos de los miembros de la comunidad que fueron golpeados desaparecieron poco después.
Finalmente, Lissie Wahl documentó casos similares de maltrato al grupo nativo Nahua, refiriéndose a la existencia de correrías a inicios de los ochenta; además, recalcó que numerosos ni- ños y mujeres Nahua fueron reclutados como trabajadores y trasladados a lugares distantes para nunca regresar. En su conjunto, a pesar de que la evidencia sobre el trabajo forzoso en Ucayali y Madre de Dios durante los ochenta, se basa sólo en la información del informe de AIDESEP y del trabajo de campo recopilado por la antropóloga Wahl, ambas fuentes presentan casos y datos suficientes como para afirmar de manera contundente que las relaciones de trabajo forzosas o no libres estaban bastante difundidas. Un aspecto importante es que los datos de la referida institución abarcan varias zonas de Ucayali.
El enganche de trabajadores de origen altoandino no estuvo exento de dificultades. Los meses de cosecha del café en las plantaciones de la Peruvian coincidían con la cosecha de papa en las alturas. Además, las empresas mineras y las de construcción de carreteras pagaban jornales mucho más altos que los de la Peruvian, por lo que la empresa británica utilizó medios violentos para controlar su fuerza de trabajo. Por ejemplo, la compañía estableció un control estricto de las salidas de los trabajadores enganchados que sólo podían salir en el caso de no tener deudas pendientes y de haber recibido un permiso escrito y firmado del contador de la empresa. El aislamiento geográfico de la plantación, muy lejos de los caminos, reforzó el control social que la empresa tenía sobre la población trabajadora, lo que a su vez fue reforzado por la existencia de un solo puente, único acceso para entrar o salir del territorio manejado por la plantación. Durante la noche los controles eran aún mayores, dado que la entrada a las instalaciones de la empresa incluía una reja que impedía todas las salidas nocturnas. Las puertas eran nuevamente abiertas al amanecer.
Aquellos que lograban escaparse, tarde o temprano, eran capturados y devueltos a la plantación, donde tenían que trabajar hasta que su deuda fuese pagada. El control sobre la fuerza de trabajo funcionó hasta mediados de los cincuenta. En términos generales, existió un férreo control de la mano de obra y una pérdida total de su libertad, sobre todo mientras se pagaban las deudas. Al trabajador enganchado se le impedía por todos los medios buscar alternativas laborales en otros fundos de la región.
Aún cuando el enganche había desaparecido en la costa y en los Andes centrales, dicha modalidad se mantuvo durante los años cincuenta y sesenta en diversas regiones de la Amazonía alta, tales como el Alto Huallaga, Cusco y Satipo. Un ejemplo de ello es lo que ocurrió, entre 1952 y 1974, en la primera de las zonas mencionadas.
En el Alto Huallaga, en ese entonces, existía una relativa disponibilidad de tierras y una baja densidad poblacional. Los campesinos que migraban libremente optaban por abrir sus propias parcelas y se negaban a trabajar para las grandes y medianas plantaciones. Por lo mismo, durante el referido período, numerosas plantaciones cafetaleras y de té, recurrieron a un conjunto de .enganchadores. o .habilitadores., con el objetivo de reclutar trabajadores rurales en las partes altas de Huánuco. Los enganchadores eran campesinos ricos, dueños de tiendas o autoridades políticas comunales que adelantaban dinero o mercadería a los campesinos antes de las fiestas comunales. Posteriormente, los referidos .habilitadores. demandaban a los campesinos la devolución del préstamo y les exigían trabajar en una plantación de la región de Tingo María, para así saldar su cuenta. Al llegar a las plantaciones los trabajadores se endeudaban aún más en las tiendas de las mismas pues adquirían productos a precios alzados, encontrándose rápidamente en un círculo vicioso de deudas; es decir, se veían subordinados a un sistema de peonaje por deudas.
Cuando deseaban escapar e ingresar libremente a otra empresa, se enfrentaban al hecho de que los enganchadores y las empresas tenían las listas de los trabajadores endeudados de todas las plantaciones. El trabajador que no había pagado su deuda en una plantación, simplemente no era aceptado en ninguna otra empresa.
Durante la década de los setenta, Brass realizó un estudio en el valle de la Convención (Cusco), zona localizada en la región norte de la Amazonía alta.Tras la implementación de la reforma agraria iniciada en 1969 por el gobierno militar de Juan Velasco, se produjo un serio problema de escasez de mano de obra en el referido valle. Por un lado, la redistribución de las tierras causó una expansión del área cultivada, generando un incremento de la demanda de mano de obra, por otro, la misma redistribución en las partes altas del Cusco fortaleció tanto a las unidades campesinas medias, como a las empresas creadas por la reforma agraria, denominadas Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS), lo que también provocó un incremento de la demanda de trabajadores. En consecuencia, cada vez más, un menor número de trabajadores deseaba migrar a zonas tropicales, como el valle de la Convención.
En ese contexto, se desató una competencia entre las empresas cooperativas del valle y las unidades campesinas producto de la escasez de mano de obra y la captación de trabajadores.
Brass remarca que la difícil topografía de la zona impedía la introducción de tecnología que sustituyera o redujera la necesidad de mano de obra. En una primera fase, las cooperativas de la Convención controladas por campesinos ricos y medios, tuvieron que contratar trabajadores sin tierra, incorporarlos como socios de las mismas y pagarles salarios relativamente altos, además de todos los beneficios sociales que ello implicaba. No obstante, tanto los campesinos ricos como los medios, conocían que a los trabajadores enganchados se les pagaban salarios mucho más bajos. Lentamente, los dirigentes campesinos de las cooperativas iniciaron un proceso de expulsión de los trabajadores asalariados sin tierra, lo que significó que no pudieron beneficiarse más de los recursos y beneficios de las empresas asociativas. Más tarde, los campesinos ricos de las cooperativas reclutaron nuevamente a los referidos trabajadores; no obstante, primero los endeudaron a través de una serie de adelantos, obligándolos a pagar las deudas con el trabajo en las empresas mencionadas.
Brass señala que los campesinos más ricos eran parientes reales o ficticios de los más pobres. Ello facilitó a los campesinos ricos reclutar al segundo grupo de trabajadores. Es decir, que la autoridad moral derivada del parentesco sirvió como medio de control social de los trabajadores endeudados en la medida que mientras duraba el pago de la deuda, los trabajadores enganchados se sentían moralmente obligados a trabajar para la cooperativa y a no reinsertarse en el mercado laboral. En resumen, en la selva peruana, desde principios de siglo hasta mediados de los setenta se reprodujeron diversas formas de trabajo forzoso en actividades como la recolección del caucho, la cosecha del té y café. Todo ello a pesar de que el trabajo no libre estuvo prohibido desde casi principios de siglo, tal como lo analizaremos posteriormente.
La Década de los Ochenta e Inicios de los Noventa
El sistema de habilitación constituyó uno de los elementos fundamentales de la extracción de madera a lo largo de la década de los ochenta y noventa. Un informe, realizado por AIDESEP, confirma el predominio de la habilitación, la difusión del enganche y de la esclavitud en la región de Atalaya, donde reside población indígena Asháninka.
Concretamente, el documento de AIDESEP cita numerosos ejemplos de habilitación - enganche.
Entre ellos tenemos tres casos típicos:
1) En 1985, Benito C. entregó a su patrón 36 trozos de madera a largo de tres meses. A cambio, recibió un par de pantalones y se le comunicó que todavía debía entregar más madera como parte de una deuda pendiente.
2) En 1986, se le entrega a cinco trabajadores 10,000 intis. Tras extraer madera durante ocho meses, el patrón les entrega un bote con un motor malogrado, que en la Amazonía se denomina peque peque, valorizándolo en 18,000 intis. Por lo mismo, se les indica que tienen una deuda pendiente.
3) Abel M. trabaja de 1982 a 1987 sin pago alguno. En 1986, el indicado trabajador trae 14 trozos de cedro y caoba y, sin embargo, se le indica que todavía debe a su empleador.
Basándose en una visita realizada en 1988 a las cuencas de los ríos Mishuaga y Bajo Urubamba, la antropóloga Lissie Wahl señala en un valioso ensayo la existencia de problemas bastante parecidos que afectan al grupo étnico Nahua (o Yura) en Ucayali y Madre de Dios. La autora remarca la presencia de numerosos .extractores de madera, quiénes a pesar de haber
recibido una mínima cantidad de dinero en adelanto a cambio de una cantidad acordada de madera, no podían pagar sus deudas tras dos o tres años de trabajo.
El referido documento sugiere que las condiciones de trabajo en los campamentos madereros tampoco son mejores, dado que trabajan doce horas al día, sin ..ninguna otra comida fuera de una porción de fariña.sin las mínimas condiciones sanitarias, sin pago la mayor parte de las veces y siempre por debajo del salario mínimo. Muertes, accidentes y una serie de otras serias agresiones han sido reportadas en numerosas ocasiones. Wahl confirma dicho fenómeno entre los Nahua, quienes usualmente recibían como pago nada más que ropa usada y plátanos, o en caso de realizar una labor difícil, un cuchillo o machete.
De manera sorprendente, el estudio de AIDESEP sobre Atalaya, se dedica más a los casos de esclavitud o a aquellas condiciones parecidas a un régimen de esclavitud que existen en los campamentos madereros, que a los sistemas de habilitación o enganche que se dan en los mencionados centros de trabajo. El documento de AIDESEP señala explícitamente que la .esclavitud, el abuso físico, y el secuestro afectó a trabajadores indígenas . en por lo menos 17 fundos. Lo más impactante de dichos abusos es que involucran a menores de edad. Concretamente, una costumbre muy usual ha sido separar a los niños de sus padres y retenerlos como esclavos como parte del denominado .derecho de bautizo.. El Ministerio de Trabajo de ese entonces, registró numerosos casos de niños que ingresaron a trabajar en los campamentos madereros entre los 10 y 12 años, y cuando cumplieron los 50 años, seguían trabajando sin pago alguno o por un poco de ropa usada. Más aún, cuando se escapaban recibían una variedad de castigos de sus patrones. En dos casos bien documentados de dos esclavos menores rescatados, un niño presentó señales de desnutrición y en el segundo caso, una niña había sido tan golpeada que falleció a las pocas horas de ser rescatada de la vivienda de su .madrina.. Igualmente, el informe indica que las niñas retenidas como trabajadoras cautivas usualmente eran forzadas a la prostitución y, en otros casos, secuestradas por trabajadores de otros campamentos madereros, fenómeno que lamentablemente sigue siendo bastante común. En un incidente separado, pero también muy dramático, un trabajador de 16 años que laboraba para un empleador en la Quebrada Siticayo, se negó a cosechar yuca en un campamento cuando su pie desarrolló una avanzada infección producida por un hongo. Como respuesta, recibió una serie de golpes con la parte no afilada de un machete en la sección posterior de su cuello. A pesar de que logró escapar del campamento, el trabajador se quedó ciego para el resto de su vida.
Los casos de esclavitud y otras formas de trabajo forzoso no se limitan a los ejemplos que hemos dado de menores de edad. A continuación presentamos un resumen de los ejemplos relacionados con adultos sometidos en los campamentos madereros:
1) Samuel A. trabajó entre 1982 y 1987 para un empleador sin ningún tipo de pago. El empleador violó en repetidas ocasiones a Florinda, esposa de Samuel, amenazando a la pareja si abandonaba el campamento. En 1987, la mencionada pareja se escapó a la comunidad de Toniromashi, donde vivía la familia de Samuel. Tres días después, el empleador arribó acompañado de dos policías, obligándolos a regresar al campamento e indicándoles que podrían retornar en un mes. Sin embargo, no se volvió a saber de la pareja hasta después de un año.
2) Carlos P. trabajó durante 30 años desde el amanecer hasta el anochecer, para un empleador
sin pago alguno u otra forma de compensación. En uno de sus últimos años como trabajador del fundo, la esposa de Carlos se enfermó y por consiguiente la llevó a un médico.
Como castigo, el empleador le impuso una multa de 4,000 intis, a los cuales eventualmente sumó otros 7,000 intis de interés. Cuando se escribió el informe de AIDESEP, Carlos debía a su patrón un total de 11,000 intis.
3) De acuerdo con el documento de AIDESEP, numerosas personas indicaron que un empleador esclavizó a una comunidad entera en Diobamba, localizada en el río Urubamba, en el distrito de Raymondi en la provincia de Atalaya. El empleador amenazó a los miembros de la comunidad, les prohibió la comunicación con el mundo exterior y los trasladó lejos de la ribera del río para no ser vistos por personas extrañas. Asimismo, forzó a trabajar a familias enteras, a quienes les pagaba con cuatro metros de ropa cada mes. Cuando los dirigentes protestaron por sus condiciones de trabajo fueron golpeados hasta enfermarse. Dos de los miembros de la comunidad que fueron golpeados desaparecieron poco después.
Finalmente, Lissie Wahl documentó casos similares de maltrato al grupo nativo Nahua, refiriéndose a la existencia de correrías a inicios de los ochenta; además, recalcó que numerosos ni- ños y mujeres Nahua fueron reclutados como trabajadores y trasladados a lugares distantes para nunca regresar. En su conjunto, a pesar de que la evidencia sobre el trabajo forzoso en Ucayali y Madre de Dios durante los ochenta, se basa sólo en la información del informe de AIDESEP y del trabajo de campo recopilado por la antropóloga Wahl, ambas fuentes presentan casos y datos suficientes como para afirmar de manera contundente que las relaciones de trabajo forzosas o no libres estaban bastante difundidas. Un aspecto importante es que los datos de la referida institución abarcan varias zonas de Ucayali.
Fuente: Trabajo Forzoso en la Extracción de la Madera en la Amazonía Peruana autores Eduardo Bedoya Garland y Alvaro Bedoya Silva-Santisteban. Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo. OIT-Programa Infocus para la Promoción de la Declaración, Lima 2005
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