El Señor de Luren
Había transcurrido sólo siete años de la fundación española de Ica. La entonces Villa de Valverde, comenzaba a recibir a los primeros habitantes atraídos por la riqueza de sus tierras, que bajo el inconmensurable sol, convertía a la campiña en la más alegre de todas las existentes en los alrededores.
Los franciscanos, enfrascados en la febril construcción de su templo a escasas dos cuadras de la Plaza mayor de Lima, habían encargado varias imágenes a España para completar el Vía Crucis. Llegado el momento, la imagen del Cristo Morado, fue embarcada con dirección a Lima.
Durante la travesía no se registró novedad alguna, pero cuando la nave llegó al Callao, se desató una descomunal tormenta que estuvo a punto de hacerla zozobrar.
Para conjurar el peligro, el capitán ordenó que todo bulto fuese echado al mar para así permitir una salida rápida del torbellino e impedir que la embarcación se fuera a pique.
Entre los bultos y otras cosas tiradas al mar, se encontraban las imágenes del CRISTO CRUCIFICADO, LA DOLOROSA, SAN JUAN DE AMADO y MAGDALENA, que permanecieron varios días flotando sobre las aguas, para posteriormente ser recogidos y conducidos a la aduana.
Los padres Franciscanos, una vez conocida la noticia, no hicieron mayores intentos por recuperar dichas imágenes, pues suponían que estaban deterioradas a consecuencia de la humedad.
En 1570, el párroco de la Iglesia San Francisco Solano de Ica, Fray Francisco de Madrigal, conoce la existencia de estas imágenes y en la creencia que no cobrarían un solo centavo por recuperarlas, las reclamó.
La aduana exigió para su entrega 1,200 monedas de plata, que el sacerdote tuvo que pagar, y a bordo de una pequeña y frágil embarcación, las condujo del Callao hacia el puerto de Pisco.
El itinerario seguido desde el puerto de Pisco a Ica tuvo un tropiezo, el burro sobre el cual llevaba al Cristo Crucificado se perdió entre unos matorrales de huarangos, allí lo hallaron los pobladores después de varios días de intensa búsqueda.
Cuando intentaron llevar el animal hacia Ica, fue imposible. Parecía estar clavado en el suelo. En vista de la imposibilidad de moverlo de aquel lugar denominado Hurin-Ika, se decidió que allí quedara la imagen y al abrir el cajón el Cristo se hallaba intacto y lucía su esplendorosa y dolida belleza.
Desde entonces, por los milagros que realizó, su fama se esparció por todos los confines de la patria, por lo que los iqueños le han construido una hermosa iglesia de impresionante arquitectura.
Durante la Guerra del Pacífico, Ica no se libró de la masacre que cometieron los invasores, causando muchas muertes y destrucción.
En la estadía del enemigo en este lugar, cuentan los antiguos, que al llegar al Templo del Luren quedaron maravillados del Señor y que trataron de robarle para su nación. Tomaron las medidas de la imagen y trajeron un cajón para guardarlo, pero cual sería su sorpresa al comprobar que el Cristo no cabía. Nuevamente midieron al Señor y fueron por otro cajón, pero sucedió lo mismo, insistieron una vez más y lograron colocarlo, no sin antes realizar un gran esfuerzo, luego lo cargaron y se dirigieron a la puerta de salida, pero al llegar a esta, no pudieron pasar ya que el cajón tenía mayores medidas que aquella, por varias veces probaron pero resultó inútil, por lo cual, decidieron abandonar a nuestro Señor, alegando que era brujo.
Los franciscanos, enfrascados en la febril construcción de su templo a escasas dos cuadras de la Plaza mayor de Lima, habían encargado varias imágenes a España para completar el Vía Crucis. Llegado el momento, la imagen del Cristo Morado, fue embarcada con dirección a Lima.
Durante la travesía no se registró novedad alguna, pero cuando la nave llegó al Callao, se desató una descomunal tormenta que estuvo a punto de hacerla zozobrar.
Para conjurar el peligro, el capitán ordenó que todo bulto fuese echado al mar para así permitir una salida rápida del torbellino e impedir que la embarcación se fuera a pique.
Entre los bultos y otras cosas tiradas al mar, se encontraban las imágenes del CRISTO CRUCIFICADO, LA DOLOROSA, SAN JUAN DE AMADO y MAGDALENA, que permanecieron varios días flotando sobre las aguas, para posteriormente ser recogidos y conducidos a la aduana.
Los padres Franciscanos, una vez conocida la noticia, no hicieron mayores intentos por recuperar dichas imágenes, pues suponían que estaban deterioradas a consecuencia de la humedad.
En 1570, el párroco de la Iglesia San Francisco Solano de Ica, Fray Francisco de Madrigal, conoce la existencia de estas imágenes y en la creencia que no cobrarían un solo centavo por recuperarlas, las reclamó.
La aduana exigió para su entrega 1,200 monedas de plata, que el sacerdote tuvo que pagar, y a bordo de una pequeña y frágil embarcación, las condujo del Callao hacia el puerto de Pisco.
El itinerario seguido desde el puerto de Pisco a Ica tuvo un tropiezo, el burro sobre el cual llevaba al Cristo Crucificado se perdió entre unos matorrales de huarangos, allí lo hallaron los pobladores después de varios días de intensa búsqueda.
Cuando intentaron llevar el animal hacia Ica, fue imposible. Parecía estar clavado en el suelo. En vista de la imposibilidad de moverlo de aquel lugar denominado Hurin-Ika, se decidió que allí quedara la imagen y al abrir el cajón el Cristo se hallaba intacto y lucía su esplendorosa y dolida belleza.
Desde entonces, por los milagros que realizó, su fama se esparció por todos los confines de la patria, por lo que los iqueños le han construido una hermosa iglesia de impresionante arquitectura.
Durante la Guerra del Pacífico, Ica no se libró de la masacre que cometieron los invasores, causando muchas muertes y destrucción.
En la estadía del enemigo en este lugar, cuentan los antiguos, que al llegar al Templo del Luren quedaron maravillados del Señor y que trataron de robarle para su nación. Tomaron las medidas de la imagen y trajeron un cajón para guardarlo, pero cual sería su sorpresa al comprobar que el Cristo no cabía. Nuevamente midieron al Señor y fueron por otro cajón, pero sucedió lo mismo, insistieron una vez más y lograron colocarlo, no sin antes realizar un gran esfuerzo, luego lo cargaron y se dirigieron a la puerta de salida, pero al llegar a esta, no pudieron pasar ya que el cajón tenía mayores medidas que aquella, por varias veces probaron pero resultó inútil, por lo cual, decidieron abandonar a nuestro Señor, alegando que era brujo.
Fuente: HISTORIA DEL SEÑOR DE LUREN autor Profesor Vizarreta Diaz Carlos
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